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El fútbol y los chavos banda. Primera parte: Una
investigación etnográfica del deporte, en una plaza del D.F. de México
Prof. Mg. Gabriel Cachorro

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 37 - Junio de 2001

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Dialogo 4. “Los pactos de guerra”

Durante el partido.
Colmillo: pásame la bola gordo
Gordo: No ves que no puedo “compa”
Colmillo: No es cierto, si puedes, ya no te demores y pásala rápido cabrón.
Gordo: (Le arrebatan la pelota los contrincantes) No avientes buey, regresa eso es falta.
Negro: “No inventes” buey tu no te corres y te chocas conmigo.
Pachuco: Eres un pobre diablo, no va que pierdes la pelota y ya inventas (eleva el tono de voz)
Gordo: “Órale pendejo” ¿a quién le dices pobre diablo? (Se le acerca cerrando el puño de su mano derecha). Ven aquí pachuco, vamos a arreglar esto.
Pachuco: Ay te va cabrón.( Se le acerca y le arroja golpes con sus manos. Los demás no intervienen y observan como se toman a golpes de puños y patadas. Los dos luchadores caen al piso y ruedan por el polvo. Gordo alcanza a tomar a su adversario de su remera y levantársela de su torso para inmovilizar sus manos. Le aplica algunos golpes más en el abdomen. Allí intervienen todos para separar a los combatientes.
Caritas: Ya, ya gordo ya ganaste. Déjalo de una vez.
Rafa: “Ya mero estuvo” Gordo.
Borrego: Listo “carnal”, paren que ahí está “la chota”.

    La plaza aparece como un espacio de encuentro en donde los miembros durante la interacción de día tras día establecen lazos de amistad, traban complejas alianzas dividiéndose en subgrupos con distintos grados de movilidad en las combinaciones de sus participantes. Así surgen equipos que se solidifican con márgenes de varianza en cuanto a la posibilidad de abrir al recambio de algún jugador nuevo como posible nuevo ingresante.

    En este marco además de conformarse subgrupos y equipos, se generan rivalidades con distintos intensidades en la rivalidad. Aparecen disputas que en algunas ocasiones se hacen persona a persona. No está escrito pero parece haber como un pacto grupal de resolver las diferencias entre dos personas que chocan entre sí, a través de una pelea en donde los demás miembros adoptan una actitud de espectador imparcial que solo interviene para señalar el momento de finalización de la pelea.

    Parecerían ser códigos de batalla, acuerdos para las formas de pelear que deben ser respetados para ser leales a la matriz de pensamiento que establece la banda de chavos. Este tipo de peleas termina siendo como un partido más en donde la victoria es ocasional y fortuita.

Diálogo 5 ¿quien es el otro?

En un intervalo de encuentros de fútbol....Llega “caritas” con una botella de plástico cargada con agua.
Caritas: Toma cabrón (se la acerca a “banano”)
Banano: Recibe con sus manos la botella y toma agua de su pico vertedor. Exclama Hijole está chingao el día. (Luego le pasa el objeto a el gordo)
Gordo: La recibe y se moja la cabellera, luego toma algo de agua.
Caritas: Pinche gordo, a poco te la acabaste. (El gordo mira indiferente y me la ofrece, interviene nuevamente caritas).
Caritas: ¿qué haces gordo?, el agua es para los “cuates”, no es para los “ches”.
Gabriel: Está bien gracias. En ese momento interviene “banano” solicitando la botella
Banano: pásame la botella compa.
Caritas: Tu no buey, ya tomaste “pinta tu raya”.
Mazinho: Ya le entramos de una ves, ¿no? trae el balón “borrego”. Borrego lleva el balón al terreno de juego, todos se dirigen a el lugar de juego.

    En este diálogo podemos apreciar la viscosidad del grupo en cuanto a los lazos de sus miembros que comparten rituales cotidianos que son vividos como actos importantes dentro de el acontecer de las tardes. El agua que refresca en un día de calor pasada de boca en boca entre los miembros de un grupo marca una unión, establece una comunión simbólica que integra a quienes pertenecen a el clan.

    El agua es un elemento integrador, un liquido que pertenece a todos nosotros quienes integramos la banda y por lo tanto es nuestro, es privado y merece ser cuidado de la contaminación con extraños. La enunciación de la interjección “che” establece un juego identitario que localiza a ellos o a el, como un otro que debe estar a una distancia prudencial del resto. Este proceso queda patente en la expresión “pinta tu raya”, es decir marca tu límite, no te pases de esta zona demarcatoria, hasta acá puedes llegar, no más.

    Ese otro -en este caso el investigador argentino- debe estar apartado de el ritual de “los cuates”. La situación refuerza la identidad del grupo diferencia el nosotros de ellos, los define como grupo con sus identificaciones particulares a las cuales un extranjero se le filtran las penetraciones.

