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Introducción a la psicología de las masas en el deporte
Antonio Hernández Mendo, Angustias Estrella Colomo, Pilar Gálvez Cordero, Irene Ortega Alcántara

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 31 - Febrero de 2001

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  1. La dimensión o tamaño del fenómeno. Si tomamos este factor diferencial distinguiremos entre micromasas y macromasas. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en los fenómenos grupales, en los de masa la dimensión o tamaño es poco relevante porque es puramente cuantitativo. Y, cualitativamente, en los fenómenos de masa, el contacto social siempre es poco profundo, inestable y transitorio; depende poco de la dimensión de la masa. Así, el paso de micro a macro es relativo.

  2. Características de los participantes de la masa. Este factor distingue entre las masas homogéneas y heterogéneas. El grado de homogeneidad depende de la cantidad y cualidad de las características comunes de los participantes. Por ejemplo, frente a la gran heterogeneidad de la masa de bañistas de una playa tenemos la relativa homogeneidad que presentan las masas de una manifestación de obreros metalúrgicos.

  3. Grado de participación en el fenómeno. Este factor da lugar a masas pasivas o activas. Esta es una de las clasificaciones más importantes. Masas pasivas a las que Brown denominó «audiencias» o «públicos», son, por ejemplo, las contemplativas o curiosas, como el agrupamiento de personas paradas y absortas viendo cómo trabaja una excavadora en la construcción de una plaza. Las masas activas, que hacen algo, pueden ser pacíficas, como las que se manifiestan en homenaje a un héroe, o violentas. Estas últimas suelen designarse con el nombre de «turbas» y Roger Brown (1954) las clasifica en cuatro clases:

    Las turbas son masas activas congregadas que están haciendo algo. En una turba da la impresión de que todos sus miembros se comportan de la misma forma. A su vez se clasifican en:

  • Turba agresiva: tiene un movimiento centrípeto, dirigido contra algo o contra alguien en plan de protesta, de rebeldía (ej. Motines de un buque o de una prisión), de castigo o venganza (ej. Linchamiento), o en plan revolucionario. La violencia es común y el linchamiento es el paradigma de este tipo de masas. Este es el caso de la tragedia en un estadio de fútbol en Honduras en marzo de 1974 o de la acontecida en el partido Perú-Argentina (mayo, 1964) con 318 muertos y 500 heridos. Ejemplo del motín de la cárcel sudamericana: en Sao Paulo hay una prisión llamada Inmigrantes para delincuentes juveniles. Su propósito es rehabilitar a los jóvenes que «deben ser tratados con respeto y dignidad» y «recibir educación e instrucción vocacional», sin embargo la opinión que de ella tienen los reclusos es totalmente contraria, para ellos es un «infierno». Hace poco estallaron motines en Inmigrantes, pero el peor ocurrió el 24 de octubre 1999 cuando más de mil jóvenes tomaron el control del centro y se lanzaron al vandalismo durante 19 horas. El país observó horrorizado cuando las cámaras de televisión mostraron a un grupo de presos golpeando y pateando a un muchachito de unos 12 años y amenazando arrojarlo desde el muro de 7 metros si se acercaba la policía. En el interior murieron 4 jóvenes, dos de ellos decapitados. En septiembre, otro de los reclusos de este centro participó en una fuga masiva y sus declaraciones fueron:«en cuanto los polis nos trajeron nos abofetearon y nos golpearon con trozos de madera y hierros envueltos en toallas».

  • Turba evasiva: Aparece cuando se produce una amenaza o peligro y la posibilidad de escapar es restringida debido a escasez o estrechez. Esta multitud tiene un movimiento centrifugo (evitan el lugar del peligro) y centrípeto (convergen hacia el punto de salida). Este tipo de incidentes se ha producido en América Latina y Europa. En América Latina señala las tragedias de Lima (24/05/1964) con más de 300 fallecidos, Buenos Aires (23/06/1968) con 71 muertos y 130 heridos, Salvador en Brasil (06/03/1971) con 3 muertos y 800 heridos. En Europa señala la tragedia del estadio de Bradford (Inglaterra) con 53 muertos y 300 heridos. Señala que no se produce conducta de pánico hasta que cierto numero de personas intentan salir de forma desordenada, normalmente los que están más alejados de las salidas.

