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Ser o no Ser... ahí está el detalle: El fútbol y la cultura popular en la ciudad de México
Héctor Zavala Rivas

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 6 - N° 30 - Febrero de 2001

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    Al correr de los años las hazañas logradas son rememoradas por quienes las compartieron en su momento y las hacen vibrar nuevamente. Con ello, se renuevan los lazos y las ideas de identidad. A nadie que ha conocido un barrio de la ciudad de México le extrañará observar a un grupo de hombres sentados alrededor de una mesa, quizá bebiendo, comentar apasionadamente la jugada de fulano o aquél partido ganado con ribetes épicos, o algún pleito suscitado para dirimir pasiones.


3. El fin de la invención... el país se moderniza

    Al generalizarse la modernización urbana, se intensificó la creación de zonas habitacionales y de residencias para la gente bonita. La construcción popular y de clase media fue impulsada por los organismos estatales, que construyeron grandes conjuntos de viviendas donde antes había alfalfares o maizales que matizaban de verde esmeralda al horizonte. En las décadas posteriores a la mitad del siglo, la ciudad de México devoraba kilómetros y más kilómetros de suelo, húmedo y fértil en el sur, reseco y salitroso en el vaso de Texcoco.

    Multitud de nuevas colonias modernas surgieron en la Ciudad. Colonias que se fueron poblando por las clases medias deseosas de subirse al tranvía del progreso en un país que abría los ojos al espejismo del futuro. Por otra parte, las zonas suburbanas de la ciudad recibían oleadas de emigrantes en busca de su tajada de esperanza. Llegaban al centro, desde donde se irradiaba la gran promesa de un futuro pleno de abundancia y accesible para quien se lo propusiera a base de un intenso esfuerzo y de trabajo.

    Al lado de la gran ciudad crecía, contrahecha y andrajosa, una nueva. La construida por nómadas provenientes de todos los rincones del país, que conservaban el orgullo de haber pertenecido a una comunidad con valores propios; empero, llegaban a una metrópoli para convertirse en ciudadanos anónimos y en fuerza de trabajo disponible, en muchas ocasiones sin condición, para la industria y los servicios; y en el peor de los casos, candidatos al lumpen.

    La masificación fue el signo de los tiempos. La marea de concreto y asfalto ahogó la mayor parte del suelo de la ciudad. La Tierra derivó en suelo transitable. La especulación con los terrenos fue insaciable. El ejido suburbano y los terrenos de labranza dieron paso al asfalto, al acero y al concreto. Los antiguos espacios dedicados al cultivo de hortalizas, huertos frutales y otros productos, fueron fraccionados; en ellos se construyeron elegantes condominios horizontales y residencias para albergar a las clases medias que crecieron y se enriquecieron amparadas por las instituciones creadas por los gobiernos revolucionarios; éstos habrían de ser los escalones para el gran salto hacia el futuro.

    Los barrios suburbanos de la ciudad han conservado parte de sus tradiciones y según algunos antropólogos, constituyen enclaves de un pasado vigoroso. Aún ellos no han quedado al margen de la modernidad. El fraccionamiento de las tierras de labor rompió la identidad de los habitantes con la tierra; las costumbres se cimbraron ante la embestida de una forma de producción y de consumo diferentes; de una simbología producto más de la moda, que de formas culturales genuinas. La urbanización, la música, la mercadotecnia y los medios de comunicación han impulsado cambios en esas comunidades. Los cambios en las estructuras sociales y de población, así como el intenso proceso de urbanización por los que ha transitado nuestro país en el presente siglo, posiblemente hayan modificado las condiciones en la práctica del fútbol en los barrios populares de la ciudad de México.

