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Neuropsicología de la actividad motriz: estructura, desarrollo y aprendizaje
Dr. J. Jubert i Gruart

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 37 - Junio de 2001

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    ¿Cual es el resultado de este "input" de las aferencias propioceptivas, generados por el movimiento, en las formaciones límbicas? La respuesta es: el placer. El placer de movernos (el placer del estiramiento muscular al despertarnos, el placer de andar, de correr, de nadar, de dar patadas o golpes de raqueta o de mano a una pelota, de practicar el golf, de deslizarnos sobre esquies o patines,...o de participar en una relación sexual, de practicar una afición manipulativa-constructiva,...). El movimiento es adaptativo y esta al servicio de la supervivencia. Quietos seriamos objeto de depredación fácil. Había, pues, que recompensar el movimiento. Nos movemos para obtener placer. No ha de sorprendernos, pues, que haya surgido la actividad que denominamos "juegos" (CAMPBELL). En el desarrollo normal infantil, de cualquier especie suficientemente encefalizada -incluida la humana-, hacen su espontanea (y, por tanto pre-programada) aparición los denominados "juegos espontáneos" o "movimientos descompuestos y desordenados". Su objetivo básico es activar las zonas límbicas del placer y dar lugar al desarrollo y aprendizaje de movimientos adaptativos no programados genéticamente (otros que las rígidas pautas de respuesta instintiva). Tal "juego" es, pues, una actividad musculo-esquelética con objetivo subcortical (límbico) e independiente de los centros superiores (corticales). Que, en estadios sucesivos del desarrollo humano (o en la domesticación animal) se establezcan reglas corticalizadas, es una cuestión de tratamiento o ritualización exclusivamente cultural. No debemos, por tanto, olvidar o desconocer que primariamente (básicamente), en la secuencia del desarrollo filogenético y ontogenético, se juega por el placer de jugar (y no por el placer añadido de competir y ganar o por evitar el displacer de perder o ser derrotado). Es por ello que los sujetos infantiles desean pasar la mayor parte del tiempo dedicados a un comportamiento de juego no reglamentado. Es a causa de tener todavía poca tolerancia para el diferimiento en la obtención de placer mediante el movimiento, que les cuesta aguantar la quietud. La supresión de este esencial placer (como ocurre en muchos de los deportes profesionales, en los que la preparación denominada "física" pasa a ocupar el primer lugar), conlleva una considerable dosis de renuncia, de sacrificio y ,a veces, de dolor. Ello debe compensarse o sustituirse por placeres diferentes: el placer de ganar ( "hemos sufrido mucho para llegar a ganar" , he aquí una frase habitual y cierta), el placer de la fama ("el precio de la fama" , como versión egótica o narcisista) o el placer del dinero (correlato motivacional de muchos aprendizajes de deportistas o de sus progenitores).

    Si la obtención de placer es, en primera instancia, el objetivo de un practicante de un deporte, ¿qué placer obtiene un "aficionado" (espectador) de un deporte (y de un equipo)? Obligado a la inmovilización -en las gradas de un estadio o en un sofá delante de un televisor-, debería experimentar displacer. Y lo experimenta. Para aliviarlo, y para obtener placer, recurre a descargar la tensión mediante la practica de aquellos primitivos "juegos desordenados" y episódicos, propios de las edades infantiles: de pronto se levanta y agita los brazos, patea o corre, grita, se abraza o agrede y destruye de forma indiscriminada y sincopada, o simplemente sale a la calle y baila, se mueve, y disfruta (obtiene placer en el movimiento) compensando su pasividad inicial de espectador.

