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La manía de fabricar mitos. Del esplendor 

mitrista a la mirada crítica de Ramos Mejía

The mania of making myths. The splendor of Mitre to the critical eye of Ramos Mejia

 

Lic. en Sociología (UBA)

(Argentina)

Roberto Di Giano

robaied@hotmail.com

 

 

 

 

Resumen

          Una sociedad teñida por una fuerte heterogeneidad cultural se constituyó en un tema clave para relevantes pensadores de la época. Como la Argentina se poblaba masivamente con habitantes de distintas lenguas a partir de una experiencia inmigratoria de características inusitadas, aquellos intelectuales decidieron operar intensamente en el terreno de la educación. Así, los inmigrantes quedarán prontamente sujetos a modelos socioculturales que emanaban del área educativa, aunque no sólo de ella. Los libros de Ramos Mejía que presentan un mayor contenido sociológico, Las multitudes argentinas y Rosas y su tiempo, no son precisamente aquellos que permitan ser usados para construir a los argentinos de una manera tan optimista tal como se lo venía haciendo hasta allí. No intenta con su literatura, que posee, por cierto, impulsos cognitivos, inventar una tradición que pudiera despertar entusiasmos desmedidos en la población. En dichos textos Ramos realiza un balance más realista del país y saca a la luz problemas de fondo que, en mayor o menor medida, afligían a todos los componentes de la sociedad local.

          Palabra clave: Ramos Mejía. Heterogeneidad cultura. Mitos. Argentina.

 

Abstract

          A society tainted by a strong cultural diversity becomes a key issue for relevant thinkers of the time. As Argentina is heavily populated with people of different languages ​​from an immigration experience unusual features, those intellectuals decided to operate intensively in the field of education. Thus, immigrants soon be subject to socio-cultural patterns emanating from the educational area, but not only it. Ramos Mejia books that present a more sociological content, The Argentine crowds and Rosas and his time are not precisely those that may be used to construct an Argentine as optimistic as it had been doing way up there. No attempts with their literature, which has, incidentally, cognitive impulses invent a tradition that could arouse enthusiasm in the population unconscionable. In these texts Ramos makes the country a more realistic balance and brings to light problems which, to a greater or lesser extent, afflicting all components of local society.

          Keywords: Ramos Mejia. Heterogeneity culture. Myths. Argentina.

 

Recepción: 03/09/2015 - Aceptación: 08/10/2015

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 20, Nº 209, Octubre de 2015. http://www.efdeportes.com/

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    La manera en que se construían las identidades en una sociedad teñida por una fuerte heterogeneidad cultural que no pocos miraban con suma preocupación, se constituyó en un tema clave para relevantes pensadores de la época ubicados en la cima de la pirámide social.

    Como los principales parajes de nuestro país se poblaban masivamente con habitantes de distintas lenguas a partir de una experiencia inmigratoria de características inusitadas, aquellos intelectuales decidieron operar intensamente en el terreno de la educación.

    En tal contexto, la dirigencia argentina se propuso, a toda costa, tratar de insertar en las escuelas públicas extendidas por todo el territorio nacional, a las multitudes del porvenir, esas que se conformarían a partir de la gran oleada inmigratoria. Las mismas quedarán prontamente sujetas a modelos socioculturales que emanaban no sólo del área educativa sino también de la prensa y de las diversas organizaciones sociales que proliferaron en aquellos tiempos, y que teñirán fuertemente la subjetividad de las personas. 

    En tal sentido, la enseñanza de la historia dentro de la actividad escolar asumiría desde aquellos momentos un papel fundamental ya que con las imágenes de la nación generadas desde las instituciones educativas, se intentó tejer patrones de conducta que mitigaran, en alguna medida, los efectos de la anomia social. En realidad, se buscó palear la gran heterogeneidad que era evaluada como inconducente para que el país llegara a buen destino.