  • Turba adquisitiva: Es la que se polariza hacia un objeto que desea intensamente. En el fútbol se pueden distinguir dos tipos: los que hacen cola para adquirir las localidades y la que se agolpa a la puerta del estadio. Mann (1970, 1977) observó que los participantes en las colas (grupos de amigos o familiares) "desarrollaban una conducta altamente ordenada y cooperativa, creándose un fuerte sentimiento de comunidad del que emergían normas comunes" (p.30). Sin embargo la multitud que intenta entrar en el estadio ha sido protagonista de trágicos acontecimientos cuando ha visto amenazada la posibilidad de entrar. Javaloy señala el caso de Bukun en el Congo (06/10/1969) con 27 fallecidos y más de un centenar de heridos y en el Cairo (19/02/1974) con 49 fallecidos y numerosos heridos.

  • Turba expresiva: Esta es la multitud que mejor caracteriza al público que asiste a los espectáculos deportivos. Esta multitud está poco estudiada. Las conductas de esta multitud tienen un carácter catártico propia de las actividades de tiempo libre. Se han estudiado estas multitudes a través de sus cánticos y se han encontrado dos tipos de tema: ingroup y outgroup. Javaloy además señala que la capacidad para estimular emociones reside en la capacidad simbólica del espectáculo deportivo: simbolismo de caza o de batalla según Desmond Morris (1982). También señala de acuerdo con los trabajos de Mann (1977) que las experiencias de victoria o de derrota se pueden manifestar como una extrema excitación que conduce a la pérdida de autocontrol y a un comportamiento desinhibido e irracional.

    Otras tipologías interesantes que atienden a otros factores son las siguientes:

  • Según el grado de ocasionalidad del fenómeno hay masas esporádicas y masas intermitentes. Un ejemplo de masas intermitentes es el público que habitualmente sigue un programa de televisión.

  • Según el grado de fluctuación de los participantes encontramos masas que son simultáneas y masas que son sucesivas, en estas la masa resulta de un constante cambio de personas, lo que no ocurre en el primer caso, por ej. Las personas que hacen cola.

  • Según el grado de improvisación del fenómeno puede haber masas imprevistas que surgen de un modo inesperado y masas previstas, y organizadas. Las primeras tienden a ser desordenadas y las segundas ordenadas.

  • Otra tipología es la de masas con conductor, cabecillas o agitadores, que intentan dirigir la acción.

    Una tipología más «completa» de los fenómenos de masa es la que atiende al modo global de darse el fenómeno (Munné, 1979, p.190):


    Las anteriores tipologías expuestas complementan a esta última:

  • Masas disgregadas y las masas congregadas están constituidas por pluralidades de personas en proximidad física, que se encuentran en un mismo lugar y a un mismo tiempo.

    • Las masas disgregadas, se forman por la pura coincidencia de personas en un lugar determinado, por ej. Quienes transitan por la calles o toman el sol en el parque. Pueden ser desordenadas (primer ej.) u ordenadas (segundo ej.). Son heterogéneas, pasivas, esporádicas, sucesivas y carecen de conductor. Las personas que integran este tipo de fenómeno participan pasivamente en él, aunque exista una interacción entre ellas. Por ej., en la calle unos ven a otros y se apartan para no tropezar con ellos, circulan siguiendo reglas de tránsito, etc. A las masas disgregadas se les ha llamado, paradójicamente, agregados o agregaciones, puesto que si bien hay una agregación de personas, el fenómeno masivo es en sí mismo como totalidad un fenómeno disgregado.

