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La evolución del humanismo martiano del odio al perdón. 

Un acercamiento a su concepción de estudio en la Cultura Física

 

UCCFD “Manuel Fajardo” Facultad de Camagüey

(Cuba)

Yoikel Delgado Alfonso

Alberto Frómeta Dupuy

Rafael Estrada Oms

barny@enet.cu

 

 

 

 

Resumen

          En el presente trabajo se trata de mostrar la evolución del humanismo martiano a través de ese significativo tránsito efectuado de su apasionada noción del odio a su atinada generosidad y perdón al adversario, que le permitió redimirse a sí mismo, así como comprender y enseñar con humildad el inestimable valor de la indulgencia, la tolerancia y la compasión. Para ello se realizó una revisión de los textos martianos en las diferentes etapas de su corta pero fructífera vida. Fue interés de lo autores revelar la significativa evolución del pensamiento martiano que denotó el paso del apasionado odio al enemigo hacia una forma superior humanista de su relación con el prójimo.

          Palabras clave: Humanismo martiano. Odio. Perdón.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 19 - Nº 192 - Mayo de 2014. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    Con frecuencia a los héroes se les idealiza en demasía, de manera que se esculpen como pedestales, tratando de ocultar sus imperfecciones mundanas. Así también, ha sucedido en la honra al Maestro, pues en ella no ha dejado de haber excesos, especialmente, entre aquellos que lo han idolatrado con vehemencia.

    Cuando se habla de Martí no son pocos los que le consideran una persona superior, pues en él no se quieren ver defectos y, por el contrario, se enfatiza la idea de que siempre estuvo alejado de las miserias humanas. Es decir, se tiende a divinizar su figura y a olvidar que fue un humilde mortal, dedicado a defender sus creencias y cultivar la virtud en las criaturas que conoció.

    En verdad, el Apóstol desde edades tempranas consagró su vida al estudio, tanto en la bonanza del hogar y la escuela, como en las penurias de la cárcel, el destierro y la guerra. Por estas y otras razones fue que Martí se convirtió en el ídolo de nuestra América y de los pobres de la tierra.

    Sin embargo, el estudio consecuente de la obra del Maestro exige comprender la evolución de su pensamiento y su práctica revolucionaria, acrisoladas en esa conocida frase de que la mejor forma de decir es hacer. Esa evolución tuvo, entre sus virtudes morales, un especial protagonista: su humanismo, que como principio rector de su excelsa obra fue signado por un galopante y enriquecedor tránsito del odio al perdón, es decir, del apasionado e incauto rencor por el enemigo al atinado y enaltecedor aprecio de lo humano en el adversario.

    La revelación del crecimiento espiritual del Maestro a través de esta hermosa y controvertida metamorfosis del odio al perdón se convierte en un fértil surtidor para la formación en valores de la nueva generación.

    Precisamente, aquí en este trabajo solo se trata de mostrar la evolución del humanismo martiano a través de ese significativo tránsito efectuado de su apasionada noción del odio a su atinada generosidad y perdón al adversario, que le permitió redimirse a sí mismo, así como comprender y enseñar con humildad el inestimable valor de la indulgencia, la tolerancia y la compasión.

Desarrollo

    Contaba Martí solo con nueve años y ya comenzaba a perfilarse en él un sentimiento de rechazo a la esclavitud y a la dominación española. Por esa época el padre había sido nombrado Capitán Juez Pedáneo del partido territorial de Hanábana, uno de los cinco de la jurisdicción de Colón o Nueva Bermeja, en la actual provincia de Matanzas (zona de Caimito del Sur o de la Hanábana). Ocasionalmente, Martí sirvió de amanuense a Don Mariano para redactar algunos documentos oficiales.

