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Introducción a la psicología de las masas en el deporte
Antonio Hernández Mendo, Angustias Estrella Colomo, Pilar Gálvez Cordero, Irene Ortega Alcántara

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 31 - Febrero de 2001

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  • Fase de reacción o de retroceso: la víctima se separa del presente inmediato, se traslada al pasado próximo y trata de comprender lo que ha sucedido, pero subestimando la magnitud de la catástrofe. Es aquí donde aparecen los comportamientos expresivos en los que ese manifiesta la tensión emotiva: exclamaciones, llanto, crisis nerviosas, desvanecimientos, etc. aparecen las primeras reacciones prácticas para poner al sujeto a cubierto. Aquí se hablará de pánico.

  • Aparece la interacción, jefes improvisados

7.4.3. Período postcrítico o posterior:

     El desastre deja huellas tanto físicas, sociales como psíquicas, huellas que pueden durar mucho tiempo e incluso la vida. Entre la numerosa sintomatología se encuentra la indefensión, el incremento de la tasa cardíaca, la disnea y la hiperventilación, náuseas y vómitos, temblores y sudoración excesivos, mareos y desvanecimientos, diarrea e incontinencia urinaria y fecal, ataques de ira, inquietud, desvelo, pesadillas, irritabilidad, etc.

     En todo caso no existe una reacción unánime en las víctimas, sino que las reacciones son diferentes: desde la paralización, la apatía y la obediencia dócil a conductas fuertemente agresivas. Además durante las catástrofes el problema no suele ser, como tan a menudo se cree, la conducta incontrolada de los individuos y las muchedumbres, ni sus reacciones emocionales, sino la coordinación y la evaluación de la gente como a continuación veremos.

7.5 Pánico colectivo

     El término pánico deriva del temor y terror contagiosos que en la mitología clásica causaba el dios Pan. Cuando este dios, hijo de Zeus, se echaba la siesta en los bosques y los mortales se atrevían a molestarle y estorbar su sueño, él los espantaba con su horrible apariencia produciendo en ellos su intenso terror, pánico.

     Merloo (1964) indica que pánico significa no sólo reacciones individuales de temor, sino también explosiones colectivas; no sólo miedo y huida, sino también furia, tumulto y desenfrenada agresión. Se habla de pánico cuando un acontecimiento peligroso causa una reacción espontánea y desorganizadora en el individuo o en la comunidad.

     Quarantelli (1954, 1978) afirma que el pánico es un fenómeno caracterizado por un comportamiento de huida, raramente tumultuosa, y puntualiza que no es tanto una conducta antisocial como asocial, en la que se desatienden las relaciones sociales ordinarias; se trata de una conducta extraordinariamente individualista, sin cooperación ni unidad de acción por parte de los sujetos. Es más, desde un punto de vista psicológico, el individuo define la situación como amenazante para su vida y el pánico es algo no racional en el sentido de que en su obsesión por huir no tienen en cuenta las consecuencias de la acción, a veces más peligrosa incluso que el evento del que se huye. Por consiguiente Merloo considera que “el pánico es el despertar del irrazonable animal de manada que hay en nosotros. En un instante, toda civilización desaparece y el animal desnudo toma su lugar. La manada aterrorizada es gobernada solamente por sus emociones; la motivación inteligente se pierde. El hombre y el animal se lanzan a una fuga desenfrenada, arrollando todo lo que encuentran por delante”. Durante los pánicos todo el organismo es fuertemente movilizado, con los efectos que ello tiene, como la alerta del sistema nervioso o la producción de demasiada adrenalina, hasta el punto de que suelen ser bastante duraderos los efectos somáticos producidos por la reacción colectiva de miedo. Así, en algunas personas pueden verse aún la palidez y la tensión en el rostro incluso unos días después.

     Los rumores juegan un papel fundamental

     Es relativamente probable que se produzca un pánico colectivo cuando las personas, y más aún las masas, se encuentran ante un acontecimiento novedoso y extraño. Por ej., algunas muchedumbres primitivas padecieron un pánico colectivo al ver por primera vez un avión. Pero también existen pánicos festivos; Ortega y Gasset nos cuenta un o en la Rebelión de las masas: hay que tener en cuenta que en general la actividad del grupo fortalece su resistencia contra el colapso y el pánico. También es interesante reflejar la opinión de Cantril, que dijo que aunque el pánico es en general una reacción de masa, el individuo de personalidad inestable puede inducir o comenzar reacciones de pánico y difundirlas entre otras personas. En una situación difícil sólo tiene que gritar y contagiará a otros su conducta neurótica. Puede iniciar un falso rumor, su temor puede ser contagiado y arrastrar con él otros individuos vulnerables.

