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Discriminación y violencia de género en el fútbol

Gender discrimination and violence in soccer

 

Máster en Investigación e Intervención en Ciencias de la Actividad

Física y el Deporte (Universidad de Valencia)

Máster en Profesor de Educación Secundaria (Universidad de Valencia)

Grado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (Universidad Católica de Valencia)

José Serrano Durá

joseserranodura@gmail.com

(España)

 

 

 

 

Resumen

          La evolución de la sociedad ha traído consigo una mayor igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, existen ciertos campos en los que las mujeres siguen viendo como sus derechos son vapuleados. Uno de ellos, es el campo de fútbol, un territorio homosocial, fundado y vallado por los hombres, y en el que, todavía hoy, las mujeres son menospreciadas, sexualizadas y vilipendiadas. Entre algunas de las consecuencias de este microclima machista, destaca la relación entre los resultados deportivos negativos y el aumento de las tasas de violencia de género.

          Palabras clave: Fútbol. Sexismo. Violencia de género.

 

Abstract

          The evolution of society has brought about greater equality between men and women. However, there are certain areas in which women are seeing their rights beaten. One of them is the football field, a homosocial territory, founded and fenced by men, and in which, even today, women are belittled, sexualized and vilified. Some of the consequences of this macho microclimate highlight the relationship between negative sports scores and increased rates of domestic violence.

          Keywords: Football. Sexism. Gender violence.

 

Recepción: 13/04/2016 - Aceptación: 05/06/2016

 

1ª Revisión: 17/05/2016 - 2ª Revisión: 31/05/2016

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 21 - Nº 217 - Junio de 2016. http://www.efdeportes.com/

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La otra cara del fútbol: comportamientos machistas y violencia de género

    En la actualidad, el fútbol y la violencia son dos términos indisolubles, tanto para los medios de comunicación como para los ciudadanos de a pie. Por desgracia, como comentan Martín y García (2011), estos agentes no relacionan el fútbol, ya sea en su vertiente como practicante o como aficionado, con la masculinidad y las construcciones de género. Pero, como sabemos, el deporte es un parte importante de la socialización humana, que prevalece en la infancia y en la juventud, y que por consiguiente, goza de gran importancia en el establecimiento de las identidades de género (Martín y García, 2011).

    El fútbol ha sido considerado siempre como un espacio creado por y para la masculinidad patriarcal (Chiweshe, 2014; Llopis-Going, 2010; Pfister, Lenneis y Mintert, 2013), que rechaza, excluye y somete a mujeres y hombres por cuestiones de discapacidad, de origen racial y de orientación sexual (Robertson, 2003). Reflejo de ello, es la poca presencia de las mujeres en el ámbito futbolístico, e, incluso, en la escasa presencia de varones homosexuales (Martín y García, 2011). Así, todos aquellos que no se ajustan a los principios de la masculinidad ortodoxa (Anderson, 2008) son vilipendiados y, generalmente, infravalorados por el público deportivo. De este modo, el fútbol se convierte en un medio perfecto para crear y/o mantener los ideales de la masculinidad hegemónica (Chiweshe, 2014; Pfister y cols., 2013).

Pancarta desplegada por la afición del Espanyol en Cornellá. Fuente: Eldiario.es

    Esta hegemonía masculina queda representada de diversas maneras, pero se evidencia en el lenguaje sexista de jugadores y aficionados, ya sea verbal o gestualmente (Chiweshe, 2014). Y es que, la propia observación de un partido de fútbol nos lleva a presenciar, en algunas ocasiones, a jugadores que se agarran los genitales en un intento de mostrar su valor o de menoscabar al rival o a los propios aficionados realizando cánticos con alusiones de carácter sexual (“marica”, “nenaza”, “puta”) (Adán, 2004; Jones, 2008; Martín y García, 2011). Asimismo, es frecuente escuchar comentarios abusivos de los aficionados sobre las novias y esposas de los jugadores con el propósito de distraerles (Jones, 2008), o, con un mayor grado de premeditación, a través de pancartas cuyos contenidos son deleznables. Sirva como ejemplo, el reciente caso de la pancarta con las palabras “Shakira es de todos” dirigido al jugador español Gerard Piqué. De manera antagónica, pero no menos deplorable, otros aficionados utilizan los cánticos sexistas para apoyar a sus jugadores, como sucedió recientemente en la liga española con el futbolista Rubén Castro (“Rubén Castro, alé, Rubén Castro alé, no fue tu culpa, era una puta, lo hiciste bien" [cánticos dirigidos a su exnovia tras haber denunciado al jugador por violencia de género]).