    Es, probablemente, por este motivo que -ahora que la practica del deporte se ha hecho selectiva, restrictiva y competitiva- la juventud, necesitada de obtener placer generado por el movimiento e imposibilitada de vehiculizarlo en la práctica deportiva (pues los clubes solo retienen a "los mejores"), acude en masa a las discotecas. El césped o el cemento de una instalación deportiva solo son pisados, por una inmensa mayoría de jóvenes, en ocasión de un concierto de rock y no para la practica de un deporte. El baile (hoy no reglamentado), deviene un sustituto de aquella actividad física desordena o casi estereotipada, comparable a los saltos y gestualidades lúdicas de un chimpancé, con mínima participación del trabajo concertado del cortex cerebral. Por su turno, los denominados bailes de salón o el ballet son versiones ritualizadas de la misma necesidad primaria de moverse, en al cual, al igual que en los deportes o juegos reglamentados, se han introducido reglas, técnicas y uniformes incluso, dando entrada a la participación de las regiones cerebrales frontales superiores (programación de los movimientos, introducción de reglas,...).

4. El cerebelo, estructura encefálica extracerebral, constituye el archivo imprescindible que contiene inscritas todas las habilidades motoras (movimientos complejos o de largo recorrido y duración, ajustados a un objetivo). Contiene, en definitiva, todas las "imágenes motoras" aprendidas que es susceptible y competente de ejecutar una persona. Tal deposito o estructura funcional, no forma parte del cerebro, es, solo, una estructura sobrepuesta e interpuesta (fig. 4). Su función es moduladora, ajustadora y coordinadora de movimientos diseñados (esquemas de movimientos) por el cortex cerebral.

    El área de su superficie es la misma que la del neocortex. Su programación es lenta y difícil, previa a la programación de las áreas corticales mas arriba consideradas. A diferencia de ellas, pero, su ejecución será automática e inconsciente.

    Cualquier actividad motora finalista, rápida y eficaz es imposible sin la imprescindible y nuclear aportación o trabajo concertado de la muy compleja función cerebelosa. Los componentes esenciales que esta función aporta al movimiento son:

  1. Conservación del equilibrio (con la colaboración de las conexiones vestibulares).

  2. Control del tono muscular estático y de la marcha.

  3. Ejecución del flujo o coordinación precisos (ajustado al fin) de las actividades motoras (coordinación proximal y distal de las extremidades).

    Dejaremos de considerar, aquí y ahora, el crucial papel del equilibrio y del tono muscular, pre-requisitos indispensables sobre los cuales toma forma un movimiento, para centrar nuestro interés en la tercera de las aportaciones del cerebelo. Nos referimos a lo que podemos denominar la "forma" de un movimiento dirigido a un fin (su silueta móvil, precisa, ajustada, elegante, rápida, económica,...). La defectología (es decir: la sintomatología clínica que observamos cuando se han producido lesiones del cerebelo) nos sirve de introducción para comprender el trabajo que deja de aportarse. En tales casos, el paciente no presenta ninguna parálisis (su cortex cerebral y las vías piramidales están indemnes); pero sus movimientos son lentos, torpes, bruscos, imprecisos, sobrepasan el objetivo,... La orden para realizar el movimiento, respondiendo a un estimulo, ha partido del cortex; la dirección hacia el objetivo también se ha trazado; existen planes y programas de actuación; pero la forma, silueta o perfil de este movimiento (que podemos registrar gráficamente), carente de la aportación de la función del cerebelo, es, a todas luces, manifiestamente inadecuada, no solo para la practica de un deporte como el fútbol sino para todas las actividades cotidianas. Igual fenómeno, debido a la misma causa, se nos patentiza cuando observamos un futbolista en estado ebrio o en los pasos y la torpe manipulación que exhibe un sujeto infantil (de 12-14 meses de edad y hasta el segundo año de vida). Su marcha es torpe, las caídas frecuentes, los intentos fallidos al intentar coger un objeto (derribándolo), correr le es imposible, igual que sortear obstáculos móviles o fijos,...; todo ello causado por la inmadurez de su cerebelo, incapaz de aportar el necesario ajuste al movimiento bruto, generado a nivel cortical. Con los meses y los años, con la ejercitación y el aprendizaje por experiencia, ira ganando globalidad, justeza, precisión, equilibrio,...El cerebelo almacena, día tras día, las experiencias de éxito (sustituyendo a las fracasadas) de "las formas particulares de realizar un movimiento en diferentes circunstancias" (STEIN). Así es como se adquieren las habilidades motoras. El cerebelo, modulando cada movimiento originado en el cortex cerebral, utiliza la información acumulada de cómo un movimiento tuvo éxito en el pasado, aportándolo a la nueva situación, con el objeto de mejorar la ejecución de movimientos semejantes en el futuro. El cerebelo, pues, "es el mas alto centro de la regulación automática del movimiento", teniendo a su cargo el control cinético del movimiento. En el cerebelo se hallan almacenados los pre-programas centrales del movimiento, resultado de su aprendizaje por ejercitación. Es gracias a la información compleja -que integra tono, equilibrio y coordinación- aportada por mi cerebelo, y programada durante un aprendizaje precoz, que consigo deslizarme ágilmente sobre una bicicleta. Igual que un buen jugador de fútbol lo es, básicamente (e independientemente de las estrategias técnicas adoptadas) gracias a su alto stock de perfiles ajustados de movimientos, almacenados en su cerebelo, y que permitirán su pronta distribución para dar forma a cada actuación motora final.

