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El vivir "en aguante". Pasión y Goce en el hincha
José Rodolfo Oliveto

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 27 - Noviembre de 2000

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     El hincha va a la cancha "a no ver perder" a su equipo. Cualquiera sea el precio. Esto va más allá de un deleite estético por un buen espectáculo: es sufrir o aliviarse. El periodista Dante Panzeri decía hace años que el hincha es un enfermo porque sufre. Pero desde el psicoanálisis no hay una correspondencia unívoca al respecto: no todo hincha ubica su sufrir como síntoma. En muchos casos es más un problema de los "otros", de los que no comprenden que esta suerte de tango eterno forma parte de una oblación que no se debe, ni se quiere abandonar: "podés cambiar de auto, de casa y de mina, pero nunca de cuadro de fútbol". Una suerte de sello ontológico, una capa absolutamente privilegiada del moi, soldada a un mandato superyoico: se es así y se acabó.

     Obviamente se trata, en muchos casos, de un "pagar de más" por parte del sujeto. Pero como el estatuto social de hincha no lo homologa al jugador compulsivo ni al burrero, cada tanto obtiene su beneficio secundario de los lunes por la mañana: "gocemos"con el fútbol. Peor es nada.

     El fantasma coloca al objeto y al sujeto en directa relación con la función paterna y su subrogado ejemplar: el superyo. Pero vemos en el hincha un superyo que no es el que habilitó al sujeto a la cultura en su posibilidad de abstraer. Más bien aquí deriva en un mandato a permanecer endogámicamente y a un pugnar por percepciones maniqueas respecto a la realidad. Y aquí cobra vigor como nunca la estofa de esa realidad como "realidad psíquica" del sujeto. El neurótico que dice no merecer "nada mejor" para su existencia.

     El deseo sostenido por el fantasma, construido a partir de una pulsión invocante, que apremia, que impele a formar parte de la hinchada "que grita y alienta sin parar, vamos Chaca, vamos a ganar" y que arrolla a los demás a invocar a su vez hipnóticamente, en el marco de un eterno partido, más allá del antes, durante y después del evento deportivo en sí. Y allí sí, pertenecer al "mar de la hinchada", esa suerte de seno materno que acoge en sus movimientos a todos sus hijos, (siempre y cuando no se atrevan a disentir).

Aunque sean los campeones
el rojo ya lo demostró
el sentimiento no cambia
vos sos amargo y cagón.
Siempre estuvimos en las malas
las buenas ya van a venir
a Racing lo hace grande su gente
y vos no existís.

Los domingos a la tarde
a Racing yo lo vengo a ver
yo lo sigo a todas partes
siempre a donde jugués
solo te pido que ganes
ponga huevo y corazón
que la Nº1 te pide que salgas campeón.

     La arista sádica en la humillación y/o destrucción (no muy simbólica a veces) del adversario. Al respecto se destacan en su vocabulario referencias al sometimiento anal a inferir (o a sufrir). El Hombre de los lobos observa a sus padres en coito "como los perros", e interrumpe defecándose en la cama: se había identificado con su madre. Pero es siempre el padre (de la horda) el que somete, castra o le "rompe el culo" a sus hijos.

Este es el famoso Ríver
el famoso River Plate
bájense los pantalones
que los vamos a coger.


Nadie como el "otro"

     No hay en el hincha angustia en cuanto a que, como sujeto en esta posición que encarna, tiene un saber acerca de qué lugar ocupa frente al deseo del Otro: un mandato masoquista a sostener los ideales (de una ficción más).

     De allí la incesante referencia al tema que baja de las tribunas en señal de sometimiento hacia el otro. No deja de ser otra muestra de la per-versión, versión hacia el padre de la sexualidad. El rasgo masoquista, en cambio, se destaca subordinándose a los múltiples rostros de los líderes o, sin más, al "destino divino". Ligamos aquí el concepto de goce en Lacan con el de placer en el dolor en Freud, este "hacerse gozar por el Otro". Se ve una identificación primaria al falo (al lugar de colmar la falta en el Otro) anclado en lo oral canibalístico, incorporándolo en su totalidad.

