IDENTIDADES: EL PROFESOR DE EDUCACION FISICA
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¿Qué es la posmodernidad?
Varios colegas en distintos medios han observado correctamente algunos de los atributos que se le adjudican ligeramente a la posmodernidad. Una de las cosas más preocupantes es que se confunde un proceso histórico, una situación cultural específica, con los atributos que de ella se derivan. Atributos que acaso pueden describir al objeto pero que no lo reemplazan, atributos que son, en realidad, indicios de transformaciones sociales y culturales más profundas. Porque en realidad, textos novelescos, sentido "light" de la vida, Samanthas, debates banales, existieron siempre. ¿Acaso Shakespeare no escribía melodramas? ¿Acaso los griegos no iban a ver Edipo Rey al teatro? ¿Acaso no se debatió durante mucho tiempo sobre el sexo de los ángeles? Más aún: los grandes melodramas (radiofónicos, de la prensa gráfica, fílmicos, etc.) son productos de aquella modernidad que tanto parece añorarse. De manera que los medios de comunicación no inventan nada, es más: son anacrónicos, van siempre un paso atrás de los emergentes culturales. Y es un grueso error creer que los medios crean necesidades (nuevamente Cfr. Beer, David, 1997) pues suponer esto es suscribir a una teoría comunicacional que ha sido ya ampliamente superada en las ciencias sociales 3.

El error de confundir un momento histórico con sus atributos, parte de una concepción de la cultura que la entiende como un campo autónomo, es decir independiente de sus condiciones materiales. Raro desvío para quien pretende centralizar el debate en torno a la ideología y su materialización en las prácticas (nuevamente, Cfr. Beer, David, 1997). Para entender los complejos mecanismos en que una específica situación histórica se expresa, es necesario partir de una concepción de cultura que abarca las manifestaciones simbólicas de una sociedad, entendidas como índices de sus condiciones materiales de producción. Pensar esta relación desde una perspectiva cultural implica reconocer a los medios de comunicación como "prácticas específicamente significantes" (Williams, 1981: 194) colocados en un sistema significante mayor, el de la cultura masiva y reubicarlos en relación con el contexto estructural con el cual se vinculan 4. Estas relaciones, si bien no son lineales ni de mero reflejo de las condiciones objetivas, sí permiten el reconocimiento de cruces entre los consumos simbólicos y las lógicas económicas y políticas de las operaciones massmediáticas (Mata, M. C., 1991).

De allí que sea posible satanizar a la posmodernidad y decir de ella que "cuestiona", "desarrolla", "ofrece", "invita", etc. (nuevamente, Cfr. Beer, D., 1997), como si pudiera ser personificada y, por lo tanto, colocada en el rol de "la mala de la película". Dice David Beer: "La globalización (o la pretendida globalización) pretende construir, imponer a través de los medios masivos de comunicación, la heterogeneidad y el discurso carente de sentido y de normas" (Beer, D., op. cit:3). Como si la posmodernidad, la globalización y el mercado fueran entes abstractos que "hacen" cosas con los sujetos. No hay tal cosa. Mercado hubo siempre, desde los tiempos de los fariseos. Sólo que hay cuestiones que una sociedad no puede permitirse que sean consideradas bienes de mercado, como la salud, la educación, etc. Y no hay "pretendida" globalización: hay un proceso de globalización creciente y real, nos guste o no, que se relaciona con la transnacionalización de los capitales financieros y que atraviesa todos los campos: los medios de comunicación, las empresas, los sistemas de producción -posfordistas-, las industrias culturales. Por lo tanto, y a los efectos de lo que pretendo enunciar, la cultura no puede pensarse despegada de los procesos materiales de producción. Incluso Renato Ortiz (1996) diferencia, a los efectos del análisis, mundialización (de la cultura) de globalización (de la economía).

Es verdad que en este momento histórico que estamos viviendo, uno podría describir una larga lista de hechos y productos culturales, donde aparecen entre otros, como un signo de los tiempos, la parodia (Jameson, 1996) -claro que mucho menos peligrosa que las políticas neoliberales de exclusión social- o la fragmentación del sujeto (Morin, E., 1984) o la fragmentación de la velocidad (Virilio, P., 1991), por nombrar sólo algunos.