5. Los ganglios basales (núcleos grises, situados en la base del cerebro) (fig. 5), componentes esenciales del sistema extrapiramidal, constituyen el eslabón mas arcaico de la funciones que aportan su trabajo concertado a la actividad motriz emergente del cortex cerebral, a la par que es la primera en desarrollarse en el curso de la ontogenia individual. Su función es la de suministrar los programas motores primitivos, básicos e innatos, característicos de cada especie. En definitiva: los patrones motores básicos, sobre los cuales podrán imprimirse los movimientos aprendidos y adaptados a finalidades concretas y modulados por el trabajo de las estructuras cerebelosas. Así, gracias al papel jugado por los ganglios basales, iniciamos prontamente un movimiento, andamos con soltura y rapidez, balanceando nuestros brazos, cambiamos ágil y rápidamente de postura,... En la conducta motriz propia de una enfermedad de Parkinson -paradigma de las enfermedades afectando los ganglios basales-, tenemos un claro ejemplo de lo que sucede cuando estas estructuras funcionales dejar de aportar su contribución a l actividad motriz: retraso o diferimiento en el inicio de un movimiento, lentitud en su ejecución (hipocinesia o bradicinesia), bloqueo en el curso de su ejecución, perdida de los reflejos de re-equilibración, incapacidad para los cambios posturales,... Todo ello en ausencia de parálisis, de afectación del cerebelo y con total integridad cognitiva, práxica e intencional.

    Resumiendo, las funciones mas esenciales de los ganglios basales consisten en:

  1. Tener a la disposición un relativamente limitado deposito de programas motores originales o primitivos (patrones básicos), los cuales son generados internamente (no dependientes de inputs o aferencias exteroceptivas o telequinésicas, como la visión o la audición, en definitiva espaciales).

  2. Suministrar un estado de "alerta motora" o preparación para la acción, frente a estímulos anunciadores o antecedentes indicadores que un acontecimiento va a hacer su próxima aparición (como, por ejemplo, ligeros movimientos procedentes del cuerpo del jugador contrario o del que es susceptible de proporcionar "un pase" de pelota) y, frente a tales indicios, seleccionar los patrones básicos de movilidad apropiados (que no de movimiento intencional, sofisticado, ajustado y preciso, aportado por el cerebelo).

  3. Una vez activado y seleccionado tal patrón de movilidad, solo cabe ejecutarlo. A diferencia de la creatividad y variabilidad, producto de mas o menos largos e intensivos aprendizajes, que caracteriza a los programas cerebelosos, los programas extrapiramidales (aportados por los núcleos basales) son solo copias de movimientos fundamentales, que posibilitaran los automatismos motores (de la marcha y de la carrera) y la adaptación equilibratoria al realizar un giro en el espacio, al agacharse o levantarse, por ejemplo, manteniendo las posturas mas eficaces . Solo contando con el soporte de estas adaptaciones posturales y de los movimientos automáticos, podrán imprimirse a los músculos -organizados en torno de una articulación- las complejas contracciones coordinadas que dan lugar a los movimientos intencionales.


