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La violencia en y del fútbol

   
Psicólogo - Especializado en Deportes
Psicólogo de los Planteles Profesionales de:
El Porvenir (1996-98), Platense (1998)
Almirante Brown (1999 - 2000), Chacarita Jrs. (2000)
Profesor en Escuelas de Técnicos de Fútbol
 
 
Lic. Darío C. Mendelsohn
dcmendelsohn@hotmail.com
(Argentina)  
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 47 - Abril de 2002

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    Existen en general dos posturas bien marcadas en referencia a la violencia en los espectáculos deportivos.

    Están quienes dicen que por el hecho de vivir en una sociedad violenta, y siendo el fútbol parte integrante de dicha sociedad, es imposible que la violencia no se manifieste en el deporte más popular de nuestro país.

    Por otro lado cada vez que hay algún hecho violento en una cancha, se alzan algunas voces, pidiendo que se pare el fútbol, creyendo que de esa manera se detendrán los hechos vandálicos, sin comprender la poli causalidad presente para que ello ocurra.

    Quizás se podría hacer un análisis, tomando como eje los cambios culturales y sociales, o que los objetivos deportivos han quedado supeditados a los intereses económicos, que hoy no se puede regalar nada, etc., pero creo que sería una observación parcial.

    Algunos atribuyen los hechos violentos a la "Droga", así de manera impersonal, cómo si la droga fuera la causa y no la consecuencia. He escuchado a distintos comunicadores sociales, decir que hay más violencia en las canchas desde que "entró" la droga, como si las drogas, que son objetos pudieran actuar por si solas sobre las personas. Decía anteriormente que las drogas son consecuencias, y no causas, porque las conductas adictivas en general se dan por problemas personales, familiares, y/o sociales, es decir que cuando una persona no dispone de contención afectiva de sus seres queridos, ni de las instituciones que deberían acudir en su auxilio, o cuando la sociedad lo degrada, o lo expulsa, y no le permite llevar adelante proyectos personales, familiares, y/o institucionales, convirtiéndolo en un marginal, es posible que dicha persona acuda a alguna sustancia (alcohol, tabaco, marihuana, cocaína, etc.), para poder escaparse de una realidad agobiante y que no le da tregua.

    Soy de los que creen que, al estar viviendo en una sociedad donde se nos violenta a diario, es imposible pensar en un fútbol sin violencia, y que debido a esas injusticias, arbitrariedades, y violaciones cotidianas que padecemos, muchos esperamos un sábado o domingo, con la ansiedad de ver a nuestro equipo victorioso, para poder recargar las pilas y sobrellevar una nueva semana, que posiblemente sea igual o peor que la anterior.

    Además, y luego de cuarenta años de concurrir casi todos los fines de semana a canchas de fútbol de Primera A, Nacional B, Primera B, C, y D, e inclusive algunos estadios del exterior, estoy convencido que hay también una violencia del fútbol, y que es dicho deporte con todos sus actores, quienes deberían asumir sus responsabilidades, y modificar su accionar.

    Es opinión casi unánime, que los dirigentes futbolísticos, por acción u omisión, son uno de los grandes responsables de la violencia del fútbol, ya que la mayoría de las instituciones deportivas, están habitadas por hinchas "profesionales", es decir que viven de su "trabajo" de hinchas.

    Gran cantidad de dichos personajes, son contratados cómo empleados de la institución, cumpliendo a menudo tareas generales de mantenimiento, cuidado y conservación de los campos de juego, limpieza, "vigilancia", también pueden ser concesionarios del buffet, etc.

    De esta manera, tienen la posibilidad de estar en forma natural, durante varias horas al día en las instituciones, y con el tiempo terminan funcionando casi cómo los dueños de casa, reservándose para sí, establecer el derecho de admisión y permanencia en las instalaciones. Es decir que el Frankestein que crearon o alimentaron los dirigentes, retorna cómo un boomerang, una y otra vez.

    Si a lo anteriormente citado, le sumamos que no se encuentra en nuestro país un fenómeno identitario más poderoso que el fútbol, ya que está dicho hasta el cansancio, que una persona puede mudar de lugar de residencia, trabajo, religión, intereses, gustos, puede desconocer su filiación parental, y hasta puede cambiar de elección sexual y de sexo inclusive, pero casi nadie cambia su identidad futbolística, que en general se produce en los primeros años de vida, podremos hacer una lectura del fuerte sentimiento de pertenencia que genera el fútbol.

    Algunas veces, la policía con su accionar, también es generadora de violencia en el fútbol.

    Al respecto, hay un episodio que recuerdo claramente que sucedió en el año 1998, en oportunidad de disputarse un cotejo entre El Porvenir, de quien yo era el psicólogo del plantel profesional, y Talleres de Remedios de Escalada. Los futboleros saben que el hecho de que El Porvenir sea de Gerli, y Talleres de Remedios de Escalada, le da a dichos cotejos el color y sabor de un clásico barrial, sumado a que en aquella oportunidad, El Porvenir estaba en los primeros puestos, y Talleres tenía en ese partido una de las últimas oportunidades de acercarse al tope de las posiciones, situación que le otorgaba a esa competencia un plus de importancia.

    Todo aquel que conozca la cancha de Talleres, recordará que cuando llega un micro al estadio, el mismo puede arribar hasta la puerta, y hay que atravesar caminando un trayecto de aproximadamente 50 mts.