Sin embargo, insisto, observar estos fenómenos como signo implica corresponderlos necesariamente con su superficie material. De hecho hay quienes denominan a este momento histórico "posfordismo", en tanto modalidad de producción, para diferenciarse de la liviandad con que se utiliza el término "posmodernidad". Esto es, para observar los atributos como signos, como producto de unas condiciones materiales específicas.

De manera que el término posmodernidad está lejos de remitir únicamente a cuestiones banales como el zapping o la moda "Jane Fonda". La situación actual, el fin de siglo, no puede analizarse como si fuera un yoghurt de bajas calorías: es necesario atender a las condiciones estructurales, al retroceso del nivel de intervención del Estado, a la creciente pauperización de la sociedad y aprender a desarrollar estrategias de intervención política insertos en ellas, no desde afuera.

Lo político como dimensión En este sentido, uno de los atributos que me parece más significativo para analizar a la Educación Física en este escenario de fin de siglo, es la dificultad de percibir a nuestra acción cotidiana desde una dimensión política.

Dificultad que no es privativa de nuestro campo y que se encuentra asociada a transformaciones globales que por un lado reconvierten los ámbitos y las prácticas políticas en espectáculos mediales y por el otro achican los espacios posibles de participación ciudadana. Estas transformaciones dificultan percibir la propia situación de vida cotidiana como un espacio posible de intervención sobre la realidad. Y creo necesario advertir, en este punto, que cuando se menciona a la dimensión política, no se habla de militancia partidaria o de inserción en los lugares de toma de decisión efectiva. Me refiero simplemente a las operaciones por las cuales se puede intervenir sustancialmente sobre nuestro campo de actuación.

En este sentido, la crisis de identidades sí es un dato fuerte de la posmodernidad y esto se relaciona con la caída de los tradicionales argumentos ideológicos: mientras que la modernidad imaginó sujetos históricos únicos, con únicos conflictos, que se dirimían en únicos escenarios, en esta época de trasnacionalización de la comunicación, de globalización de los mercados y de retroceso del Estado, tanto los sujetos, como los conflictos, como los escenarios se han multiplicado y complejizado. Hoy por hoy, las identidades sociales son concebidas como una articulación parcial e inestable, nunca completa y definida históricamente por la posición de sujeto en un sistema de desigualdad.

Pero, ¿Cómo actuar entonces, en el marco de un conglomerado de redes de poder institucional y burocrático? Si el sujeto está inserto en un sistema múltiple de desigualdad, su posición entonces se articulará parcialmente en forma coyuntural. Por lo tanto, la acción política se constituye como la capacidad de los sujetos de modificar esas condiciones de desigualdad. La noción de acción política significa la posibilidad operativa de construir prácticas de intervención actuando dentro de los límites de las condiciones reales.

Investigar, entre otras cosas, es una forma de intervenir efectivamente sobre la realidad. Y si se afirma que existe una dispersión generalizada de la EF y de las prácticas deportivas donde actuamos, no creo que esto se deba, como afirma David Beer (1997, Op. cit.), a la producción de un conocimiento inconcluso y disperso sino todo lo contrario: a una falta de espesor disciplinar, a las históricas renuncias que la EF ha ido realizando en su recorrido disciplinar. Por abocarse a elaborar un conocimiento acabado y molar, por negarse a apropiarse de otros saberes que la nutrieran, marcó los límites y alcances de su territorio de actuación. Así, con sus pretensiones de convertirse en ciencia y de contar con un saber "concluso", ha quedado reducida a un esqueleto de sí misma. De manera que la producción del conocimiento no es ni inconclusa ni dispersa sino congelada en un saber demasiado específico. Lo que pone en juego este estado de cosas es, ni más ni menos, la identidad del profesor de EF: ¿qué contenido es pertinente?, ¿Cómo colocar el saber específico en un contexto social?, ¿Cómo renovar los cuadros?, ¿Cómo enfrentar las demandas del mercado sin olvidar lo programático?, ¿Qué es lo programático de la EF a tres años del dos mil? Como afirma Angela Aisenstein: "Para entender las prácticas hoy es preciso saber por qué si la sociedad nacional e internacional es otra diferente a la de principios del siglo XX (...) por qué no hay niño o niña en las escuelas urbanas de la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, que haya podido (ni creo que pueda) eludir el aprendizaje de la vertical..." (Aisenstein, A., 1997: 4). Contextos nuevos requieren saberes, procedimientos y actitudes nuevos.