Desarrollo y aprendizaje de la función cerebral compleja (FCC) futbolística

    Definimos a la FCC deportiva (en general) como aquella que es el producto del trabajo concertado de las diferentes áreas y estructural funcionales que hemos someramente descrito en los apartados anteriores, cada una de las cuales aporta su especifica e imprescindible contribución al movimiento resultante o final (actividad y competencia deportiva). A pesar de la extrema (y excesiva) simplicidad expositiva y descriptiva que se ha aportado, no cabe ninguna duda que se trata de una función extraordinariamente compleja. Situándonos ahora en el terreno de la neuropsicología evolutiva o del desarrollo (con el objetivo de poder programar el aprendizaje de un concreta disciplina deportiva, partiendo de bases realistas y científicas), cabe apuntar, en primer lugar, que cada una de estas aportaciones, casi-simultaneas, que participan en todo comportamiento y rendimiento motriz-deportivo, tiene diferentes y especificas cronologías de presentación -de maduración y de desarrollo- en el curso de los primeros años de vid, siendo el conocimiento de estas cronologías del todo imprescindible para planificar una actividad educativa aplicada.

    El desarrollo infantil humano sigue una secuenciación estrictamente ordenada y programada, en la que cada etapa es consecuencia de la precedente, a la par que es el requisito previo para la siguiente (GESSELL).

    El punto de partida de este desarrollo es, precisamente, el alto grado de inmadurez que todavía presentan sus estructuras encefálicas en el momento del nacimiento a termino. Desde un punto de vista motriz, el recién nacido humano es un animal o preparación nerviosa subcortical inacabada; ello determina su actitud postural de reposo, caracterizada por una hipertonía en flexión, que lo mantiene totalmente esclavo de la gravedad. Una vez terminado el proceso de maduración de las estructuras nerviosas, dependientes de un exclusivo determinismo genético, la llegada de requerimientos del medio permitirá la transformación de estas estructuras funcionales y la conquista de sucesivos niveles de desarrollo.

    Existe, pues, en el proceso del desarrollo, una edad para cada adquisición. Existen, en definitiva, periodos críticos u óptimos -cada uno con su relativamente estricta cronología- para la maduración, el aprendizaje y el desarrollo de una determinada función cerebral compleja. Para la practica de una actividad deportiva como el fútbol, a grandes trazos, dichas etapas o periodos son los siguientes:

  1. Ninguna función puede ejecutarse con eficacia antes de que las estructuras que la sustentan hayan terminado su proceso de maduración, predeterminado genéticamente. En relación a las estructuras motoras, este proceso madurativo se despliega de forma suficiente dentro del primer año de vida (nivel previo de desarrollo motriz). A lo largo de los seis primeros meses de vida, en condiciones normales, tiene lugar la inhibición de la mayor parte de los denominados reflejos arcaicos y la modificación del tono permanente de los músculos de las extremidades superiores e inferiores (pasando de una hipertonía en flexión a una relativa hipotonía en extensión). Paralelamente, la hipotonía axial (del tronco) es sustituida por una relativa hipertonía.

  2. Resultado de esta substancial modificación del tono muscular, dentro de la segunda mitad del primer año de vida, el sujeto humano infantil puede empezar a exhibir competencias posturales antigravitatorias (mantenerse sentado sin apoyo, mantenerse de pie con apoyo,...).

  3. Tales cruciales adquisiciones, culminaran, al inició del segundo año de vida, en una deambulación autónoma inestable, indicativa de la entrada en juego de un cada vez mas eficiente control del funcionalismo de las estructuras funcionales extrapiramidales (ganglios basales).

