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La idea olímpica en España.
Nacimiento y consolidación

   
Licenciado y Doctor en Educación Física
Universidad de Huelva
(España)
 
 
Javier Antonio Tamayo Fajardo
tamayo@uhu.es
 

 

 

 

 
Resumen
    España estuvo relacionada, desde un primer momento, con la idea de instaurar de nuevo los Juegos Olímpicos, con la presencia de Adolfo Buylla, Aniceto Sela y Adolfo Posada, en la conferencia en la que Pierre de Fredi barón de Coubertin expresó su idea de poner en marcha nuevamente los Juegos Olímpicos, tomando como modelo los que se celebraban en la Antigua Grecia.
    Las noticias publicadas en la prensa española, recogen el origen y transición del movimiento olímpico de la era moderna en España. Donde destaca el nombramiento del Marqués de Villamejor como miembro del Comité Olímpico Internacional (COI) en 1902; el origen del Comité Olímpico Español (COE) en 1912, con el Marqués de Villamejor como presidente; y, la reconstitución del COE en 1924, con el barón de Güell (representante de España en el COI desde 1922) como presidente.
    En 1920 se produjo la primera presencia oficial de España en los Juegos Olímpicos de la era moderna. Hasta 1992, España estuvo representada en quince ediciones de los Juegos Olímpicos de verano, con escaso apoyo oficial y resultados deportivos mediocres, que daban muestra de la situación del deporte en España. A partir de 1960, comienza el progreso del deporte español, principalmente en categoría masculina, pero sin los medios necesarios para recuperar el terreno perdido con respecto a las primeras potencias deportivas del mundo. Pero, con motivo de la celebración de los Juegos de la XXV Olimpiada en Barcelona (1992), que ya había solicitado ser sede de los Juegos Olímpicos a celebrar en 1924, 1936 y 1940, se produjo el ansiado despegue del deporte español, situándose a un nivel más acorde con los países más desarrollados del mundo y de su propio entorno.
    Palabras clave: Olimpismo. Historia. Juegos Olímpicos. España.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 49 - Junio de 2002

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    Entre los fenómenos culturales deportivos, los Juegos Olímpicos han alcanzado, en la actualidad, una inigualable importancia en el ámbito internacional. Pero, no se trata de una creación del hombre moderno, sino de una herencia histórica, perfeccionada y modificada en conformidad con las nuevas necesidades y, sobre todo, con las ideas que constituyen la mentalidad predominante hoy en día. La importancia del movimiento olímpico queda perfectamente reflejada a través de la Historia. Ni las guerras, ni las costumbres, ni los gobiernos intransigentes, ni la política, ni las catástrofes, han podido vencerles. A todos los aficionados al deporte, tanto practicantes como meros espectadores, nos interesan las noticias que sobre este fenómeno se han ido produciendo a través de esta dilatada historia.

    Hoy las Olimpiadas no admiten subdivisiones ni fronteras de naciones o de continentes. Todos los pueblos, a medida que llegan a su madurez civil y política, solicitan formar parte de la grande y cada vez más preponderante familia olímpica. Y, España no constituye ninguna excepción a este fenómeno.

    Uno de los elementos principales que favoreció la llegada de la idea olímpica a España fue, sin duda, la creación del Comité Olímpico Español (COE). El cual, figura en el Repertorio del Movimiento Olímpico como constituido el 11 de Enero de 1924, siendo reconocido por el Comité Olímpico Internacional (COI) en la misma fecha, y las publicaciones que hasta el momento tratan sobre el olimpismo nacional mantienen, lógicamente, este dato. Alcoba (1992), admite la existencia de contactos diplomáticos anteriores entre el Marqués de Villamejor y el barón de Coubertin, planificando la constitución del COE; sobre todo, tras la concesión, en 1911, a S.M. el Rey de España, Alfonso XIII, del Diploma Olímpico número 110, por parte del COI. Pero, una rigurosa investigación llevada a cabo por Durántez (1996), fija la oficialidad de tal creación en el año 1912, basándose en información obtenida en los propios archivos del COI, estudiando y cotejando los documentos auténticos que en el mismo existen, así como las referencias que en la extensa obra bibliográfica de Pierre de Coubertin se dedican al tema.