     Este enamoramiento (de la libido narcisista), permite la idealización que hace que se vea el objeto completo, obturando así la propia castración:

"Morón sos el capo del Oeste,
Soy del Gallo, nadie me puede igualar..."

     Lo antedicho puede resultar a la lectura del lego un canto a la megalomanía, sin embargo cabe reflexionar en este y en otros contextos un enfoque lacaniano del amor y preguntarnos: si la estructura del amor es fundamentalmente narcisista ¿qué será amar a otro?

     Freud decía que cuando el impulso sexual sufre la represión sus elementos libidinales se convierten en síntomas y los agresivos en sentimiento de culpabilidad La tendencia agresiva continua hacia fuera y adentro de sí mismo. La agresividad como "ir hacia"o acometer, posee un valor movilizador y vital en el sujeto, pero como agresión, hace emerger lo tanático que marca un claro goce en el dolor, hostigando lo exogámico. Y sostener fielmente (¿fiel a quién?) el espacio de "estar siempre ahí", de bancar, de "hacer el aguante". Es que el dolor redime y liga al padre que perdona y significa la vida.

     Pagana religión que da sentido a lo cotidiano. Camino sublimatorio que permite que la fuerza de la pulsión se cambie en su fin y en su objeto. Todos deben invocar en la hinchada. El Otro invoca, los hijos aceptan y (se) obligan a continuar el rito.

     En este sentido vemos como uno de los mayores riesgos de potenciar la alienación en el hincha es la intencionada trascendentalización y sacralización del hecho deportivo por parte de los medios masivos de comunicación. Se escuchan por radio relatos que parangonan un partido de fútbol con una campaña digna de Aníbal, o, en otro ejemplo, la carga de misticismo puesto en las imágenes ralentadas en los clips de la televisión.

     Es decir, si ya existe un punto de capitón para sesgar las atribuciones de un modo por demás estático acerca de esta suerte de "cosmovisión del fútbol", se trata aquí de potenciarlo. Es muy dificultoso abrir paso a nuevos entramados a la cadena significante en pos de dar otro sentido a su apasionarse, a su sufrir "dedicado a..."

     En el enfoque del hincha "el otro" siempre es el que impide ganar. Lejos se está de verlo como posibilitador elemental del juego o partenaire necesario. Este pensamiento polarizado marca un sentido de pertenencia grupal a partir del "estar en contra de".

Son la mitad más uno
son de Bolivia y Paraguay
yo siempre me pregunto
che negro sucio si te bañás
Boca qué asco te tengo
lavate el culo con aguarrás.

     Ilustra este tema la existencia en Rosario de una agrupación llamada Organización Canalla Anti Lepra (OCAL) formada por hinchas conspicuos de Rosario Central, cuyo objetivo fundamental es reeditar litúrgicamente la trascendente victoria (¡del 19 de noviembre de 1971!) de su equipo contra su acérrimo rival Newel´s Old Boys, en cancha de River Plate. Así, lo que Lacan llamó fascinodio, el odio es una fascinación al revés que se evidencia en este estar pendiente del otro, bajo la mirada atenta de un Otro que sancione su existencia y su pretendida superioridad. La pulsión de muerte muestra en este continuo derrotero por ser el mejor que es una enigmática esfinge y un callejón sin salida. En un polifacético modo de "calentarse" siempre con el otro.

     Y en este calentarse reeditar el automatón, con significantes que insisten y que, apuntalados por un sólido andamiaje social, van distanciando al sujeto de un posible encuentro del orden del tyché: mejor no angustiarse para así no tener que hacerse responsable de la propia vida. Por esto es que su fantasma le permite renegar de la castración. Difícilmente en este medio de saberes cerrados, con un discurso del amo que se impone consiga el hincha aprehender un synthom, hacer algo con ese síntoma. Sí, en cambio, impulsando a actuar a los otros montando una escena que confirme su "película". De allí que Lacan señale que "la realidad es el fantasma": provocamos que el mismo se realice dentro de un "campo de juego" sembrado y cuidado por uno mismo, en este caso el goce que produce "vivir en aguante".


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