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Consideraciones sobre la ética docente y 

la consolidación del valor responsabilidad

 

*Centro Universitario Municipal, Guisa, Granma

**Universidad de Granma

(Cuba)

Lic. Luis Escalona Cruz*

Dra. Karen Capdet Trinchet**

Lic. Aliuska Estrada Martínez*

lescalonac@udg.co.cu

 

 

 

 

Resumen

          El docente juega un rol fundamental en la formación de los valores morales, donde la proyección de una personalidad ética definida (presente y futura) es decisiva para toda la humanidad como vía de preservación y continuidad de nuestra cultura e identidad. El objetivo de la presente investigación fue reflexionar sobre la ética docente y la consolidación del valor responsabilidad. Se realizó un análisis del proceso de formación ética de los docentes, donde se exponen categorías como el proceso de formación permanente del docente, formación axiológica o de valores, formación ética profesional, proceso educativo, el valor responsabilidad, y sobre la instrumentación de la dimensión ética en la universidad. Reveló que la consolidación del valor responsabilidad de los estudiantes, exige respuestas desde la formación ética del docente mediante estrategias, procedimientos o acciones.

          Palabras claves: Etica. Formación ética profesional. Valores. Responsabilidad.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 19 - Nº 194 - Julio de 2014. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    En el Informe de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI se enfatizó en la necesidad de que la formación, vinculada al desarrollo profesional y personal, debe existir en correspondencia con los principios fundamentales de una ética humana, aplicados a cada profesión y a todos los ámbitos de la actividad humana.

    El educador, por su formación político-ideológica, su moral, su conducta y sus hábitos personales, es garantía en gran medida de la efectividad con que desempeñe la misión que la sociedad le ha asignado y juega un rol fundamental en la formación de los valores morales, imperativo de nuestros tiempos, tiempos complejos, de alternativas complejas donde la proyección de una personalidad ética definida (presente y futura) es decisiva para toda la humanidad en general y en particular para nuestro país, como vía de preservación y continuidad de nuestra cultura e identidad.

    Según Soto et al. (2011) el reto que se presupone para el magisterio y la escuela cubana, es el de la formación de las nuevas generaciones, estos ideales sociales están en la elevación de la profesionalidad, comprendiendo la necesidad de profundizar en los métodos y acciones que contribuyan a formar valores, donde se consolide una preparación más integral, con enfoque de sistema, que tenga como principal objetivo formar y desarrollar en nuestros estudiantes valores como: la responsabilidad, solidaridad, laboriosidad, colectivismo; patriotismo, antiimperialismo, honradez, etc.

    De la forma de asumir la responsabilidad deriva el sentido del cumplimiento del deber, siendo sostén y propiciador del éxito ante cualquier tarea propuesta.

    Se constituye como objetivo de la investigación reflexionar sobre la ética docente y la consolidación del valor responsabilidad.

Desarrollo

    Se reconoce que la ética docente está dentro de la ética profesional, el profesional de la educación debe mostrar ciertas actitudes, valores morales, cualidades éticas y aptitudes que lo diferencien de otras labores y roles, y que le ayuden a ejercer honestamente su quehacer (Ogando et al., 2012).

    Chacón (2002) refirió que la formación de valores morales es un proceso educativo en el que el contenido axiológico de determinados hechos, formas de ser, manifestación de sentimientos, actuaciones o actitudes humanas, con una significación social buena, provocan una reacción de aprobación y reconocimiento (vigencia) en el contexto de las relaciones interpersonales, trasciende a nivel de la conciencia del niño o joven. 

    En consecuencia, la responsabilidad no se adquiere espontáneamente, la actitud que manifiesta el sujeto deviene en un valor, en tanto la actividad se realice de forma consciente. En la medida que el hombre satisface las necesidades personales y concientiza su deber social, se transforma en responsable tomando partido frente a las normas y opiniones externas para establecer un orden y primacía que se atengan a sus juicios e intereses. Por tanto, para consolidar el valor responsabilidad se deben tomar en cuenta entre otras cosas, la motivación, las necesidades, y el conocimiento individual (Caro, 2011).