    Durante su estancia en la región, siendo un niño, Martí conoce los horrores de la esclavitud, es por ello que dejó su primera impresión de la venganza y el odio, al describir con furor la escena de un esclavo colgando de un árbol:

    “… un niño lo vio y tembló de pasión por los que gimen y al pie del muerto juro lavar con su sangre el crimen” (Martí, José, 1975b, p. 107)

    Luego siendo ya un adolescente Martí muestra en uno de sus escritos la evolución de su pensamiento al notar las diferencias cualitativas entre los conceptos de venganza y justicia, entre el odio y el rechazo a la injusticia, cuando interrogó y sentenció:

    “¿Quién ha visto azotar a un negro no se considera para siempre su deudor? Yo lo vi, lo vi cuando era niño, y todavía no se me ha apagado en las mejillas la vergüenza [...] Yo lo vi, y me juré desde entonces a su defensa” (Martí, José, 1975a, p. 189)

    En 1865 Martí ingresa en la Escuela de Instrucción Primaria Superior Municipal de Varones, y es allí donde conoce quien sería su mecenas, su padre político, el maestro Rafael María de Mendive.

    Sin duda alguna Mendive contribuyó de manera decisiva en la formación de Martí, no solo como estudiante, sino también como patriota y como pensador humanista. Una muestra de ese crecimiento cívico lo evidenció el propio Martí al declararse en duelo por la muerte de Abraham Lincoln a manos de un esclavista del sur.

    Sin embargo, la evolución del pensamiento axiológico de Martí no fue lineal y ascendente, tuvo también momentos en su juventud de retrocesos y zigzags, evidentemente, condicionados por los acontecimientos libertarios del inicio de la Guerra de los Diez Años. Por ello, cuando publica en el año 1869 su obra teatral Abdala, todavía se ve en texto aquel otrora furor juvenil, expresado en el personaje, cuando sentencia:

    “El amor madre a la patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestras plantas, es, el odio invencible a quien la oprime es el rencor eterno a quien la ataca” (Martí, José, 1975c, p. 19)

    Ese énfasis puesto en el concepto de odio, en boca del apasionado personaje de esta hermosa obra de teatro, que, por cierto, se ubica en la lejana Nubia, pero que es una clara alusión a Cuba (recordar que ya había estallado la guerra grande), el joven Martí deja escapar aún aquellos sentimientos de odio hacia la metrópoli española, pues estaba contrariado y frustrado por no estar peleando en la manigua.

    Así también, en otro de sus poemas de adolescencia Martí hace referencia al odio, cuando escribe:

    “Odio el mar, que sin cólera soporta

Sobre su lomo complaciente, el buque

Que entre música y flor trae a un tirano” (Martí, José, 1975d, p. 193)

    Sin embargo, a finales de ese mismo año de la publicación de Abdala, una serie de nefastos acontecimientos afectaron seriamente (negativa y positivamente) la vida de Martí, pues a la vez que le impusieron severas penurias, también aceleraron la radicalización y enriquecimiento de su pensamiento revolucionario.

    El 21 de octubre de 1869 Martí fue recluido en la Cárcel Nacional, acusado de infidencia por escribir la carta, junto a su entrañable amigo Fermín Valdés Domínguez. Un tiempo después, el 4 de marzo de 1870, Martí fue condenado a seis años de prisión, pena posteriormente conmutada por el destierro a Isla de Pinos, lugar al que llega el 13 de octubre de ese año.

    De esta tormentosa etapa de su vida podía esperarse que se hubiese incrementado su odio y rabia contra el español, pero, en verdad, eso no sucedió. Por el contrario, el pensamiento del Maestro evolucionó hacia una visión más flexible y comprensiva sobre las relaciones con el adversario político y militar, pues en la nueva y difícil etapa de su vida pudo reflexionar más sobre la sociedad y el ser humano, sobre sus contradicciones y conflictos, lo cual le permitió distinguir con nitidez las diferencias entre los explotados y los explotadores, entre el odio y la justicia, entre el rencor y la generosidad, etc.

    En verdad, en la penuria del presidio el Apóstol profundizó más su humanismo y tuvo como primera preocupación los recuerdos de su madre, por quien sentía un amor inmenso. Precisamente, refiriéndose a una fotografía suya, donde aparece él de pie con el grillete puesto, le escribe a su madre:

    "Mírame, madre, y por tu amor no llores: / Si esclavo de mi edad y mis doctrinas, / Tu mártir corazón llené de espinas, / Piensa que nacen entre espinas flores" (Martí, José, 1975e, p. 29)

    Aquellos meses de encarcelamiento marcaron para siempre la vida de Martí. De allí saldría enfermo de sarcoidosis, y, luego, al publicar en Madrid en 1871, su famoso “El Presidio Político en Cuba”, sentenció:

