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El entrenamiento de la velocidad en el balonmano
Carlos Lago Peñas y Pilar López Graña

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 28 - Diciembre de 2000

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    El episodio de conflicto se resolverá finalmente al reducir la relación espacio/tiempo de quien posee el móvil para que no se produzca continuidad comunicativa con un compañero o un espacio libre, obteniendo puntuación en la zona específica contraria en el caso de quien ataca con posesión del móvil o mediante su sustracción por parte de quien presta oposición o un compañero suyo (Martín Acero, 1993) -ver Figura 6-.

Figura 6
La organización interna de los episodios de conflicto en los JDC

FUENTE: Martín Acero (1993)

    En este sentido, dentro de la velocidad de juego es posible identificar FUENTE: Martín Acero (1993)

    En este sentido, dentro de la velocidad de juego es posible identificar dos dimensiones diferentes (García Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez, 1998; García Manso, Martín Acero, Navarro y Ruiz, 1998; Martín Acero, 1998; Martín Acero, Lago y Fernández, 1999;). Por un lado, una expresión individual (del jugador) referida a la velocidad máxima potencial que cada deportista posee sobre los gestos técnicos y los desplazamientos en la competición y que se hace visible en el juego en los episodios de duelo (ED) que se establecen entre el atacante y el defensor. Por otro, una velocidad colectiva (de juego) resultante, a su vez, de una velocidad colectiva de ataque, desarrollada por el jugador que tiene la posesión del balón en colaboración con sus compañeros de equipo que deben ayudarle ofreciéndole una continuidad comunicativa mediante un apoyo o un espacio libre, y una velocidad colectiva de defensa, propuesta por los jugadores del equipo que no tiene la posesión del móvil y defienden la evolución y aproximación espacial del balón o del jugador contrario. Esta categoría de velocidad se manifiesta en el juego a través de los episodios de conflicto dual (ECD) que enfrentan al ataque y la defensa de ambos equipos y será mayor o menor en función de las necesidades tácticas requeridas en cada momento competitivo (lógica interna de la competición).

    La velocidad colectiva del equipo determina la velocidad de juego por encima de la velocidad de cualquiera de sus jugadores. Las acciones de competición casi nunca vienen definidas por la velocidad con la que se desplazan individualmente los jugadores, sino que normalmente está condicionada por la velocidad con la que se mueve el balón (García Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez, 1998). No obstante, la única forma por la que el móvil se puede desplazar velozmente es teniendo un perfecto dominio técnico del mismo, ajustándose a las exigencias reglamentarias.

    En este trabajo nos centraremos únicamente en el análisis de la expresión individual de la velocidad.

    Siguiendo a Massafret (1998), en los deportes de equipo es posible definir diversos tipos de velocidad a nivel del deportista individual que pueden ser agrupados en dos grandes categorías. Existe una velocidad necesaria para el jugador antes de empezar actuar y otra comprometida en el momento y durante la ejecución del acto motor propuesto para resolver las demandas del episodio del juego. Dentro del primer grupo, se puede distinguir una velocidad de discriminación requerida para identificar y jerarquizar en el menor tiempo posible los estímulos propios y del entorno más significativos de la situación concreta, y una velocidad de toma de decisión precisada para desarrollar estrategias de decisión adaptadas una vez analizadas las condiciones de los estímulos. En el segundo grupo es posible diferenciar una velocidad inicial solicitada para ejecutar la respuesta motriz elaborada por el deportista como resultado de la interpretación personal que realiza de la situación, y, finalmente, una velocidad de desplazamiento acíclico o cíclico (dependiendo de las características del acto motor) que representa la capacidad para realizar un trayecto en el tiempo óptimo. Esta manifestación de la velocidad podrá ser elemental o global según el recorrido y el carácter segmentario o global de la acción propuesta.