El proceso de formación ética profesional de los docentes, su incidencia en la consolidación del valor responsabilidad

    La ética, comprendida como disciplina filosófica, cumple con una importante función de síntesis teórica, pues sistematiza los principios, normas, cualidades y valores morales.

    El aporte de la ética se concibe a partir de la creación de condiciones para que el docente se prepare intelectual y afectivamente para el tipo de acción que va a emprender. Necesitará aprendizajes cognoscitivos específicos para el desarrollo de una actividad crítica sobre el mundo y su práctica profesional, de un modo tal que lo habilite para actuar junto a otros seres humanos en un proceso educativo.

    Para definir una orientación epistemológica acerca del proceso en si, es preciso retomar la categoría formación, desde su esencia filosófica, psicológica y pedagógica, esta última fundamentada por Horruitiner (2007), entre otros, que asumen la formación como un proceso que se distingue por encauzar los estudios pedagógicos actuales como categoría, la formación inherente a las Ciencias Pedagógicas y su misión está en el replanteo constante de la actividad transformadora humana, en la correspondencia entre ideales, objetivos y fines sociales, aunque estas concepciones no consideran este proceso de formación en su integración gracias a todos los demás procesos que se derivan de este.

    La formación profesional permanente es un proceso educativo que se desarrolla desde las instituciones de la Educación Superior, que se direcciona al alcance de conocimientos, habilidades, valores y valoraciones, descritos dentro del perfil profesional que condiciona un ejercicio profesional específico (Capdet, 2011) y que en el ámbito docente su desempeño se enmarca en los diferentes colectivos de asignaturas y departamentos, con el objetivo de brindar la actualización especializada en cada escenario laboral, donde se adquieren los contenidos éticos, culturales y prácticos indispensables para el desempeño profesional, su carácter permanente lo adquiere por ser un proceso ininterrumpido que se enriquece y se nutre en la propia consecución de los actos profesionales.

    En el referido proceso es muy importante la formación axiológica o de valores teniendo en cuenta los cambios que se observan desde los últimos años del pasado siglo, mostrando que la humanidad ha entrado en una nueva era que afecta a las instituciones formadoras de valores (Marcelo, 2002); coincidiendo con Fabelo (1996) cuando advierte que estamos en una época de deshumanización, donde los valores éticos se han perdido o resquebrajados, la falta de credibilidad en las instituciones y la ausencia de liderazgo, han llevado al individualismo y la práctica corrupta.

    El General de Ejército Raúl Castro Ruz planteó, en su intervención ante la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, problemas concernientes al actuar ético docente, por lo que es fundamental que en el proceso docente se cumpla con la primera y más importante idea rectora de la educación superior cubana, y no sólo de la educación superior, sino también de toda la educación en general, que expresa el indisoluble vínculo existente entre los aspectos instructivos y los educativos durante el proceso de formación (Horruitiner, 2007), para poder logar que se formen valores en la conciencia y modo de actuar de los jóvenes.

    El proceso docente es un proceso instructivo y educativo a la vez, pero sin identificarlos como uno sólo, sino verlos o conocerlos en su unidad y diferencias. La educación en valores a través de la instrucción requiere de un enfoque sistémico que posibilite cumplir con ese objetivo. Los procedimientos para lograr el dominio de habilidades y conocimientos son diferentes a los procedimientos que hay que instrumentar para incorporar un sistema de valores a la personalidad de los estudiantes (Lemes y Machado, 2007).

    En cuanto a la interpretación de los valores, la filósofa cubana Zaira Rodríguez (1985) reconoce la posibilidad de un tratamiento científico del valor y las posibilidades teóricas cognoscitivas del enfoque valorativo y que los enfoques científico - investigativos y valorativos no son idénticos, pero entre ellos no hay una separación insuperable, sino una interacción dialéctica.