     La palabra pánico nunca se ha utilizado para designar a una conducta de escape ordenada. Por más grande que sea el peligro, por más aguda que sea la emoción, si los esfuerzos por escapar se ajustan a normas sociales entonces no constituyen un pánico. El término se reserva para designar a casos como los del incendio del teatro Iroquois o el incendio del Cocoanut Grove de Boston en los que se incumple el contrato social y cada hombre trata de salvar su propia vida sin importarle la de los demás. Habla uno de pánico cuando se empuja, se derriba, se pisotea a personas y las salidas quedan obstruidas, cuando las personas se portan con más egoísmo y falta de consideración que lo que es común. El Committee on disaster studies afirma que catástrofes naturales como los huracanes, las inundaciones casi nunca provocan pánico. Tiene que existir la posibilidad de escapar y también la posibilidad de quedar atrapado. El pánico se desencadena bajo las siguientes condiciones:

  1. Atrapamiento parcial. Hay sólo una o un número extremadamente limitado de rutas de huida de la situación de amenaza. Existe la conciencia en los individuos de que pueden quedar atrapados si no inician la huida, o que la huida de otros acabará colapsando todas las rutas. Esto puede dar lugar a que la emergencia tenga unos efectos más devastadores que los que podría haber tenido en condiciones de seguridad.

  2. Amenaza percibida. La amenaza puede ser física o psicológica, o una combinación de ambas, y se considera habitualmente ten inminente que no hay tiempo nada más que para escapar. La percepción de los sujetos juega aquí un papel crucial. La clave no es la magnitud real del peligro, sino la creencia de que el sujeto tenga con respecto al mismo. Recuérdense las múltiples ocasiones en las que las víctimas de un desastre lo son como consecuencia del comportamiento de sus congéneres y no del presunto peligro del que todos huían.

  3. Parcial o completa rotura de la ruta de salida. La ruta de huida está bloqueada, congestionada o muy descuidada. Las puertas de emergencia que dan a un muro, cerradas a cal y canto con gruesas cadenas, son el fin lamentable de muchas rutas de huida intentadas por estampida humana.

  4. Fallo en la comunicación desde adelante hacia atrás. El falso supuesto de que existe aún una salida abierta lleva a las últimas personas de la masa a ejercer una fuerte presión para avanzar hacia ella. Es esta presión desde atrás la que provoca que los de delante acaben asfixiados, pisoteados o aplastados. Los individuos infieren que la salida está disponible porque observan un movimiento en esa dirección y ellos siguen el flujo. Aunque lo que sucede, seguramente, es que varias capas de cadáveres se acumulan como consecuencia de las reiteradas embestidas. Si los sujetos supiesen certeramente que la salida está bloqueada dejarían de empujar en esa dirección.

    Aunque forma parte de la imagen de una situación de emergencia, el pánico es una conducta relativamente escasa en el proceso de evacuación. Hay veces en las que los individuos no se comportan de la mejor manera pero eso no significa que sea una conducta irracional.

    Merloo da tres consejos para la prevención del pánico: preparación, información y acción. Acción significa acción organizada en la que todos saben sus tareas y deberes en momentos de catástrofe. A esto hay que añadir el alimento y sueño. Pero si prevenir los pánicos colectivos es algo sumamente difícil, controlarlos o curarlos cuando ya se ha iniciado el proceso es más difícil aún. Como señala Merloo, una vez que ha comenzado la reacción de pánico es como si se produjera una reacción química en cadena. Todo el que intenta contraponerse es arrastrado. En algunos casos es posible aislar el núcleo de contagio y entonces su influencia termina.

    Son muchos los desastres o catástrofes que desde el punto de vista del comportamiento colectivo poseen elementos comunes con la violencia colectiva. A veces la violencia colectiva produce tal pánico en la muchedumbre que lo convierte en un terrible desastre, por ej. el desastre del estadio de Heysel de Bruselas en la final de la copa de Europa entre el Liverpool y la Juventus de Turín.

7.6. Procesos de evacuación colectiva ante un desastre

    En este apartado vamos a seguir el trabajo de Gómez Jacinto (1995). Después de observar las características de las masas y los comportamientos a los que éstas obedecen, vamos a analizar las evacuaciones de aquellos lugares en los que pueden desarrollarse situaciones límites como las vistas en el apartado anterior.

    La evacuación es un proceso social complejo que ocurre como consecuencia de una alarma o del impacto real de un desastre. Se trata de una respuesta de protección ante un vasto rango de emergencias. De una forma amplia podemos definirlo como la retirada de personas de una zona geográfica con un alto nivel de impacto, sus movimientos temporales y el regreso a un sitio fuera del peligro, o, simplemente, el regreso a casa. En cualquier caso, la evacuación es un aspecto destacable a la hora de diseñar los edificios, siempre se ha de tener en cuenta.

