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Actividad física como modelo de promoción de salud,

adaptación individual y esfuerzo saludable en la adolescencia

Physical activity as a model for health promotion, individual fit and healthy effort in adolescence

 

*Dr. en Psicología

Universidad de Murcia (España)

**Mtra en Psicología

Universidad Autónoma de Yucatán (México)

Juan González Hernández*

jgonzalez@um.es

Rossana Cuevas Ferrera**

rossana.cuevasferrer@gmail.com

 

 

 

 

Resumen

          Hacer referencia a investigaciones que han estudiado el mundo de los adolescentes y de las señales que reciben de su entorno más cercano (familia y escuela), y desde la sociedad en general, donde se relaciona el fomento preventivo de la práctica de actividad física y las percepciones de bienestar psicológico como recurso para el afrontamiento de situaciones cotidianas como puede ser la vulnerabilidad ó percepción del riesgo a sufrir problemas para la salud. En las mismas, podemos encontrar a modo de resumen que las principales líneas han destacado el estudio de actitudes como: funcionamiento social, físico y cognitivo; movilidad y cuidado personal, conductas de riesgo, y bienestar emocional. En la adolescencia, estos conceptos y actitudes se caracterizan por poner en juego con mayor probabilidad conductas relacionadas con lo saludable, asociadas a comportamientos tanto positivos como negativos.

          Palabras clave: Adaptación psicológica. Personalidad. Actividad física. Adolescencia. Problemas de salud. Estilo de vida.

 

Abstract

          Referencing to research that has studied the world of teenagers and signals they receive from their immediate surroundings (family and school), and from the company in general, where it relates the promotion of the practice of physical activity and the perceptions of psychological well-being like resource for the confrontation of daily situations since it can be the vulnerability ó perception of the risk to suffering problems for the health. In the same ones, we can think like summary that the principal lines have emphasized the study of attitudes as: social, physical and cognitive functioning; mobility and personal care and emotional well-being. In the adolescence, these concepts and attitudes are characterized for bringing into play with major probability behaviors related to how healthy, and associated with both positive and negative behaviors.

          Keywords: Psychological adjustment. Physical activity. Personality. Adolescence. Health. Way of life.

 

Recepción: 26/04/2015 - Aceptación: 22/05/2015

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 20 - Nº 204 - Mayo de 2015. http://www.efdeportes.com/

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Aproximación a la adolescencia desde el punto de vista de la psicología de la salud

    La adolescencia es la edad de las posibilidades, de las grandes ocasiones para madurar y de las buenas oportunidades para construir una personalidad madura. Pero la madurez, tanto en sentido emocional como social y moral, no se alcanza de una manera automática sin el esfuerzo personal del adolescente mismo. Es la etapa en que el individuo deja de ser un niño, pero sin haber alcanzado aún la madurez del adulto. Se trata de una etapa decisiva para el desarrollo de la personalidad, así como en la adquisición y consolidación de los estilos de vida. Donde los adolescentes muestran especial curiosidad y receptividad, y aún son relativamente inexpertos.

    Para conocer el estado de salud durante esta etapa de la vida, debe ser planteado desde los diferentes determinantes relacionados con la biología de la persona, con el medio ambiente en el que vive, con el sistema sanitario que le atiende y con los estilos de vida que caracterizan a su comunidad y al adolescente como individuo. Es decir, que los factores personales, sociales, económicos y ambientales influyen en el estado de salud y, por tanto, las estrategias de defensa y protección de la salud, la adopción de estilos de vida, los hábitos de consumo y el manejo del riesgo, están directamente relacionados con la promoción de la salud.

    Las estrategias de promoción de la salud comprenden la formulación de políticas públicas saludables, la reorientación de los servicios de salud, la potenciación de las comunidades para lograr el bienestar, la creación de ambientes saludables, el fortalecimiento e incremento de las destrezas personales relacionadas con la salud y la construcción de alianzas, sobre todo con los medios de comunicación.

