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Consideraciones sobre la expropiación 

en relación con la deportivización del cuerpo 

masculino como desigualdad social y genérica

Considerations regarding the expropriation with the sportization male body as social and generic inequality

 

*Autora. Docente Auxiliar. CUM “Simón Bolívar”

**Coautora. Docente Asistente. Profesor CUM “Simón Bolívar”

***Docente Asistente. MINCUL

****MINCUL

*****Profesor CUM “Simón Bolívar”

Municipio Yaguajay. Provincia Sancti Spíritus

(Cuba)

MSc. Ivania García Viamonte*

MSc. Martha Álvarez Brito**

martha@uniss.edu.cu

MSc. Tomás de Jesús Hernández Pérez***

Lic. Ailema Merino Armas****

Lic. Alberto Pérez Lara*****

ivania@uniss.edu.cu

 

 

 

 

Resumen

          En el empeño por promover el cambio de las relaciones de género hemos obviado que a la par de las transformaciones de la mujer, también necesitamos un nuevo hombre. La masculinidad es una construcción social e histórica que contiene un conjunto de características que definen el “ser varón” y que según el modelo asignado desde la cultura patriarcal, ubican al hombre en un lugar de dominación sobre el contrario , esto sin dudas lo ha llevado en la mayoría de los casos a la expropiación masculina lo que indica la existencia de contradicciones en el desempeño de los roles de los hombres que producen dificultades, desencuentros y limitaciones en sus relaciones, en su expresión y desarrollo integral como seres humanos. Es entonces un fenómeno de expropiación la deportivización del cuerpo masculino aunque este incita a la experiencia deportiva como institución social o práctica cultural, implicando una disciplina del cuerpo relacionada a una variedad de disciplinas deportivas, a ejercicios, horarios y dietas cuyo resultado es el proceso de preparación del cuerpo para enfrentar la enajenación sociocultural del trabajo y otras. Sin embargo, su crítica se centra en cómo la simbolización del cuerpo deportivo es la sobrerrepresentación del poder de dominio masculino y de la desigualdad social y genérica, lo cual conlleva aque los hombres se expropien de roles (paternidad, sentimientos, etc.) que limitan su desarrollo autónomo.

          Palabras clave: Expropiación. Deportivización. Desigualdad. Género.

 

Abstract

          In the endeavor to promote change within gender relations we have obviated that at par of women’s transformations, we also need a new man. Manliness is a social and historical construction that contains a group of characteristics that define “being a male” and according to the model assigned from the patriarchal culture, places man in a spot of domination over the contrary, this, with no doubt has taken him in most of cases to male expropriation which points out the existence of contradictions in the play of roles of men that produce difficulties, disagreements and limitations in their relations, expression and integral development as human beings. It is then, a phenomenon of expropriation of sportization of male body although this incites to sportive experience as a social institution or cultural practice, involving a discipline of the body related to a variety of sportive disciplines, exercises, schedules and diets which result is the process of preparation of the body to confront social-cultural alienation of work and others. However, it’s criticism focus on how the symbolization of a sportive body is the overrepresentation of male power control and the social and generic inequality, which leads men to expropriate of roles (parenthood, feelings, etc.) that restrict their autonomous development.

          Keywords: Expropriation. Sportization. Inequality. Gendre.

 

Recepción: 02/12/2015 - Aceptación: 20/01/2016

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 20, Nº 213, Febrero de 2016. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    El género constituye uno los de temas de más importancia en la actualidad, donde ha sido abordado desde los ámbitos académicos y se ha incorporado rápidamente al análisis científico. El género se entiende como una construcción simbólica, sistemas de creencias, prácticas y valores que aluden a un conjunto de atributos socioculturales, asignados a las personas a partir de su sexo, siendo uno de los tantos aspectos sociales que determinan la identidad de los mismos. En la configuración de esta identidad intervienen diversos factores que encuentran su génesis en el proceso de socialización donde inciden: la familia, escuela y otras instituciones sociales; de modo que ser hombre o mujer implica adaptarse a características histórico culturales del medio en que se desarrollan.