    La urbanización ha regresado la práctica del fútbol a los clubes selectos, la enclaustró en las canchas universitarias, aunque aún la deja subsistir en las de los deportivos populares. La desaparición de los llanos de la ciudad de México ha dificultado cada vez más que el fútbol florezca por todas partes como sucedía hasta los años sesenta. El turbión modernizador arrasó con las canchas polvorientas con porterías desvencijadas en las cuales el balón rodaba a fuerza de sudor y ansias de gloria.

    Como un símbolo ominoso de nuestra época, muchas de esas canchas han sido sustituidas por centros comerciales y enormes estacionamientos. A cambio, han surgido escuelas de fútbol, que atienden a los niños de las clases medias. Nada más lejos de la pasión producto de los fermentos del barrio. En estas organizaciones los técnicos imponen su disciplina, mientras que los papás y mamás (soccer mom) los fines de semana acompañan las ansias de sus hijos en la cancha y sueñan con verlos algún día, lograr lo que ellos no pudieron, estar en la pantalla televisiva a todo color enfundados en la camiseta verde.


4. Disculpe las molestias que le causa la construcción de este proyecto...

    El fútbol organizado en nuestro país también ha contribuido a la conformación de la idea de lo nacional y lo mexicano. Ha tenido más relevancia de lo que generalmente se cree. No se puede afirmar tampoco que si el fútbol y su práctica no se hubiesen popularizado, la idea de lo mexicano hubiera sido distinta. Empero, sí es cierto que dicho deporte es uno más de los elementos que contribuyeron en las primeras décadas del presente siglo a reforzar un prototipo de lo mexicano.

    Debe recordarse que históricamente entre el pueblo ha existido un ánimo de rechazo a lo español, como autoafirmación y repudio a los siglos de dominio ejercido por España. Esta expresión que se manifestaba en apedrear panaderías y gritar mueras los quince de septiembre, se aprecia en una forma menos violenta, en el refrán popular: “Al español puerta franca, al gachupín, pon la tranca” 17. Este dicho expresa el rencor hacia los peninsulares que el sentir popular los percibió faltos de cualidades humanas y sobrados de ambición; asimismo, no deja de presentar un cierto matiz localista.

    Por otra parte, a partir de la década de los años treinta los regímenes surgidos de la Revolución promovieron por todos los medios, algunos símbolos y prototipos para fortalecer una identidad nacional. Los medios de comunicación de la época, la radio, el cine, diarios, revistas, y teatro, adoptaron al charro y a la china poblana como imágenes de la esencia mexicana, con ello sintetizaron la multiculturalidad de nuestra sociedad. En el ámbito de la cultura y la educación también se exaltó lo mexicano y se promovió la identidad de raza y cultura.

    El antropólogo Pérez Montfort señala que “para legitimarse el grupo en el poder invocó constantemente a aquellas masas que participaron en el proceso revolucionario y que bajo la composición de “pueblo mexicano” incorporó tanto a sectores rurales como urbanos, cuyo anonimato empezaba a buscar (...) una definición que permitiera aclarar los elementos que forman la nación mexicana...18

    En el ámbito futbolístico también se propició una idea de identidad nacional que se opuso a lo extranjero y en especial a lo español. Ello sin duda, también fue originado por el predominio excepcional de los clubes españoles en la liga mayor. En los escritos testimoniales de don Fernando Marcos y de Horacio Casarín, se menciona la rivalidad existente entre los clubes de la colonia española en nuestro país y los que el público mexicano eligió como sus paladines en la cancha. En esos años las preferencias de los aficionados se aglutinaban en torno al Necaxa y al Atlante, equipos que representaban legítimamente al sentir popular.

    Los clubes España y Asturias materializaban lo extraño y diferente dentro del fútbol nacional y siempre tuvieron gran cantidad de jugadores de la península. Por su parte, los clubes mexicanos agrupaban las ansias de triunfo de los aficionados de la ciudad de México y cosechaban el talento natural de los jugadores formados en los llanos que rodeaban la ciudad, así como los surgidos en las fuerzas inferiores de algunos clubes.

