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Control percibido y envejecimiento: implicaciones de cara
a las prácticas deportivas en las personas mayores
Miguel Ángel García Martín

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 49 - Junio de 2002

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    No obstante, los resultados de estas investigaciones son bastante contradictorios. La revisión de estudios que se muestra en la tabla 1 así lo demuestra. Las conclusiones de algunos de ellos van en línea con la hipótesis anterior (Brim, 1974; Hale y Cochran, 1986; Houts y Warland, 1989; Lachman, 1983; Lumpkin, 1986; Ryckman y Malikioski, 1975; Siegler y Gatz, 1985; McConatha, McConatha, Jackson y Bergen, 1998; Morganti, Nehrke, Hulicka y Cataldo, 1988). Otros, en cambio, encuentran que la internalidad del control percibido es mayor en los ancianos (Gatz y Siegler, 1981; Hale y Cochran, 1986; Lachman, 1985; Nunn, 1994; Staats, 1974; Strickland y Schaffer, 1971; Wolk y Kurtz, 1975). Tampoco faltan estudios en los que o bien no se encuentran diferencias significativas (Nehrke, Hulicka y Morganti, 1980) o que aparecen vinculadas sólo a determinadas dimensiones o dominios de control (Blanchard-Fields e Irion, 1988; Bradley y Webb, 1976; Lachman, 1986; Saltz y Magruder-Habib, 1982). Finalmente, algunos autores consideran que lo que varía fundamentalmente son las prioridades de control que determinados dominios despiertan en cada edad, así como el tipo de control (primario o secundario) que aplica la persona a esos dominios (Heckhausen, 1997; Nurmi, Pulliainen y Salmela, 1992).

    Lachman atribuye estas conclusiones tan heterogeneas a las diferentes composiciones de las muestras analizadas, al diseño transversal utilizado en la mayor parte de los estudios y, muy especialmente, al tipo de medida de control percibido empleada. Para este autor resulta inapropiado, utilizar medidas de control unidimensionales como la de Rotter. El uso de escalas multidimensionales generales como la desarrollada por Levenson (1972), tampoco permite captar las diferencias que se pueden producir con la edad. En este sentido, Lachman defiende la necesidad de emplear medidas de control específicas, en las que se diferencie la percepción de control por parte del sujeto en diferentes dominios o áreas como, por ejemplo, social, intelectual, salud, etc. Son precisamente los estudios que han introducido esta diferenciación entre esferas del comportamiento los que han revelado diferencias de interés (Heckhausen, 1997; Houts y Warland, 1989; Lachman, 1986). Así, por ejemplo, los mayores se muestran más externos que los jóvenes tanto en el área intelectual como en la de salud, sin que presenten diferencias significativas en las escalas de control generales (Lachman, 1988).

Estudios sobre percepción de control en diferentes edades


Estudios sobre percepción de control en diferentes edades
(Continuación)

Estudios sobre percepción de control en diferentes edades
(Continuación)

  1.     (The Control, Agency, Means-Ends in Adulthood Questionnaire, de Heckhausen y Hundertmark, 1995).

  2.     (The Tenacious Goal Pursuit and Flexible Goal Adjustment Scales).

    Esta diferenciación de dominios ha sido recogida por Heckhausen y Schulz (1993) en uno modelo más elaborado que trata de explicar la disparidad de los resultados obtenidos. El O.P.S. (Optimization in Primary and Secundary control), como así lo denominan sus creadores, es un modelo bidimensional de optimización del control primario y secundario. Recoge las directrices del modelo de Optimización Selectiva con Compensación (Selective Optimization with Compensation -S.O.C.-) de Baltes y Baltes (1990), y las integra con los conceptos de control primario y secundario de Rothbaum y col. (1982) desde una perspectiva del ciclo curso de la vida.

    Según estos autores, se producen una serie de cambios tanto biológicos como sociales, a lo largo de la vida de las personas, que les suponen pérdidas, amenazas o retos que han de afrontar de diferente forma. A edades avanzadas, algunas de estas demandas exceden los recursos de afrontamiento directo (Lazarus y Folkman, 1986) con los que cuenta el mayor. Para superar esta circunstancia, la persona utiliza una estrategia de control que, en lugar de cambiar la situación para acomodarla a sus necesidades y deseos, trata de controlar y acomodar éstos a los condicionantes ambientales (Rothbaum y col, 1982). Esta última es la que se encuentra dentro de lo que se denomina control secundario compensatorio, que intenta paliar las pérdidas que pueden producirse en el control primario a lo largo del curso vital, preservando la autoestima y el control percibido del sujeto.