    Es obvio que las emergencias y el peligro en cuestión variarán dependiendo del lugar y del caso. Así, por ejemplo, en los casos de emergencia con una escala pequeña, el lugar seguro al que realizar, la evacuación será segura y accesible. Un incendio en la cocina de una casa, requiere el desalojo de un grupo reducido de personas, pero si el incendio se produjera en la cocina de un restaurante, el número de personas se vería incrementado. Ahora bien, con respecto a esta matización, podemos dividir los procesos de evacuación en varias clases. A nosotras en este trabajo nos han interesado particularmente dos tipos: la evacuación de las grandes zonas y la de edificios públicos.

7.6.1. Evacuación de las grandes zonas

    Ante un riesgo de mayor envergadura, el lugar al que hay que desplazarse puede estar a kilómetros de distancia. Hay que tener en cuenta las características específicas. Si se trata además de una zona pública donde se produce la emergencia, se requiere la ayuda de camiones, coches y autobuses. La disponibilidad de estos medios presenta dos tipos de problema, que pasamos a desarrollar a continuación.

  1. La disponibilidad del transporte. Aunque el uso de los medios de transporte es común y de fácil acceso para casi todo el mundo hoy, hay segmentos de la población que no disponen de automóviles. Esto puede agravar y entorpecer la evacuación en un momento dado. Basta imaginarse un grupo de escolares en un colegio, los residentes de un hospital, guarderías, cárceles, transeúntes, turistas, etc. Todos estos son detalles que a primera vista pueden carecer de relevancia, pero que en fenómenos como los que estamos estudiando, alcanzan una importancia plena. De esta manera y aunque pueda parecer paradójico, la disposición de transporte propio puede llevarnos a un segundo problema.

  2. La ordenación del tráfico. Otros factores diversos pueden incrementar el tiempo requerido para evacuar la zona de impacto; por ejemplo: obstrucciones por el propio incidente, obstrucciones que coinciden con el evento (condiciones atmosféricas), obstrucciones inintencionadas (obras en la carretera o calle), etc. Además, otro factor que puede ser otro impedimento es si todas las personas a evacuar intentan abandonar la zona de impacto en el mismo momento.

    Esta problemática se puede minimizar con un análisis adecuado del riesgo potencial, seguido de un análisis de la evacuación. El primer análisis identifica la zona de la comunidad que es susceptible de impacto; el segundo valora la cantidad de población afectada, sus capacidades de transporte particular, la adecuación de las carreteras utilizables en la evacuación, los impedimentos y problemas que la misma genera así como la metodología de su eliminación y los mecanismos que mantienen abierto el flujo de tráfico. Desgraciadamente, muchas veces nos olvidamos de las posibles consecuencias que pueda tener el olvido de algunas de estas circunstancias.

7.6.2. Evacuación de edificios públicos

    En este apartado hablaremos de un proceso de evacuación más reducido y que implica menos sistemas sociales. Como todos sabemos, la gestión de seguridad en edificios públicos debe ser una de las prioridades máximas de los responsables técnicos y políticos. Las tragedias acaecidas durante la evacuación de hoteles, estadios deportivos, salas de espectáculo, metro y un lamentable etcétera de lugares siniestrados, apoyan la idea de que hay una necesidad urgente de mejorar la organización de la seguridad de los espacios públicos.

    Una de las preocupaciones mayores se centra en la interacción entre el espacio, la situación de emergencia y las personas. Aunque el personal y los dispositivos técnicos, tales como los sistemas de anuncio, son habitualmente válidos para informar a la gente sobre la situación, los equipos de administración están poco dispuestos a proporcionar mayor información. De hecho, muchos planes sugieren a menudo no informar a las personas si se produce un incidente en tanto que la evacuación no sea necesaria. En la eventualidad de una evacuación se activa un timbre de alarma de fuego y los usuarios se desplazan hacia un área segura. Incluso aunque los responsables de seguridad creen que sus sistemas de comunicación podrían utilizarse más eficientemente, la creencia de que el pánico se desencadena cuando las personas son conscientes de la situación, les previene de proporcionar información adicional. Sin embargo, el patrón básico del comportamiento humano ante una situación de emergencia en un lugar público consta de varias dimensiones.

  1. Las personas no evacuan en el primer momento de la emergencia. En los momentos iniciales esta pérdida de tiempo se dedica a interpretar la información y en prepararse para la acción. Cuando se conoce la emergencia a través del timbre de alarma, del humo, del olor a quemado o de los gritos de la gente, los usuarios del espacio público tienen tendencia a ignorar la situación y a esperar una mayor información. Ello implica que estas personas comienzan el movimiento de huida un tiempo después de que se produzca la situación de emergencia. Las personas sólo comienzan a huir cuando la información que tienen les convence de que deben abandonar el edificio. La demora entre el primer momento de una emergencia y el comienzo del movimiento es clave porque el tiempo necesario para una evacuación segura depende de la rapidez de la respuesta de las personas. La reducción de estos tiempos se convierte en algo prioritario.

