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La tolerancia a las frustraciones en el deportista
Dr. Luis Gustavo González Carballido

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 45 - Febrero de 2002

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    Este autor utilizó el término “Nivel de Aspiración artificialmente elevado” para hacer referencia a la disposición de algunos jóvenes a comprometerse con niveles de dificultad muy altos en las tareas, a partir de una autovaloración exagerada de sus posibilidades reales, en cuyo desarrollo contribuyó un medio dadivoso respecto a presuntas cualidades de estos jóvenes.

    Este tipo de joven “no tolera los fracasos objetivos que toda actividad supone y que determinan en el adolescente la aspiración a ser siempre el mejor... Como quiera que el escolar no satisface ese nivel tan alto de aspiraciones con los resultados de su actividad, se originan sentimientos de inseguridad y una reacción emocionalmente aguda ante el fracaso...lo cierto es que la inadecuación de sus aspiraciones conduce siempre a la insatisfacción de la necesidad de autoafirmación... De esta forma el niño llega a percibir como una crítica malintencionada una observación justa; a considerar como disminuída una valoración adecuada que se hace de su persona. Se genera en consecuencia un estado de hostilidad y desconfianza, la seguridad de que se es injusto con él; el sentimiento de agresividad hacia aquellas personas en circunstancias que ponen de manifiesto su inconsistencia.” (González, O. p. 268-9)

    Este estado conduce al llamado “Afecto de inadecuación”, una especie de sentimiento de haber sido ofendido o injustamente tratado, que le permite al sujeto no hacerle frente a su realidad y excluir cualquier posible sentimiento de insatisfacción personal. Bajo el afecto de inadecuación, el sujeto exhibe conductas descontroladas y agresivas, que pueden ser más visibles cuando se trata de actividad deportiva.

    Tomando como referencia estas investigaciones, decidimos diseñar algunas situaciones experimentales con tiradores deportivos, que fueron presentadas en un artículo anterior. (González, L.G., 2001d). Se recordará que fue conformada “una situación experimental, en la que se les motivó a cumplir sus propios pronósticos de rendimiento por series de 10 disparos, para lo cual era necesario que realizaran un análisis del estado de la preparación, del nivel alcanzado, la calidad de la bala, la iluminación, etc., y calcularan cuánto podían tirar en cada una de las series ... se logró un ambiente competitivo peculiar, en el cual obtenía la victoria el tirador que cumpliera con mayor precisión su pronóstico. Para evitar la tentación de proponerse metas muy fáciles de cumplir, se diseñó un programa de estimulación por puntos ... Antes de iniciar cada serie de 10 disparos, el deportista debió elegir el rango de rendimiento que él consideraba podía cumplir, realizando un análisis integral de todos los factores que pueden incidir en el resultado, como el aire, la calidad de la bala, del arma, el estado físico del día, sus rendimientos anteriores, etc.

    Si lo cumplía, ganaba los puntos correspondientes, que se acumulaban de serie en serie hasta el final de la competencia. Si sobrecumplía el compromiso, solo obtenía los puntos correspondientes al nivel comprometido, dejando así de ganar determinada cantidad.

    Si no llegaba al compromiso, o sea, si incumplía, obtenía 0 punto en esa serie. Este sistema obliga al tirador a ajustar su autovaloración, a fin de ganar lo más posible con el mínimo de riesgo de obtener un 0”.

    Con tal procedimiento, pudimos comprobar “que los tiradores Destacados obtuvieron una puntuación significativamente mayor; es decir, fueron más capaces de apreciar con justeza sus posibilidades reales...

    Por otra parte -se conoció también- la oscilación alrededor de la media del nivel de compromiso fue significativamente mayor entre los No Destacados, lo cual revela que son más inestables en los propósitos de ejecución”.

    Lo anterior nos permitió afirmar que los deportistas Destacados con mayor adecuación autovalorativa de rendimiento, están más preparados para soportar frustraciones parciales. En tal sentido se planteó: “los tiradores más destacados se preparan mejor para enfrentar posibles frustraciones, pues logran manipular convenientemente sus pretensiones y hacerlas corresponder más adecuadamente a los juicios autovalorativos, con lo cual el proceso de autorregulación emocional es más eficiente.”

    En esa ocasión se alertó contra la tendencia a asociar mecánica e indisolublemente el nivel de aspiraciones y la adecuación autovalorativa. Al respecto expresamos: “El nivel de pretensiones ... guarda relación con la adecuación autovalorativa pero no debe ser identificado con ella. Se trata de la magnitud de la tarea que el deportista se propone realizar en un momento determinado. Obviamente, está influido por la autovaloración pero depende también de los motivos de participación en la competencia y del estado psicológico actual, entre otros elementos” (González, L.G. 2001d).