    Al enfocar la masculinidad desde el punto de vista de género, debemos concebirla como una construcción social tanto como la feminidad, pues son las culturas las que construyen los modos de “ser mujer” y “ser varón”. Como diría Simone de Beauvoir “la mujer no nace, se hace”, hay entonces que extender esta misma idea hacia la construcción del hombre: “no nace sino que se hace”

    La masculinidad es algo que se construye en lo cotidiano. Día a día se va significando constantemente en función de la trama de relaciones que establecen consigo mismo, con los otros y con la sociedad. Es por ello que, la masculinidad es una construcción social e histórica que contiene un conjunto de características que definen el “ser varón” y que según el modelo asignado desde la cultura patriarcal, ubican al hombre en un lugar de dominación sobre el contrario (Oria, 2013: 3).

    Los estudios de masculinidad surgieron en la academia en la década del setenta, enfatizando la emergencia de que los hombres tomen conciencia de sus expropiaciones y costos. Los estudios de masculinidad en Cuba aunque no son numerosos han revelado asignaciones (fortaleza, control, protagonismo sexual), expropiaciones (paternidad, sentimientos, etc.) y costos a la salud y el bienestar. Otros han posibilitado identificar la contradicción rol/función en el ejercicio del rol paterno con significativas implicaciones sociopolíticas y psicológicas; así como mostrar un conjunto de malestares asociados a los hombres en términos de inseguridad emocional y dificultad para la convivencia.

    En este sentido, los hombres también han sufrido dichas consecuencias y que devienen en expropiaciones de las masculinidades. Muchos son los factores y los fenómenos sociales que repercuten en que el hombre se expropie de dichos roles que limitan su desarrollo autónomo. Mitos, religiones, leyes, ideologías, arte y ciencia se conjugan para conformar lo que se edifica socialmente como masculino y femenino, como premisas excluyentes que históricamente nos ha hecho diferentes a la hora de las responsabilidades.

    Un factor determinante en la expropiación ha sido la deportivización del cuerpo masculino, cuyos resultados están enmarcados a nivel de reconocimiento social, en la voluntad de distinción de los actores, que refleja precisamente la necesidad de poseer una identidad social, traducida en última instancia la distinción de posiciones en el espacio social, obviando desapercibidamente los roles paternales, domésticos, familiares y comunitarios.

    Lo antes expuesto, demuestra la emergencia de hacer consciente a los hombres de sus malestares y contradicciones, y de los costos que implica la asunción de patrones rígidos sobre el ser hombre y de la necesidad del cambio. Este empeño se entrelaza con las más genuinas aspiraciones del proyecto social cubano de un sujeto activo, crítico y comprometido con los ideales de equidad y justicia social.

Desarrollo

Las expropiaciones masculinas

    Las implicaciones de lo asignado genéricamente a los hombres son las expropiaciones de su propio desarrollo integral, de su bienestar, de validarse como seres humanos que sufren y padecen también, y a quienes el devenir histórico igualmente ha traído consecuencias inaceptables. La asunción de roles sociales ha devenido en estas expropiaciones de las masculinidades y feminidades, donde las relaciones de poder juegan un rol fundamental.

    El derecho paterno se encargó de legitimar esa asimetría de poder (división sexual del trabajo), diluido en la cultura mediante la elaboración de un pensamiento y lenguaje acríticamente masculino. Este discurso se centra en una comprensión única de lo humano representado como género masculino, dejando lo femenino a un lado de la discusión. El conformismo con estas asignaciones y expropiaciones supone la asunción acrítica del rol masculino. El no cuestionamiento de las exigencias que como hombre debe asumir así como las cuestiones que le son expropiadas, aparece asociado a la identidad masculina como imagen del poder social que se le asigna simbólicamente al hombre (Machado, 2012: 24).

    La investigadora Patricia Arés Muzio aborda el costo de ser hombre empleando la categoría expropiaciones de la masculinidad o expropiaciones masculinas, a partir de los resultados del trabajo con grupos de hombres de La Habana: “la ternura, el llanto, la expresión abierta de temor e inseguridad desde las pautas de crianza quedan taponadas, omitidos y negados del comportamiento masculino”. Esta investigación aborda las expropiaciones de validismo personal o capacidad de aprender a articularse movimientos cotidianos: A partir de la representación social de ubicar al hombre en el ámbito público y no en el doméstico, desde edades tempranas el varón como arquetipo sexual, aparece como inútil para las actividades dentro del hogar.