    Cuando la delegación de El Porvenir arribó a la cancha de Talleres, dos horas antes de comenzar el partido principal, y pese a que había pocos simpatizantes en las inmediaciones, la policía formó un cordón de alrededor de 12 agentes, que cubrían los 50 mts. a recorrer, y no tuvimos ningún inconveniente en acceder al vestuario visitante.

    Cómo era de esperar, el partido tuvo una alta carga de emotividad, resultando expulsados jugadores de ambos equipos, y cómo el resultado final de 1 a 1 favorecía a El Porvenir, y dejaba a Talleres, casi sin chances de disputar el campeonato, los simpatizantes e hinchas de la institución local, en su afán de "vengar" a sus jugadores, esperaron después de finalizado el cotejo, la salida de los futbolistas de El Porvenir, para insultarlos y tratar de agredirlos.

    Mi sorpresa fue al ver que los policías que cuando ingresamos habían formado un cordón preventivo, ahora, a la salida, estaban todos juntos en un rincón expectantes, y el público, al ver que ante sus gritos e insultos, los agentes no reaccionaban, avanzaron hasta llegar a las agresiones físicas, produciéndose por algo más de 5 minutos peleas cuerpo a cuerpo, que fueron reprimidas con bastonazos y algún tiro al aire, cuando los agentes del orden consideraron que ya era suficiente.

    Casualmente, uno de esos policías que al principio tuvieron una conducta preventiva, y al final represiva, yo lo conocía, ya que era uno de los custodios habituales de la sucursal bancaria con la cual trabajo cotidianamente, y al verlo en la semana siguiente al cotejo mencionado, me acerqué a él para preguntarle a que se debía el cambio de actitud en la policía, el mismo me contó que tenían orden de a la entrada hacer un cordón policial, y a la salida quedarse en un sector, esperando que los llamen para ir a cobrar su adicional.

    Ante mi observación, al respecto que de haberse formado un cordón policial a la salida similar al que había a la entrada, se hubiera evitado la posterior represión, me contestó que era una orden superior, ya que el hecho represivo demostraba que ante el próximo partido de Talleres de local, su jefe justificaría ante los dirigentes, la necesidad de contar con más efectivos, ya que los mismos ante los hechos acontecidos, eran insuficientes para garantizar la seguridad pública.

    También es posible ver a menudo diferentes agentes del orden que están adentro de la cancha, viendo el partido de fútbol, cuando su tarea debería ser otra.

    Otro factor a tener en cuenta, son los medios masivos de comunicación, si bien con una implicancia menor, a veces por su multiplicación y/o sentido de la oportunidad, terminan asumiendo un papel trascendental, en determinado sector asistente al fútbol, que por el sólo hecho de que lo escuchó en la radio, o lo vio en la televisión, lo incorpora como una verdad incuestionable. Entonces si uno oye a un relator televisivo muy conocido decir que el segundo es el primero de los fracasados, o a algún colega suyo opinar que determinado árbitro "no puede dirigir más", es posible que sin proponérselo, contribuyan a fomentar la violencia.

    Quisiera ahora, llamar la atención sobre otro factor que creo, contribuye a la generación, o activación de la violencia en los espectáculos deportivos. Si bien es cierto que desde bastante tiempo atrás, se les pide a los futbolistas que no gesticulen, o hagan ademanes que puedan incitar a la respuesta violenta de los espectadores (con resultados dispares), hay otro aspecto que quiero remarcar.

    No recuerdo bien cuando comenzó a variar el comportamiento de los futbolistas dentro de una cancha, pero la verdad es que hoy da vergüenza ajena ver a un deportista correr 40 ó 50 metros detrás de un árbitro, para pedirle que amoneste o expulse a un rival, o cuando reciben un golpe del competidor, por más leve que sea, la mayoría se revuelca, hace gestos y muecas de dolor, que a los que estamos observando el encuentro nos hace pensar, que han sufrido, algún tipo de fractura, y pese a que el jugador, cuando el contrincante es sancionado, se levanta y sigue jugando como si nada hubiera ocurrido, dicho tipo de conducta, puede generar o activar hechos violentos, en los espectadores.

    A los que fuimos niños en los '60, y adolescentes en los '70, y jugar al fútbol formaba parte indivisible de nuestras ocupaciones diarias, nadie nos enseñó, pero todos lo sabíamos, que cuando a uno le pegaban una patada, empujón, o lo que fuera, pero con la pelota de por medio, había que aguantársela, y seguir jugando; distinto era si la patada venía de atrás, o si la infracción era un codazo intencionado; para nosotros, los de entonces, eso era de "mala leche", y se arreglaba de diferente manera y en otro ámbito, y seguramente nos habrían dicho que éramos maricones, o llorones si nos hubieran visto perseguir a un juez deportivo con algún reclamo de esa naturaleza.

    Hoy los protagonistas actuales, esgrimen que no pueden dar ninguna ventaja, cómo si dicho argumento tuviera suficiente sustento, para sostener una conducta a todas luces reprochable.

    A modo de síntesis, haciendo renuncia expresa a la originalidad en el cierre de esta nota, y concordando con el espíritu de aquella vieja propaganda de Torneos y Competencias, creo que hasta que cada uno de los sectores involucrados en nuestro fútbol, no asuma su cuota de responsabilidad, el espanto que se produce casi invariablemente todos los fines de semana, seguirá renovándose, del mismo modo que nuestra capacidad de asombro irá descendiendo.


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