     En ese clima cultural, donde se hacían evidentes los problemas de identidad, los mitos nacionales relacionados con nuestros orígenes se empezaron a racionalizar a partir de la elaboración de relatos que apuntaban a convertir a dichos mitos en modelos intelectuales para las nuevas generaciones. Una buena porción de las mismas tomaría como grupo de referencia a las voces de prestigio locales y adherirían a un conjuntos de símbolos identitarios construidos dentro de nuestra frontera, en vez de quedar atrapados en el horizonte cultural de sus padres que idealizaban cosas de su pasado, allende los mares, como una de las maneras de fugarse del duro presente que les tocaba afrontar en el nuevo mundo, en un contexto urbano que resultaba desconocido para mucho de ellos.

    Vale recordar que la mayor parte de los inmigrantes eran de origen campesino, y provenían del sur de Europa. Se habían sentido convocados para “hacer la América” y mejorar así rápidamente sus deplorables condiciones de vida. Sin embargo, quedaron amarrados a un contexto problemático, sometidos a nuevas pautas socioculturales y a un mar de conflictos laborales, aunque, pese a todo, nunca perdieron, a nivel masivo, las esperanzas de ascender socialmente.

    Las elites hicieron todo lo posible para embarazar de mitos a los miles y miles de pipiolos, nacidos en el país o en el extranjero, que luego serían muy difíciles de desmantelar para los mismos. Es que en nuestra sociedad se forjó una dura advertencia para todos los miembros que la integran: resulta sumamente peligroso confrontar con los mitos una vez cristalizados y si se lo hace hay que atenerse a las consecuencias. Es evidente que en un sistema así se privilegia la amenaza sobre el consenso.

    Los relatos míticos, que, vale aclarar, no sólo se generaban y reproducían en las instituciones educativas pues muchas personas se ocupaban de hacerlos circular por diversos lugares, sirvieron, entre otras cosas, para neutralizar los discursos de los “aguafiestas” que despreciaban todo patriotismo y preferían no fugarse tan descaradamente de la verdad. Asimismo, tales mitos, travestidos en opresores, ayudaron a sostener por largo tiempo una imagen distorsionada de nosotros mismos, cuestión que haría imposible construir un país no estuviera guiado por la soberbia.

    Las principales obras históricas de Bartolomé Mitre contribuyeron básicamente a conformar el discurso nacional de los habitantes de tan diversos orígenes, y permanecerá muy activo en la mentalidad de los argentinos. Sus narraciones, que quedarían grabadas con intensidad en muchas conciencias individuales, articularon el pasado, el presente y el porvenir de nuestra nación con un destino de grandeza que derivaba, en buena medida, de la supuesta excepcionalidad argentina, De tal manera que este país tan extenso, ubicado en América del Sur, tendría, sí o sí, una misión trascendental a cumplir a nivel mundial.

    Hay coincidencias en que la visión de porvenir esplendoroso generada por las élites, estuvo asociado a que las partes migratorias eran tan numerosas y a que una porción de ellas, en alguna medida, compartieran metas e ilusiones con dichas élites.

    Cuando el improvisado sociólogo, José María Ramos Mejía, escribió, a principios del siglo XX, el notable libro Rosas y su tiempo, reclamó que los investigadores sociales se distanciaran de la pasión política que tantos juicios precipitados casi siempre producen y pugnan por sobreponerse a la verdad. En otras palabras, que lo más aconsejable para alcanzar una mayor objetividad en los estudios sociales, era acostumbrarse a diferenciar la actividad científica de la ideología que empujaba a las personas a ser y hacer de determinada manera, no permitiéndoles sujetarse a ningún método riguroso.

    En este texto renovador para las ciencias sociales que se desarrollaban dentro de nuestra frontera, Ramos pretendió explicar una etapa de la sociedad argentina recurriendo a la biografía de una persona significativa que ocupó posiciones de privilegio y que logró afirmar, contra viento y marea, un pleno dominio sobre su entorno. A la postre, no escribe por el mero hecho de estar obsesionado por el poder que acumuló Rosas en un largo periodo de nuestra historia, sino, fundamentalmente, para poder desarrollar ideas novedosas sobre nuestro pasado.

    No hay dudas que el tipo psicológico de Juan Manual de Rosas lo sedujo de una manera soberana, pero lejos de tomarlo como un fragmento aislado, alejado de las circunstancias tan particulares que lo rodearon, lo estudia como un actor sociohistórico de suma importancia que podía ayudar a desentrañar muchos misterios de la cultura local.

