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La historia y la geografía:
dos perspectivas para entender mejor el fútbol

   
*Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica.
**Escuela de Geografía. Universidad de Costa Rica.
(Costa Rica)
 
Dr. Juan José Marín Hernández*
jmarin@fcs.ucr.ac.cr
Dr. Guillermo Carvajal Alvarado**
gcarvaja@cariari.ucr.ac.crr

 

 

 

 
La verdad nos hará libres: Compadre Parmenio quedaste para siempre en la mente de
todos los que amamos la libertad de expresión.

A Parmenio Medina Pérez in memorian
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 43 - Diciembre de 2001

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    Como solía decir el compadre Parmenio Medina Pérez, en su popular transmisión dominical "El fútbol aunque muchos lo tratan a las patadas es un asunto de cabeza.." la expresión no es textual, pero sabemos que Parmenio nos dispensará ya que su idea periodista deportiva era muy clara: el fútbol es más que un partido.

    El sugerente título que encabeza esta exposición nació de una petición que le hizo la Comisión de Selecciones Nacionales de la Federación Costarricense de Fútbol a la Decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Máster Mercedes Múñoz. En concreto, ellos le solicitaron a nuestra Universidad una charla para los jóvenes de la sub-17 que asistirían al mundial que tendría lugar en el mes septiembre del 2001 en Trinidad y Tobago. A Costa Rica por sorteo se le ubicó en el grupo E con Malí, Irán y Paraguay. Países todos muy diferentes en su geografía y en su historia y, por ende, en su cultura. A nosotros se nos pidió que le diéramos unos retazos de la historia y la geografía para que los jóvenes supieran con quien iban a jugar. Desde el principio, los suscritos asumimos la tarea con gran entusiasmo y con el deseo de mostrarles a nuestros jóvenes la importancia que tienen para cualquier actividad humana el conocer algunos detalles que en la competencia pueden resultar de utilidad para buscar mejores frutos.1

    Debemos confesar que la solicitud de la Fedefútbol nos llamó poderosamente la atención, pues esta clase de petitorias son poco comunes en nuestras latitudes centroamericanas. Sin embargo, en varias regiones de Suramérica la relación entre académica y los entes deportivos es más frecuente de lo que nos podemos imaginar en Costa Rica. Para ser más precisos, esa vinculación se inició en la década de 1970 cuando el técnico Luis César Menoti, ex montonero, comenzó un proceso futbolístico que no sólo se caracterizó por la rigurosa preparación deportiva (la cual por cierto llevó a la selección Argentina a ser la campeona mundial en 1978), sino que también se distinguió por acondicionar a los jugadores en los aspectos culturales, sociales y políticos de su país. En esa década, Argentina resistía a una oprobiosa dictadura militar, por lo cual el proyecto de Menoti revistió una importancia que fue más allá del campo de fútbol, aspecto que entendía muy bien nuestro querido Parmenio.2

    En Costa Rica, por mucho tiempo el fútbol fue visto como un canal de ascenso económico alternativo a la educación. De este modo, era visto como normal que los buenos futbolistas, en general y salvo ejemplarizantes excepciones, no concluyeran la enseñanza media. De ahí que no fuera extraño la política de ciertos clubes grandes de no incentivar el desarrollo intelectual de sus deportistas. Para estas asociaciones simplemente el estudio y el fútbol no rimaban. Si bien es cierto, don Ricardo Saprissa tenía una idea más elevada del fútbol, en la práctica se vio confrontado a una realidad socio cultural, sencillamente a la muchachada no le gustaba el estudio. Al final don Ricardo se inclinó por conseguirles empleo aprovechando el prestigio de muchos de los futbolistas que componían sus equipos del Orión Fútbol Club y el Deportivo Saprissa.3

    En la actualidad, se vislumbran algunos cambios y ya hay más futbolistas que estudian y que han logrado títulos profesionales. La mayoría de los equipos empiezan a cambiar, aunque aún se sigue privilegiando lo deportivo sobre lo intelectual, diversos dirigentes y entrenadores formados en las Universidades estatales insisten en que el joven futbolista se forme integralmente y pueda estudiar y obtener una profesión. Y en verdad, que un futbolista mejor calificado académicamente podrá sacar ventaja, al fin y al cabo la inteligencia y su desarrollo enaltece al ser humano y los buenos futbolistas son hombres inteligentes. De hecho, debe darse otra transformación, nuestro sistema educativo academista que olvida la estrecha relación entre inteligencia deportiva y cognitiva, "Mente sana en cuerpo sano" debe ser un valor tanto de nuestro alicaído sistema educativo como de nuestras asociaciones deportivas.4