Nuevas direcciones investigativas

    Aunque útiles, estos resultados nos dejaron incógnitas sin despejar:

  1. ¿Basta poseer una autovaloración adecuada y un elevado nivel de reflexión sobre los atributos significativos del deporte para tolerar fracasos durante la actividad deportiva, sin sufrir afectaciones emocionales?

  2. ¿Las Direcciones y Tipos de respuestas habituales a los fracasos -investigados por Rosenzweig y otros viejos autores- juegan algún rol en el nivel de tolerancia a las frustraciones?

    El lector podrá imaginar la importancia de tales inquietudes y el valor de sus respuestas para el proceso de preparación psicológica del deportista de alto rendimiento.

    Por tal motivo, iniciamos una investigación de corte integral y multidisciplinario con tiradores deportivos, que era la modalidad que atendíamos en aquellos momentos. El enfoque de la misma fue psiconeuroendocrino, conforme a las posiciones reinantes respecto a los estudios sobre stress en instituciones tan prestigiosas como el Instituto Karolinska, de Estocolmo. (Frankenhaeuser, M., 1975, 1980, 1981))

    Mediante el colega y amigo Alvarez, M.A. (Phd.), estrecho colaborador de dicha institución, tuvimos acceso a excelentes trabajos en los que se utilizaron indicadores de tipo psicológico y fisiológico. Entre estos últimos, figuraban las hormonas Adrenalina, Noradrenalina y Cortisol, producidas por los sistemas simpato adrenomedular y pituitario adrenocortical. (Para una adecuada comprensión de este enfoque, pueden consultarse los primeros artículos de esta Serie, presentados en esta propia revista digital.) (González, L.G., 2001 a,b,c)

    Los principales procedimientos e instrumentos de la investigación fueron los siguientes:

  • Situación experimental de stress por frustración, con set de observación e indicadores psicológicos y hormonales para estudiar la respuesta psiconeuroendocrina.

  • Batería de tests psicométricos para conocer las cualidades de personalidad predominantes.

  • Test de frustración adaptado al Tiro. (González, L.G. y Rigual, A., 1989).

    Se utilizó una muestra de 40 tiradores juveniles, psicométricamente evaluada, con quienes se realizó la situación experimental de stress por frustración. Esta consistió en provocar la sensación de fracaso y estudiar la respuesta psiconeuroendocrina de stress.

    Utilizamos como stressor las frustraciones parciales relativas al valor y la orientación de cada disparo, creando en el atleta la sensación de estar realizando una tirada más baja de lo que esperaba y con una percepción errónea de la orientación de los disparos en la diana, lo que constituye un fuerte elemento desorganizador para el tirador.

    Antes de iniciar la experiencia, les ofrecimos la siguiente orientación:

“...Queremos conocer su capacidad para apreciar con justeza el valor y la orientación de cada disparo que realicen. Este tipo de trabajo ustedes lo han realizado en otras ocasiones con sus entrenadores; ahora vamos a introducir algunos controles adicionales (como observadores, tomas de muestras de orina, etc.) pero, en esencia, es el mismo trabajo que han realizado antes.

“Deben prestar mucha atención a la ejecución de cada disparo para que, una vez efectuado, nos digan su valor y orientación, de acuerdo con los errores que hayan cometido o las dificultades que acompañaron la ejecución, como movimientos de la muñeca, dudas, viento, etc.)

“No van a contar con telescopios. Ustedes nos dirán el valor y la orientación que consideran tiene el disparo, nosotros lo anotaremos y, luego de mirar por el telescopio, les diremos el valor y la orientación que lograron. Este instrumento será manipulado por nosotros para quitarles completamente la imagen de la diana, ya que forma parte del estudio conocer la capacidad que vamos a evaluar en ausencia total de referencia respecto a la diana.

“Las muestras de orina serán tomadas antes de comenzar la tirada y, una vez terminada esta, volverán a tomarse. Orinarán en este recipiente y nos lo entregarán. Lo demás corre por nosotros.

“Al culminar cada serie de diez disparos, uno de los observadores se les acercará para hacerles algunas preguntas y brindarles un poco de agua, con el fin de facilitarles la micción final de orina.

“Tendrán los disparos de tanteo y el número de series normales, de acuerdo con su modalidad. Solo es necesario que tengan en cuenta una cosa: después de terminada la serie de tanteo, no pueden corregir las miras. ¿Alguna duda? Comenzamos.”