    Incluso la atención a la misma, ha sido tarea pendiente de los sistemas sanitarios y en parte se debe a que los padecimientos que ponen en riesgo la vida se presentan principalmente en la población infantil (antes de los primeros 5 años) y en adultos mayores, el adolescente resulta relativamente “sano” desde la mirada tradicional de enfermedad; sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2014) estima que el 70% de las muertes prematuras del adulto son ocasionadas por hábitos nocivos para su salud establecidos durante su adolescencia, de ahí la importancia de promover estilos de vida saludables en esta etapa de la vida.

    Si se quiere fomentar que los adolescentes adquieran estilos de vida saludables, educativos y ecológicos, resulta imprescindible comprender cómo se van consolidando determinados estilos de vida y cuáles son los factores que los determinan (Cuadra-Martínez, Georgudis-Mendoza, y Alfaro-Rivera, 2012; Gil Roales et al., 2004; Martínez et al., 2012), y habrá que intervenir en el entorno para reducir los factores que lo dificulten y aumentar los que lo favorecen.

    Los cambios en los patrones de consumo y de ocio, y los valores sociales característicos del dinamismo del entorno que rodea a los jóvenes condicionan su salud. En muchas ocasiones, las actividades lúdicas y ocio de los jóvenes y adolescentes se convierten en un riesgo para su salud, como por ejemplo el tiempo que pasa frente a una pantalla (TV, ordenador o teléfono) impacta negativamente en su nivel de actividad física, y ésta a su vez influye en la presencia de obesidad en esta etapa de la vida.

    De todas maneras, desde el punto de vista sociológico, hay una oposición cada vez más clara y definida entre la concepción de ocio (coincidiendo generalmente con actividades desestructuradas) y el trabajo (actividad estructurada) (Barnett, 2007; Morales, Hernández, Gómez, Shamah y Cuevas, 2009). Se percibe el ocio como gratificante y, por el contrario, el trabajo o el estudio como actividades que coartan la libertad y la satisfacción. Del mismo modo, se hace notar que si bien los adolescentes manifiestan sentirse felices cuando están por ejemplo mirando televisión (actividad desestructurada), muestran mucha más felicidad mientras juegan al baloncesto o tocan el piano (actividades estructuradas) (Mesurado, 2009).

    Se puede encontrar que el consumo de sustancias nocivas para su salud, bebidas alcohólicas, entre otras conductas no saludables se convierten en una práctica aceptada, incluso normativa entre la población adolescente, y teniendo en cuenta que el sujeto realizará aquellas conductas que le permitan tener mejores autovaloraciones para la mejora del sí mismo, siendo estas conductas sanas o insanas, normativas o no normativas. Se ha encontrado que algunos determinantes del autoconcepto físico y autoestima se relacionan positivamente con el mayor consumo de sustancias y bebidas nocivas (Martínez et al., 2012). De igual forma, en otros estudios las variables de autoconcepto físico y autoestima en los adolescentes se han considerado como protectores que potencian la salud y estilos de vida saludables (Contreras et al, 2010; Martínez et al., 2012; Schumacher y Seiler, 2011).

    La aceptación de una situación de riesgo depende, en parte, de la información con la que cuentan las personas, del tipo de información a la que le dan crédito, de los valores que, de manera individual, defiende cada persona, de las experiencias sociales que han vivido, de las dinámicas grupales o bien de la presión social en la que viven los adolescentes entre iguales. Sucede sin embargo, que los adolescentes cometan errores o sesgos cognitivos en la evaluación del grado de riesgo de un comportamiento, considerándose a sí mismos como invulnerables (Petrillo, Caso, y Donizzetti, 2008), incluso en aquellas conductas o situaciones que perciben como un daño o riesgo real se presenta la conducta de invulnerabilidad negando que les afecte (Catalán, Rojas, Jarillo y Delgadillo, 2009).

    Para García del Castillo, López-Sánchez, Segura y García del Castillo-López (2010), la vulnerabilidad está asociada con mecanismos relativamente estables (hereditarios o sociales) productores de un cuadro o trastorno patológico. Estos mecanismos pueden estar presentes en los subsistemas cognitivo, afectivo, fisiológico, social o cultural que conforman al sujeto humano en su condición de sistema complejo e interactúan de forma dinámica y recíproca.