    • Las masas congregadas son reuniones físicas de personas que se agrupan ante un estímulo común a todas ellas. A su vez pueden ser:

      • Masas estimuladas, que responden a un estímulo, externo a cada uno de los participantes: obras en la calle, ruido de un reactor que vuela, un semáforo en rojo que les obliga a esperar, etc. generalmente son masas expectantes o curiosas. Entre los participantes existe una interacción casi tan leve como la que es típica de las masas disgregadas. Estas masas se caracterizan por ser heterogéneas, desordenadas, imprevistas y casi siempre sin conductor. Tienden a ser pasivas, esporádicas y simultáneas.

      • Masas interesadas. En ellas las personas participantes comparten un mismo interés. Los participantes se encuentran en una situación de fácil influjo psíquico que implica la existencia de un contagio mutuo por el que cada uno reacciona inmediata, espontánea y favorablemente a los sentimientos y actitudes de los demás. Es visible en ellas una interacción y una uniformidad de comportamiento. Cabe que algún participante asuma algún rol difuso, como veremos. Se subdividen en masas informales y formales. En las masas informales, el interés que motiva la congregación no exige para ser mantenido o satisfecho que los participantes se sujeten a unas determinadas pautas. Este tipo de masas agrupa a una gran variedad de fenómenos concretos, entre los que destacan las turbas en sus diferentes clases. Pero no todas las masas informales son activas y violentas. Pueden ser también pasivas, como la gente que se aglomera en una hora punta para esperar la llegada del metro, o que contempla la persecución de unos delincuentes. Las masas formales son reuniones preorganizadas que siguen unas pautas sencillas y elementales. Tienden a ser ordenadas. Algunas de sus manifestaciones tienen conductor. El número de los participantes es en general relativamente limitado. Pueden ser pasivas (como los espectadores de cualquier espectáculo deportivo) o activas (quienes bailan en el baile de la fiesta del pueblo). Cuando son pasivas constituyen los llamados públicos, o sea reuniones de personas que asisten a un acto como participantes pasivos, pero por lo general voluntariamente. Su formalismo deriva del hecho de que suponen por lo general una preorganización. También porque los participantes siguen una rutina externa de horario y conducta: tienen ciertos asientos, ocupan y dejan los mismos en determinados momentos...los públicos pueden ser simplemente expectantes (como los de cualquier espectáculo, los que están comprando en un establecimiento) o receptivos (como el público de las conferencias, del cine, de conciertos...) a los públicos receptivos podemos llamarles «auditorios», pues aunque esta palabra sea empleada por muchos como sinónimo de públicos, refleja muy bien la esencial característica de este subtipo de masa, cuyos participantes adoptan una actitud mental de receptividad intelectual, que falta en los «públicos» simplemente expectantes).

  • Las masas difusas, a diferencia de las masas disgregadas y de las congregadas, no son reuniones con proximidad física de los participantes. Estos se encuentran en aquellas diseminadas o en el espacio (los oyentes de un programa de radio o los telespectadores de un programa de televisión) o en el espacio y en el tiempo (los lectores de un diario, de una revista o de un libro). Estas masas no son directamente observables, pero sí son indagables por investigación empírica. Las masas difusas tienen a lo formal y sus participantes son ilimitados.


6. Violencia colectiva

    Seguramente las manifestaciones de violencia colectiva (tumultos, disturbios, linchamientos...) son los fenómenos que más nos impactan, tal vez por el grado de violencia, por los catastróficos efectos que pueden tener y sobre todo por lo inexplicable que nos resulta comprender que multitudes que un minuto paseaban tranquilamente por la calle, de repente estallan en tumultos violentos. Para entender mejor el porqué y el cómo de tales fenómenos habría que recordar algunas de las características de las masas tales como la sugestión, el contagio, la desindividualización, etc. Sin embargo, y contradiciendo las afirmaciones de Le Bon, Stoetzel (1966) afirma que hay notables diferencias en las actitudes y comportamientos colectivos, diferencias asociadas a situaciones determinadas. A continuación desarrollaremos distintas manifestaciones de violencia colectiva.