En esta dirección me gustaría marcar dos líneas de reflexión: por un lado, la tradición en investigación en nuestra disciplina que, en su afán de obtener status de "ciencia", se aferra de aquellos trabajos que se autovalidan, y, por el otro, la renuencia histórica a "abrir" el campo de la EF a un abordaje transdisciplinario impidiendo renovar la mirada y cerrando el campo en pos de una pretendida (y bourdieuana) autonomía.

La práctica investigativa
Una punta de acción en este tema de la identidad del profesor de EF y de nuestro consiguiente accionar sobre la realidad concreta, es la práctica de investigación y, dentro de ella, los procedimientos que permiten validar un trabajo.

En las Jornadas de Investigación 5, el campo que aparece más efectivamente validado es, obviamente, el área de la investigación biológica. Los trabajos realizados en ella tienen la pertinencia de validación que les da la estadística aplicada y las experiencias de laboratorio, entre otras cosas. A ello contribuyen muchos factores, entre otros su tradición histórica que le permite exponer una trayectoria innegable, prestigiada y aceptada por otras comunidades científicas. Por otro lado, y esto no es un dato menor en este análisis, su articulación fuerte con los presupuestos racionales de la perspectiva científica occidental cuyo campo de validación ha sido sólidamente construido desde finales del siglo pasado. Si esta tradición ha comenzado a rediscutirse, los resabios de este prestigio largamente construido aún nos llevan a pensarla como un campo que se valida por sí mismo a través de procedimientos consensuados y aceptados tales como la estadística, las experiencias de laboratorio o los estudios cuantitativos.

Creo que ningún profesional del deporte está en desacuerdo con las investigaciones biológicas. Como dijo Ricardo Crisorio en la conferencia inaugural de las mencionadas Jornadas en 1995, hay investigaciones que aportan al trabajo de la EF aunque no pertenezcan estrictamente a su campo de actuación. Lo que sí se les pide a esos trabajos es una mayor y más eficaz comunicación entre los investigadores y los docentes, es decir, confluir activamente sobre el dominio de aplicación. En ese sentido, vale la pena mencionar los esfuerzos de algunos de estos trabajos por "volver" al campo, como por ejemplo, el trabajo del profesor Carlos Arcuri y colaboradores quienes, partiendo de una investigación del área biológica, devuelven los resultados a la comunidad como insumos para las asistentes sociales que realizan la inscripción de las colonias de la MCBA 6.

En el caso de las investigaciones sociales, sin embargo, la impronta de los procedimientos sociológicos que aparecen en muchos trabajos, parecen estar obturando las posibilidades de un análisis de tipo interpretativo o hermenéutico -es decir, que permitan analizar un hecho en su contexto social, cultural e histórico- que seguramente aportarían estudios más interesantes a la hora de pensar nuestro rol. Quiero decir, centrados en los supuestos más "duros" de la sociología, en estas investigaciones parecería "necesario" validar la experiencia con estadísticas, aunque éstas se refieran solamente a 17 casos. Y esta impronta dificulta la apertura a otros estudios que aporten datos indiciarios sobre las modalidades en que los docentes de EF construyen el saber sobre sus prácticas y se insertan desde una posición más abierta en los espacios sociales. Pienso, por ejemplo, en la importancia de estudiar los procedimientos por los cuales los docentes se apropian de otros saberes o los mecanismos en que se renegocian socialmente los significados específicos en una relación interdisciplinaria o, inclusive, en el rediseño de las políticas deportivas comunitarias en el marco del retroceso del nivel de intervención estatal.

Valdría la pena pensar, como línea de trabajo a futuro, la integración en la currícula de los profesorados de aquellas materias formadoras en las prácticas investigativas, pensándola en su articulación con la tradición sociológica, para analizar desde allí los mecanismos con que los futuros docentes se apropian acríticamente de sus técnicas, de sus métodos y de sus presupuestos de validación.