    Las dificultades y dependencia de los hombres para valerse por sí mismo a la hora de cocinar, lavar y planchar, se convierten en estereotipos rígidos que construye un tipo de masculinidad no apta para el ámbito privado. La sobrecarga de roles de la mujer al interior de la familia genera mayormente violencia psicológica y ruptura en la relación entre los sexos. Se hace evidente que la distribución del trabajo doméstico continúa siendo muy desigual entre hombres y mujeres, donde la participación femenina es notablemente mayor que la masculina (Machado, 2012: 24-25).

    Las encuestas de uso de tiempo más actuales en la región latinoamericana confirman la desigual distribución de tareas en el interior del hogar y la necesidad de desarrollar políticas y programas sociales orientados a realizar cambios en la esfera doméstico-familiar: “Las importantes transformaciones tanto de la familia como de las condiciones laborales demandan nuevos enfoques en las políticas que redistribuyan las tareas domésticas y de cuidado y atención de la población infantil y de los adultos mayores” (Díaz, 2009; citado en Machado, 2012: 25).

    Cuba no se encuentra exenta de este escenario .Algunos de los conflictos que se dan es cuando el tiempo utilizado en una de las dos esferas impide dedicar tiempo a la otra; cuando se dan altos niveles de tensión en el cumplimiento de uno de estos roles lo que a la vez afecta el desempeño en la otra función; o cuando existen incompatibilidades entre las conductas requeridas para ambos roles y los comportamientos deseables en ambos ámbitos.

Expropiación de la sexualidad

    Los mitos construidos sobre la identidad sexual masculina impide al hombre la satisfacción de su sexualidad, la elección de sentimientos, de comportamientos, actitudes y de su propia vida. Un elemento a tener en cuenta es la utilización de las relaciones sexuales como una demostración de masculinidad, donde la potencia sexual y la capacidad para satisfacer a la mujer se asumen como cuestiones esenciales de la actividad sexual (Rivero, 2005; citado en Machado, 2012: 26). El estrés acumulado por las dinámicas de la jornada laboral y de la vida cotidiana en general puede afectar el desempeño sexual, deprimir a las personas.

Expresión de los sentimientos

    Este tema no se encuentra entre las cuestiones relativas a la identidad masculina. Los sentimientos legitimados socialmente para los hombres son aquellos relacionados con la agresividad, ya que el contacto físico y afectivo, el llanto, el temor y la vulnerabilidad, son negados del comportamiento masculino de acuerdo con las pautas de crianza. Estos sentimientos son dejados para que sea la mujer quien los experimente.

    Ante la aparición de miedos y situaciones de vulnerabilidad que pueden ser interpretados como debilidades, los hombres transforman esas emociones en actos violentos. Pero la violencia y el maltrato físico y psicológico que ejercen los hombres no son sólo contra las mujeres, sino también contra otros hombres y contra ellos mismos. La dificultad de los hombres para comunicar sus sentimientos y lo que les afecta en cada situación, se constata en algunas investigaciones como una de las características de la violencia doméstica: “Esta inhabilidad o incapacidad comunicativa específica conduce, muchas veces, a que en las situaciones conyugales se produzcan conflictos que, por no saber cómo resolverlos de otra manera, tienden a solucionarlos por la vía violenta”. El aislamiento emocional aparece como otro factor frecuente en los hombres violentos. El no poder hablar de sus sentimientos y conflictos afectivos con su pareja o con otras personas, aparece como un aislamiento social y emocional que en muchas ocasiones genera situaciones de violencia familiar (Proveyer, 2005: 165).

Expropiación de la paternidad

    En la socialización del niño en la familia no entrena la paternidad, pues recibe una educación sexista y estereotipada. Se provoca así el distanciamiento del niño de la educación futura de sus hijos. Las prácticas culturales promueven una paternidad representativa, en tanto figura autoritaria y sostenedora del hogar. Las largas jornadas laborales, la no implicación en la crianza del hijo por ser ésta una tarea exclusiva de la madre y por estar cumpliendo con su responsabilidad social, privan a los hombres del disfrute de sus hijos. Ello genera rupturas en las pautas de crianza y en la llamada deficiente socialización con la que trabajan los especialistas en prevención (Machado, 2012: 27).

    Estudios e investigaciones sobre la participación de los hombres como padres sugiere el diseño e implementación de programas sociales y políticas públicas orientadas a involucrar a los hombres en el cuidado de sus hijos (Díaz, 2009; citado en Machado, 2012: 27).