    La documentación hallada por Durántez, permite lograr el reconocimiento de la institución doce años antes que la que hasta ahora se le venía otorgando, ratificando de esta forma el COI, si así lo hiciese, la legalidad que en esas fechas ya dio al COE, y todo ello sin perjuicio de que ulteriores hallazgos documentales de adecuado rigor pudieran posibilitar una oficialidad anterior. De reconocer el COI la nueva fecha de constitución del COE, este figuraría en el nº 14, entre los más antiguos, únicamente por detrás de: Francia (1894), Grecia (1895), Alemania (1895), Hungría (1895), Noruega (1900), Dinamarca (1905), Gran Bretaña (1905), Bélgica (1906), Finlandia (1907), Canadá (1907), Portugal (1909), Turquía (1911) y Suiza (1912).

    Según Durántez (1999), el responsable de su creación fue D. Gonzalo de Figueroa y Torres, Conde de Mejorada del Campo y Marqués de Villamejor, primer representante de España en el COI, tras aceptar el puesto en una carta dirigida al presidente del COI, Pierre de Coubertin, el 21 de Febrero de 1902.

    Dos cartas enviadas por el Marqués de Villamejor a Coubertin, que están en los archivos del COI, confirman el dato aportado por Durántez. En la primera de ellas, del 20 de noviembre de 1912, expresa la próxima constitución del COE, que se realizó el 23 de noviembre de 1912. En la segunda de las cartas, del 2 de diciembre de 1912, le envía el acta de constitución del COE, que Coubertin contesta expresando su júbilo. De hecho, el propio presidente del COI, según aparece en sus Memorias Olímpicas (1963, citado por Durántez, 1999), evaluando los acontecimientos olímpicos de 1912 que abrían el espacio de la V Olimpiada con los Juegos de Estocolmo afirmó: “los Comités belga, danés y español (este último de reciente creación gracias a nuestro colega el Marqués de Villamejor el hermano del Conde de Romanones), funcionaban bien...”.

    Villamejor continuó al frente del COE hasta su fallecimiento, en 1921. En ese momento ocupó su puesto en el COI un próspero industrial bilbaíno, Horacio Echevarrieta y Mauri, que no asistió a ninguna de las sesiones convocadas por el COI hasta su dimisión en 1923, ni tampoco hizo nada en el ámbito nacional.

    Santiago Güell y López Bacigalupu y Bru, barón de Güell, nombrado miembro español del COI en 1922, fue el responsable de lo que Durántez denomina “Reconstitución del Comité Olímpico Español”. El 11 de enero de 1924 se declaró constituido el COE por el Presidente de la Sesión, D. Mariano de Rivera, que actuó como Delegado Suplente en España del COI y en nombre y representación del nuevo Presidente del COE, Barón de Güell que se encontraba ausente. Esta es la fecha reconocida oficialmente como la de constitución del COE.

    Su creación en 1912 debemos considerarla con una dimensión eminentemente privada, teniendo como objetivo principal facilitar la participación española en los Juegos Olímpicos, sin personalidad jurídica y con actuación personalizada en la figura de su Presidente, el Marqués de Villamejor. El COE, reconstituido en Barcelona, puso fin a un período de inactividad, que duró casi dos años y medio, desde los últimos meses de vida del Marqués de Villamejor, acentuado con su muerte el 5 de junio de 1921. Ya que su sustituto en el COI, Horacio Echevarrieta, nombrado el mismo 5 de junio, no asistió a ninguna reunión internacional, ni tampoco hizo nada en el ámbito nacional.