    Junto con esta compensación en el control, se produce una selección de aquellas áreas donde las personas mayores focalizan su interés. El criterio de optimización que se sigue en esta selección será el de minimizar las pérdidas en sus procesos de afrontamiento, lo que previene los fallos y protege la autoeficacia de la persona (Heckhausen, 1997). Así, las primeras diferencias en el control percibido relativas a la edad que explica este modelo, son precisamente las que se observan entre los distintos dominios de control analizados. En este sentido, la selección conservadora que guía los dominios donde focalizan el interés los mayores, difiere de la de los jóvenes y personas de mediana edad. Estos dos grupos de edad, en ausencia de procesos de control secundario compensatorio, dirigen su control primario hacia la consecución de ganancias en lugar de a la prevención de pérdidas. Los mayores, guiados por su estrategia conservadora, tienen una mayor flexibilidad para desvincularse de aquellos dominios en que perciben menor control y mayor probabilidad de pérdida o fallo, como, por ejemplo, el trabajo, las metas financieras o la familia. Frente a esto, dan mayor relevancia a los dominios relacionados con la salud, la vida comunitaria y las actividades de ocio. Así, ante la pregunta de: "¿Cuáles son sus cinco objetivos, planes o esperanzas más importantes para los próximos cinco o 10 años?", Heckhausen (1997) obtiene diferencias significativas en cuanto a las áreas o dominios a los que se circunscriben dichas metas.


4. Provisión de ayuda, contexto y percepción de control

    La relación entre el ambiente y su repercusión sobre la percepción de control adquiere una importancia cada vez más destacada conforme avanza la edad. Las personas mayores presentan una amplia variedad de contextos de convivencia: vida autónoma dentro de su comunidad, convivencia semindependiente con otras personas (por ejemplo, familiares o compañeros), o contextos residenciales (residencias asistidas, hospitales geriátricos, etc.), son una muestra de éstos.

    Esta variedad de entornos provee experiencias que pueden favorecer o no su percepción de control. Así, un contexto de dependencia total, como el que puede ofrecer una residencia geriátrica tradicional, representa el ejemplo prototípico de ambiente perjudicial para el desarrollo de sentimientos de control y competencia personal (Langer y Rodin, 1976). Por el contrario, el desarrollo de una vida inserta en la comunidad, en la que son ofertados sólo aquellos servicios precisos para compensar las necesidades de asistencia que puedan requerir (por ejemplo, servicios médicos, culturales, sociales o de ocupación del tiempo libre), destinados a ayudar al desarrollo de una vida independiente, puede proporcionar una amplia variedad de oportunidades para el desarrollo de la propia competencia.

    Brickman, Rabinowitz, Karuza, Coates, Cohn y Kidder (1982) establecen una taxonomía de modelos de provisión de ayuda en función de que la responsabilidad de la causa (culpa) y/o solución (control resolutivo) del problema atendido correspondan o no a la persona receptora del servicio. Estos dos ejes tendrán una destacada importancia en la conducta de afrontamiento del problema por parte de la persona. De esta forma, cada modelo va a determinar una expectativas o roles a adoptar tanto por parte del proveedor de ayuda como de quien la recibe. En la tabla 2 se expone un breve resumen de éstos.

    Los autores identifican cada modelo con algunos tipos de ayuda. El modelo moral contiene una filosofía muy similar a la que aparece en muchos grupos de autoayuda. El modelo de aclaración encuentra un reflejo en la guía, apoyo social y disciplina típicos de grupos como "Alcohólicos Anónimos". El modelo compensatorio se identifica, entre otras, con la terapia rehabilitadora. Claramente, el último de los modelos, como su nombre indica, halla su referente más claro en la asistencia geriátrica y hospitalaria.

    Como se puede apreciar, el modelo médico depriva al sujeto tanto de la responsabilidad de su actual estado como de la participación en su resolución. Lamentablemente, es el modelo que frecuentemente está presente en la mayor parte de los servicios de atención a las personas mayores, especialmente en el ámbito residencial. El comportamiento pasivo es el que se espera del residente, que es tratado en ocasiones de un modo casi infantil. Los trabajos de Baltes y col (Baltes, 1982; Baltes, Honn, Barton, Orzech y Lago, 1983; Baltes y Reisenzein, 1986; Baltes y Wahl, 1996; Barton, Baltes y Orzech, 1980) ofrecen apoyo a esta hipótesis. En sus estudios en este tipo de contextos, comprobaron que las iniciativas de comportamiento independiente por parte de los residentes o bien eran ignoradas por el personal que les atendía o bien recibían como respuesta un tipo de apoyo conducente a esquemas de comportamientos dependientes. Frente a esta respuesta, los comportamientos dependientes se veían reforzados con la provisión de apoyo externo por parte del personal" (Baltes y Reisenzein, 1986, p. 326).

