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Participación de las mujeres en el deporte y su rol social
en el área metropolitana del Valle del Aburra, Medellín

Universidad de Antioquia.
Instituto Universitario de Educación Física. Medellín

*Investigadora principal
**Coinvestigadora
***Coinvestigador
Universidad de Göttingen (Alemania)
****Estudiante
(Colombia)

Luz Elena Gallo Cadavid*
Olga Lucia Monsalve Tamayo**
Julia Adriana Castro Carvajal**
Herbert Hopf***
Luz Dary Agudelo Florez****
Verónica Ochoa Patiño**

lucepareja@epm.net.co ; udeauraba01@edatel.net.co

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 27 - Noviembre de 2000
Trabajo presentado en el IIIº Encuentro Deporte y Ciencias Sociales y
1as Jornadas Interdisciplinarias sobre Deporte. UBA - 13 al 15 de Octubre 2000

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Algunos postulados históricos que refieren la participación del deporte femenino

    Durante siglos la cultura occidental se ha asentado, entre otros, en el principio que las mujeres son diferentes de los hombres, inferiores y dependientes (García, 1990, 168), sustentadas, además, en el plano sexista como por ejemplo el temperamento, que es de naturaleza pasiva/débil para las mujeres y fuerte/agresivo para los hombres, de tal manera que esta posición ha condicionado la conducta, los roles y las actitudes de los hombres y las mujeres y ha creado estereotipos que determinan las funciones sociales y los quehaceres cotidianos.

    Según García (1990, 167): "se han desarrollado a lo largo de los siglos estereotipos, prejuicios y falsas concepciones que han limitado la participación de las mujeres en la práctica de los deportes". Tal tradición cultural tuvo sus orígenes en buena medida en la misma sociedad que creó los juegos deportivos, en la antigua Grecia, en donde la mitología dominante asignaba a los dioses las cualidades masculinas de fuerza, vigor y actividad y a las diosas los rasgos de belleza, sexualidad y pasividad. Además, afirma este autor, que dicha tradición cultural, de naturaleza machista ha limitado a lo largo de los años la participación de las mujeres en el deporte, sin embargo dice Betty Spears (1982), "que las normas sociales han permitido la práctica deportiva a algunas mujeres aunque excluyendo a la mayoría". Es cierto que en los Juegos Olímpicos de la Antigüedad estaba prohibida la presencia de las mujeres, y en algunas culturas antiguas como en Esparta, se prestaba casi igual atención a la preparación física de las mujeres que a la de los hombres, no para prepararlas para el deporte o para la guerra, sino para que fueran madres de varones fuertes.

    Con relación a la formación de mujeres fuertes, existieron en la mitología griega las Amazonas que era una sociedad de jinetas guerreras del Asia Menor gobernada exclusivamente por mujeres que combatieron contra los griegos en la guerra de Troya. Cuenta la leyenda que las Amazonas se amputaban el seno derecho para facilitar el manejo del arco; daban prioridad, por lo tanto, a sus fines bélicos y subordinaban las funciones reproductivas, al parecer pagaron un precio muy caro por su actitud rebelde y corrieron el mismo destino que los contestatarios de todas las épocas.

    En la Edad Media se tienen escasos registros de la participación de la mujer en el deporte, sin embargo, se "tienen noticias de la presencia femenina en los juegos deportivos populares "(Spears, 1982). A finales de esta época se impone el ideal de amor caballeresco, cortesano y se crea el estereotipo de mujer delicada además, el uso del corsé limitó la posibilidad motriz de las mujeres por tanto, el uso del corsé era incompatible con la realización de actividades físicas y deportivas.

    En el siglo XVIII, el siglo de las luces, se sucedieron acontecimientos significativos en la historia, dado el triunfo de la ciencia por encima de la fe y de este modo se da paso al advenimiento de la modernidad. La modernidad entonces, triunfa con la ciencia, pero también desde el momento en que la conducta humana se rige por la conciencia (Touraine. 1994, 206). La racionalización progresiva y la tecnología moderna que emana de la ciencia o el progreso ilimitado generó también cambios en el deporte como: la creación de normas y reglas, desarrollo de técnicas, récords, juzgamiento y la posibilidad de medir las condiciones de los jugadores para optimizar su capacidad de rendimiento.