    La banda puede otorgar un permiso de entrada a su universo de prácticas corporales, aunque está circunscripto a la participación dentro de equipos de fútbol y en carácter de un jugador adversario que se opone con cualidades distintas al que intento vencer con mis recursos estratégicos durante un juego.

Diálogo 6 “el orgullo de ser mexicano”

Mientras observábamos un partido de fútbol.
Mazinho: Tu “che”, ¿Cómo ves el nivel de fútbol mexicano?
Gabriel: Bueno, hay gente que juega bien.
Mazinho: Y tú ¿a quién le vas en Argentina?. ¿Al Boca Juniors o al River Plate?
Gabriel: A Gimnasia.
Banano: Mande, ¿Gimnasia del Río de La Plata?
Gabriel: No, Gimnasia y Esgrima de La Plata. Y ¿ustedes?
Mazinho: Yo aquí le voy a las “chivas del Guadalajara”. Fíjate que es el único equipo mexicano con “puros mexicanos mano”. No tenemos extranjeros en el equipo como el América o el Necaxa.
Banano: Yo le voy al Toros Neza. Ahí si hay extranjeros. Juega “el turquito Mohamed”, juega bien ese “cuate”. Lleva el balón amarrado a sus pies y que buena pegada tiene el “chingón”.

    En las ocasiones que esperábamos turnos para disputar un partido de fútbol, en el diálogo con integrantes de la banda, surgía como tema de conversación el nivel de los equipos de fútbol de cada país -México y Argentina- y las comparaciones entre dos países. En líneas generales los jugadores de fútbol argentinos que reside en México son admirados por sus cualidades técnicas y su liderazgo en los grupos; de hecho la importación de jugadores de fútbol argentinos es importante.

    El mérito de un equipo mexicano que no incluye extranjeros en su formación es valioso en el sentido que no mezcla naciones y sin refuerzos externos se las arregla para conformar un equipo competitivo de primer nivel que además logra la adjudicación de campeonatos locales. En este sentido, la identidad juega en un plano nacional y demuestra que con los propios recursos humanos disponibles en México puede armarse un equipo sin necesidad de convocar extranjeros. Esta situación muestra la posibilidad de independencia de un mercado de jugadores ajenos.

    Este juego identitario es fuerte en tanto no necesitar de los servicios de otro país, es no puede leerse además como un no precisar ayudas, no depender de asesoramientos externos y valerse de sí mismo con independencia y autonomía. En otras palabras es ser libre de ataduras, no ser un esclavo, no ser un sirviente, no precisar líderes, ni caudillos, ni jefes de otra nación que vengan a mandar a la propia Nación.

    El verbo mandar es muy utilizado por los mexicanos en el momento que algún enunciado está confuso o no se ha entendido o no se escucho correctamente. En este caso el oyente mexicano solicita la repetición de la enunciación diciendo: “mande”. Así pide que el emisor del mensaje repita con precisión el mensaje que quiso transmitir. Lo llamativo de este verbo es que delega el mando al emisor, cuando le dice “mande” se está asumiendo como un sirviente del enunciante. El mande además se completa con el verbo servir, cuando un mexicano se presenta diciendo su nombre y se categoriza a sí mismo como un servidor o en su defecto dice: estoy para servirle.

Diálogo 7 “la homosexualidad”

La banda está esperando la llegada de todos los integrantes. Están presentes Gordo, caritas, colmillo y banano. Llega “Rafa”.
Caritas: (Mientras mastica su chicle). ¿Qué milagro? ¿Qué te trae por aquí Rafa? Rafa: ¿qué pasó?, (comienza a saludar a todos)
Gordo: Le mira la indumentaria a rafa. Oye ¿qué boleada le echaste a tu calzado?. A poco que fue “tu vieja”.
Rafa: Eres chismoso buey...
Colmillo: No hables de su vieja que el cuate “está clavado”. Míralo nomás con sus botines “boleados”.
Mazhinho: Hay, no es cierto que este pinche cabrón tiene vieja. Rafa “tronó” con su novia.
Colmillo: “ya lo balconearon” al muy pendejo.
Rafa: Le dirige la mirada a Mazinho y le dice: Tu no “platiques” de esto, si a ti te gustan los que “maman la verga”. Ve a decirles cosas a esos “putitos” que a veces pasan por aquí.

