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La deserción en el deporte.
¿Por qué se sobreexige y por qué a veces, no se exige nada?
Dos motivos de deserción en el deporte

   
* Master en Psicoanálisis. Dra. en Filosofía
** Psicólogo. Psicoanalista
(Argentina)
 
Diana Giussani de Morano*
Emilio Morano**
dianagiu@redpower.com.ar

 

 

 

 
A partir de la experiencia deportiva de nuestras hijas hemos escrito algunos artículos trabajados en relación con sus entrenadores, fundamentalmente con el Prof. Gerardo Leonard, entrenador del equipo de natación del CEF 55, Junín, Provincia de Buenos Aires.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 41 - Octubre de 2001

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    Es un lugar común hablar de la sobre exigencia como factor fundamental de la deserción en el deporte y sin embargo no es un lugar común hablar de la falta de exigencia como motivo de deserción en el deporte.

    Es verdad que la sobre exigencia produce estragos, ahora bien, me pregunto cuándo la exigencia se torna sobre exigencia?.

    La sobre exigencia es un exceso en las posibilidades físicas y psíquicas del niño o del joven deportista. Se va más allá de lo soportable y entonces comienza un padecimiento físico y psíquico que puede terminar en lesiones o en enfermedades psíquicas y físicas que llevan a la deserción. Obviamente no es el objetivo buscado. ¿Dónde está el error? ¿Quién es responsable por ese error?

    Sin duda la responsabilidad de estos excesos recae en el entrenador ya que es quien tiene la responsabilidad de trazar objetivos y un plan de trabajo para lograrlos. Es decir, formar al deportista.

    El entrenador sobre exige cuando:

  • plantea objetivos que no están al alcance del deportista

  • cuando no tiene en claro la resistencia al entrenamiento de cada uno

  • cuando intenta suplir calidad de entrenamiento con cantidad.

    Hay un desconocimiento devastador en la sobre exigencia. Se desconoce la singularidad del deportista. Se cae en el error de pensarlos a todos iguales y trazar por tanto los mismos objetivos y las mismas exigencias. Igual formación para todos. Piezas de una maquinaria construida a priori, donde el niño o el joven, no importa quien, debe encajar y si no cumple, no sirve. Todos en relación a una misma meta, a un mismo ideal, a un mismo esfuerzo. La cosa se vuelve excesiva, agotadora y sólo queda amoldarse a un rígido pedido de "cada vez más", un mandato "superyoico" que empuja al exceso, al desgano, al agotamiento físico y al desvanecimiento del deseo de la practica de tal deporte.

    En la otra punta, se encuentra el entrenador de la no-exigencia.

    Ahora bien, mi hipótesis es que el entrenador que cree no exigir nada sin embargo exige y es también causa de deserción en el deporte.

    ¿Qué exige el entrenador de la no-exigencia?. Esta vez el mandato "superyoico" dice: Se debe:

  • no tomar la cosa en serio

  • no tomarse enserio a sí mismos

  • no creer en sí mismos

  • soportar que su entrenador no crea en ellos

  • no tener la superación como meta

  • no tener ideales

  • no disfrutar del triunfo

  • conformarse al "todos iguales", a la masificación, a la práctica del deporte "sólo" por diversión, es decir, sin que nada les vaya en eso.

  • no implicarse subjetivamente.

    Bajo este mandato, el deporte se convierte en una práctica ajena a las posibilidades físicas y psíquicas, a los sueños e ideales de cada uno, a la creencia en sí mismos y en el otro (entrenador) y los otros (compañeros de equipo); es decir, en una práctica enajenante que no tendría un lugar diferente al de "otras diversiones" como, por ejemplo, ir a bailar. Allí no se compite, no hay un compromiso subjetivo, no se trabaja con relación a un objetivo, no hay metas, todos iguales al compás de la música, nada de la singularidad, nada de la belleza de ir en la búsqueda de una verdad, nada de los valores de cada uno puestos a prueba en cada competencia.

    Si el entrenador plantea como objetivo la diversión y no la superación y el deseo de ganar, está exigiendo no esperar nada de la práctica deportiva, está exigiendo no comprometerse en eso, está exigiendo el olvido de sí mismo, la enajenación, la masificación. Es decir, adaptarse a la falta de ideales de una sociedad que ha dejado de ser individualista para convertirse en una sociedad masificadora, que reniega del individuo, del sujeto en su particularidad, borrándolo en un aplastante "todos iguales", ignorados, anónimos, globalizados. Se exige en definitiva renegar del fuego sagrado, renegar de dar lo mejor, lo más bello de cada uno.

    Ahora bien, esta exigencia que suele presentarse bajo la máscara de la no exigencia es tan brutal como la sobre exigencia y produce el mismo desgano, agotamiento y deserción.

    En los dos casos se desconoce al sujeto. Se lo aplasta ya sea en la sobre exigencia ajena a las posibilidades de tal niño o joven deportista o en la no-exigencia que lo desconoce como un niño o un joven capaz de superarse en la destreza de tal deporte, un niño o un joven con deseos de ganar, de realizar un esfuerzo gratificante en pos de un sueño, de creer en él mismo, de creer en su entrenador y en sus compañeros de equipo, de tomarse en serio, de querer ser tomado en serio, de ir adelante con un proyecto de vida en relación a una práctica deportiva.

    En definitiva el entrenador de la no exigencia no cree en el deporte como un modo de vida, sino que concibe al deporte como algo totalmente ajeno al sujeto que debe ser practicado sin implicarse en ello, sin estar comprometido en esa práctica.

    Tanto la sobre exigencia como la no exigencia, dejan de lado a "cada sujeto en su formación deportiva" y es en este dejar de lado a cada sujeto, es decir excluirlo, lo que produce luego como respuesta la auto exclusión conocida como deserción. Entiendo que la deserción en la niñez o en la juventud del deportista es, en muchos casos, una respuesta del individuo a la exclusión que su entrenador hizo de él, de sus expectativas, de sus posibilidades, de su capacidad, de sus sueños, de su compromiso, de sus ganas ya sea por el lado de la sobre exigencia, o por el lado de la "no exigencia".


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revista digital · Año 7 · N° 41 | Buenos Aires, Octubre de 2001  
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