    “Dante no estuvo en presidio. Si hubiera sentido desplomarse sobre su cerebro las bóvedas oscuras de aquel tormento de la vida, hubiera desistido de pintar su infierno. Las hubiese copiado, y lo hubiera pintado mejor. Si existiera el Dios providente, y lo hubiera visto, con una mano se habría cubierto el rostro, y con otra habría hecho rodar al abismo aquella negación de Dios” (Martí, José, 1975f, p. 45)

    Más adelante en el propio documento muestra cuanto se ha enriquecido su espíritu humanista, pues describiendo su sentimiento hacia el español, se aleja del odio y del rencor, acercándose a valores más enaltecedores como la compasión, la benevolencia, la magnanimidad, la piedad, la generosidad y el perdón. Por ello, reflexiona así:

    “Dios existe, y si me hacéis alejar de aquí sin arrancar de vosotros la cobarde, la malaventurada indiferencia, dejadme que os desprecie, ya que no puedo odiar a nadie; dejadme que os compadezca en nombre de mi Dios. Ni os odiaré, ni os maldeciré. Si yo odiara a alguien, me odiaría por ello a mí mismo. Si mi Dios maldijera, yo negaría por ello a mi Dios” (Martí, José, 1975f, p. 45)

    Estas reflexiones de un joven de apenas dieciocho años de edad nos prueban de la madurez alcanzada, sin dudas es resultado directo de las experiencias vividas y de la manera tan admirable que evolucionó el pensamiento ético de Martí en tan duras condiciones de vida y en tan poco tiempo.

    Si la radicalización y a la vez flexibilización de su pensamiento político y ético fue asombroso en los tiempos del presidio, más espectacular fue la maduración de su formación revolucionaria y humanista durante el galopante y fructífero exilio. Desde su estancia en España el estudio y la actividad revolucionaria de Martí fueron muy intensos. Por ejemplo, en Madrid condenó fervientemente el fusilamiento de los estudiantes de medicina en la Habana en noviembre de 1871. Luego en 1873, cuando se estableció la efímera república, publicó su magnífico artículo titulado: “La república española ante la revolución cubana”, en el cual define sus posiciones políticas independentistas y critica las maniobras éticas de los demagogos de la república.

    Regresa a Cuba e intensifica su activismo político, destacándose por su conspiración, junto con Juan Gualberto Gómez, el 27 de abril de 1879 en el Liceo de Guanabacoa, donde pronunció un discurso patriótico con motivo del homenaje al violinista cubano Rafael Díaz Albertini. Como se sabe estaba presente en esa velada el Capitán General Ramón Blanco, quién calificó a Martí de “un loco peligroso”. Por supuesto, las consecuencias eran de esperar, por su actividad revolucionaria fue detenido y deportado a Santander en la metrópoli.

    Todos estos avatares en Cuba y luego en el exilio permitieron que Martí se relacionara con destacadas figuras de la vida política, científica y cultural, así como exigieron de él una mayor preparación para desarrollar su labor revolucionaria. Las reflexiones y polémicas con la Ilustración y el Positivismo europeo, así como con lo mejor de las corrientes filosóficas y científicas, tanto estadounidenses, como latinoamericanas le permitieron al Maestro resumir su dialéctica sagacidad y magisterio en temáticas estratégicas para la formación integral y humanista de la cultura cubana, tales como la crítica, excepcionalmente anticipada en casi un siglo, al denominado Mito de las Dos Culturas y la visión dialéctica de la asimilación endógena de la cultura universal en bien de la cultura nacional.

    Ambas ideas estratégicas aceleraron mucho más la evolución del pensamiento filosófico, político, axiológico y ético del Apóstol, lo cual se evidenció en su noción atinada del humanismo como principio y de la relación dialéctica que media entre los conceptos de odio y justicia, venganza y perdón, etc.