    La propia consigna explica el modo en que transcurrió la experiencia. Como se podrá apreciar, a los deportistas no se les dijo el verdadero sentido de la experiencia: creyeron que se les privaba del telescopio para comprobar si, en ausencia total de imagen de la diana, podían apreciar con justeza el valor y la orientación de los disparos. No imaginaron que estos se les distorsionarían para crearles un estado de frustración controlada.

    Antes de instruirlos en la recolección de muestras de orina, se les realizó una breve entrevista, con el objetivo de controlar posibles consumos de medicamentos, alimentos, afecciones orgánicas, eventos vitales, etc., que pudieran afectar las determinaciones hormonales.

    El aspecto clave que garantizó la sensación de frustración ante los disparos fue la manipulación que hacían los experimentadores (dos por sujeto) de la información: en el momento de retroalimentarles los datos del disparo, estos eran distorsionados, de acuerdo con una magnitud y una programación determinadas, como se puede apreciar en la siguiente figura. Más tarde, al finalizar la jornada y obedeciendo a uno de los principios éticos de toda experimentación de stress, se les informó el verdadero sentido del trabajo para evitar secuelas derivadas de la experiencia.

    Como se puede apreciar, el protocolo está dividido en seis series (máximo posible) de diez disparos cada una. Cada serie cuenta con cuatro columnas, que corresponden al tiempo invertido para la realización del disparo (“T”), el disparo real (“R”), el disparo estimado (“E”) y la retroalimentación (“Rl”). En la columna “T” se anotaba el tiempo que mediaba entre el levantamiento o encare del arma y la ejecución del disparo; en la columna del disparo real, se anotaba el valor reportado por el experimentador No. 1 (entrenador o técnico de tiro que observaba por el telescopio) el cual anotaba en un papel, visible solo para el experimentador No 2 (Psicólogo o psicometrista previamente entrenado) el valor y la orientación del disparo real. Si fuera un ocho a la hora seis, se escribiría “8” con un punto en su zona inferior, donde el número representa el valor y el punto la “hora” (cual esfera de un reloj) del disparo. Este dato era anotado por el segundo experimentador, quien simultáneamente le preguntaba al atleta “¿Cómo fue el disparo?”.

    Este le respondía su apreciación, la cual era anotada fielmente por el experimentador en la casilla correspondiente a “Estimado”.

    Inmediatamente correspondía la retroalimentación. En este caso, el experimentador No. 2 observaba la indicación que se hallaba en la casilla “Rl”, procediendo a restar del valor del disparo estimado la cantidad de puntos que indicaba la primera cifra, y del valor de la hora estimada, la cantidad de puntos de la segunda cifra (en sentido contrario a las manecillas del reloj) informando al atleta el resultado de esa rápida y sencilla operación.

    Otro de los procedimientos utilizados fue un test de frustraciones adaptado al tiro por este autor, con la colaboración de un destacado entrenador (González, L.G. y Rigual, A., 1987) inspirado en el original de Rosenzweig, mencionado con anterioridad. Consiste en 24 items de carácter proyectivo, en los que se aprecian dibujos que representan situaciones frustrantes dentro de la actividad de Tiro deportivo. Uno de los personajes expresa el mensaje frustrante, y se deja un espacio vacío (un “globo”, al estilo del test original de Rosenzweig) para que el sujeto refleje lo que respondería el personaje frustrado.

    Cualquier contenido que se exprese en el “globo” vacío, puede ser evaluado conforme a las tres direcciones y tres tipos de respuestas a las frustraciones que han sido analizadas aquí.

    Veamos algunas de las respuestas que pudimos encontrar a nuestras inquietudes.

Inquietud No. 1. ¿Basta poseer una autovaloración adecuada y un elevado nivel de reflexión sobre los atributos significativos del deporte para tolerar fracasos durante la actividad deportiva, sin sufrir afectaciones emocionales?

    Sin dudas, ambas condiciones psicológicas defienden de manera efectiva a los deportistas de las frustraciones parciales, y los psicólogos y entrenadores harían muy bien en cultivar tales cualidades.

    Cuando el deportista posee una autovaloración adecuada, disfruta de tres atributos establecidos desde hace mucho por González, F.,1987:

  1. Riqueza de contenido que posibilite al sujeto orientarse de manera consciente y con apropiada previsión en todas las esferas de su actividad”.
    Al adecuarse la autovaloración gracias a la experiencia deportiva, entre otros factores, se enriquecen los matices técnicos y tácticos y se cuenta con recursos suficientes para lograr una previsión de los acontecimientos deportivos y de la ejecución propia. Los tiradores con mejor autovaloración fueron más capaces de apreciar con justeza el valor y la orientación de cada disparo que realizaban, al saber qué consecuencias concretas tenían los errores en el apriete del disparador, en el cuadre de las miras, en la coordinación, etc.