  4. Dentro del tercer año de vida, los automatismos de la marcha conseguirán su plena manifestación, gracias a las repetidas oportunidades que la ejercitación de movimientos suministrará al establecimiento de circuitos neuronales cada vez mas amplios y consolidados a nivel de las estructuras del cerebelo. Para la adquisición de esta competencia funcional básica, es -en condiciones normales- absolutamente innecesaria la planificación de un entrenamiento o de reglas directivas. Suministrar un ambiente habitual, con posibilidades de desplazamiento y de exhibición de las actividades de juego espontaneo infantil, es del todo suficiente y necesario. La modificación del tono muscular, la maduración y desarrollo de las funciones de equilibración estática y dinámica representan el substrato imprescindible sobre el cual podrán elaborarse todas las modalidades de conductas motoras posturales y cinéticas voluntarias reguladas, en primer lugar, por los ganglios basales, permitiendo al infante humano librarse progresivamente de la esclavitud de la gravedad y dirigir su actividad a la consecución de objetivos gracias a la modulación (coordinación), cada vez mas fina y ajustada, realizada en el cerebelo. Los patrones básicos, sobre los cuales podrán deslizarse los movimientos aprendidos y almacenados en pre-programas motores, están asegurados. Partiendo de estos pre-requisito -a medida que avanzamos en el tercer año de vida, asistimos al progresivo desarrollo de esta tercera etapa cuarta etapa de desarrollo motriz, caracterizada por la entrada en juego del progresivo trabajo concertado de las estructuras funcionales cerebelosas, dando lugar al desarrollo progresivo y largo aprendizaje de las habilidades motoras cinéticas, que se prolongará hasta la entrada de la adolescencia. Sin embargo, el periodo optimo y máximo, durante el cual se imprimen en los circuitos cerebelosos los pre-programas motores básicos, se circunscribe entre el final del tercer año y el séptimo año de edad. Aquí, nuevamente, la función del juego libre o no reglamentado es esencial. Cuantas mas posibilidades tenga un sujeto infantil, de 4 a 7 años, para ejercitarse y desarrollar competencias o habilidades motoras, confrontándose con los requerimientos de un medio rico y variado en estímulos y obstáculos que vencer, mayor será el nivel de su desarrollo cerebeloso y, en consecuencia, mayor será el stock o almacenamientos de pre-programas motores. Constituye requisito indispensable, para la consecución y mantenimiento de la participación infantil a lo largo de estos años, la concurrencia de la obtención de placer en la practica de las actividades denominadas lúdicas (aportación que puede abortarse por la introducción de reglamentaciones y restricciones excesivas impuestas por los adultos). Resulta sin embargo imprescindibles que estos se ocupen en proporcionar a los sujetos en desarrollo medios, dificultades y requerimientos prediseñados (lógica y científicamente), que fuercen y exijan el desarrollo de aquellas habilidades motoras nuevas y pertinentes para la practica del deporte escogido como objetivo (impulso para propulsar una pelota con el pie, orientación, recepción, ...ataque y defensa,..., salto y cabeceo,...). Se trata pues de una etapa del desarrollo general y deportivo en particular, en la que debe conjugarse un compromiso entre la necesidad del juego libre (exclusivamente dador de placer) y la introducción, en el medio donde este juego puede realizarse, de nuevos elementos interactivos y de útiles que los niños por si solos (en nuestras rígidas y limitativas organizaciones urbanas) difícilmente podrán hallar o crear, proporcionarse y utilizar.

  5. Solapándose tardíamente con esta etapa, a partir del cuarto año de vida, la quinta etapa del desarrollo motriz comporta la progresiva entrada en juego de las integraciones corticales parietales asociativas (síntesis temporo-espaciales) y de las programaciones melódicas cinéticas frontales. Aquí es donde incide, de forma programa y consciente, el concepto, magistralmente acuñado por VIGOTZKY, de área de desarrollo potencial. Efectivamente, una vez que el sujeto infantil ha conseguido un optimo nivel de desarrollo motriz-cinestesico (suficiente riqueza y variedad de pre-programas motores, además de los patrones básicos), si deseamos que consiga nuevos niveles de desarrollo -los cuales por si solo no adquiriría (o, caso de adquirirlo, no se ajustarían a las demandas preestablecidas para la practica de una determinada actividad)-, hemos de ayudarlo haciendo con él aquello que se desea desarrollar. Hacer con él, desplegando su desarrollo potencial, no es lo mismo que pedírselo, exigirle que lo haga; no es lo mismo que recriminarle sus fallos, gritarle, insultarlo o premiarlo.


Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 7 · Nº 37   sigue Ü