    Para comprender el alcance gnoseológico de la visión martiana de la cultura y del humanismo mucho puede ayudar este extenso pero maravilloso pasaje sobre la grandeza y complementariedad de hombres excepcionales del norte brutal y revuelto, que desde varios siglos nos acecha. Aquí va la bella crónica que Martí hace sobre Edison, Emerson y otros genios, como claros arquetipos de su necesaria, anticipada y aguda crítica al denominado Mito de las Dos Culturas. Así Martí dice sobre Edison:

    “A veces, después de almorzar, lee un libro de filósofo o de poeta. Los poetas de la esfinge son los que lee él: Emerson, el adivinador: Whitman, el verdadero, ¿no fue Emerson el que dijo, cuarenta años antes del fonógrafo, que ya vendría “quien organizase los ecos”? ¿No dice Tyndall que la poesía de Emerson le sugirió muchas de sus leyes, y le ayudó a descubrir? ¿Y no está todo Darwin en un verso de Emerson, publicado veinte años antes del Origen de las especies? ¿Y la poetisa Jean Ingelow no pintó, mucho tiempo hace, en un cuento de hadas, el “acustígrafo” que reproducía la música? ¿Y en otro libro de imaginaciones, Helionda, o aventuras en el sol, no dice el personaje Alutedon, en 1855, que ya los autores no tenían que padecer con la escritura, y sujetar el águila del pensamiento a la hormiga de sus manos, “porque las vibraciones del aire, puestas en movimiento por la voz, movían una delicadísima máquina, que iba recogiendo las palabras”? Todos esos precursores tuvo el fonógrafo, y el teniente Maury, que se lamentaba de que Daguerre no hubiese inventado un modo de escribir, sin más que hablar, por un tubo, sobre una hoja de papel, y Tom Hood, en el Anual cómico de 1839, cuando augura que ha de venir quien inventa “un papel de escribir que repita lo que oiga”. Lee poetas ahora Edison, de cuando en cuando, de esos que ven con ojos nuevos, y escriben música extraña y poco oída, - como la que oyó él cuando su primer prueba en el fonógrafo” (Martí, José, 1997, p. 283)

    En verdad, con este aleccionador pasaje queda expresada con gran expresividad y ejemplos irrebatibles la anticipadora visión humanista del Maestro, así como su exigencia de la integración del saber y su lucha contra el Mito de las Dos Culturas. Es decir, Martí se anticipó (1890) con su enfoque cultural e integrador a la lucha que hoy libramos contra la cacareada división entre las ciencias naturales y técnicas por un lado y las humanidades por el otro.

    La segunda idea estratégica a la convoca el Apóstol a nuestro pueblo en general y a la élite del poder en particular se refiere a esta sentencia:

    “Insértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco debe ser el de nuestras repúblicas” (Martí, José, 1975a, p. 18)

    En verdad, lo que urge hoy es la búsqueda de lo universal, de la información integradora del saber que está siendo proporcionada hoy por los nuevos paradigmas de la ciencia a nivel mundial y asimilarlos endógenamente, es decir, fraguar lo propio y lo ajeno en lo universal, como verdadero patrimonio esencialmente perdurable. Por su naturaleza, el patrimonio científico perdurable no se puede reducir a un paradigma, modelo o forma de racionalidad, pues, por muy genial que parezca siempre entraña también inevitables limitaciones. De manera que todo paradigma precisa ser renovado, enriquecido y hasta a veces sustituido en dependencia de las condiciones históricas concretas en las que se ha desarrollado.

    Por tanto, la ciencia perdurable es aquella que transciende como algo universal y no se deja atenazar por un paradigma en particular. Es decir, la ciencia avanza gracias a aquellas formas de saber que cambian, se sustituyen, se enriquecen y renuevan constantemente con arreglo a contextos o entornos específicos, sobre los cuales, a su vez, cada forma de conocimiento ejerce una constante influencia transformadora.

    Estas dos ideas estratégicas del Maestro tiene un significado especial para comprender su visión dialéctica del humanismo: “Patria es Humanidad”, en tanto constituyen sus referentes epistemológicos centrales.