    En un escenario en donde todos los miembros son varones, las disputas muestran la competencia no solo en el plano dl juego estrictamente deportivo. Conllevan tensiones en las jerarquías del más fuerte, el más masculino, el más “machote”, el mero”. El estigma se pone en juego, se hace circular en la toma de la palabra insinuando que el que no tiene “vieja” no es “chingón”. En medio de estas categorizaciones en un plano obscuro se expresan las contradicciones entre la valoración que cada miembro entiende por un “mero” planteándose si la homosexualidad es admisible asumiendo el rol activo de la penetración.


Los hallazgos de la investigación

    Luego de realizar la investigación con los “chavos banda” en un periodo de un año y seis meses de duración, en la plaza del D.F. de México. Los hallazgos más relevantes que puedo destacar los organicé en una serie de ejes temáticos:

     1. La identidad: La plaza aparece como un terreno en donde los “chavos trazan su identidad en un doble movimiento de identificación por pertenencia y referencia. La pertenencia se refiere a la adscripción a un grupo viscoso, fuerte con el cual se establece un vínculo contractual profundo, con anclaje en el lugar; en este caso la plaza. La referencia nos marca que un conjunto de signos de sus preferencias -la música de el tri, molotov; la banda de “cuates”, la virgen de Guadalupe, las insignias deportivas de un equipo de fútbol: Los pumas, los tecos, Cruz Azul-.

    La plaza en el marco de la modernidad extrema, en medio de una impresionante globalización económica y en la fantástica conformación de megaciudades que fragmentan y pulverizan las parcelas y regiones locales, son un lugar que mantiene y se preserva de los peligros de extinción del cara a cara, la interacción entre sujetos, el diálogo de vecinos, la intersubjetividad.

    La plaza es un refugio de un mundo balcanizado por los avances civilizatorios y el progreso. Es un lugar donde “los chavos banda” encuentran un orden continuo y donde están a salvo de perder la identidad. Entre ellos se protegen y se asignan seudónimos: “caras”, “carnal”, “compa”, “banano”, señalando así un mayor acercamiento con el otro. Se le otorga un sobrenombre a quien se tiene cerca y en cuenta como sujeto social, en nuestro mundo interno. No hay indiferencia, no hay desconocidos entre quienes están agrupados en el conjunto bajo el nombre de “chilangos”.

    La plaza en medio de una gran metrópolis con enormes rascacielos, imponentes autopistas, enormes hordas humanas desplazándose de un lado al otro de la ciudad; ofrece un escenario para el cuidado del medio ambiente y la preservación de las prácticas sociales, el refuerzo de las prácticas corporales, produciendo una subjetividad con la riqueza de los encuentros.

    Este lugar magnífico es un lugar que funciona como sede en donde los integrantes acuerdan sus salidas a “reventones”; se notifican de las “ventas de garaje”, se pasan el dato de posibles “chambas”, deciden recorridos por el mercado de “Tepito” y la “plaza Meave” y se organizan para concurrir a partidos de fútbol en los estadios próximos a la ciudad.

    La identidad aparece como una categoría teórica con una configuración muy compleja, con pliegues que en sus dimensiones enlazan lo personal, lo profesional, lo social, lo territorial, lo nacional en diferentes gradientes de apuestas y con distintos matices en sus combinaciones según cada sujeto social.

    2. Las culturas: La plaza es un escenario en donde aparecen actores sociales con sus matrices culturales específicas. Los “chavos banda” pertenecen al lugar, son planta permanente y con ellos a veces se acercan y aparecen sujetos extraños. Entre los desconocidos de otros estratos sociales, de diferentes procedencias regionales del país, en donde se destaca la figura del indígena. Los extraños también son los extranjeros de múltiples países: argentinos, paraguayos, uruguayos, colombianos.

    Ante esta convergencia de pluralidades, se producen litigios, choques entre las formas de asumir la relación social. Cada sujeto es portador de un pasado que lo constituye, su historia de formación cultural se actualiza enfrentándose en un escenario social con configuración distinta a las experiencias sociales presentes. Así emergen los malentendidos, los roces, y la necesidad imperiosa de tomar partido por un tipo de relación en construcción. Las relaciones que tienen su construcciones particulares operan en complejos mecanismos que activan tipificaciones, prejuicios e imaginarios entorno a las maneras de ser de los extranjeros diferenciado sus matices. La presencia del migrante despierta apreciaciones variadas, admiración, rechazo, cautela, toma de distancia. Muestra zonas permeables a la intromisión del recién llegado y zonas impermeables en donde “no te pelan” o directamente “les vale madre lo que digan”.

    En este encuentro de culturas a través de las voces y actuaciones de los sujetos, se manifiestan las diferencias en las escalas de valoraciones, “nosotros los chilangos jugamos por la camiseta”, tensionan los códigos del lenguaje, la cultura social y la privada de cada participante.

    Hay explicitación de problemas de convivencia, los nuevos que vienen a jugar fútbol llegan con su cultura privada o experiencial y ese encuentro es un choque de historias de pasados de formación divergentes.