    Por tanto, en la modernidad se privilegia el universo masculino dadas las posibilidades de desarrollo tecnológico, urbanización e industrialización lo cual crea nuevas aperturas existenciales, las cuales fueron absorbidas preferentemente por los varones, dejando en buena medida a la mujer al margen de la innovación social (Cagigal, 1980). De otro lado, el hecho de que el deporte moderno se desarrollase durante el siglo XIX en una Inglaterra en la que dominaba el ideal victoriano de lo femenino y de lo masculino, contribuyó sin duda a mantener a las mujeres alejadas de la actividad deportiva (García, 1994, 169).

    La imagen victoriana de la feminidad obligaba a las mujeres a tratar de permanecer delicadas, frágiles y elegantes lo cual conducía a una limitación de la práctica deportiva porque la necesidad de conservar esta imagen femenina iba en contra de las capacidades motrices que requiere desarrollar una deportista como son la fuerza, la resistencia, la velocidad que, como consecuencia podían afectar la feminidad. Además, porque las características psicológicas que desarrolla el deporte como la agresividad, la independencia y la actividad "también entraban en colisión con los estándares victorianos de mujeres modestas y sumisas" (García, 1994, 169).

    Del mismo modo que el ideal victoriano de lo femenino era tan opuesto a la práctica deportiva, se produjo una gran oposición a la práctica de deportes por las mujeres (Földesi, 1987, 6). Por eso, durante las primeras décadas en las que hizo su aparición y se desarrolló el deporte moderno, surgieron muchas objeciones a la actividad deportiva de la mujer, y afirma García (1994) que aunque se trataba de argumentos sin base científica, ha dificultado la incorporación masiva de las mujeres en el deporte.

    Etizen & Sage (1978), distinguen tres mitos fundamentales que surgieron en estos años de aparición y desarrollo del deporte moderno: la actividad deportiva - atlética masculiniza a las mujeres; la práctica deportiva es peligrosa para la salud de las mujeres; y las mujeres no están interesadas en el deporte y cuando lo hacen no lo ejecutan bien como para ser tomadas en serio.

    El primer mito, el que la actividad deportiva - atlética masculiniza a las mujeres es quizás, el más persistente de los estereotipos sobre el deporte femenino, ya que históricamente, a las mujeres que han desarrollado sus capacidades motrices socialmente, se les ha estigmatizado de ser "masculinas". Se agregan a lo anterior, los estereotipos incorporados en el saber común que se manifiestan con expresiones como " se ven muy feas, pierden la delicadeza, son torpes para manejar el balón, las mujeres no son para jugar fútbol, rugby y el hockey, entre otros, y las que juegan parecen marimachos o lesbianas". Además, socialmente, son cuestionadas y discriminadas por la familia, amigos, amigas, y algunas, temen presentar una apariencia poco femenina cuando son deportistas, ya que les hacen lecturas del cuerpo que amenazan su identidad femenina.

    Por ejemplo, en Francia, las mujeres no pueden pertenecer al grupo de deportistas inscritas en el programa de "preparación olímpica" sino se ha obtenido "un certificado de feminidad". Estas medidas de basan en el desarrollo considerable de masas corporales, voces demasiados graves, vello demasiado abundante, y casos de transexualismo comprobado.

    El segundo mito que hace referencia a que la práctica deportiva es peligrosa para la salud, se sustenta en que el grado de intensidad de la actividad física puede alterar el ciclo menstrual, dañar los órganos reproductores y los senos ya que puede tener efectos negativos en la fertilidad y disminuir la capacidad reproductiva. Incluso, "puede desequilibrar su sistema nervioso por no tener tanta resistencia psicológica como los varones" (García, 1990, 170).

    El tercer mito nombra que las mujeres no están interesadas en el deporte y cuando lo hacen no lo ejecutan bien como para ser tomadas en serio, se sustenta "en el supuesto de la falta de predisposición de la mujer hacia el deporte, en lugar de tener en consideración el proceso de socialización de las mujeres, que favorece su inactividad físico deportiva desanimándolas para practicar el deporte" (García, 1990, 170).