    Señaló que para establecer la naturaleza de los valores es imprescindible referirse a la naturaleza de la actividad práctica social de los hombres donde se gestan el valor y las dimensiones valorativas de la realidad.

    Fabelo (2003) realiza una nueva propuesta interpretativa llamándola pluridimensionalidad de los valores y propone un enfoque multidimensional de los valores que al mismo tiempo los comprenda como un fenómeno complejo con manifestaciones distintas en diversos planos de análisis, y muestre la conexión mutua entre esos planos. Estos planos son objetivos, subjetivos e instituidos.

    El primer plano, el objetivo, lo aborda como una objetividad social dada por la relación funcional de significación del objetivo o fenómeno con el hombre, es decir con el ser humano genéricamente entendido y no como grupo particular o específico de hombres; ya que un fenómeno puede tener una significación positiva para una persona o grupo de ellas y, al mismo tiempo poseer una relación negativa para la sociedad, como la responsabilidad.

    El segundo plano, el subjetivo, el autor lo refiere como la forma en que esa significación social (valor objetivo) es reflejada en la conciencia individual o colectiva, ya que cada sujeto social valora la realidad de un modo específico, como resultado de esta valoración el sujeto conforma su propio sistema subjetivo de los valores. Fabelo (2003) destaca que este sistema es relativamente estable y que actúa como especie de patrón que regula la conducta humana, por lo que los valores subjetivados pueden poseer un mayor o menor grado de correspondencia con el sistema de valores objetivos, en dependencia del nivel de coincidencia de los intereses particulares del sujeto con los intereses generales de la sociedad en su conjunto, y por tanto estos valores cumplen una función reguladora como es el caso de la responsabilidad.

    Destaca que estos intereses están vinculados al lugar que ocupa el sujeto en el sistema de relaciones sociales y a la posición de los grupos humanos dentro de la sociedad.

    En el tercer plano se refiere a los valores instituidos y oficialmente reconocidos, que puede ser el resultado de la generalización de una de las escalas subjetivas existentes en la sociedad o de la combinación de varias de ellas. Donde ciertos individuos o grupos que ostentan el poder son los que imponen este sistema al resto del universo social de que se trata mediante la conversión de sus escalas de valores en oficial.

    Desde lo psicológico Ojalvo et al. (2002) señalaron que la psicología de enfoque histórico cultural desarrollada por Vygotski constituye un marco teórico y metodológico adecuado para la comprensión, diagnóstico y dirección del proceso de formación y desarrollo de los valores morales.

    Son tres los principios en que se concreta esta concepción general del enfoque histórico- cultural y que ha constituido un fundamento teórico metodológico.

  1. Principio de la unidad de lo afectivo y lo cognitivo.

  2. Principio del reflejo activo de la conciencia.

  3. Principio de la relación entre la enseñanza y el desarrollo.

    En el caso particular de los jóvenes, que poseen sus peculiaridades, el proceso de formación de valores cobra especial relevancia por constituir esta etapa un período particularmente sensible al respecto, dadas las necesidades de independencia y autodeterminación del joven.

    La sociología enfatiza lo relativo a la significación social que tienen los objetos y fenómenos de la realidad para una determinada clase, grupo o individuo, en la medida en que entran en relación con las necesidades de los mismos.

    Como planteara Fabelo (2003) en su acepción más amplia, educar significa socializar, es decir, transformar al educando en un ser social, en parte constitutiva de una comunidad humana particular, paso imprescindible y único modo posible para hacerlo representante y partícipe del género humano, por tal razón, la educación constituye el mecanismo fundamental para la conformación de una identidad propia. Por lo que la responsabilidad se considera un elemento esencial en este sentido y en su condición de valor.

    Desde el punto de vista pedagógico la educación constituye una de las funciones más importantes de la sociedad, no es posible concebir el desarrollo de la humanidad sin su propia historia, si no se hubiese asegurado de una u otra forma la transmisión de la experiencia anterior a las nuevas generaciones.