Articulaciones oblicuas
No es de extrañar que el tema que sobrevuela los textos de divulgación y/o las instancias de intercambio presencial, implícita o explícitamente, sea el tema de la identidad, tema arduo si los hay porque se inscribe en el campo más amplio de la crisis de identidades que se observa hoy en la mayoría de los campos disciplinares: no es un tópico exclusivo de la EF sino crucial para todas las áreas en los escenarios de la posmodernidad. A poco de terminar el siglo, la transdisciplinariedad que se observa hoy en todos los campos, las hibridaciones que se producen en las áreas disciplinares, la necesidad de formar profesionales competentes para abordar objetos apropiándose de procedimientos, saberes técnicos y conocimientos de otras áreas, confunde y angustia porque se trata de maniobrar la crisis, de navegar entre diferentes teorías, de decidir en tiempos de incertidumbre.

Me parece que el tema de la identidad es un tema serio y que merece ser estudiado desde una perspectiva interpretativa, es decir, conectándolo no sólo con la situación actual de nuestro campo laboral sino también con las trayectorias cruzadas que se nos ponen en el camino y que permitirían realizar abordajes múltiples, aunque algunos de ellos parezcan exceder nuestra competencia. Me gustaría dar algunos ejemplos concretos de profesionales que realizaron distintas trayectorias dentro de la disciplina y que a través de ellas han intervenido de distintas formas sobre la realidad:

Ejemplo 1: leo con satisfacción un reportaje a Richi Gerber, profesor de EF (y viejo amigo de la juventud) quien, luego de una extensa trayectoria de una década, dirige ahora un centro de recuperación de ex-adictos en Bormia, Suiza. Su inserción inicial se centró en la competencia del profesor de EF para utilizar el deporte y las prácticas de lo que hoy se llama "deporte-aventura" con fines terapéuticos 7.

Ejemplo 2: hace bastante tiempo que un grupo de profesores de EF tomó para el área la temática de Educación Ambiental desarrollando toda una línea de trabajo que hoy, más de diez años después, ya se la considera pertinente en la currícula de formación de los profesores de EF. Cuando se les preguntaba a los integrantes de este grupo fundacional por qué la EF y no otras disciplinas se hicieron cargo de la Educación Ambiental, respondían: "¿Por qué no?".

Ejemplo 3: el profesor de EF Julio Velasco, quien sacó campeón al seleccionado de vóleibol de Italia, está considerado hoy el mejor entrenador de vóleibol del mundo. Su inserción en el ámbito del deporte de alto rendimiento tiene una pregnancia pedagógica que posiblemente haya sido crucial para marcar su impronta en el trabajo.

Ejemplo 4: en Mendoza, un grupo de profesores de EF integran un equipo interdisciplinario en una clínica que trabaja con chicos autistas, articulando su saber en psicomotricidad con la terapéutica específica.

Ejemplo 5: el área de la Recreación es un ámbito rico en el que muchos docentes de EF han contribuido, repensando su rol, al espesor disciplinario de las prácticas recreativas.

Ejemplo 6: conozco profesores de EF que hoy se han insertado en distintos espacios relacionados con los medios de comunicación: desde asesorías a escuelas de periodismo deportivo hasta la edición de revistas o la producción de espacios radiales.

Ejemplo 7: otros nos hemos dedicado a la investigación en deporte y cultura, desde el supuesto de que toda política cultural contiene dentro de sí misma una política deportiva y que esta última debe poder articular las prácticas escolares y comunitarias con el deporte-espectáculo y de alto rendimiento.

Menciono estos ejemplos porque parecerían contradecir algunos supuestos que pretenden reducir nuestro campo de actuación o, sin llegar a ello, diseccionarlo en andariveles estancos. Los casos descriptos dan cuenta de la existencia de profesionales abiertos a las complejidades de lo social y creo que estos casos podrían servir para argumentar la necesariedad de poner el acento en la formación plural del profesor de EF antes que sobre el mercado. No porque no sea necesario "echar un vistazo" a la conformación del mercado actual, que exigiría repensar la multiplicidad de oportunidades que aparecen, sino por los riesgos que se presentan al efectuar una mirada despolitizada de la realidad y de nuestro rol programático en esa realidad.