    El tránsito de muchas personas, deja huellas en los lugareños, los que vienen a “dar lata”, los argentinos que tienen la costumbre de gritar al hablar. Así la mirada hacia algunos extraños es prudencial, de reticencia y de desconfianza, de permanentes mediciones por ser un otro que encarna el peligro del ataque.

    La cultura en este sentido no es una noción metafísica, suprasensorial, un espíritu intangible a los ojos del sujeto. Aprecio la cultura relativizando aquellos posicionamientos que dan cuenta de especulaciones teóricas o de tautologías del concepto. Evidentemente cada expresión cultural, cada práctica cultural de un actor protagonista lleva implícita una concepción de cultura aunque como podemos apreciar en esta investigación que esta en proceso, la abstracción teórica no se hace en el vacío, sino que se materializa en la carne de los sujetos, las culturas se incrustan en los protagonistas y los atraviesan modelando sus habitus. Sus culturas, son las que luchan por defenderla tratando de con - vencer al otro contrincante. En este encuadre, la plaza aparece como uno de las tantas arenas de combate, en donde se libran esas peleas por conquistar un espacio propio.

    3. La reflexividad: Al ponerse en juego un pasado con otros argentinos, los nativos recurren a la tipificación. La aparición de la figura del argentino desencadena el cuidado, la cautela. El encuentro hace rememorar experiencias pasadas con otros coterráneos y opera señalando comparaciones entre el nuevo argentino que aparece con los ya conocidos. “Oye no pareces argentino”, “Oye eres la versión refinada del argentino”. “Tu no nos sacas de onda con gritos, no hablas diciendo yo, yo, yo...”. En este diálogo es donde se genera la reflexividad entre dos extraños, el encuentro afecta a ambas partes. La devolución del “nativo”, es brutal pues señala sin rodeos el narcisismo del argentino y le deja el dilema de hacerse cargo de su monólogo autoreferente o simplemente “dejarse ir con la finta”.

    La última versión del argentino modifica las tipificaciones, las actualiza generando procesos subjetivos de rectificación y ratificación sobre la imagen y la opinión configurada sobre el otro. “Che”, si que hablan “vaciado” ustedes cuando dicen “mionca” en vez de decir camión o “jermu” cuando hablan de mujer. Es chistoso y parece “chido” cuando dicen ustedes “dogor”.

    La reflexividad genera un espejo que moviliza y devuelve imágenes entre los rostros enfrentados. Lleva en su operación un aprendizaje social muy rico si se asume el desafío de sumergirse en las profundidades de una porción de realidad que desconocemos, hasta tanto no entremos en sus secretos y misterios. El aprendizaje en condiciones de multiculturalidad rompe la rutina de la vida cotidiana, nos saca de su absorción y nos deja cerca de que “nos caiga el veinte”.


Bibliografía específica de deporte

  • BARBERO, J. (1993): “Introducción” en Barbero y otros, Materiales para la sociología del deporte. Ed. La Piqueta, Madrid.

  • BROHM, J. (1993): “Veinte tesis sobre deporte” en Barbero y otros, Materiales de sociología del deporte. Ed. La Piqueta, Madrid.

  • BLAZQUEZ SANCHEZ, D. (1986): “Iniciación a los deportes de equipo”, Ed. Martínez Roca, Barcelona.

  • BOURDIEU, P. (1990): “¿Cómo se puede ser deportista?. Sociología y Cultura, Ed. Grijalbo, D.F.

  • CARBALLO C. y HERNANDEZ N. (1999): “Acerca del concepto de deporte. Alcance de su(s) significado(s)”. Ponencia presentada en el Cuarto Congreso de Educación Física y Ciencia, Depto. De Educación Física, F.H.C.E., U.N.L.P. La Plata.

  • CAGIGAL J. (1979): Cultura intelectual y Cultura física. Ed. Kapelusz, Bs. As.

  • CAZORLA PRIETO, L. (1979): Deporte y Estado. Ed. La Hora, Barcelona.

  • GALEANO, E. (1995): “El fútbol a sol y sombra”. Ed. Siglo XXI, D.F.


Bibliografía general

  • GARCIA CANCLINI (1995): “Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización.” Ed. Grijalbo, D.F.

  • GEERTZ, C. y otros (1998): “El surgimiento de la antropología posmoderna”, Ed. Gedisa, Barcelona.

  • IBAÑEZ, J. (1991): “El regreso del sujeto. La investigación social de segundo orden”. Ed. Siglo XXI, Madrid.

  • PAZ, Octavio (1959) “El laberinto de la soledad”. Ed. Fondo de Cultura Económica, D.F.


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