    Los mitos construidos sobre lo que es ser hombre o ser mujer han impedido al hombre la elección de los sentimientos, de los comportamientos e incluso de su propia vida. Estas asignaciones socioculturales y las expropiaciones que llevan consigo se expresan en toda nuestra vida cotidiana, se traducen en contradicciones que se concientizan en el proceso de constitución y socialización de los roles de género; en la forma del hombre de constituirse en líder, y de cómo esta condición lo expropia de estos elementos que la sociedad construye y reproduce (Rivero, 2005:30; citado en Machado, 2012:28).

    El expresar públicamente sentimientos como temor, inseguridad, miedo y vulnerabilidad, hace sentir a los hombres incapaces y desconfiados de sus propias habilidades y potencialidades masculinas. El no expresarlos igualmente los hace vulnerables y frágiles aunque sean formas de comportarse típicamente masculinas. La llamada división natural del trabajo por sexo excluye al hombre de la mayoría de los asuntos domésticos, incluyendo la educación de los hijos. Es entonces que la adquisición de prestigio es buscada por el hombre a través de los roles sociales que debe desempeñar en la esfera pública. Esto indica que tanto las expropiaciones de género de las masculinidades como de las feminidades se expresan en serios obstáculos en el desarrollo personal de mujeres y hombres.

Deportivización del cuerpo masculino

    La práctica deportiva como institución social o práctica cultural ha delineado el cuerpo de los hombres y configurado la identidad genérica de éstos a través del proceso de deportivización de la sociedad. Esta categoría que le sirve de análisis de los mecanismos mediante los cuales el deporte se convirtió en un ordenador genérico del cuerpo masculino refiere al proceso mediante el cual una sociedad, sus instituciones, sus tradiciones, sus costumbres, sus prácticas, sus relaciones, su organización económica, política, social, jurídica, escolar, religiosa, sexual, recreativa está contenida de estructuras, subjetividades, significaciones, sentidos del deporte, tanto en el plano nacional como en el global. Señala cómo la deportivización ha implicado una disciplina del cuerpo relacionada a una variedad de disciplinas deportivas, ejercicios, horarios y días específicos, dietas, cuyo resultado es el proceso de fisicoculturismo del cuerpo, es decir, la preparación, capacitación y adiestramiento para enfrentar la enajenación sociocultural del trabajo, la austeridad, el estrés, la violencia, el desempleo, el subempleo, la pobreza, el descanso, la diversión, las emociones, los afectos. Su crítica radica en se centra en la forma como la simbolización y ritualización del cuerpo deportivo son la sobrerrepresentación del poder de dominio masculino y de la desigualdad social y genérica.

    La práctica del deporte históricamente ha dado la oportunidad de conciliar en un mismo espacio, por un lado, la condición de caballerosidad (basada en la tolerancia, la lealtad, el respeto y la disciplina) y, por otro, la agresividad. La tolerancia al dolor de dañarse o perder el juego implica un nivel de violencia y agresividad que se resiste no sólo con las palabras, sino con el cuerpo. Con lo que se hace referencia al concepto de cuerpo como herramienta técnica del hombre, con la capacidad de generar actos eficaces, en este caso, para la representación de una práctica que se emparenta todo el tiempo con el dolor.

    El sacrificio, el dolor, la lealtad (hacia los rivales), el respeto (hacia los iguales en jerarquía, o los mayores), van erigiendo el sentido de la caballerosidad que reside, principalmente, en los juegos de equipos fundamentalmente, de esa manera se construye ese conjunto de virtudes masculinas, tanto físicas y morales, donde se asegura la reproducción de criterios dominantes para separar lo femenino de lo masculino, y donde “lo agresivo” predomina.

    Jerarquías… otra condición que define al practicante donde la mayoría expone la idea de una irracionalidad premeditada, como si el jugador que entra estuviera poseído de un estado de demencia indomable. Esa es una de las condiciones que refieren los hombres para animarse a ser un buen jugador: audaz, corajudo, valiente.