  2. Flexibilidad (posibilidad de asimilar elementos autovalorativos disonantes con la tendencia general de la personalidad, así como analizar y asimilar resultados no acordes con las expectativas personales)”
    Gracias a la flexibilidad aumentan las posibilidades de mantener el autocontrol a pesar de los malos disparos o de los errores autovalorativos, pues existe la confianza de superar las dificultades gracias a una experiencia anterior y a un mayor dominio técnico.

  3. Integridad (tendencia de la autovaloración a mantener su estabilidad y sus particularidades cualitativas, a pesar de la asimilación de elementos autovalorativos disonantes y de conducta o resultados de la actividad que no se corresponden con el nivel de aspiración del sujeto.”

    Existen procedimientos para adecuar la autovaloración y para elevar la calidad de las reflexiones del deportista sobre los atributos definitorios del éxito deportivo. Sin embargo -como demostró nuestra investigación- aún cuando prevalezca la adecuación autovalorativa, el grado de Control sobre la tarea resulta condición fundamental para lograr efectividad en situación de stress por frustración. Veamos.

    Como se conoce, el carácter stressor de nuestra situación experimental consistió en la imposibilidad de acertar en el valor y la orientación de los disparos, lo que produjo sensación de frustración por pérdida del control de la tarea.

    Al comparar el rendimiento medio durante la situación experimental con el obtenido por el grupo control al que no se le suministró frustración alguna, se observó que el primero fue significativamente inferior, alejándose del rendimiento típico de los atletas, como puede apreciarse en la siguiente tabla.

    Esta afectación general del rendimiento estuvo acompañada de una disminución gradual de la adecuación autovalorativa: después de una tendencia a la adecuación, se produjeron mayores diferencias entre los disparos reales y los estimados en las series cinco y seis, como puede apreciarse en la siguiente figura.

    Por este virtual efecto acumulativo de las frustraciones parciales, se afectaron las funciones autorreguladoras del tirador después de cierto límite o nivel de tolerancia.

    En etapas tempranas de la tirada, cuando aún era predominantemente adecuada la autovaloración, los rendimientos también fueron bajos, lo cual demuestra que el mecanismo autorregulador ya se veía amenazado, si bien se lograba un elemental ajuste. Pero es evidente que, hacia el final de la tirada, la acumulación de fracasos terminó por afectar los mecanismos autovalorativos de ajuste.

    A juzgar por las observaciones y entrevistas, resulta necesario llegar a identificar los elementos que determinan el juicio autovalorativo en los tiradores, los cuales parecen constituir unidades cognitivo-afectivas, muy personales por su significación, en las que el elemento técnico del tiro constituye su contenido. Al parecer, después de varias frustraciones, los atletas comienzan a dudar acerca de sus propios resultados y a alterar tales estructuras, por lo cual la autovaloración se afecta.

    Ilustremos esta afirmación con un ejemplo extraído de la propia investigación: Después de algunas frustraciones parciales, un tirador sintió mermado el control sobre la tarea al no poder ejecutar un disparo exitoso. A pesar de realizar las acciones técnicas que siempre dominó, los reportes de los disparos fueron distintos a sus cálculos.

    Como resultado, su eutress fue modificado por un incómodo estado de distress que afectó su respuesta emocional, pero la disonancia enfrentada no llegó aún a socavar su autoestima y la capacidad autovalorativa se conservó. Es decir, la tolerancia a las frustraciones no había rebasado el límite.

    Sin embargo, los reportes de los disparos siguieron frustrándolo y el grado de control disminuyó más. El distress se elevó y el tirador comenzó a modificar su criterio (en todo su carácter cognitivo-afectivo) de apriete adecuado del disparador y de distancia óptima del poste a ambos lados de la mira, en un intento -ya desesperado- de superar los fracasos y conservar su capacidad autovalorativa y su autoestima amenazada.

    La tolerancia a los fracasos había llegado al límite y el tirador reaccionó inconvenientemente, a merced de las características más primitivas de su personalidad.

    Así, los mencionados “criterios técnicos” constituyen estructuras autorreguladoras y tienen un sentido diferente para cada tirador, quienes se apoyan más en una que en otras, por ser la primera que aprendieron, la que facilitó una victoria, la que fue recomendada por alguien de alto prestigio, etc.

    Obviamente, a mayor grado de consolidación de la técnica y los hábitos motores, mayor confianza en sí mismo tendrá el deportista y más tolerancia mostrará a los fracasos parciales sin que se desmorone la autovaloración y la autoestima.


Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 8 · Nº 45   sigue Ü