    El barón de Güell sí afrontó sus cometidos internacionales olímpicos e impulsó la reconstitución del COE en Barcelona, asumiendo su presidencia junto a la que ya tenía de la prestigiosa “Confederació Sportiva de Catalunya”. Ambos organismos compartieron sede durante casi tres años. José Mesalles Estivill, nombrado en 1924 secretario del COE, desarrollaba la misma función en la Confederación. Por lo tanto, la vocación olímpica de Barcelona data ya de principios de siglo y fue una de las promotoras de la vinculación de España al movimiento olímpico; impulsados por el mayor desarrollo económico y deportivo existente en esta región, en aquella época. Esta vocación olímpica fue, además, confirmada con las cinco veces que, a lo largo del siglo XX, la Ciudad Condal presentó su candidatura para ser sede de unos Juegos Olímpicos. Siendo fallidos los cuatro primeros intentos: 1924, 1936, 1940 y 1972. Incluso, en 1972, ni siquiera llegó a optar como sede ante el COI; puesto que, el COE decidió que fuese Madrid, que también había expresado esta intencionalidad, la que optase a la organización de los Juegos de la XX Olimpiada. Sin embargo, en el quinto intento: 1992, Barcelona fue designada como sede de los Juegos de la XXV Olimpiada. Momento que consideramos como el más importante de la historia del olimpismo español, por la trascendencia nacional e internacional que tuvo para España en todos los ámbitos.

    La historia de España en los Juegos Olímpicos de verano de la era moderna comenzó a escribirse en el año 1900, con la primera presencia en unas competiciones olímpicas de deportistas nacidos en España; los cuales, participaron por propia iniciativa y a título individual, en remo y tiro con arco. No fue hasta los Juegos de Amberes, celebrados en 1920, cuando se produce la primera participación oficial de España en unos Juegos Olímpicos, con la presencia de 64 deportistas españoles en siete modalidades deportivas diferentes que, además, obtuvieron dos medallas de plata, una en fútbol y otra en polo.

    La presencia de España en los Juegos Olímpicos es digna de mención, si tenemos en cuenta que el desarrollo del deporte era escaso en el país, a excepción de la región catalana, y su progresión bastante lenta. La sociedad española, en general, no aceptaba ni comprendía la importancia del deporte; al que las instituciones públicas no daban ningún tipo de apoyo ni respaldo, excepto en contadas ocasiones. Entre los años 1910 y 1920, comenzaron a fundarse numerosos clubes en España que, principalmente, fueron futbolísticos. El fútbol comenzaba ya a acaparar el mayor número de practicantes y seguidores, respecto a cualquier otra modalidad deportiva, perjudicando el desarrollo e implantación de otros deportes.

    El deporte en España continuaba siendo practicado fundamentalmente por la clase alta y poco a poco se extendió a la clase media. Entre 1920 y 1927, hubo una época relativamente gloriosa en una actividad deportiva considerada de tinte aristocrático, el tenis. Surgen campeones como los hermanos Alonso o Lilí Álvarez, que representaron a España en los Juegos Olímpicos de Amberes (1920) y París (1924).

    A partir de estas fechas, España se va incorporando poco a poco a la actividad polideportiva, pero con poco calado todavía en el alma popular. Hay que hacer mención aparte de los llamados deportes rurales, entre los que destacan los diversos tipos de lucha (leonesa, canaria, etc.), las viejísimas competiciones folclóricas del país vasco, como regatas (remo), korrikolaris (largas carreras de fondo), aizkolaris (levantadores de piedras pesadas) y sobre todo pelota vasca, y tantas otras de las diversas regiones. También, sería conveniente separar del oscuro diagnóstico que cuadra al deporte español de comienzos de siglo, a la hípica. Desde la vieja “escuela española” de los siglos XVI y XVII no se ha roto el hilo de una brillante continuidad. Los jinetes españoles, lo mismo hoy que antaño siempre han estado en primerísima línea. De hecho, el primer título olímpico del deporte español fue conseguido en hípica, en la modalidad de salto de obstáculos por equipos, en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam (1928).

    Para coordinar y dirigir los movimientos de educación física y todo el auge que el fenómeno deportivo iba tomando en España, se creó en 1941 la Delegación Nacional de Deportes (DND), que integró al propio COE, asumiendo una misma persona, el teniente general Moscardó, la presidencia de ambos organismos. En 1956, tras su fallecimiento, fue sustituido por José Antonio Elola Olaso, que reorganizó esta institución; la cual, pasó a denominarse Delegación Nacional de Educación Física y Deportes (DNEFD). Este organismo comenzó una tarea de información popular, de fomento del deporte y de la educación física. A partir del año 1940, casi todas las modalidades deportivas organizaron sus federaciones nacionales y regionales; pero, fue a partir de 1956 cuando se le dio un importante impulso al deporte español. En concreto, en el año 1962 existían en España 42 federaciones nacionales de los diversos deportes.