    El fenómeno definido como “optimismo irreal”, que es la tendencia a considerar las propias posibilidades más altas respecto a la media, para los eventos favorables, y más bajas para los eventos negativos. La percepción de invulnerabilidad tiene implicaciones tanto teóricas como prácticas en áreas tales como las conductas de auto-protección (Remor, 2008), la vulnerabilidad subjetiva (Peterson, Park y Seligman, 2006), la psicología de la salud, los procesos cognitivos de la depresión y la percepción del riesgo (Remor, Amorós y Carrobles, 2010). Tal fenómeno es muy común entre los jóvenes quienes tienden a subestimar el riesgo personal, respecto al atribuido a las otras personas (Donizzetti, Caianiello, Capone, Caso, Cozzolino, y De Falco, 2008), sobre todo en aquellos eventos o conductas voluntarias, donde la percepción de control personal es mayor.

    Investigaciones que han reportado diferencias significativas entre género, en las cuales las mujeres se perciben con menor riesgo en actividades que ven involucrados con mayor probabilidad los adolescentes varones (Remor, 2008), como accidentes de tráfico o conductas de carácter impulsivo, mientras los varones se perciben con un menor riesgo en lo que se refiere al maltrato y la violencia intrafamiliar (Alsinet, Pérez y Agulló, 2003).

    Se han determinado diferencias entre la percepción del riesgo de acuerdo a la edad, los más jóvenes se preocupan en mayor medida, por acciones y conductas propias de los comportamientos juveniles a los que aún no han tenido acceso y manifiestan inquietudes de carácter más social y comunitario (Alsinet, et al., 2003; Alsinet y Ballesté, 2000).

    Aunque es complicado encontrar conductas humanas que no tengan algún tipo de influencia sobre la salud y el bienestar, existe una serie de repertorios de conducta que se encuentran entre los factores de riesgo más importantes de los principales problemas de salud en la actualidad tales como el consumo de alcohol y de tabaco, el desequilibrio dietético en la alimentación, no practicar ejercicio físico, no participar en programas de promoción de la salud, incumplir las instrucciones médicas y utilizar de forma inadecuada de los servicios de salud, entre otros. (Jiménez, Cervelló, García Calvo, Santos y Iglesias, 2007; Ruiz, Ruiz-Juan y Rivera, 2012; Texeira et al., 2006).

    En este sentido, aparecen estudios que comparan varios hábitos y creencias de salud en adolescentes de distintos países iberoamericanos y encuentran que se indican peores perfiles de hábitos de alimentación para la muestra colombiana frente a la mexicana y la española, y peores perfiles de hábitos de actividad física para la muestra española en comparación con las de los otros países (Gil Roales, López, Zaldívar, y Moreno San Pedro, 2004; Morales y Gil Roales, 2003).

Estudios que relacionan la actividad física y la salud en la adolescencia

    La actividad física, se erige como un componente importante dentro de un estilo de vida saludable, ya que la realización de ejercicio físico, de forma ordenada, sistemática, adaptada y de cierta intensidad constituye un factor de protección de la salud y de prevención de diferentes trastornos de la misma, por los importantes beneficios tanto fisiológicos y psicológicos asociados. (Contreras et al., 2010; Hernández et al., 2008).

    Se han llevado a cabo numerosos estudios, que han analizado la práctica de actividad física en población escolar (González y Portolés, 2014; Guillén, Weis y Navarro, 2005), De entre todos estos estudios, algunos han llegado a analizar la práctica realizada junto a otras conductas que generalmente van asociadas al estilo de vida de los escolares (Hernández et al, 2008; Jiménez, García y Santos-Rosa, 2006). De igual forma se ha estudiado este fenómeno encontrando hábitos físicos y deportivos muy por debajo lo deseado, encontrando por ejemplo que el 80% de los niños y adolescentes mexicanos no realizan actividad física suficiente para alcanzar los niveles mínimos de desarrollo físico (Pérez, Rodríguez-Villalobos, Chávez, Rodríguez, y Fernández, 2014).

    Aunque se han descrito de manera amplia los indicadores del sedentarismo y obesidad, se puntualizan los beneficios que la actividad física tiene sobre el bienestar psicológico, sociocultural y cognitivo, también se han estructurado una gran cantidad de procedimientos tendientes a modificar los comportamientos y las actitudes que las personas tienen sobre la práctica de una actividad física o deporte (Cuadra-Martínez et al., 2012). Señalar la importancia de diseñar programas de intervención para fomentar la práctica de actividad física es necesario obtener información precisa sobre los niveles de práctica de la población infantil así como de los posibles determinantes de la práctica.