    A partir de las luchas femeninas de los años 70 y 80 se da un avance en otorgar en igualdad de oportunidades a los hombres y las mujeres, el deporte al parecer es mas accesible y deseable para las mujeres. Se estima que las mujeres pueden y deben beneficiarse de las oportunidades que suministra el deporte (Mary E. Duquin, 1982, 177) como son, entre otros: prestigio, poder, dinero, dominación, contratos publicitarios y viajes, a la vez que permite desarrollar el potencial físico, dominar del cuerpo y apreciar nuevas actitudes femeninas.

    De otro lado, Szabo Földesi (Citada por García, 1990, 178) dice que hay nuevos mitos y creencias de la participación de la mujer en el deporte, tales como: las mujeres tienen las mismas capacidades que los hombres para alcanzar logros, que no existe relación alguna entre deporte femenino y masculinidad y también que la práctica deportiva no es dañina para la salud porque no son los factores biológicos los que limitan la participación sino, que son los factores socioculturales. Sin embargo, estos mitos al igual que los expuestos por Etizen & Sage (1978), carecen de investigaciones científicas. De la misma manera, Szabo Földesi plantea que ciertos deportes femeninos parecen ejercer una atracción a mujeres lesbianas. En los medios del deporte de competición femenina, ha existido la sospecha de que ha sido un " lugar de reunión" para homosexuales.

     Durante finales de siglo XIX y todo el siglo XX, la participación de la mujer en el ámbito social, ha tenido un crecimiento paulatino y desbordante. El acceso de ésta, como mano de obra para el sostenimiento de la primera guerra mundial y para las labores asistenciales en la segunda, y su inclusión al trabajo remunerado como empleada doméstica y de oficina, le abrió el camino para que fueran iniciados una serie de movimientos de carácter reivindicativo, que buscaban iguales o mejores garantías sociales y prestaciones que las de los hombres (Duby & Perrot, 1993). Estas luchas se dirigieron al reconocimiento de los derechos de participación política y del ejercicio de cargos públicos, el derecho a la educación universitaria, al divorcio y muy especialmente el derecho a decidir sobre su condición de garantes de la conservación de la especie humana, aspecto que ha estado estigmatizado por la sociedad y la cultura en todo el mundo. Es así como la mujer inicia una ruptura con los múltiples modos, estilos y condiciones de vida y formas de control que no le permitían el pleno desarrollo de sus capacidades. Aspecto que aun en nuestra época, se evidencia en muchos países en vía de desarrollo. A partir de los fenómenos de la industrialización, la inclusión de la mujer en el mercado laboral y el protagonismo adquirido como consecuencia de ello, en las dinámicas político administrativas, crea en la sociedad una valoración diferente de la mujer, rompiendo de alguna manera viejos paradigmas y desmitificando la participación de la mujer en actividades deportivas.


Factores socioculturales influyentes en la actitud de las mujeres hacia la participación en actividades deportivas

    La cultura moldea la manera como son concebidas las prácticas deportivas. Con relación al deporte, Norbert Elías (1987), lo considera como un fenómeno esencialmente cultural y comunicativo; más concretamente, como una cultura específica del mundo contemporáneo a la cual él denomina cultura deportiva, analiza el deporte como un sistema praxiológico del cual se conoce su dinámica interna y concibe el fenómeno deportivo como un sistema autorreferente.

     La manera como se asuman las actividades deportivas depende de las condiciones económicas, políticas y sociales que rodean las comunidades. No son concebidas de manera igual este tipo de actividades por una persona de la costa o del interior del país, de clase media, baja o alta, negro, blanco o indígena. Para Barbero (1993) el deporte y concretamente el deporte moderno es más bien un instrumento de las clases dominantes para controlar a las clases trabajadoras y seguir manteniendo y reproduciendo su poder (Citado por Núria Puig 1996 , 152).


Nivel educativo y formación profesional

    Son las instituciones educativas a inicios del siglo XX quienes involucraron a la mujer en la actividad deportiva e influyeron en la clasificación de los deportes en masculinos y femeninos, creando estereotipos y modelos comportamentales. Algunos pedagogos como Arnold, Dewey, Claparedè y Decroly destacan como la actividad deportiva, sirve de apoyo a la acción educativa ya que contribuye al conocimiento y al domino del sí mismo y desarrolla afición por el esfuerzo, respeto de reglas, estima hacia los demás, actitudes y cualidades morales de la persona, contribuyendo a la formación como ser más integral.


Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 5 · Nº 27   sigue Ü