    Entonces, no se trataba de hablarles a estos jóvenes deportistas de cualquier historia o de cualquier geografía, se trataba de ponerlos en conocimiento de ventajas y desventajas que podían experimentar los otros equipos en virtud de una ciertas condiciones forjadas en un devenir socio cultural y establecer el compromiso con la sociedad que les rodea, muchas veces sobrentendido. Sobre la utilidad de la charla sólo ellos podrán evaluarla. De este modo, si algo de lo que se les habló les pudo servir en su desempeño o les servirá para su vida personal en buena hora; pero como educadores ya sabemos que nunca podremos saber cuanto de nuestras disquisiciones calan en el conocimiento de nuestros estudiantes. Sin embargo, esta realidad lejos de desanimar alienta, pues nos conformamos con que nuestras pláticas les sean un instrumento más para enfrentar sus experiencias cotidianas y competitivas.

    La charla con estas jóvenes figuras del fútbol nacional se dio en un marco formativo. Este encuentro buscaba estimular el respeto por las culturas de los países donde se iba a competir y, además, el del país anfitrión que como se dijo fue Trinidad y Tobago. Las ideas claves desarrolladas en la exposición giraron entorno a los aspectos propios de la cultura de los pueblos que se reflejan en fútbol. Resaltando la importancia histórico cultural de esas naciones y que desgraciadamente tendemos a verlos con una perspectiva eurocentrista y desdeñosa. Sugerimos la importancia de los valores ancestrales y la necesidad de respetarlos. Así como nuestros jóvenes celebran la concreción de un gol invocando a Dios, los otros países que tienen religiones diferentes a la nuestra lo harían de igual manera exhortando a las grandes fuerzas del espíritu, denominadas con otros nombres.5 El respeto mutuo nace de la convivencia de creencias. En este sentido, un aspecto plausible de los dirigentes y de los preparadores a cargo de la sub 17 fue rescatar nuestra idiosincrasia respetando la de nuestros contendientes y anfitriones.

    Otra idea que pretendimos reforzar fue la que en estos torneos internacionales el asunto va más allá de un simple juego o partido, estas competiciones son luchas abiertas donde se juega el prestigio de los Estados - Nación, son guerras solapadas y el futbolista debe entender esto, su actuación en una cancha de fútbol reviste un significado nacional para los países involucrados. Y si bien es cierto son jugadores de una selección sub 17 se les explicó que la noción de juventud es relativa a cada sociedad.6

    Para muchos expertos, es claro que el "alma" de un país o de una región se traduce en el modo de jugar al fútbol. Así, algunos seleccionados serían más violentos, otros más espontáneos y otros más creativos. Si bien se puede asociar un estilo de juego a determinados equipos, es obvio que lo que se intenta con este tipo de charlas es observar al fútbol nuevamente como un lenguaje, en el que los movimientos concatenados de los cuerpos traducirían el carácter nacional o regional. Así que la cosa no es sólo darle patadas al balón sino también pensarlo, sentirlo y vivirlo.7

    En Costa Rica, donde el fútbol es el deporte rey, un triunfo significa la euforia y una derrota tristeza; y desgraciadamente en ambos contextos puede generar muchas situaciones violentas. Tan fuerte es la relación sociedad- fútbol que este año que la selección nacional ya clasificó para la Copa Mundial Japón - Corea hasta el presidente de la república ha sido un "fan" más de la selección. Es más, no dudo en apostar su prestigio para seguir a la tricolor por doquier. Los réditos no se hicieron esperar y su alicaída imagen subió como la espuma; de hecho según las encuestas se convirtió de la noche a la mañana en el presidente más popular en los últimos 20 años. Recientemente, una consulta telefónica del Canal 7, que preguntaba si el señor presidente se beneficiaba de los triunfos de la selección de fútbol para elevar su prestigio dio como resultado que un 70 por ciento de los participantes respondieran afirmativamente. De este modo, la misma opinión pública es consiente que el presidente cubría su imagen con la selección nacional mayor.8

    Más allá de un campo de juego de 70 por 110 metros: los verdaderos campos de batalla

    Eduardo Galeano, uno de los librepensadores, con pluma fina nos recuerda en su libro "El fútbol de Sol a Sombra", en un corto trozo de su libro que título "La guerra danzada"