    Según don Fernando Marcos, por los años treinta y cuarenta, surgió una forma de jugar al fútbol al estilo mexicano, la cual amalgamó la fuerza, calidad creativa y precisión organizada. Dichas cualidades al decir del señor Marcos, conjugaban la forma de jugar del España, del Atlante y del Necaxa, notables protagonistas de la liga mayor de fútbol en esos años.

    Es sintomático de esa época, cómo las reflexiones sobre la existencia de un estilo mexicano de jugar al fútbol tenían correspondencia con lo que sucedía en Argentina, en donde se identificaba también un estilo argentino de jugar. 19 En esos años germinaban las primeras manifestaciones de los cambios sociales que darían origen, décadas después, a las sociedades modernas. En una sociedad de emigrantes como la argentina la búsqueda de lo nacional casi representó encontrar una razón para estar allí o bien, hacerse de allí; mientras que en México la gente ya era de aquí, por lo que la búsqueda se encaminó hacia el encuentro de una simbología que sintetizara la gran diversidad de culturas.

    El fútbol adquirió un significado especial en la cultura popular urbana. Los medios de comunicación de esas épocas contribuyeron activamente para trasladar la épica a las viejas canchas del Parque Necaxa, del Club Reforma y al añorado Parque Asturias. La radio obligaba a locutores y comentaristas a crear la atmósfera que rodea a un partido de fútbol en un estadio para que su auditorio la percibiera; en ocasiones, los locutores llevados por el entusiasmo creaban sus propios encuentros. El cine no fue menos, ya que también dejó evidencia de la confrontación en las canchas de los equipos españoles con los mexicanos. El Atlante y Horacio Casarín fueron protagonistas, junto con Pardavé, de la película Los hijos de don Venancio.

    Los símbolos de los enfrentamientos se expresaron en los colores, escudos y en el carácter de los integrantes de los equipos. La interpretación de los espectadores de dichos símbolos se reflejaba en sus preferencias y en su decisión de formar parte de un ente colectivo para expresar su identificación con determinado equipo o jugadores. En conjunto, se generaba un mecanismo de identificación y comunicación entre individuos o grupos. Participar en la porra fue la ocasión para que los individuos dejaran, por un momento, de ser ellos y enfrascarse en una realidad alterna.

    Aún en los países europeos el fútbol ha sido uno de los símbolos más frecuentes y “verdaderos generadores de identidad nacional”. Cabe destacar especialmente el caso alemán en los años posteriores a 1945, porque era una sociedad totalmente en estado crítico después de la guerra, el fútbol “ofreció a los alemanes un terreno privilegiado en el cual tenían derecho a afirmar su identidad nacional, a vivir un sentimiento de orgullo y de pertenencia sin exponerse a la sospecha de un resurgimiento del nacionalismo o del eterno renacimiento de los viejos demonios”.20.

    La sociedad de masas, caprichosa y rápidamente cambiante, somete a las sociedades a estados de inestabilidad e incertidumbre constantes. Las necesidades y las formas de consumo obligan a los ciudadanos a modificar constantemente sus decisiones y actitudes. Desde los años setenta, el fútbol se convirtió en un espectáculo orgánicamente vinculado a los medios de comunicación y a los negocios globales de grandes corporaciones transnacionales. Como consecuencia de ese vínculo, los resultados rigen al fútbol y los “tecnócratas” intentan programarlo hasta sus últimos detalles, empero, él se resiste y continúa queriendo ser “el arte de lo imprevisto” 21. Ante un mundo que se caracteriza por la desigualdad de “oportunidades que ofrece y la uniformidad de costumbres que impone”, como dice Galeano 22, es imprescindible el rescate de la expresión propia en la forma de jugar al fútbol y con ello uno de los símbolos de la identidad colectiva.