6.1. Disturbios callejeros

    Como ilustración del tema contaremos el motín racial de 1943 en Detroit. Aunque no se conoce la naturaleza exacta del motín éste se produjo un una noche húmeda del domingo 20 junio de 1943 en un puente famoso, una zona de ocio junto al río Detroit. Los periódicos informaron de una pelea entre un negro y un blanco. Corrieron frecuentes rumores de que un bebé negro había sido arrojado desde el puente por gamberros blancos. El mismo rumor corrió por otros barrios, pero con los papeles raciales invertidos. Las peleas se propagaron desde el puente hasta un parque cercano pasando luego a la misma ciudad. En muy poco tiempo 5000 personas se vieron envueltas en la pelea. Se mandaron delegaciones de la policía. Al lunes siguiente turbas de blancos fueron a por los negros, convirtiendo el centro de la ciudad en una batalla. Hacia la medianoche el gobernador había tomado las disposiciones necesarias para el envío de tropas federales y los soldados establecieron una tregua. 34 personas habían muerto.

    Le Bon dijo que «el individuo dentro de la masa pierde absolutamente su yo, su identidad, y se convierte en algo radicalmente diferente. Incluso la masa desocializaría a sus miembros, de una forma temporal pero profunda, convirtiéndolos en hombres primitivos. De ahí que cualquier persona, incluso la más pacífica y sensible, puede convertirse dentro de la masa en un salvaje». Pero su teoría no parece totalmente satisfactoria. Otras teorías más serias y modernas son las de Turner y Killian (1987) y la de Reicher. Turner y Killian afirma que los tumultos o disturbios son procesos dinámicos que no surgen, como creía Le Bon, por generación espontánea, por la mera reunión de un gran número de personas en una multitud, sino a través de diferentes etapas que ellos concretan en estas cuatro aunque no todos los desórdenes colectivos pasan por el tercero:

  1. Inicio o Evento precipitador. Un gesto o evento del adversario puede ser visto por la comunidad presumiblemente agraviada como una evidencia concreta de la injusticia a que se ve sometida, lo que provoca su hostilidad o su rabia que con frecuencia desatan en violencia. Normalmente se distorsiona por rumores que lo hacen más grave de lo que en realidad es. Atrae a un gran número de personas guiadas por la curiosidad, el rumor, la vecindad...

  2. Confrontación. Después del hecho instigador muchas personas empiezan a merodear por la escena. Los potenciales promotores del disturbio comienzan a articular la rabia acumulada en la masas y se disputan sugerencias de cursos de acción violentos. Otros líderes de la comunidad sugieren la disolución de la multitud y el estudio del problema con más calma. Aparecen las fuerzas del orden y tratan de romper el pulular y el crescendo en las informaciones agresivas que circulan en la masa. Intentan que esta se disperse. En ese momento es clave la conducta de las fuerzas policiales que podrían elevar la temperatura de la confrontación. La respuesta de las autoridades civiles es también crucial.

  3. Confrontación violenta. Una vez roto el diálogo social se produce un salto cualitativo que lleva a esta violencia en la calle. La hostilidad hacia otros grupos y personas es la característica principal.

  4. Disolución. Se intentan determinadas estrategias de interrupción de la violencia colectiva, como la separación o el aislamiento de los individuos implicados en la precipitación del incidente antes de que la masa haya comenzado a tener una unidad sustancial. Otra estrategia es la interrupción de la comunicación dividiendo la masa en unidades más pequeñas. No se debe permitir a los miembros de la multitud que descubran cuántas personas son de su misma opinión. Si es posible, las fuerzas antidisturbios intentan la separación de los líderes del resto de la masa. Otras veces, se procura distraer la atención de la masa de su punto focal. Finalmente se previene la extensión y refuerzo de la masa mediante su aislamiento físico.