  2. Aparición de conductas afiliativas. Las personas tienden a desplazarse hacia las personas y los lugares familiares. Cuando se trata de un grupo, familiar o de amigos, por ejemplo, y algunos miembros de encuentran separados en el momento de la emergencia se produce un movimiento rápido para encontrarse y poder escapar juntos. Esta rapidez en la reacción implica que el grupo se desplaza con gran rapidez hacia zonas más seguras. El comportamiento afiliativo que manifiestan se concreta en la adaptación de la velocidad del grupo a la del miembro más lento.

    También se ha observado una preferencia por los lugares familiares. Las personas tienden a elegir las rutas de evacuación conocidas.

    Como ya hemos explicado antes, la aparición del pánico forma parte de los mitos que han surgido alrededor de la evacuación de sitios ya sea públicos o privados. De esta forma, el pánico es una conducta escasa en el proceso de evacuación, ya que en una situación de tal emergencia, no hay tiempo material para que el pánico se produzca.

    En muchas ocasiones los sujetos no se comportan de la manera más adecuada, pero ello no significa que sus conductas vayan a ser necesariamente irracionales. Las reacciones no fluidas por el conocimiento de las alternativas posibles y por la información disponible en el momento concreto son las que causan estas conductas.

    Hay que admitir la capacidad del sujeto para procesar la información y tomar decisiones durante una emergencia. Desde esta perspectiva, se hace necesaria una mayor profundización en los sistemas de comunicación que favorezcan la toma de decisiones y la evacuación segura ante una emergencia. No sólo por esta razón, sino también por su aplicación a otros muchos campos de la psicología, los estudios sobre la toma de decisiones han proliferado. Es muy importante saber los mecanismos que aparecen durante la toma de decisiones para que un grupo llegue a una conclusión y no a otra.

7.6.2.1. La toma de decisiones

    Antes de profundizar en esta cuestión, vamos a analizar un caso concreto: los cursos de acción que siguen las personas ante el fuego. En el curso de la reacción al fuego hay tres tipos de conductas que siguen el orden de mayor a menor frecuencia, siendo escasas las de conducta irracional, no social y de pánico. Para acercarnos un poco al tema pasamos a la clasificación que hace David Canter en 1990. Sobre este autor hablaremos más adelante:

  1. Preocupación por la evacuación del edificio tanto de uno mismo como de las otras personas.

  2. Preocupación por apagar el fuego.

  3. Preocupación por avisar a las otras personas y a los bomberos.

    La investigación sobre el comportamiento humano ante el fuego presenta la siguiente imagen:

  1. las personas que, una vez que son conscientes del fuego, abandonan inmediatamente el edificio son más frecuentemente mujeres; los individuos que consideran el fuego algo extremadamente serio; los que nunca se han visto implicados en un incendio; los que no tienen entrenamiento y no conocen la salida de emergencia.

  2. las personas que combaten el fuego son principalmente varones; con edades comprendidas entre los 30 y los 59 años; trabajan en el lugar del siniestro y tienen experiencia previa en incendios.

  3. la vuelta al interior del edificio es más habitual en los hombres; con edades comprendidas entre los 20 y los 39 años; en las personas para las que el edifico es muy familiar y los que tienen experiencia en otros incendios.

    ¿Tiene algo que ver con la toma de decisiones el sexo de las personas que lo forman? ¿Es un factor primordial y absoluto? Vamos a adentrarnos en el tema de la toma de decisiones. Un término que hay que tener muy en cuenta antes de empezar a hablar sobre la toma de decisiones y muy relacionado es el pensamiento de grupo. Ambos términos tienen un lugar privilegiado dentro de la psicología, ya que es algo cotidiano, pues a diario nos vemos obligados a tomar decisiones en grupo, ya sea algo insignificante como el lugar al que vamos a tomar unas copas un sábado por la noche, o algo de tanta importancia como el futuro de una multinacional con un capital desorbitante.

    Es de todos sabido la opinión generalizada de que los grupos con alta cohesión son más productivos que aquellos que no la tienen. Pero, ¿por qué las decisiones de grupos cohesionados se dejan contaminar por el pensamiento de grupo? ¿Por qué sacrificamos nuestras propias opiniones a favor de las de la mayoría? ¿Cuando podemos decir que un grupo es cohesionado? En verdad, no hace falta que exista una relación afiliativa o de amistad entre los miembros de un grupo para poder definirlo como cohesionado. Para intentar entenderlo, vamos a tratar las variantes que favorecen el surgimiento del pensamiento grupal, para poder analizar las consecuencias mejor:


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