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La consolidación de la identidad futbolística.
El caso argentino (II)

   
Lic. en Sociología
Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte
SEUBE - FFyL - UBA
 
 
Roberto Di Giano
robertod@efdeportes.com
(Argentina)
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 48 - Mayo de 2002

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    Desde el mismo momento en que perdió el control del Poder Ejecutivo en el año 1916, la elite liberal-conservadora argentina experimentó en su seno una serie de transformaciones. Dicha cuestión se puso claramente en evidencia en la larga década del treinta, cuando volvió a ocupar el escenario principal del Estado.

    Es que los miembros del liberalismo conservador recién pudieron liderar nuevamente el orden político una vez que se produjo el desplazamiento, por vía de un golpe militar exitoso, del principal partido político a nivel nacional; el radicalismo, quién les había ganado consecutivamente todas las elecciones presidenciales realizadas en base a la nueva ley electoral sancionada en 1912.

    Con la restauración oligárquica, entonces, se pondrían en juego en nuestro país, durante el transcurso de los años treinta y principios del cuarenta, muchos mecanismos que distorsionarían, aún mas, aquellas reglas constitucionales de raíces mayoritariamente exógenas, que si bien siempre quedaban prolijamente escritas en el papel, nunca pudieron dar cuenta de la compleja realidad argentina, resultando así demasiado estrechas para abarcar todas las problemáticas nacionales.

    Además, el desarrollo político amplio que había quedado cristalizado en la teoría, sería recurrentemente erosionado en la práctica, por medio del fraude y la represión, tal como sucedería, de una manera exacerbada, en la llamada "década infame".

    De todas maneras, los integrantes de la elite, instalados siempre en aquél horizonte que iluminaba un destino privilegiado para el país, pese a todos los avatares que se le podían presentar en el camino, pensaban, con ese exceso de confianza propio de los grupos afianzados durante décadas en una situación privilegiada, que rápidamente podría recuperarse la prosperidad perdida, consecuencia del largo paso por el poder de quiénes, lamentablemente, sólo habían servido para distorsionar muchas de sus políticas.

    Para llevar a cabo dicha tarea, los sectores económicamente predominantes de la sociedad, contarían, en esta época, con unos políticos de nuevo cuño que ya habían mostrado un relativo grado de eficacia para confrontar con el radicalismo. En un segundo plano quedarían, entonces, aquellos distinguidos dirigentes políticos de otrora, que una vez que alcanzaban las más altas posiciones en clubes exclusivamente frecuentados por miembros de la elite, saltaban a la consideración social y política.

    Seria, precisamente, la nueva línea de políticos conservadores, ligados, en muchos casos, a clubes sociales y/o deportivos de un fuerte arraigo popular1 , los que utilizarían la estrategia del favor personal, para aglutinar alrededor de ellos a muchos individuos que sufrían, en estos tiempos, las secuelas de la pobreza y la desocupación, y que les servirían, como contrapartida, para organizar máquinas electorales vaciadas de una participación activa.

    En la Argentina, son años marcados por un rápido y masivo proceso de movilización espacial, producto de fuertes migraciones internas (del campo a las grandes ciudades) que terminarían por conformar una trama cultural urbana sumamente heterogénea, constituida por personas con diversos estilos de vida y formas de sentir.

    El desplazamiento del peso poblacional del campo a una ciudad como Buenos Aires y sus alrededores, colaboró, en buena medida, para que, años mas tarde, se ampliara significativamente la presencia del público asistente a los estadios de fútbol, convertidos en uno de los espacios urbanos más destacados para participar de una experiencia colectiva. Es que si bien este deporte contaba ya con una importante adhesión de la población urbana, se sumaban ahora los migrantes que, estigmatizados en el nuevo contexto social y cultural en que se veían insertos, se involucraron masivamente en las identidades colectivas que se construían alrededor del fútbol. (A los recién llegados, sometidos, desde su mismo arribo a la gran urbe a un frecuente desprecio sociocultural, el fútbol les brindó herramientas para poder interactuar con los actores locales de una manera menos conflictiva y disfrutar así, con ellos, de una pertenencia común).

    De allí que, con la ampliación del "mercado" del fútbol en la segunda mitad de la década del treinta, los dos clubes porteños que contaban con una mayor presencia a nivel nacional, se plantearían la necesidad de diseñar escenarios con mayor capacidad. Así, el Club Atlético River Plate inauguraría su nuevo estadio en el año 1938, mientras que Boca Juniors lo hará dos años mas tarde.

    Dichas edificaciones se llevaron a cabo a partir de préstamos especiales otorgados por el gobierno nacional, lo que puso de relieve que los lazos entre algunos clubes y quiénes ocupaban el escenario del Estado se estaban haciendo cada vez más fuertes. De esta manera, como sucedía también en otros campos, los favoritismos en las decisiones oficiales siempre recaían en las entidades más poderosas.