    Así, por ejemplo, los residentes que ni siquiera intentaban comer o vestirse por sí solos, eran rápidamente atendidos, experimentando inmediatamente mayor interacción social con el personal, mientras que aquellos otros que sí intentaban hacerlo recibían una escasa atención. Esto se traducía en una progresiva reducción de oportunidades de dominio para llevar a cabo un comportamiento autónomo, lo que daba lugar a una reducción en la misma medía de su autoeficacia y control percibido sobre el entorno. Resultado similares se observan cuando se trasladan estos patrones de interacción con ancianos que residen en su comunidad (Baltes y Wahl, 1992).

Traducción del original -"Consequences of Attribution of Responsability in four Models of Helping and Coping"
Brickman, P., Rabinowitz, V.C., Karuza, J., Coates, D., Cohn, E., y Kidder, L. (1982).
Models of helping and coping. American Psychologist, 37, 368-384-

    A un nivel más general, la sociedad también puede afectar la percepción de control en sus integrantes más ancianos a través de las formas de actuar con sus mayores. Las formas de interacción pueden reforzar los estereotipos de dependencia y fragilidad que existen acerca de este colectivo. Así, el comportamiento excesivamente transigente, condescendiente o, incluso, paternal cuando estas personas son atendidas en algún servicio público (por ejemplo, banco, comercio o transporte público) puede actuar a modo de feed-back negativo sobre su percepción de control. Langer y Benevento (1978) denominaron a este fenómeno "dependencia autoinducida". Si el mayor, a partir de la respuesta que observa en los demás, está inseguro acerca de su capacidad para llevar a cabo una acción, experimentando miedo a fallar, lo que puede limitar su rango de actividades y el esfuerzo que pone en su realización, adoptando una actitud de espera ayuda de los demás para su realización (Miller, 1989).

    La importancia del patrón de actividad de los mayores en su percepción de control aparece claramente reflejada en los resultados del estudio de Baltes, Wahl y Schmid-Furstoss (1990). Estos autores analizaron el patrón diario de actividad en personas mayores que vivían en la comunidad. Diferenciaron once tipos de actividades que agruparon en dos grandes categorías: obligatorias y actividades de ocio. Estas últimas representaron el 39% del total. Los resultados no dejan lugar a dudas:

"...para comprobar la relación entre control personal y nivel de actividad general (en lugar de actividades específicas), se realizó un análisis de regresión múltiple en el que se introdujeron todas las actividades como predictores del control personal. El nivel de actividad explicaba el 42% (R = .65) del la variable control personal. Si se controlaba la variable salud funcional, dividiendo la muestra en aquellos que no tenían problemas (n =22) y aquellos otros que tenían una o más dificultades, la correlación múltiple para el grupo sin deterioro decrecía a .48, y se incrementaba en el grupo con deterioro hasta .76, explicando el 23% y el 58% respectivamente de la varianza del control personal." (Baltes, Wahl y Schmid-Furstoss, 1990, p. 177).


5. Implicaciones de cara a la actividad deportiva como práctica de intervención sobre este colectivo

    Como se comentaba al principio del texto, el marco de estudio en el que se encuadran la mayor parte los estudios en gerontología, se conoce como el de "Vejez con éxito", que se define básicamente como una combinación de vitalidad personal, autonomía y control en el ajuste persona ambiente (Blazer, 1990). Las importantes repercusiones tanto físicas como psíquicas del último de estos componentes han sido reflejadas a través de los diferentes estudios mostrados.

    Del mismo modo, se ha podido comprobar a lo largo del texto, la relevancia que los ambientes, y las intervenciones que en ellos se desarrollan, tienen en la percepción de controlabilidad en el mayor. Si se atiende tanto este hecho como las notables diferencias interpersonales presentes en este colectivo, sería muy aventurado determinar una estrategia uniforme de intervención con estas personas. Así, por ejemplo, se ha observado que en hospitales de cuidados agudos para ancianos, una más baja internalidad se traduce en un mayor ajuste al medio (Wallston, Wallston y De Vellis, 1978). En este entorno, una intervención dirigida a obtener en el mayor una percepción de control muy por encima de sus posibilidades reales, únicamente conduciría a su frustración y desesperanza.

