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El fútbol argentino y la posibilidad de reflexionar acerca de un estilo

 

Lic. y Profesor en Ciencias Antropologicas, FFyL, UBA

(Argentina)

Julián Ponisio

yula32@gmail.com

 

 

 

 

Resumen

          Con respecto al juego, en estos comienzos del Campeonato Mundial, podemos observar un mejoramiento en el trato a la pelota en muchos de los equipos participantes sobre todo europeos, privilegiando la estética por sobre el espíritu de lucha. Estas mismas cualidades que integraban nuestro patrimonio futbolístico, parecerían ser tomadas en cuenta por otros equipos, produciéndose así una inversión de valores.

          Palabras clave: Fútbol argentino. Identidad. Estilo.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 19 - Nº 193 - Junio de 2014. http://www.efdeportes.com/

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“A mi me gustaba el fútbol

cuando lo jugaban

los líricos y los tuberculosos. Pero ahora

se ha convertido en refugio de millonarios

Benito Quinquela Martín

(En: Burguesía y Gansterismo en el Deporte, de Dante Panzeri)

    Asistimos a una época de escasez de jugadores en el fútbol argentino que estén arraigados a un estilo cultural basado en la gambeta como símbolo de excelencia performativa, al culto de buen trato a la pelota y a la capacidad de pensar una jugada, “hacer la pausa correcta”, para nutrir a este espectáculo deportivo, cada vez mas estandarizado en su juego, de una pizca de improvisación y calidad estética.

    Por su parte el público, sean hinchas o aficionados, entrenados desde hace décadas en mecanismos de autodestrucción y aceptación, toleran un control social ejercido desde los centros de poder, que dificulta la posibilidad de discernir con el paradigma dominante que impera en nuestro fútbol: el culto a la velocidad, el sobredimensionamiento de un determinado modelo físico (el del superatleta) y el espíritu de lucha.

    Es a través de esta transmisión de valores como se tratan de homogeneizar las diferentes cualidades del juego, ofreciendo un espectáculo deportivo cada vez más hambriento de carácter, calidad y expresión artística. Para ello, se tratan de disimular las sucesivas crisis que puedan poner en peligro los valores dominantes, recurriendo a la construcción y deconstrucción efímera de diferentes íconos o símbolos que encuentren un recorrido mítico que vincule a la historia de cada club con una imagen afectiva, simulando durante un lapso de tiempo, las pobres performances futbolísticas que se vienen dando en nuestro fútbol desde hace unos largos años.

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Gran parte de los productos se venden aludiendo al Mundial de Fútbol Brasil 2014. Vidriera en Buenos Aires, junio 2014

    De esta manera, se intenta con poca imaginación, manipular a las multitudes de aficionados que abocados en la fidelidad y el amor incondicional por una institución, esquivan toda posibilidad de reflexión. Aún cuando se producen algunos intentos de rebelión, éstos son disipados rápidamente por la maquinaria del poder, tornándose dificultoso el mantenimiento de un movimiento contestatario de raíces duraderas.

    El socio fue cediendo terreno en su propio club, contribuyendo poco a poco a la degradación de los vínculos asociativos basados en la participación familiar, el barrio y el club. Esta escasa participación de los hinchas, salvo en el rol de consumidores de la “marca deportiva”1 o en tal o cuál “mística del aliento”2, llevó a que, en concordancia, con la volatización de los futbolistas que emigran de un club a otro en tiempos records resulte un quiebre identitario que acompañó la descomposición social de muchos de los elementos significativos de una institución (económico, social, político y cultural).

    Una de las problemáticas para analizar la conformación de la identidad en la actualidad, surge de la falsa premisa posmoderna de relativizar absolutamente cualquier concepto para creer que ninguna verdad es posible.

    Para analizar el desenvolvimiento de una cultura a lo largo del tiempo hay que romper los filamentos del enfoque dual entre posturas esencialistas (tradicionales) o universalistas (globales). En un mundo cada vez más transcultural hay transformaciones coyunturales que modifican con mayor velocidad las identidades poco sólidas o liquidas, pero al mismo tiempo que cambian algunas particularidades también se dinamizan otras, y es allí donde los elementos tradicionales operan como eje transversal de medición de estos cambios y al mismo tiempo reconfiguran las cualidades intrínsecas.

    En esta especie de “quiebre identitario”, se sobrevaloran las dimensiones del hincha, apoyadas entre otras cosas en la “cultura del aguante”3, porque es él, el que en última instancia, tiene la palabra autorizada por defender incondicionalmente la representación de su club. Al no encontrarse una metonimia con el juego, es decir, con los jugadores que ejecutan los partidos, se produce un extraño sentimiento de despojo que tiene que ser rápidamente ocupado con resortes inalienables como pueden ser: el aliento, la presencia incondicional en el estadio, los banderazos de apoyo, entre otras cosas.