    Las relaciones diferenciales de género y la construcción masculina y femenina en la práctica deportiva tienen que ver con el saber y no saber. Entre la posesión de un saber práctico (que, según los interlocutores, las mujeres no poseen) y un saber táctico/estratégico (que tampoco asimilan, según los informantes). Además de la supuesta incomprensión, por parte de las mujeres, de pertenecer a un grupo donde la práctica deportiva es representada como un “sin sentido”. Es la fidelidad y compromiso hacia dentro del grupo que, pareciera no ser comprendido por quienes no forman parte de él y cito palabras: “tengo que estar a las nueve de la noche un sábado con un abrumante calor…., eso es sacrificio, y no falto porque si lo hago rompo con mi palabra de hombre y yo asumí un compromiso de ser fiel a todos mis compañeros para entrenar. Cuántas cosas no he dejado de hacer…mi madre enferma ingresada en el hospital, me han dejado las novias, mi hijo no lo veo hace tres meses, los amigos me siguen y así es cuando los veo… y hay gente que no entiende eso, pero yo soy fiel al deporte.”

    Todo este entrenamiento corporal que hace al hombre lindo, fuerte, poderoso y lo empodera y este proceso de construcción de la autoridad y del poder y del prestigio se asocian a un gesto de usurpación, alguien tiene que estar usurpado, no existe poder sin despoder. Por eso miro con desdén la palabra empoderamiento porque cuando alguien se empodera es porque alguien se desempodera. Empoderarse no es pacífico, empoderarse es conflictivo, es expropiar a otro de su poder. Lleva a la Violencia física, pero también moral, a decir cómo se mantiene un orden grupal, masculino, y cómo -y sobre todo, quién- administra las decisiones de ese orden. Los practicantes deportistas exhiben esa relación –continua, naturalizada- entre la violencia física y la moral. Sobre todo, a la hora de organizar pautas hacia dentro del grupo.

    Según Segato, en relación a las mujeres y los actos de violación, nos sitúa para reflexionar las relaciones intragénero: "La violencia moral para mí es lo más generalizado. Cuando esto falla, ahí irrumpe la violencia física, que es restauradora del orden. Cuando este orden está de alguna manera en riesgo, cuando está un poco amenazado por diversas razones, ahí irrumpe la violencia física, que nos coloca en nuestro lugar, por ejemplo, lo que hablamos de la violación. El violador es el más moral de todos los seres.” (Segato, 2009)

    Con estos elementos se infiere que la deportivización del cuerpo masculino conlleva a la desigualdad social y genérica. Primeramente ellos aman su físico, su condición y esfuerzo para llegar a mantener el cuerpo en forma por lo que aunque no lo asuman conscientemente dejan a un lado las tareas hogareñas, tiempo necesario para educar a los hijos lo cual suscita una paternidad cercana, cariñosa y empática, características éstas que en muchas ocasiones los hombres no creen importantes para no perder las características asociadas a la masculinidad, y espacios para dedicárselo a la familia.

    También presentan dificultad para comunicar públicamente lo que sienten o lo que les afecta, esto se evidencia como una de las expropiaciones que surgen a partir de asumir el papel de hombre. A pesar de ello, más de la mitad de los entrevistados confiesan que en ocasiones han intentado discutir estos temas con su pareja, siempre que se mantenga en un ámbito privado. Lo anterior demuestra que los hombres prefieren ocultar sus dudas, aspiraciones, intenciones, deseos, etc., ya que debatirlos significa para ellos síntomas de debilidad ante el contrario.

    A decir de los entrevistados, un hombre debe seguir ciertas normas y reglas sociales, pues según ellos: “el hombre debe ser hombre en primer lugar, acatar las normas de la sociedad, ser respetuoso, tener una conducta acorde a los parámetros de la sociedad, y dedicado al trabajo”. Esto demuestra que si bien la sociedad ha evolucionado, las normas y exigencias sociales continúan rigiéndose por los prejuicios de una sociedad machista.

Conclusiones

    Las expropiaciones masculinas afectan a todos los hombres de una manera u otra, en mayor o menor medida, en dependencia de la educación que hayan recibido, de las creencias, estereotipos y tabúes propios, de la familia y de los grupos de referencia. Las significaciones y prácticas asociadas a las distintas formas de ser hombre que se han instituido históricamente a nivel de vida cotidiana, transmiten y perpetúan patrones sexistas que configuran las relaciones sociales. Estas expropiaciones afectan a hombres y mujeres por igual, ser capaz de identificarlas y superarlas es cuestión de que cada ser humano desarrolle todas sus potencialidades, autonomía y creatividad.

Bibliografía

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