    De esta forma, en todas las tareas decisorias (finta, anticipación, lanzamientos,…) se encuentran implicados tanto aspectos bioenergéticos (fuerza rápida y/o resistencia) como informacionales (percepción/análisis, decisión, ejecución), de importancia variable según las necesidades concretas que se precisen para superar el conflicto. La velocidad de reacción compleja será en muchas tareas y conflictos sinónimo de percibir, evaluar y decidir; anticiparse y ejecutar requerirán de otras manifestaciones de la fuerza y coordinación específica, y según el grado de prestación de la tensión neuromuscular así estarán presentes manifestaciones elementales de la velocidad o integrales si algún concepto de resistencia es precisado (Martín Acero, 1993, 1996, 1998).

    En cualquier caso, en el transcurso de un partido no existe la necesidad constante de realizar todas las acciones a la máxima velocidad. Cada jugador debe gestionar acertadamente la velocidad necesaria para ejecutar los roles y sub-roles de ataque y de defensa (con o sin balón) según las exigencias que reclame el juego. No obstante, el objetivo del entrenamiento debe ser generar el mayor número de recursos en el deportista que le permitan poseer una reserva de velocidad lo más amplia posible, susceptible de ser movilizada cuando se precise.

    A modo de resumen, podemos concluir que el entrenamiento de la velocidad en el balonmano se debe realizar eficazmente reproduciendo, con oportunos métodos de entrenamiento, los requerimientos energéticos que la competición propone sin alterar los delicados equilibrios de naturaleza biológica y especialmente los relativos al componente neuromuscular. Ahora bien, si los JDC se caracterizan por la necesidad de resolver situaciones lúdicas cambiantes condicionadas por las relaciones con los compañeros, la oposición del adversario y la inestabilidad del medio, y todo ello de una forma integrada, no es lógico plantear situaciones de entrenamiento en las que únicamente se privilegie uno de los elementos que se manifiesta en el juego: el componente condicional. La lógica interna en la que se desarrolla el juego precisa de pre-requisitos bioenergéticos e informacionales, éstos últimos son primordiales, los primeros son necesarios pero no suficientes (Martín Acero, 1993, 1996, 1998). Desarrollar una metodología de entrenamiento en estas especialidades sin tener en cuenta los presupuestos anteriores puede conducir a proponer trabajos con escasa o ninguna transferencia positiva, cuando no negativa, con respecto a los requerimientos de la competición.

    En este contexto, la intervención del entrenamiento físico debe centrarse en estimular preferencialmente el componente condicional de los deportistas adecuado en cada momento -no en vano, ése es el objetivo de la preparación física-, pero en esa tarea es preciso prestar atención a los procesos cognitivos que suceden en el interior del jugador, después de analizar las condiciones del entorno donde debe realizar su actividad competitiva. Desde esta perspectiva, a la hora de construir las situaciones de entrenamiento debemos tener en cuenta tres aspectos fundamentales (Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1994, 1998b): en primer lugar, introducir la participación coordinativa que puede ser soporte de las tareas específicas de nuestro deporte (lanzamientos, saltos, fintas,…); en segundo lugar, gestionar el tiempo de trabajo óptimo en función de los objetivos perseguidos pues es lo que determina el gasto energético (pausa grande, pequeña, activa, pasiva, frecuencia, velocidad de realización,…); y, finalmente, incluir categorías y situaciones espaciales específicas del entorno lúdico de la especialidad. Todo ello con la finalidad de diseñar unas condiciones de práctica que permitan mejorar la interpretación y la autoconfiguración de los deportistas -razonamiento práctico en sentido fuerte (Arnold, 1991)- para ocasionar de esta forma la modificación de la conducta motriz externa.

    Las capacidades condicionales vienen determinadas por los parámetros tradicionales de volumen, intensidad, densidad,… La estructura condicional será más específica cuando los intervalos de trabajo-recuperación se parezcan más a los reales del juego.