    Dentro del área general de la salud psicológica, la influencia del ejercicio físico ha sido especialmente investigada en los fenómenos de ansiedad. La mayoría de las revisiones sobre estudios previos concluyen que se han observado efectos moderados, aunque significativos, del ejercicio físico en la reducción de la ansiedad. Más aún, que estos efectos no sólo tienen lugar sobre el estado transitorio de ansiedad, sino que pueden alcanzar al rasgo de ansiedad, es decir, a la tendencia relativamente estable a percibir amenazas en situaciones variadas, y a reaccionar con preocupación, alteraciones psicosomáticas e ideas de abandono (Alamian y Paradis, 2009; Olmedilla, Ortega y Candel, 2010; Schumacher et al., 2011; Tamminen, Holt, Crocker, 2012) difieren sobre el efecto general en el conjunto de la población, aunque coinciden en relación con el efecto en jóvenes.

    En este sentido, se pueden reseñar estudios donde se establecen comparaciones entre la práctica de actividad física, consumo y gasto energético (Aarnio et al., 2002; López Morales y Garcés de los Fayos, 2014; Rodríguez et al, 2004; Zaragoza et al., 2006), utilizando el tiempo de participación de adolescentes en actividad física como nexo de unión, se ha observado que un menor consumo de tabaco en escolares se asocia con un mayor índice de práctica actividad física (González y Portolés, 2014), así como que la actividad física disminuye con el incremento, entre otros factores, del tabaquismo (Pauperio, Corte Real y Dias, 2012; Perkins y Jones, 2004) en los que se vienen a concluir que la inactividad física aumenta con la edad y el consumo de tabaco, siendo menor con mayor nivel educativo y consumo de alcohol (Jun et al., 2011).

Conclusiones

    En este periodo cuando los adolescentes adquieren y consolidan sus estilos de vida por lo que aquellos que inicien sus actividades físico-deportivas durante la adolescencia tendrán mayor probabilidad de desarrollar dichas actividades en la edad adulta.

    En el estudio de los factores de riesgo y de protección de conductas relacionadas con la salud y los estilos de vida durante la adolescencia, se han introducido históricamente variables como los hábitos alimenticios, el ejercicio físico y el deporte, el consumo de sustancias legales (alcohol y tabaco) e ilegales, incidencia de accidentes de tráfico y la edad de inicio de las relaciones sexuales (Rodrigo, Máiquez, García, Mendoza, Rubio, Martínez y Martín, 2004). A estas variables tenemos que sumar las que se incluyen actualmente, como aquellas que se dirigen específicamente a la protección de la salud y la prevención del riesgo, además de las competencias socio-cognitivas, tanto individuales como relacionales, asociadas a los estilos de vida (Alfonso, Huedo-Medina y Espada, 2009).

    Estudios recientes con población adolescente han encontrado que las redes de apoyo de estos varían en función de la edad, de manera que conforme los individuos van avanzando en las diferentes etapas de la adolescencia el apoyo que perciben de sus redes y figuras de referencia va cambiando.

    La práctica de actividad física durante la adolescencia puede suponer una estrategia de protección hacia la salud favoreciendo aquellas conductas saludables que se relacionan con dicha práctica, como seguir una buena alimentación y evitar el consumo de sustancias nocivas (González y Portolés, 2014). Esta circunstancia pone de manifiesto el valor de la actividad física como factor de protección ante determinadas conductas de riesgo como el consumo de drogas, señalando la importancia de incluir esta variable en los programas de intervención preventiva dirigidos a población adolescente.

    Se trata por tanto, de un periodo crítico en el que se deben acentuar las intervenciones a nivel tanto preventivo como informativo en el ámbito de la promoción de la salud, identificando las áreas más susceptibles en la evolución de los adolescentes, y fomentando la adquisición y desarrollo de aquellas variables como la actividad física y la práctica deportiva que han demostrado ser eficaces ante los problemas de salud (Martínez et al., 2012).

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