    Asimismo, Ramos Mejía explica que para estudiar la biografía de alguien que gravitó tanto en nuestra vida social durante un prolongado lapso de tiempo, había que entrar en ella de la misma manera en que uno se introduce en un lugar desconocido. De allí que en el prólogo del texto antes citado exprese que uno se siente dominado por el ideal supremo de buscar una verdad que todo el mundo ha perseguido sin hallarla todavía

    Entonces, como bien señalan Hebe Clementi y Roberto Di Giano (2003), introduce la validez de la documentación oral como clave insustituible para reparar y enriquecer el análisis de tiempos idos (…) hoy admitida con laureles como recurso historiográfico para la recuperación de memorias desechadas u olvidadas.

    Lo que nos propone fervorosamente Ramos Mejía es que nos desliguemos de las prenociones, de todos aquellos conocimientos vulgares impregnados de prejuicios sociales que modelan nuestras percepciones.

    Esos lastres son los que se acumulan como una pesada carga en nuestro sentido común y no nos permiten retratar con la paciencia necesaria lo que miramos. Se hacía, entonces, imperioso, restablecer la calma para ver las cosas con mayor objetividad y de tal manera poder indagar fructíferamente las instancias más íntimas de un personaje político estigmatizado por sus adversarios y, por supuesto también, a la sociedad que lo albergaba.

    En un volumen anterior, pletórico de metáforas y convertido en un clásico de nuestra cultura, Las multitudes argentinas, Ramos había afirmado que un individuo que logra en un momento hacerse líder, es decir, convertirse en un sujeto privilegiado que aparentemente se encamina a hacer historia en mayor proporción que las almas sencillas, desempeña, sin embargo, un papel más pequeño que el que se supone a priori. Es que dicho sujeto que aparenta ser tan carismático queda sometido inexorablemente a las corrientes sociales de la época.

    En realidad lo que sucede es que el líder sucumbe siempre ante las tendencias cambiantes de la multitud, un sujeto colectivo que alcanza por momentos dimensiones fantasmagóricas y al que Ramos Mejía no deja de atribuirle sentimientos y expectativas definidas en etapas decisivas de nuestra historia.

    Si bien Ramos reconoce que existen tensiones entre la estructura social y los intereses particulares, no se siente atrapado en ninguna de esas perspectivas y las utiliza con imaginación tanto cuando se ocupa de analizar aspectos estructurales como cuando se sumerge en las profundidades psicológicas de algunos personajes históricos. Ambas son inevitablemente sociales.

    Vale señalar que este médico alienista e improvisado sociólogo argentino fue uno de esos valiosos pensadores que hizo un diagnóstico bastante afinado de la sociedad de su época, pero en su dilatada tarea creativa no halló, pese a no encerrarse como otros intelectuales en una suerte de nimbo, los instrumentos más adecuados que ayudaran a superar, en el corto plazo, los múltiples problemas que traía aparejada la carencia de articulación social entre los miembros de la comunidad.

    Al respecto, sus libros que presentan un mayor contenido sociológico, Las multitudes argentinas y Rosas y su tiempo, no son precisamente aquellos que permitan ser usados para construir a los argentinos de una manera optimista, mirando vanidosamente al futuro como se lo venía haciendo hasta allí. Ramos Mejía analiza con rigor, a la vez que por momentos nos divierte, aspectos sociales y culturales de nuestra nación, pero no intenta con su literatura, que posee, por cierto, impulsos cognitivos, inventar una tradición que pudiera despertar entusiasmos desmedidos en la población.

    En dichos textos Ramos realiza un balance más realista del país y saca a la luz problemas de fondo que, en mayor o menor medida, afligían a todos los componentes de la sociedad local.

    No exento de contradicciones, y lejos de querer ser aprobado a toda costa por otros intelectuales de prestigio, subraya elementos positivos y negativos de nuestra sociedad sin sumarse a esa imagen idealizada que un coro amplio de personas pretendía darse de si mismo.

Bibliografía

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