    Las capacidades coordinativas se manifiestan a través de elementos de técnica individual, y su mejora se constata en la correcta adaptación del gesto técnico a las exigencias de la situación de juego en la que se encuentra inmerso el deportista. El componente coordinativo será más específico cuando se proponga en las tareas de entrenamiento la expresión motriz soporte de la técnica del balonmano. Incluso se puede aumentar la especificidad si empleamos la técnica concreta movilizando los mismos sustratos energéticos comprometidos en la competición, tanto en lo que respecta al tiempo de participación como en su intensidad.

    Las capacidades cognitivas suponen el control de la información que circula por la tarea y como ésta es procesada y utilizada por el deportista. Se manifiesta habitualmente a través de tareas de toma de decisión, una vez analizadas las condiciones del entorno y relacionadas con la intencionalidad perseguida por el jugador. Su optimización se refleja en el progreso en la capacidad de observación, el incremento para procesar la información y el desarrollo de los modelos de anticipación. La estructura cognitiva será más general cuando las tareas de toma de decisión se destinen a construir inespecíficamente esta capacidad. Se fundamenta en el trabajo con toma de decisiones más sencillas que en las condiciones reales, mediante estímulos inespecíficos y también respuestas inespecíficas (de más fácil identificación y ejecución que las específicas). El componente cognitivo será más específico a medida que las tareas de toma de decisión estén basadas en elementos de táctica (individual y colectiva) propias del balonmano e incluso es posible aumentar la especificidad superando condiciones más complejas de las que se pueden dar en un partido.


4. El entrenamiento de la velocidad en el balonmano

    La identificación por parte del entrenador de las diversas acciones de juego en las que se encuentra comprometida la velocidad supone una tarea de capital importancia para la organización del proceso de entrenamiento deportivo. La definición de las categorías particulares de velocidad que demanda el balonmano permite diseñar unas condiciones de entrenamiento que faciliten la aproximación de la cualidad inespecífica velocidad a las características concretas de la competición y que va a facultar a un jugador veloz aplicar toda esa velocidad a sus acciones técnicas específicas.

    Así, siguiendo a Seirul-lo (1993a, 1993b, 1998b), consideramos que la velocidad en el balonmano se manifiesta a través de las siguientes categorías:

  • Velocidad de puesta en acción o velocidad de salida, utilizada para iniciar la carrera desde parado con o sin balón. La distancia recorrida alcanza los 3-5 metros. En ese desplazamiento pueden realizarse distintas acciones técnicas: desmarcarse para recibir un pase, anticiparse para interceptar el balón,...

  • Velocidad de cambio de ritmo, manifestada cuando el jugador se está desplazando a cierta velocidad y, en un momento determinado, modifica bruscamente su intensidad llegando al máximo y manteniéndola el tiempo que se estime necesario. Durante esa realización global puede aparecer el balón en cualquiera de las dos fases del desplazamiento. El total de metros recorridos oscila entre 10 y 25.

  • Velocidad de ejecución, reclamada por el deportista cuando ejecuta una acción técnica o encadena una determinada secuencia de gestos específicos a la máxima velocidad en desplazamientos muy cortos: pases, fintas, lanzamientos...

  • Velocidad intermitente, necesaria para realizar acciones sucesivas a la máxima intensidad con paradas intermedias o grandes descensos de velocidad de desplazamiento. Esta secuencia debe considerarse como una única acción en la que se encadenan diversos gestos específicos diferenciados por paradas muy breves. La distancia recorrida va desde los 6 a los 15 metros, subdividida en fases de desplazamiento en una o varias direcciones y a velocidades máximas o submáximas.

    Una vez definidas las categorías y la duración de los esfuerzos de velocidad en el juego, la segunda cuestión que debe precisarse es el tiempo de recuperación óptimo que cubrirse entre los esfuerzos. Para Cometti (1999), la recuperación entre los "sprints" debe estar comprendida entre 17 segundos y tres minutos:

  • 17 segundos, porque este tiempo constituye según Di Prampero el tiempo necesario para la recuperación de la mitad de las reservas anaeróbicas alácticas. Es la parte más eficaz de la recuperación.