Y porque, además, el mercado no es un ente autónomo, autoritario e incapaz de discenir. Su demanda también se va a ir conformando a partir de las ofertas y una variable ciertamente de peso en este proceso es la calidad de los actores intervinientes. En otras palabras, un "ejército" de profesionales capaces de enfrentar los múltiples desafíos que presenta la sociedad actual y competentes para insertarse en prácticas que van desde lo terapéutico hasta las políticas educativas y culturales, desde los ámbitos escolares o comunitarios hasta los de alto rendimiento, seguramente interpelará al mercado en forma mucho más efectiva que millones de prescripciones discursivas, obligándolo a modificar los perfiles profesionales que requiere.

Por otra parte, si detenemos nuestra mirada de manera demasiado optimista sobre lo que "pide" el mercado, corremos el riesgo de caer en la trampa de nivelar para abajo, es decir, formar técnicos en lugar de profesionales competentes. En verdad la tendencia de las políticas neoliberales es armar una red de formación técnica cuyos caminos desemboquen en estructuras de posgrado aranceladas, tanto privadas como estatales. Si son ciertas estas tendencias, los desafíos que propone el ajuste nos exigen estar alerta a la posibilidad de que fijemos sin darnos cuenta lineamientos que sirvan de insumos para justificar la creación de tecnicaturas en lugar de profesorados. Dicho en otros términos, que nuestras investigaciones centradas en el mercado sirvan de "carne de cañón" para los argumentos de las políticas de ajuste y de exclusión.

Abrirse camino
Nos encontramos inmersos en un tiempo donde la dimensión política parece evanescerse ante nuestros ojos y por lo tanto nos cuesta identificarla como componente de nuestras prácticas. Y es que si los nuevos sujetos políticos construyen escenarios que la modernidad no tenía previstos para elaborar sus identidades es que lo político se ha desplazado: de lo macro a lo micro, del espacio estatal al espacio cotidiano. Lo inasible de este desplazamiento es lo que da cuenta de la dificultad de las distintas comunidades para elaborar sus argumentos en sociedad y, por lo tanto, otorgar viabilidad a una cultura y proyectarse en el tiempo.

Más que nunca entonces, es necesario ponerse en acción intentando percibir nuestra posición en la red de poder y eso significa no olvidar que no hay práctica social inocente o desvinculada de significación. Toda práctica es política, aunque desde algunos sectores se nos llame la atención cuando le pedimos "demasiado" a algunos proyectos de investigación.

Mientras tanto, la velocidad de los tiempos que corren nos enfrenta a la irrenunciable decisión de elegir. Una opción es continuar esperando cómodamente que el iluminado de turno (sea quien sea) nos diga cuál es nuestro objeto de estudio para finalmente ponernos a trabajar. La otra opción, antes de que sea demasiado tarde, es ponerle el pecho a la incertidumbre y a la crisis y salir a batallar.

NOTAS AL PIE
1 . Citada por Marcelo Escolar (1995) en "La condición metropolitana", Punto de Vista Nº 53, Buenos Aires, noviembre.

2 . Vale la pena señalar que Foucault toma esta cita del relato de Jorge Luis Borges "El idioma analítico de John Wilkins", publicado en Otras Inquisiciones, Emecé, Buenos Aires, 1960, p. 142.

3 . Me refiero a la teoría denominada "de los efectos", también llamada "hipodérmica" porque remite a la metáfora de la aguja. Esta teoría se ocupaba de investigar sobre los efectos que producían los estímulos massmediáticos en las audiencias. Tuvo su apogeo en la década de los '50 en Estados Unidos en el marco de lo que se llamó la Communication Research.

4 . Desde este supuesto, toda política cultural contiene dentro de sí misma una política deportiva, aunque no siempre sus contenidos programáticos se hagan explícitos.

5 . Me referiré en particular a las IIas. Jornadas de Investigación en Educación Física realizadas por la Universidad de Río Cuarto en diciembre de 1995, a las que asistí.

6 . Me refiero al trabajo: "Análisis comparativo de variables antropométricas y de rendimiento aeróbico en niños de 6 a 12 años de ambos sexos, pertenecientes a niveles socioeconómicos diferentes", realizado en el marco de la Licenciatura en Educación Física de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de Catamarca.

7 . Cfr. Sandra Russo (1995): "La sociedad prefiere esconder a los adictos", reportaje a Ricardo Gerber, aparecido en Página 12, del 5 de diciembre.

BIBLIOGRAFIA CITADA


Lecturas: Educación Física y Deportes. Año 2, Nº 4. Buenos Aires. Abril 1997
http://www.efdeportes.com