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Importancia de la actividad físico-deportiva
para la salud del adulto mayor

The importance of sport and physical activity for the health of the elderly

 

Profesor del Departamento de Educación Física y Deportiva en la Facultad

de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Universidad de Granada

(España)

Alejandro César Martínez Baena

acmartinez@ugr.es

 

 

 

 

Resumen

          Considerando el envejecimiento progresivo de la población a nivel mundial, así como los bajos niveles de actividad físico-deportiva en personas mayores, se pretende conseguir un envejecimiento activo como elemento clave para la consecución de una población mayor sana. Se realizó una revisión sobre distintos estudios, presentes en la literatura internacional, dirigidos a obtener mejoras en diversos factores potenciales de salud, a través de diversas situaciones o entrenamientos generadores de estilos de vida saludables, en adultos mayores. Se identificaron 42 estudios realizados a lo largo del período (2009-2013) mediante búsquedas en bases de datos electrónicas. Se obtuvieron hallazgos considerando los aspectos más importantes de los estudios analizados, presentados en una tabla que los resume. Estos resultados pueden ayudar a construir estrategias de promoción de la salud a través de las cuales se conseguirá ampliar la adquisición de estilos de vida activos, así como obtener beneficios de la práctica físico-deportiva continuada en adultos mayores.

          Palabras clave: Intervenciones. Actividad física. Salud. Personas mayores.

 

Abstract

          Given the progressive aging of the population worldwide, as well as low levels of physical activity and sport among the elderly, it is intended get active aging as key to achieving a healthy elderly population. Was performed a review of various studies, present in the international literature, aimed at obtaining improvements in potential health factors, through several situations or training generators of healthy lifestyles in older adults. We identified 42 studies conducted over the period (2009-2013) by searching electronic databases. Findings were obtained considering the most important aspects of the studies presented in a table that summarizes. These results can help build strategies for health promotion through which be achieved expand the acquisition of active lifestyles, and obtained benefits of continued physical activity and sport in older adults.

          Keywords: Interventions. Physical activity. Health. Older people.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 18, Nº 183, Agosto de 2013. http://www.efdeportes.com

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Introducción

    En la actualidad, la inactividad física es señalada como uno de los factores de riesgo más significativos y predecibles de enfermedades no transmisibles a nivel mundial (OMS, 2007). En este sentido, diversos estudios demuestran un descenso significativo en los índices de actividad físico-deportiva conforme aumenta la edad (Sjöström, Oja, Hagströmer, Smith y Bauman, 2006). En el informe, Special Eurobarometer 213 “Citizens of the European Union and Sport” (2004), se describe una panorámica de la situación en Europa en cuanto a niveles de práctica físico-deportiva. En el mismo se pone de manifiesto un incremento de los índices de sedentarismo, situándose España como una de las potencias más destacadas en cuanto a tasas de inactividad. Esta inactividad, unida a una ingesta calórica inapropiada (Magarey, McKean y Daniels, 2006) comienza a generar elevados índices de obesidad incluso entre estos grupos de mayor edad. Según los últimos datos, la prevalencia de obesidad entre los ciudadanos estadounidenses mayores de 60 años fue de más de un 37% en el año 2010, mientras que la prevalencia prevista para adultos mayores europeos para el año 2015 oscila aproximadamente entre el 20% y el 30% dependiendo del modelo de medición utilizado. Esto significa que 20,9 millones de personas con más de 60 años sufrieron sobrepeso en Estados Unidos en 2010 y que 32 millones de europeos lo sufrirán en 2015 (Mathus-Vliegen, 2012).

    Por otro lado, se produce un aumento en el envejecimiento de la población en la mayoría de los países desarrollados y se origina un incremento en el porcentaje de los más ancianos en la cohorte de edad de los mayores de 64 años. Entre los años 2030 y 2035 más del 20% de la población adulta de EE.UU. y más del 25% de los europeos estarán por encima de los 65 años de edad (Mathus-Vliegen, 2012). Ambas realidades, sugieren un panorama desolador, si la situación se mantiene constante, en un futuro hablaremos de una población anciana con altos índices de sedentarismo, y por lo tanto, con bajos niveles de salud y calidad de vida. De acuerdo a la evidencia científica, se insiste en la práctica de actividad físico-deportiva como factor inductor de salud en el adulto mayor (Moreno González, 2005).

    La respuesta al ejercicio en los adultos mayores ha sido ampliamente evidenciada y su práctica regular contribuye al mejoramiento de la calidad y esperanza de vida (Vogel et al., 2009). En este sentido, en una revisión realizada por Aparicio, Carbonell y Delgado (2010), se destacan las últimas evidencias científicas acerca de los efectos beneficiosos que tiene sobre la salud del adulto mayor la práctica de ejercicio físico regular. Para Depp, Vahja y Jeste (2010), la realización de actividad física se constituye como uno de los factores fundamentales para determinar la consecución de lo que denominan como un “envejecimiento exitoso”.