"En el fútbol, ritual sublimación de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, la ciudad o la nación. Estos guerreros sin armas ni corazas exorcizan los demonios de la multitud, y le confirman la fe: en cada enfrentamiento entre dos equipos, entran en combate viejos odios y amores heredados de padres a hijos.
El estadio tiene torres y estandartes, como un castillo, y un foso hondo y ancho alrededor del campo. Al medio, una raya blanca señala los territorios en disputa. En cada extremo, aguardan los arcos, que serán bombardeados a pelotazos. Ante los arcos, el área se llama zona de peligro.
En el círculo central, los capitanes intercambian banderines y se saludan como el rito manda. Suena el silbato del árbitro y la pelota, otro viento silbador, se pone en movimiento. La pelota va y viene y un jugador se la lleva y la pasea, hasta que le meten un trancazo y cae despatarrado. La víctima no se levanta. En la inmensidad de la hierba verde, el jugador yace.
En la inmensidad de las tribunas, las voces truenan. La hinchada enemiga ruge amablemente: - ¡Que se muera! ¡Devi morire! -Tu es-le! -Mach ihn nieder! -Let him die!". 9

    Concordamos con Galeano, el balompié encierra en sí mismo una serie de valores de adhesión, sean estos locales o nacionales. Los medios de comunicación conscientes de esta dimensión la explotan a más no poder. En efecto, el deporte transmitido por televisión y radio procura recrear fielmente tanto los aspectos lúdicos de la cultura como el ritual de la batalla que se ensaya en el campo de juego. Los comentaristas no ocultan su parcialidad, disfrazada muchas veces con el aura de la objetividad. Gracias a los medios de comunicación el ritmo de la imagen trasmitida procura reproducir el ritmo del juego. Tal enlace, genera en el espectador el placer de ser otro jugador y un contendiente más en la batalla.

    Luego del partido los programas deportivos repiten el relato en sí mismo proporcionándole características particulares en cada programación. Las ediciones de los programas futbolísticos realizados por los diferentes medios de comunicación asemejan los montajes teatrales tejiendo secuencias parciales que descontextualizan y recontextualizan situaciones de vida, discursos y jugadas. De esta forma, estos medios, repiten la batalla ritual y la participación plena en la comunidad que nos sentimos pertenecer. En estos casos, también debemos ser conscientes que en estas trasmisiones se "dice" mucho más que fútbol, entre otras cosas se "habla" sobre la identidad, la individual y a la que incluye la identidad nacional y la Patria.10

    También coincidimos con Galeano al señalar que los equipos son parte de nuestra vida social. En efecto, los diferentes cuadros se convierten en lugares donde se articulan y confrontan los diferentes modos de construcción de la identidad de la comunidad. Por lo cual en la mayoría de los casos ritualiza los fuertes enfrentamientos acerca de su papel para y en la comunidad imaginada a que pertenece. La cancha es un campo de batalla, los colores del uniforme los estandartes y el balón el arma para atacar. Para los espectadores el fútbol es más que una metáfora de la arena social es el terreno real de la lucha por el sentido social. De este modo, para ellos es evidente la relación entre el "nosotros" y "los otros".

    En el caso costarricense, en la última década surgieron grupos estructurados, muchas veces fomentadas por los mismos "clubes", tales como la Doce, la Ultra y la Garra, entre otras, las cuales a través de diversos cantos de estadio amenazan, insultan y agreden al adversario. Si bien la intolerancia contra el contrincante casi siempre ha estado presente en los estadios "ticos", en la actualidad ha ocasionado muertes y múltiples heridos, los cuales atestiguan esa dicotomía entre "nosotros" y "ellos". La prensa ha tratado de ver estos casos simplemente como el comportamiento de muchachos malcriados, pero en honor a la verdad son expresiones colectivas. Para unos y otros es claro quienes son los playos, las perras y los piedreros. De ahí, que fácilmente un deportista se convierta en héroe o ejemplo de una comunidad por simbolizar los mejores valores, una vez que éste no puede representarlos simplemente se desvanece.


Fútbol y vida cotidiana

    El deporte ocupa en todo el mundo un lugar de privilegio, los Estados invierten en deportes y se crean instituciones especializadas para organizar las competencias deportivas. Esto se explica porque el deporte ocupa un lugar muy especial en las distracciones de la población. El gusto por ciertos deportes es más fuerte en unos países que en otros, pero el fútbol ha llegado a convertirse en el deporte que mueve más espectadores, dinero e intereses.