  • 3 minutos. La recuperación no debe exceder de tres minutos puesto que los capilares se volverían a cerrar, lo que haría perder al atleta el beneficio del calentamiento.

    El tercer problema reside en la cuantificación del número ideal del número ideal de esfuerzos que deben realizarse en cada serie. En este punto Zatsiorski (en Cometti, 1999) propone como referencia la curva de Volkov. En esta curva se constata como al cabo de cuatro repeticiones la tasa de ácido láctico aumenta de manera significativa. Así, consecuentemente, deben interrumpirse los esfuerzos y proponer una descanso más largo de 7 a 10 minutos para permitir que la tasa de ácido láctico disminuya y de este modo puedan realizarse los esfuerzos en condiciones alácticas. Además, la recuperación nerviosa permitirá trabajar mejor en la serie siguiente.

    La calidad de estas pausas debe ser activa introduciendo tareas que contengan elementos coordinativos y cognitivos con balón que permitan al deportista mantenerse en una óptima disposición condicional y cognitiva para la ejecución del resto del trabajo programado.

    En cualquier caso, la particular naturaleza de las habilidades motrices comprometidas en el balonmano, habilidades abiertas (Poulton, 1957), de regulación externa (Singer, 1980), predominantemente perceptivas (Knapp, 1963) y continuas (Singer, 1980) determina que el rendimiento deportivo sea en gran medida el producto del tratamiento de la información que realiza el jugador en cada episodio del juego. El sujeto eficiente es aquel que es capaz de alcanzar los objetivos de la tarea haciendo frente a la incertidumbre del entorno. En las actividades deportivas con fuerte carga informativa (deportes colectivos, de combate, de raqueta,…), el rendimiento puede medirse por la exactitud de la elección de los objetivos que se persiguen, por la adecuación de los programas de respuesta utilizada para alcanzar los objetivos fijados así como por la rapidez y la precisión de la ejecución. Para ser eficaz, el jugador debe ser capaz de producir rápidamente una respuesta exacta y ejecutarla con precisión a pesar de las condiciones de tratamiento de la información que aumentan la dificultad de la tarea (cantidad de información a tratar, presión temporal, precisión requerida en la ejecución,…) (Famose y Temprado, 1999).

    Desde esta perspectiva, el objetivo del entrenamiento de la velocidad en el balonmano debe ser el generar el mayor número de recursos en el deportista que le permitan poseer una reserva de velocidad lo más amplia posible, pero sobre todo, conseguir que el practicante continúe siendo eficiente en el juego sea cual sea el nivel de las limitaciones fijada por la tarea que debe realizar.

    ¿Cómo lograr este objetivo? Acabamos de definir cuáles son las categorías específicas de velocidad en el balonmano y cómo debería ser la sesión en el entrenamiento de esta cualidad desde el punto de vista energético. Ahora bien, en la tarea de establecer relaciones significativas entre las soluciones del entrenamiento y las situaciones futuras de la competición, la atención del entrenador debe ponerse en el control de las condiciones en que se realiza la práctica. La finalidad de la preparación es proponer situaciones de entrenamiento que permitan a los deportistas aprender a encontrar modos de resolución eficaces para los diferentes argumentos del juego estableciendo así vínculos de causa-efecto entre las características de la tarea y el rendimiento de quien la realiza. En otras palabras, las situaciones propuestas en el entrenamiento deben tener la misma carga de significado para el deportista que las tareas específicas de la competición.

    El concepto de tratamiento de la información ha sido operacionalizado por diversos modelos que comportan varios estadios de transformación, desde la entrada sensorial hasta la salida motora (Famose y Temprado, 1999). El proceso está constituido por un conjunto de operaciones de transformación de la información orientadas hacia el mismo objetivo. Los estadios se distribuyen en la vertiente perceptiva, cuya función principal es identificar la señal de respuesta; la vertiente de decisión en la que se efectúa la elección de la respuesta y la vertiente motriz en el curso de la cual se realizan las operaciones de programación y de traducción de las órdenes.


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