    Sin embargo, no se logró, ni mucho menos, la madurez deportiva en España; y, menos aún, en educación física. En este país ha tenido lugar un fenómeno singular: antes de que el deporte y la educación física fuesen conocidos y entendidos plenamente por el pueblo, ha llegado a éste una derivación del deporte, el profesionalismo. Esto hizo que hubiese una importante confusión en torno a la educación física y el deporte. Los intelectuales en España no estimaban el deporte porque no lo habían estudiado; lo creían cosa de apasionamiento de masas, no distinguiendo el fenómeno social del profesionalismo.

    Vistos los viejos y nuevos esfuerzos, la legislación dispersa existente sobre educación física, la ingente tarea que era menester emprender en construcción de instalaciones deportivas y en la educación deportiva popular, se logra, tras muchas dificultades y lucha de prejuicios, una comprensiva “Ley de Educación Física”, aprobada el 20 de diciembre de 1961. Esta ley abrió anchos caminos a la educación física española, y puede ser considerada la ley más importante promulgada en la historia de la educación física en España. Con ella se aumentó notablemente el presupuesto para la construcción de instalaciones deportivas, se reguló y sistematizó la enseñanza de la educación física en toda clase de centros educativos, se facilitó la práctica deportiva a las masas obreras ayudando a las empresas industriales, y se fundó el Instituto de Educación Física (INEF). El significado de este Instituto, creado en Madrid para la formación del profesorado de educación física, fue grande. La concreta circunstancia española en la cual nació, le obligó a sostener las miras en dos puntos claves: directriz pedagógica, e irradiación cultural.

    Por otro parte, es de lamentar la escasez de estudios específicos sobre la historia del olimpismo español. Hasta ahora, como afirma García Ferrando (1996), los estudios sobre el olimpismo en España han sido muy escasos, y solamente a partir de la concesión de los Juegos de la XXV Olimpiada a la ciudad de Barcelona, es cuando se ha despertado un interés científico más serio y variado. Una buena muestra de este interés está en la creación de diversos Centros de Estudios Olímpicos en varias Universidades españolas.

    En cualquier caso, la fascinación que despiertan los deportistas olímpicos y la enorme atención que reciben en los medios de comunicación, no se corresponde con el grado de conocimiento que se posee sobre ellos. Quizás, sea en la búsqueda del logro deportivo, de ser más rápido, más alto y más fuerte (“citius, altius, fortius”), donde resida la fuerza del olimpismo, y su capacidad para adaptarse al cambio social. La importancia actual del olimpismo es un hecho indudable. El Presidente de la Academia Olímpica Española, Conrado Durántez (1995), afirmó que el olimpismo puede ser valuado sin exagerados entusiasmos o subjetivos partidismos como primera fuerza sociológica mundial en los albores ya del siglo XXI. El olimpismo merced a su sólida base filosófica unido al esplendoroso marco de sus Juegos periódicos ha sobrepasado guerras mundiales, terrorismo, injerencias políticas y boicoteos internacionales.

    Este interés e importancia del olimpismo en el ámbito mundial, parece que en España se ha extendido y multiplicado en los últimos años, produciéndose una especie de “fiebre olímpica”. Destacando, por encima de todo, el gran acontecimiento que supusieron los Juegos de la XXV Olimpiada, celebrados en Barcelona en el año 1992. Así como, el impulso de nuevas ciudades españolas que pretenden organizar unos Juegos Olímpicos, como es el caso de Sevilla, que ha presentado consecutivamente su candidatura para la celebración de los Juegos Olímpicos del año 2004, 2008 y 2012, y Madrid, que opta con la ciudad andaluza a ser la ciudad elegida por el COE para ser designada sede de los Juegos de 2012 por el COI. En cuanto a los Juegos Olímpicos de invierno, las ciudades de Jaca y Granada han optado a la organización de los Juegos del año 2010.


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