    En ese contexto, no es extrañar el surgimiento de los fanatismos y la violencia intra familiar. Hay países donde la violencia en los estadios y fuera de los mismos es significativa. De ingrata memoria son los hechos crueles acaecidos en el Mateo Flores de Guatemala, hace unos pocos años, o en la culta y civilizada Europa donde el recuerdo de centenas de aficionados yace en el demolido estadio de Bélgica. En ese país todavía se conmemora la final entre el Liverpool inglés y la Juventus italiana no por el triunfo deportivo sino por la muerte de cientos de inocentes. Estudios hechos en Costa Rica han demostrado que la violencia domestica aumenta después de los partidos del torneo nacional, de manera que hay una asociación entre violencia doméstica

    Las derrotas de la selección nacional son situaciones particularmente propicias para hablar sobre el "alter ego nacional". ¿"Por qué perdemos?" Es la pregunta que todos se hacen, exigiendo una respuesta. En esta búsqueda de culpabilidades, el primero en ser sacrificado es, generalmente, el técnico. Las derrotas son crueles invocan a la venganza interna, así le sucedió a técnicos experimentados como Francisco Maturama, de origen colombiano (y con el mérito de haber calificado a la selección de su país al mundial de Estados Unidos, 1994) o al renombrado brasileño Nilson Núnez. Estos dos directores técnicos que con gran candidez dirigieron la selección nacional, los resultados adversos no solo dieron al traste con su salud, sino que tuvieron que salir clandestinamente de Costa Rica. Ellos al igual que otros directores técnicos saben que son los generales de la primera fila, si el equipo fracasa su caída es inminente. Y los pueblos no olvidan, sino que lo diga Enrique Ojitos Meza, al mando de la selección mexicana, hasta fecha reciente y que aún la prensa azteca le responsabiliza de haber dejado la selección en zona de peligro de no alcanzar el tercer puesto y clasificarse por la zona de CONCACAF, donde los mexicanos con su tradicional chauvinismo se consideran los amos y señores del área. Por eso ante la derrota o las dudas de una clasificación la primera cabeza que rueda es la del director técnico, ya que el público y los dirigentes le piden que debió de ser más enérgico con sus jugadores, orientando de forma más segura al equipo o simplemente diciéndoles a ellos como debían proceder. Las derrotas son desastrosas, destituir al técnico no basta. Es preciso un ejercicio colectivo de expiación de la culpa.11

    En la Copa del Mundo, que se lleva a cabo cada cuatro años, los adversarios son seleccionados nacionales. En este caso, lo que está en juego es una competencia entre países en que las comunidades imaginadas se enfrentan con todos los sentimientos que están asociados a los estados-nación. Incluso podría afirmarse que el fútbol pasa a ser una forma lúdica de sustituir a la guerra por un juego con vencedores y vencidos. Siendo así, hay un paralelismo entre acciones bélicas y futbolísticas, estableciéndose una relación metafórica entre estados-nación y fútbol. Hay que defender el territorio propio e invadir y penetrar el del otro grupo, derrotándolo.12

    Un ejemplo de relación complementaria entre fútbol y estados-nación, ocurrió en la Copa del Mundo de 1998, realizada en Francia, cuando se enfrentaron las selecciones de Irán y de los Estados Unidos. Los jugadores iraníes entregaron a sus adversarios un ramo de flores. Esto no impidió que el juego terminase con la victoria de uno de los dos equipos (en este caso Irán) y que en Teherán fuesen quemadas banderas norteamericanas, como de costumbre. Entregadas las flores en la solemnidad que antecede a los juegos (que normalmente abarca, entre otros procedimientos, la entrada conjunta de los dos seleccionados, la ejecución de himnos nacionales y el intercambio de objetos emblemáticos por parte de los capitanes de los equipos tomados como los más dignos embajadores de su país) como un símbolo de una actitud más amistosa de los iraníes con relación a los Estados Unidos de ahí en adelante; sin embargo, todo eso quedó restringido al plano imaginario. Lo que torna excitante a un partido de fútbol, lo que le hace valer millones en publicidad, es la riqueza simbólica expresada en el todo o en partes específicas del ritual. Las relaciones entre los países parecen más armónicas, la supremacía económica de algunos es puesta a prueba, la violencia es contenida por las reglas, en fin, las copas del mundo y los juegos olímpicos ritualizan un mundo que sólo existe en tanto realidad simbólica.13

    El fútbol también puede ser visto como un lenguaje. En algunos casos, es un código que todos los hombres tienen que ser capaces de utilizar. En países en que el fútbol es un deporte popular, se parte del presupuesto que todos están interesados en él, y, por consiguiente, pueden y quieren hablar sobre él. El fútbol, en este caso pasa a ser una forma de hablar sobre el país o sobre identidad nacional.


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