    La primera idea, ese enfoque integrador, transdisciplinario y sistémico-complejo de lo humano (romper con el Mito de las Dos Culturas), supone una asunción de la justicia, el amor, el perdón y la tolerancia en su dialécticos matices (tanto en el plano ético como académico), dados en que lo humano está por encima y a la vez tolera lo aberrado (lo inhumano no significa no-humano) de los actos de cada individuo como anti-valores tales como el odio, el rencor, la codicia, el mal, el crimen, el terrorismo, el sadismo, etc. Estos conceptos son entidades axiológicas tan humanas como el amor, la bondad, el colectivismo, el altruismo, etc., pero exigen una reflexión histórico-contextual y casuística de cada acto, que deben compulsar a todo ser humano a evitar los extremos y los excesos históricamente establecidos de las santificadas dicotomías entre el bien y el mal, entre el odio y el amor,

    Se precisa ocuparnos mas de las mediaciones que de los extremos categoriales, pues de la misma manera que entre el negro y el blanco existe un infinito calidoscopio de colores, entre el bien y el mal, entre el odio y el amor, entre el rencor y la solidaridad existen también una infinidad de actitudes mediadoras, de matices conductuales que suponen alternativas a los extremos y abren la puerta a la unión, a la integración, a la reconciliación, al perdón, al entendimiento entre las partes litigantes o contrapuestas.

    A estas mismas conclusiones llegó el Maestro, aunque con otros términos propios de su época histórica, en su evolución hacia un humanismo más profundo y dialéctico, que supone una visión más atinada y flexible sobre la justicia, el amor, el perdón, etc. Esta sagaz concepción del Apóstol tuvo un grandioso impacto en el orden político y personal, le permitió concretar una obra social colosal, extremadamente compleja como fue crear y desarrollar el plural y sólido Partido Revolucionario Cubano, en el cual militaban las más diversas corrientes políticas de la época del país y del exilio cubano.

    Precisamente, en su breve caracterización del Partido Revolucionario Cubano en el Periódico Patria, en Nueva York, expresa su visión humanista al afirmar que:

    “El adversario es el gobierno ajeno que en nombre de España niega el derecho de hombres a los hijos de los españoles, y atiza el odio entre los hijos y los padres”. (Martí, José, 1975h, p. 365)

    Así también, reitera su posición firme ante los que incitan a la perfidia y la maldad en la Patria, pues sentencia que:

    “Para mí es un criminal el que promueva en Cuba odios, o se aproveche de los que existen” (Martí, José, 1975i, p. 172)

    En el orden personal el Maestro aplicó estas ideas avanzadas, cuando en Montecristi le escribe a su madre enfatizando su amor por el prójimo, no obstante a lo que haga, pues no alberga rencor u odio alguno:

    “Crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza” (Martí, José, 1975g, p. 475)

    No queda dudas sobre los verdaderos sentimientos del Apóstol Cubano acerca de su labor organizativa de la guerra, que llamo necesaria. Pero de haber dudas de ello podemos remitirnos al documento más importante de la Guerra del 95, El Partido Revolucionario Cubano a Cuba.

    “La guerra no es contra el español, que, en el seguro de sus hijos y en el acatamiento a la patria que se ganen podrá[n] gozar respetado[a], y aun amado[s], de la libertad que sólo arrollará a los que le salgan, imprevisores, al camino. Ni del desorden, ajeno a la moderación probada del espíritu de Cuba, será cuna la guerra; ni de la tiranía. –Los que la fomentaron, y pueden aún llevar su voz, declaran en nombre de ella ante la patria su limpieza de todo odio…”

    En estas palabras Martí muestra el esplendor de su madurez, nos lega su humanismo y su visión de futuro para Cuba, una Cuba limpia de odio y llena de esperanza en la unidad no solo de los cubanos sino de todas las personas que quisieran trabajar por el porvenir de esta Isla independientemente de su nacionalidad, estatus social, creencia religiosa u afiliación política.

Conclusiones

    En el presente trabajo se ha mostrado la evolución del humanismo martiano desde su apasionamiento juvenil contra la opresión colonial hasta su llamado a la guerra necesaria no contra el español sino por la liberación de la patria. En este llamado Martí declara la limpieza de odio de esta guerra y promueve la unión de cubanos y españoles por la redención y la prosperidad de la nación.

    En síntesis, un especial legado del Maestro es, sin lugar a dudas, su generosa visión del perdón al adversario, su afán de unir no solo a los cubanos, su promoción del amor aún partiendo de una guerra, y es que en nuestros días donde se ve más muerte, donde las guerras son no para liberar a un pueblo, sino para obtener riquezas, donde el odio se paga con odio, debemos remitirnos a la obra martiana, a un hombre que fue capaz de amar a las personas que más lo hicieron sufrir.

Bibliografía

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