    En este sentido, es fundamental que las posibilidades de ejercer control sobre su entorno, potenciadas a través de los programas de intervención, no concluyan una vez concluyan éstos, ya que puede ser más perjudicial una pérdida de control a posteriori que una carencia inicial (Allen, 1986). En las intervenciones con éxito, se anima a los sujetos a que confíen en que su capacidad para controlar lo que ocurre en su medio persistirá y será efectiva en diferentes situaciones. Del mismo modo, no se deben generar sentimientos desmesurados de responsabilidad, pues la excesivas demandas de recursos y tiempo por parte del mayor, por miedo a fallar, pueden provocar efectos contraproducentes.

    Teniendo en cuenta que, como dice Aronson (1972), el hombre es un "animal social", y que los mayores tienen más riesgo de ver reducidos sus intercambios sociales, se hace necesario planificar programas de actividades para este colectivo en orden a incrementar sus interacciones sociales, así como su percepción de control y responsabilidad sobre sus vidas.

    En este sentido, son numerosos los estudios que muestran cómo el ejercicio físico tiene una importante repercusión positiva sobre la salud de las personas mayores. Así, autores como Simmer, Hickey y Searle (1995) remarcan los beneficios sociales y psicológicos que la práctica deportiva tiene en el bienestar de las personas mayores. Estas actividades incrementan, entre otras cosas, la sensación de logro personal, reforzando los sentimientos de competencia y auto-eficacia. Una interpretación similar realizan McAuley, Shaffer y Rudolph (1995), quienes destacan la importancia de estas prácticas para los mayores que presentan algún tipo de deterioro físico, para los que la sensación de control y bienestar durante la realización de los ejercicios se relaciona con una mayor percepción de autoeficacia una vez concluida la sesión. Otros numerosos estudios realizados en el campo de la psicología del deporte en personas mayores ofrecen resultados en esta línea. Así, por ejemplo se observa una repercusión sobre el estado de ánimo, una disminución de las puntuaciones de depresión y ansiedad así como una reducción de la sintomatología somática (García, 2001). No obstante, es preciso aclarar que no todas las actividades físicas son adecuadas para su realización por cualquier persona. Por ese motivo, conviene antes conocer las diferentes modalidades de actividad o ejercicio físico, y cuáles son las más convenientes para estos sujetos. Obviamente, a estas indicaciones generales hay que sumar las restricciones propias de cada persona, derivadas de una evaluación rigurosa de sus aptitudes físicas, actividades realizadas anteriormente, motivación, intereses, etc. En líneas generales, los ejercicios físicos y actividades aeróbicos (por ejemplo, caminar, pasear en bicicleta, gimnasia de mantenimiento, nadar, etc.), es decir, aquellos que se realizan con la participación del oxigeno en el proceso de respiración celular son los más aconsejables y saludables para las personas mayores. A modo de ejemplo, en la Tabla de la siguiente página se recogen una serie de ejercicios básicos, fácilmente realizables en casa y que, practicados de una manera regular, contribuyen a mantener la flexibilidad articulatoria y el tono muscular adecuados.

    En términos generales, las actividades deportivas deberán estar orientadas a promover la competencia para la utilización de capacidades y habilidades que permitan adaptarse a las circunstancias personales de cada sujeto en su contexto. En entornos residenciales, los esfuerzos deberán encaminarse a conseguir la potenciación de sus propios recursos, evitando en lo posible la acentuación de su dependencia y su percepción de desvalimiento. En este sentido, Jackson, Dunne, Lanham, Heitkamp y Dailey (1993) abogan por el establecimiento de programas de actividad en estos Centros, en orden a lograr una mayor independencia y grado de control de los residentes sobre sus vidas:

"Los programas de actividad ofrecen a los residentes un medio único para unir la necesidad de independencia y control en sus vidas. La inclusión de estas personas en el proceso de planificación es un imperativo si se quieren conseguir ambos objetivos" (p. 4)

    En contextos abiertos, como puede ser el comunitario, se han de tener en cuenta tanto los cambios que suelen afectar a la vida de las personas mayores (por ejemplo, pérdida de roles asociados al trabajo, nido vacío, cambios en las redes sociales, etc.) como los dominios o áreas que pueden contrarrestar su repercusión negativa sobre el control percibido. En este sentido, de acuerdo con los modelos de optimización selectiva con compensación (Baltes y Baltes, 1990) y el de control secundario de Heckhausen y Schulz (1993), sería conveniente favorecer todas aquellas iniciativas que supongan aportar experiencias de competencia a estas personas. Por este motivo, el fomento de la práctica deportiva aeróbica, así como su implicación en dinámicas participativas que supongan un empleo activo de su tiempo libre suponen un recurso importante para favorecer su adaptación y bienestar durante el proceso de envejecimiento.


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