    Para Báxter (2002) la formación de valores es un problema de la educación de la personalidad, donde influyen el conjunto de condiciones positivas entre las que se destacan, las necesidades del sujeto que se educa, la dignidad de cada uno, las relaciones con una adecuada comunicación y promover la creatividad y ser protagonistas directos a su propia formación.

    Más adelante señala que en la asimilación de los valores y orientaciones de valor en los jóvenes se manifiestan aquellos que son producto de su experiencia, de las influencias educativas (del hogar, escuela, factores con que interactúa), de las condiciones en que se desenvuelve, del medio social en que se desarrolla (Báxter, 2007).

    Desde el punto de vista pedagógico la formación de valores morales refiere un proceso educativo en el que el educador debe tener en cuenta para su dirección valiosos componentes como son la unidad entre lo cognitivo, lo afectivo-volitivo, lo ideológico y lo actitudinal; este proceso debe tener como fin una concepción del mundo sobre la base de sólidos conocimientos científicos y su transformación en positivas condiciones morales y motivos de conducta, sin embargo, estos aspectos son señalados por Chacón (2004) como parte de los retos de la profesionalidad pedagógica cuando planteó que en el plano práctico de la educación aun se manifiesta una concepción dicotómica del proceso pedagógico expresado precisamente en:

  • La separación de la instrucción en detrimento de la educación.

  • La no integración de los componentes cognitivo, afectivo-volitivo, ideológico y actitudinal.

  • La separación entre los conocimientos científicos, la cultura humanística, sus valores y la ideología.

  • La insuficiente integración de los aportes que los enfoques filosóficos, sociológicos, ético-axiológicos, pueden hacer en la solución de estos problemas.

    Por todo lo anterior, se considera oportuno precisar que según Báxter (2007), educar en valores es la acción planificada, orientada y controlada que ejercen la familia, la escuela y la comunidad, mediante el ejemplo personal en la actuación de todos los adultos responsabilizados con la tarea o encargo social de formar a las nuevas generaciones. Por lo que resulta necesario lograr una motivación que movilice a los que se eduquen en querer hacer, a sentirlo como algo suyo, que lo que ven hacer o hacen está en correspondencia con su manera de sentir y de actuar.

    En las Filiales Universitarias Municipales (FUM) que conforman el Centro Universitario Municipal, se desarrolla un modelo Pedagógico flexible, estructurado y centrado en el estudiante y donde juega un importante papel el profesor como guía en el proceso, y la formación y desarrollo de valores constituye una prioridad en este modelo, sin embargo, según Hernández (2009) el trabajo educativo en estas condiciones adquiere una peculiar complejidad, por dos razones fundamentales:

  • Las diferencias individuales de los estudiantes.

  • Poca relación directa profesor-alumno.

    A las anteriores razones se puede agregar el hecho de que la inmensa mayoría de los profesores universitarios no se han formado en instituciones pedagógicas, y como resultado de su alta calificación profesional, vocación, compromiso con el desarrollo social y posición consecuente con los principios y convicciones bajo los cuales se formaron, han asumido la tarea de enseñar, en especial los profesores a tiempo parcial.

    El amor a la profesión, la responsabilidad, la honestidad, constituyen valores esenciales reguladores de la actuación de un profesional competente. La formación de valores constituye un problema pedagógico complejo. La raíz etimológica de la palabra valor deriva del latín, que significa ser fuerte, robusto, tener fuerza, energía o poder, prevalecer, tener eficacia. Tras esta definición existe un empeño de extraer de la realidad algo que se encuentra dentro: la fuerza, la potencia de un ser, cuya concientización se produce gracias al hecho humano (Pérez y Peña, 2011).