Notas

  1. Arjona, Ricardo, Canción

  2. Luis González y González, El Oficio de Historias, México, Ed. Clío, 1995, pp. 60

  3. William Rowe y Vivian Schelling, Memoria y Modernidad, Cultura Popular en América Latina. FONCA GRIJALBO, 1994, pp. 24 y 25

  4. William Rowe, Op. Cit., p. 24

  5. Ibid. p. 25

  6. Juan Nuño, Razón y Pasión del Fútbol, Vuelta, 1986, p.25

  7. Rowe, “Memoria… “ loc. Cit.

  8. Monsivais, Carlos, Cambios en la Cultura Urbana en los Años Sesentas. Proceso, 1997 pp

  9. Ibid. p.

  10. Archetti, Eduardo, Estilo y Virtudes Masculinas en el Gráfico: La Creación del Imaginario del Fútbol Argentino, Desarrollo Económico, 1995, pp.

  11. Jorge Valdano, Los Cuadernos de Valdano, El País - Aguilar, México 1997 p.

  12. Albert Camus, El Primer Hombre, Tusquets Editores, 1995, p.

  13. Mónica Macías, Reportaje sobre el Estudio de la Psicóloga Joaquina Palomar. El Financiero, 1997 p.

  14. Valdano, Op. Cit., p.

  15. Nuño, Op. Cit., p.25

  16. Ibid. p.25

  17. Herón Pérez Martínez, Refrán Viejo Nunca Miente; COLMICH, Zamora, 1994, p.

  18. Ricardo Pérez Montfort, Estampas de Nacionalismo Popular Mexicano, CIESAS, México, 1994, p.

  19. Archetti, Op. Cit., p.

  20. Albrecht Sonntag, Fútbol, Símbolo de las Virtudes Alemanas, Le Monde Diplomatique, 1997,

  21. Eduardo Galeano, Fútbol a Sol y Sombra, S XXI, Ed., 1995, p.

  22. Galeano, Op. Cit.


Bibliografía

  • Archetti, Eduardo P. Estilo y virtudes masculinas en el Gráfico: La creación del imaginario del fútbol argentino. Desarrollo Económico. Vol. 35, No. 139. Argentina. Oct.-Dic. 1995.

  • Camus, Albert. El primer hombre. Colección Andanzas. Tusquets Editores. México 1995.

  • Everaert D., Luis. México 1900. Salvat, 1994.

  • González y González, Luis. El oficio de historiar. Obras completas. Editorial Clío. México, 1995.

  • Macías, Mónica. Los cuates y la familia, más importantes que el dinero para el capitalino. Reportaje basado en el estudio de la psicóloga Joaquina Palomar. El Financiero. 10 de diciembre de 1997.

  • Marcos, Fernando. Mi amante el fútbol. Editorial Grijalbo. México, 1980.

  • Monsivais, Carlos. Cambios en la cultura urbana en los años sesentas. Proceso. 30 de noviembre de 1997.

  • Nuño, Juan. Razón y pasión del fútbol. Vuelta. No. 116, julio de 1986.

  • Pérez Martínez, Herón. Refrán viejo nunca miente: refranero mexicano. El Colegio de Michoacán. Zamora, Michoacán. 1994

  • Pérez Montfort, Ricardo. Estampas de nacionalismo popular mexicano. Col. Miguel Othón de Mendizábal. CIESAS. México, 1994.

  • Rowe, William y Vivian Schelling. Memoria y Modernidad. Los noventa. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Grijalbo. México, 1993.

  • Sonntag, Albrecht. Fútbol, símbolo de las virtudes alemanas. Fútbol e identidad nacional. Le Monde Diplomatique. Noviembre-Diciembre de 1997.

  • Valdano, Jorge. Cuadernos de Valdano. El País-Aguilar. México, 1997.

  • Zavala, Héctor. Modernidad sin eficiencia: el fútbol nacional. La Casa del Tiempo. Revista de la UAM. Vol. XIV, No. 67, Septiembre 1997.


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