    Al no poder reflexionar acerca del dolor que produce la ruptura de la identificación con el “otro” (jugadores, dirigentes) que es en consecuencia un “nosotros” más amplio, el hincha utiliza todos los elementos que estén a su alcance para reafirmar el sentido de pertenencia y asegurar la supervivencia de la institución. Es decir, que a la pérdida de valores culturales tan importantes para el funcionamiento de la vida colectiva de cada club, el hincha se presenta como el único portador de legitimación del último refugio de las condiciones asociativas.

    Sin embargo, en las últimas décadas, el establishment en general (político, deportivo y cultural), contribuyó a la disrupción de los vínculos de pertenencia que había entre hincha, jugadores y un determinado estilo de juego, fabricando modelos de jugadores más identificados en obedecer el orden táctico y el espíritu de lucha que la técnica y la improvisación (salvo algunas excepciones). En este sentido, el talento fue cediendo lugar a la obediencia y al arraigo de un modelo neoliberal en el fútbol, que tiene sus huellas más conservadoras en lo que expresaba el diario La Nación a principios del siglo XX sobre el futbolista argentino que muy oportunamente cita en su libro “Fútbol, Poder y Discriminación Social” el sociólogo Roberto Di Giano: “El crak no es un jugador eficiente(…) Se hace rogar, impone condiciones, llega a pedidos a veces reñidos con el sport, y los días de match es necesario ir a la casa para que juegue (…) y una vez en el fiel o es un negligente o riñe con el contrario”.4

    De la misma manera que se fue anulando toda manifestación creativa, se alimentó la farandulización deportiva desviando la atención acerca de la posibilidad de reflexionar proyectos pedagógicos que intervengan en la elaboración del estilo de juego. Apoyados en modelos de “inyectación anímica”, los grandes medios de comunicación asociados a las condiciones de la época, presentan un producto futbolístico estandarizado, rutinario y con pocos recursos expresivos.

    El atrevimiento, la picardía, la astucia y la pausa organizadora en el juego bajo el eje integrador de los “manijas del equipo” (léase los números 10) elementos que siempre caracterizaron nuestro particular estilo de juego, sufren las mutilaciones propias de este paradigma dominante que cultivado en el ámbito futbolístico comparte complicidades en otras esferas sociales sea el instrumental del estado, las corporaciones privadas o parte de la sociedad en general.

    Para finalizar podemos observar algún atisbo de cambio tomando como ejemplo las protestas generadas en torno a la organización del mundial de Brasil, donde miles de personas salieron a las calles reclamando su derecho a una mayor calidad de educación, salud y condiciones de vida en general, rompiendo con la imagen clásica de ciertos sectores progresistas acerca del fútbol como “opio de los pueblos”.

    Por otro lado, con respecto al juego, en estos comienzos del Campeonato Mundial, podemos observar un mejoramiento en el trato a la pelota en muchos de los equipos participantes, privilegiando la estética por sobre el espíritu de lucha. Estas mismas cualidades que integraban nuestro patrimonio futbolístico, parecerían ser tomadas en cuenta por otros equipos, produciéndose así una alteración de valores.

    Veremos si este punto de partida puede servir para empezar a preguntarnos de que manera queremos jugar al fútbol, si dinamizando nuestra rica tradición o parándonos en los argumentos de los agentes modernizadores, que ávidos en las corrientes posmodernas nos sugieren múltiples y variadas formas de interpretar el juego, aunque corriendo el riesgo de no llegar a ninguna.

Notas

  1. Por marca deportiva entendemos los procesos de construcción alrededor del fútbol que ligados a las estrategias de marketing apuntan a estrategias de consumo

  2. El concepto de mística del aliento expresa la incondicionalidad del hincha a determinado club a través de acciones concretas sin importar si su participación contribuye a un relato real o ficcional

  3. El aguante como sinónimo de defensa del honor, de resistencia, fue sufriendo modificaciones a lo largo del tiempo cuando la representatividad de los jefes de las hinchadas fue mutando en varios clubes a una configuración diferente en su componente de clase. Muchos jefes barrabravas ya no pertenecerían a los sectores populares sino que fueron ganando espacio los hijos o parientes de los “nuevos ricos” que surgieron escalonadamente en la década de los noventa.

  4. Di Giano, Roberto. Fútbol, Poder y Discriminación Social. Leviatán, Buenos Aires, 2010, p. 23.

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