    La responsabilidad es la conciencia acerca de las consecuencias que tiene todo lo que hacemos o dejamos de hacer sobre nosotros mismos o sobre los demás. En el campo del estudio o del trabajo, por ejemplo, el que es responsable lleva a cabo sus tareas con diligencia, seriedad y prudencia porque sabe que las cosas deben hacerse bien desde el principio hasta el final y que sólo así se saca verdadera enseñanza y provecho de ellas. La responsabilidad garantiza el cumplimiento de los compromisos adquiridos y genera confianza y tranquilidad entre las personas (Félix, 2007).

    La actitud positiva ante la responsabilidad se manifiesta en la participación conciente y voluntaria en las tareas laborales, manuales o intelectuales, docentes, extradocentes y extraescolares, en el aporte individual en bien de la sociedad. La responsabilidad es el eje central de otros valores y hace al sujeto portador de relaciones estables, depositario de confianza entre los demás miembros del grupo y en su familia, se observa ante cualquier tarea y en el contexto que se exprese el sujeto matiza su personalidad (Soto et al., 2011).

    Si bien el comportamiento ético no es un asunto exclusivo de los profesionales, concierne, sin dudas, a toda actuación humana; pero compromete con mayor énfasis a quienes han tenido el privilegio de una formación de nivel superior a costa de toda la sociedad que ha debido contribuir a ella y que espera, justificadamente, una actuación correcta de quienes han disfrutado de esa preferencia selectiva.

    El profesor debe reflexionar profundamente sobre su proceder moral. Esto significa que el docente debe darle un sentido moral a sus acciones dentro del aula ¿Por qué procedí de esta manera? ¿Qué es lo conveniente moralmente hablando? ¿Está fundamentado mi proceder en un conjunto de valores o concepción de lo que es el bien?, y a partir de ello tomar una posición moral respecto de sí mismo y de sus estudiantes (Alviz, 2008), pero no solo dentro del aula el docente debe tomar una posición ética, también fuera de la misma, de esta forma el docente ganará el reconocimiento de los estudiantes, y disfrutará de ser responsable del desarrollo de sus capacidades y del alcance de todos sus logros, de ser mejor educador.

    El docente debe ser ejemplo a seguir, no solo para sus alumnos sino para toda persona que lo conozca; actuar como ejemplo para los estudiantes en la manera de hacer las cosas, en las actitudes (De Órnelas y Rivero, 2012).

    Batista y Rodríguez (2004) afirmaron que las universidades cubanas cuentan con una herramienta de inestimable valor metodológico, el enfoque integral para la labor educativa y político ideológica, sus referentes orientan a la comunidad universitaria hacia qué direcciones instrumentar el trabajo con los valores, destacándose el rol que se le asigna a la formación ética del profesional para que puedan insertarse de manera plena a la actividad laboral y a la sociedad; este proceso permite diseñar su aplicación y verificar sus resultados mediante la gestión del proceso docente educativo en todos los niveles de trabajo metodológico de las Instituciones de Educación Superior, no obstante, aún este instrumento no es del todo eficaz, todavía es insuficiente.

    No se trata de que el docente enseñe ética, pero si que muestre ética, que pueda crear una atmósfera moral en el aula, dentro de la cual se use a la ética en función de los conflictos, se estimule el pensamiento de los estudiantes para que ellos construyan juicios y razones. Todo lo que ocurra dentro de un aula y vaya en contra de la vida, es antitético. Se requiere entonces un docente puntual, organizado, negociador, oyente, preparado cognitivamente, con sensibilidad social, capaz de discernir, canalizar las dificultades que surjan en el recinto universitario, atendiendo al bien colectivo más que al personal.

Conclusiones

    El análisis realizado revela que la consolidación del valor responsabilidad de los estudiantes, exige respuestas desde la formación ética del docente mediante estrategias, procedimientos o acciones. La implementación adecuada de las herramientas de trabajo del docente y el proceso de formación permanente contribuyen a promover la formación ética y en consecuencia, influyen en la consolidación del valor responsabilidad.

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