    No obstante esta teoría de Turner y Killian explica el cómo de los disturbio pero no el porqué, además sigue siendo un poco simplista, aunque no tanto como la de Le Bon. Mucho más compleja es la teoría de Reicher. En efecto, visto desde fuera, y sin analizarlo mucho, un tumulto es algo caótico como decía Le Bon, y las personas pacíficas se vuelven salvajes dentro de una masa. Sin embargo, si profundizamos más, como hizo Reicher (1989, 1990), veremos que los procesos que se desencadenan de los disturbios callejeros sí tienen sentido, significado y hasta finalidad. Reicher basa sus investigaciones en la teoría de la identidad social de Tajfel y Turner, que pretende especificar la forma precisa de estructuración social de la cognición humana.

    Según la teoría de la identidad social, en ciertas circunstancias los miembros de un grupo no actúan según sus características individuales, sino según su autopercepción como miembros de ese grupo, es decir, según su identidad social ¿puede ello aplicarse a la conducta colectiva? Pues Reicher dice que la masa no puede equipararse sin más a otros grupos, ya que los fenómenos de masas no se ajustan a una rutina, sino que están marcados por un elevado grado de novedad y ambigüedad. Como ilustración de cómo funciona la teoría de la identidad social Reicher consideró el siguiente caso: un grupo de individuos toma parte en una manifestación antifascista y se encuentra de repente con un mitin fascista. El problema al que se enfrentan consiste en: ¿qué hay que hacer, como antifascistas, en esta situación?. Supongamos que una persona considerada como miembro del propio grupo (quizá porque lleve una insignia) coge una piedra y la tira contra el mitin. Este acto puede convertirse en atributo criterial de la masa. De ahí que todos pueden empezar a lanzar piedras. Este ejemplo pone de manifiesto que la construcción de la identidad de la masa no se produce en el vacío.

    Los individuos no se preocupan de crear una identidad nueva, sino de determinar la significación situacional de una categoría ya existente. Como conclusión a la teoría de la identidad social diremos que según Le Bon el individuo dentro de la masa se vuelve salvaje porque la masa lo desindividualiza y lo desocializa, quitándole la capa de civilización que la sociedad había formado en él. Pero este enfoque plantea dos problemas según Reicher: primero, la desindividualización ignora el contexto de la conducta y no distingue entre anonimato en grupo y anonimato en aislamiento. Hay evidencia de que los individuos que están desindividualizados en los grupos no siempre se comportan de modo antisocial, sino que se adhieren a las normas del grupo. Segundo, los miembros de la masa resultan anónimos sólo con respecto a los extraños y no con respecto a algunos miembros de la masa; cuando un individuo se encuentra inmerso en una muchedumbre, no es que pierda su identidad, sino que su conducta será dirigida sobre todo por su identidad social. Así, es sólo el miembro de la masa, actuando en términos de la construcción social e histórica que es la identidad social, quien constituye el auténtico sujeto de la historia. De ahí que las masas posean un sentido histórico y social, y los disturbios en que se implican constituyen sus formas de manifestarse y de actuar social e históricamente cuando desde el poder los grupos dominantes no les conceden otras vías de expresión.

6.2. El linchamiento

    Las noticias que tenemos sobre linchamientos nos llevan hasta la antigüedad, aunque actualmente tengamos más conciencia de tales casos gracias a los medios de comunicación. Así, desgraciadamente es frecuente ver en televisión el linchamiento de soldados británicos a manos de simpatizantes del IRA, el apaleamiento de un ertzaina por radicales vascos, etc. aunque no podemos decir que el fenómeno sea exclusivamente norteamericano, quizá sí sea allí donde más se produzcan. Las películas norteamericanas son el mejor ejemplo. De hecho de allí proviene el término. Los linchamientos comenzaron siendo una forma concreta de justicia en el oeste recién colonizado y en el sur fue un complemento de la ley esencial para controlar la excesiva delincuencia de los negros. J.E. Cutleer, en su obra Lynch-Law (1905) considera que la mejor versión de su origen es la que lo atribuye a un coronel llamado Charles Lynch que organizó a ciudadanos destacados de su región de Virginia para que actuaran como ley local.


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