    Pero el presidente de la nación, Agustín Justo, no sólo tuvo durante su mandato (1932-1938) un acercamiento estrecho con el fútbol sino también con la religión. (De allí que las autoridades nacionales cooperaran intensamente para afirmar el éxito del Congreso Eucarístico Internacional realizado en Buenos Aires en el año 1934, el cual generaría un impulso importante para consolidar la expansión del catolicismo en la Argentina). Es que la estrategia de Justo consistió en acercarse a dos actividades que movilizaban enormes pasiones, y que estaban en pleno auge, con el objetivo de lograr una mayor legitimidad, ya que las políticas diseñadas por su gobierno, no contaban con mucho consenso. En tal contexto, solamente el fútbol y la religión (con todas sus similitudes y diferencias2 ) podían generar, en aquellos tiempos, un sentimiento colectivo que posibilitara el acercamiento de los más diversos actores sociales de nuestro país. Es que resultaba muy difícil encontrar principios integradores amplios, cuando la política económica seguida por el gobierno se proponía, básicamente, preservar los intereses de los grandes propietarios rurales.

    En cuanto a la esfera futbolística argentina, desde principios de la década del veinte, se venía tejiendo una revalorización ascendente de nuestra práctica deportiva. De allí que, en los años treinta, aquélla forma futbolística tan denostada en un principio por las elites argentinas e inglesas, fuera plenamente aceptada por todos los sectores sociales, quiénes abrazarían la creencia de que el estilo de juego desplegado por los deportistas argentinos era de un altísimo nivel. Los medios de comunicación de masas, con su gran capacidad para imponer visiones del mundo (en este caso deportivas), reivindicaban legítimamente la especificidad de nuestra práctica futbolística (una cuestión que fue apuntalada permanentemente por diversos actores del ámbito deportivo europeo).

    Es decir, que consideraban importante seguir sosteniendo valores y patrones de comportamientos propios dentro del campo futbolístico (así, por ejemplo, se evaluaba que si la fortaleza física constituía un elemento básico para lograr un buen desempeño deportivo en los países europeos, no tenía porque serlo también para la Argentina). En algunos casos, a partir de esa insolencia que solo puede brindar el exceso de confianza, a nuestra práctica deportiva se la rodeó de un aura épica. 3

    De esta manera, un deporte que tanto fascinaba a vastos sectores de la población, mayoritariamente sumergidos en el clima de desaliento que tiñó la época conservadora, fue generando en sus seguidores un sentimiento de superioridad que trascendió los límites de lo meramente futbolístico. Si bien la exacerbación de los valores y las calidades que se habían expandido en dicha práctica deportiva, presentaba el inconveniente de no permitir filtrar esa cuota de autocrítica que es tan necesaria para poder superarse en cualquier actividad, en forma más amplia posibilitó seguir sosteniendo (en momentos en que declinaba el optimismo social que había acompañado, poco tiempo atrás, a la inserción fácil de la producción primaria argentina en los mercados internacionales) un mito de largo alcance en nuestro país. Era aquél que nos presagiaba un futuro indefinido de grandeza, ya que la argentina, no se sabía bien porque, debía tener siempre un lugar privilegiado dentro del concierto de naciones. (El cuál ahora se veía opacado por la desarticulación del orden económico mundial iniciada en 1929).

    Así, una manifestación cultural tan importante para los argentinos se convirtió en dadora de esperanzas, de sueños, para amplias capas de la población que se encontraban confundidas y desmoralizadas como consecuencia del accionar de una elite dirigente que, teñida por muchos elementos de corrupción, confundía, con demasiada frecuencia su propio interés con el interés público.


Notas

  1. Es importante tener en cuenta aquí, lo que señala Eduardo Archetti en referencia a las actividades que se desarrollaban en las instituciones que se dedicaban, como tarea principal pero no exclusiva, a la práctica del fútbol: " Cada club tiene (...) su sede social y deportiva. Las sedes sociales, en muchos casos con bibliotecas importantes y salas de teatro, van a articular gran parte de la actividad cultural y recreativa de los barrios..." (Estilo y virtudes masculinas, en El Gráfico: la creación del imaginario del fútbol argentino, en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales - Octubre / Diciembre 1995).

  2. Ver Christian Bromberger; "Las multitudes deportivas: analogía entre rituales deportivos y religiosos", Lecturas: Educación Física y Deportes (Revista digital, Bs. As, Nº 29 - Enero de 2001)

  3. Ver Eduardo Archetti, trabajo citado.


Bibliografía

  • AA.VV. (1998) Ponencias presentadas en el Iº Encuentro de Deporte y Ciencias Sociales, Oficina de Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras, U.B.A.

  • AA.VV. (2000) Ponencias presentadas en el IIº Encuentro de Deporte y Ciencias Sociales, Oficina de Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras, U.B.A.

  • Aisenstein A. Di Giano R. Frydenberg J. Guterman T. (2001) Estudios sobre deporte, Libros del Rojas, Buenos Aires.

  • Archetti, Eduardo (2001) El potrero, la pista y el ring. Las patrias del deporte argentino. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

  • Bromberger Christian. (2001) Significaciones de la pasión popular por los clubes de fútbol, Libros del Rojas, Buenos Aires.

  • Privitello, Luciano de. (1997) Agustín P. Justo (Los Nombres del Poder). Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

  • Scher, Ariel; Palomino, Héctor (1998) Fútbol: Pasión de multitudes y de elites. CISEA, Buenos Aires.


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