    Por desgracia, estos cánticos no se reducen únicamente a las (ex) novias y esposas de los jugadores, sino que cualquier mujer que forme parte de este juego de hombres, directa o indirectamente, es susceptible de ser menospreciada. Como muestra Jones (2008), las propias espectadoras de fútbol refieren conductas sexistas por parte de otros espectadores, tales como invitaciones a no hablar sobre el partido o comentarios en los que se asevera que la compra de sus entradas no es más que un desperdicio.

    En este marco, el estudio de Adán (2004) con ultras de fútbol español recoge diversos comentarios sexistas en relación a la no asistencia de las mujeres a la grada de los hinchas: “porque son tontas”, “porque son vikingas (madridistas)”, o “sí que vienen, y sobran todas, porque son las novias de los ultras” (p. 94).

    Otras figuras femeninas, como las futbolistas, las oficiales de policía, las cantantes o las animadoras son hipersexualizadas en los estadios de fútbol (Jones, 2008). Junto a estas, en la actualidad comienzan a darse cada vez más casos de árbitras de fútbol que nos hablan del lenguaje y de los actos sexistas que imperan en este deporte.

    Por otro lado, no es raro encontrar desnudos femeninos como tributo a las celebraciones de un gol o de un título, tanto en el propio estadio como en los medios de comunicación deportivos (Martín y García, 2011).

    Sin embargo, aunque es evidente que el sexismo masculino en el fútbol es un hecho constatado (Adán, 2004; Martín y García, 2011), a menudo es considerado en hombres e incluso en mujeres como una broma que forma parte del espectáculo deportivo (Forbes, Edwards y Flemning, 2015; Jones, 2008; Pfister y cols., 2013). Pero, por desgracia, las dinámicas sexistas comentadas pueden tener unas repercusiones fatales, y, aunque se escapan del núcleo de este artículo, me gustaría finalizar señalando dos aspectos que considero serán de gran interés para el lector.

    En primer lugar, estos actos constituyen una parte importante del proceso socializador, confirmando la identidad masculina y transmitida a los hijos desde pequeños. Sirva como ejemplo la figura del padre que viste a su hijo de su equipo preferido, llegando incluso a hacerle socio del club (Martín y García, 2011). Es decir, se está educando a los hijos (fundamentalmente varones) en una masculinidad patriarcal. Hijos que serán futuros adultos, y, muy probablemente, futuros aficionados de algún deporte.

    En segundo y último lugar, y que debería recibir enorme atención, está la relación existente entre la programación deportiva y la violencia de género. Araya y Salazar (2000) constataron un aumento de las denuncias de violencia doméstica en las fechas inmediatamente anteriores y posteriores a los partidos de fútbol. Y, aunque no concluyeron que existiese una relación causa-efecto entre derrota y agresión, estudios más recientes, como el de Kirby, Francis y O'Flaherty (2013) en el “Mundial” de fútbol, sí lo han hecho. Estos autores no solo exponen un aumento de las denuncias, sino que además relacionan la violencia de género con los resultados del equipo estudiado. Del mismo modo, Crowley, Brooks y Lombard (2014) postulan, en su estudio de revisión, que la violencia de género aumenta ante resultados inesperados en deportes como el fútbol, el fútbol americano y el rugby.

    Este es, sin duda, un contexto preocupante que merece ser objeto de estudio.

Conclusiones

    La violencia en general, y la violencia de género en particular, son fenómenos sociales totalmente rechazables. A pesar de ello, existen ciertos ámbitos, como el del fútbol en el caso que nos atañe, en los que menoscabar a una mujer se puede llegar a considerar como un acto aceptable, dado que puede tener como objeto animar a un jugador de nuestro equipo o desconcentrar al del equipo rival. Por desgracia, estos comportamientos, que a veces son interpretados como una parte del juego o como una broma, no hacen más que potenciar los principios de la masculinidad patriarcal, así como normalizar las actitudes violentas en los actos deportivos. Ante esta situación tan deplorable, se propone una actuación más contundente por parte de las instituciones pertinentes, así como una reflexión profunda de las consecuencias sociales y personales que pueden llevar consigo estos actos sexistas, que, conviene recordar, están tipificados como delito en el código penal.

Bibliografía

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