    Está demostrado que aquellos adultos mayores practicantes de actividad física regular proyectan un aspecto más saludable y estético, conservan su fuerza vital y física y mantienen su equilibrio físico y psíquico (Aoyagi y Shephard, 2010). Es decir, la actividad física tiene efectos positivos sobre los aspectos funcionales y psicológicos (Garatachea et al., 2009), protege las estructuras cerebrales contra los efectos del envejecimiento (McAuley, Kramer y Colcombe, 2004), reduce el riesgo de enfermedades crónicas (Warburton, Katzmarzyk, Rhodes y Shephard, 2007) como disfunciones cardiovasculares, diabetes, obesidad, cáncer, hipertensión, depresión y osteoporosis (Koster et al, 2008; Warburton, Nicol y Bredin, 2006) e incluso produce menor riesgo de mortandad y morbilidad en sujetos con sobrepeso u obesidad que realizan actividad física respecto a sujetos con peso normal y sedentarios (Blair y Brodney, 1999). Además, dicha actividad física en estos grupos de edad se asocia a mayores niveles de funcionalidad, un menor riesgo de caídas y una mejor función cognitiva (USDHHS, 2008) realizando una acción preventiva ante las incapacidades (Chakravarty, Hubert, Lingala y Fries, 2008). Los mayores con buena salud mental suelen ser físicamente más activos al estar asociada la actividad física con la mejora de la salud mental y la disminución de procesos depresivos (Lindwall, Rennemark, Halling, Berglund y Hassmén, 2007).

    Esta situación, unida al hecho de que los objetivos de salud son cada vez más un instrumento de control de la salud política, tanto nacional como internacional, despierta el interés de los diversos organismos internacionales sobre la necesidad de promocionar la actividad físico-deportiva en búsqueda de una mejor calidad de vida en este grupo de población. De este forma, su intención declarada se centra en promover cambios en las políticas que permitan, en un futuro, reducir la carga mundial de enfermedades en la vejez (Cruz-Jentoft et al., 2009).

    No obstante y a pesar del surgimiento de diversas medidas, tales como la “Estrategia Mundial sobre Régimen Alimentario, Actividad Física y Salud” (OMS, 2004) y el “Programa de Salud Pública 2003-2008”, lanzado en Europa (European Comission, 2002) no se proponen programas de intervención, sino que con los pocos recursos disponibles para atender a este colectivo y a pesar del gran ahorro que supondría para la sanidad invertir en los mismos, se proporcionan y dictan recomendaciones y líneas guía destinadas a orientar a dichos sujetos sobre el tipo y las características de la actividad físico-deportiva a realizar en su tiempo libre.

    Es necesario transmitir a la población anciana los objetivos y las capacidades que se pretenden mejorar (IOM, 2007). No obstante, nos referimos a personas sin recursos para una correcta aplicación de las herramientas proporcionadas. En este sentido, resulta lícito pensar que se trata de medidas poco consistentes para la intervención en este tipo de sujetos.

    Si se trata de contar con adultos mayores más independientes, diversos estudios constatan que la práctica de ejercicio regular retrasa y reduce el nivel de incapacitación (Daniels, Van Rossum, de Witte, Kempen y Van den Heuvel, 2008; Pruitt et al., 2008) y provoca el mantenimiento de las capacidades motrices y cognitivas (Middleton, Mitnitski, Fallah, Kirkland y Rockwood, 2008), siendo la variable más influyente en la independencia motriz de los ancianos (Church et al., 2008).

    Si se busca una mayor socialización, se demuestra que el declive físico puede ser modificado significativamente mediante la práctica de actividad física (Ekwall, Lindberg y Magnusson, 2009; Harwood y Conroy, 2009), y que la autosuficiencia de los ancianos es una cualidad fundamental para permanecer integrados socialmente. Además, una mayor actividad social se relaciona directamente con un menor riesgo de mortalidad (Pynnonen, Tormakangas, Heikkinen, Rantanen y Lyyra, 2012).

    Si se pretende una mayor sensación de bienestar en estos mayores, se ha demostrado una relación directa entre la práctica de actividad física y un punto de vista más positivo sobre el envejecimiento (Wurm, Tomasik y Tesch-Romer, 2010), así como que resulta una necesidad básica para este tipo de personas salir a dar un paseo al aire libre para mantener la capacidad funcional o función física (Shimada et al., 2010).

    Si se desea una mayor agilidad y salud mental, se ha demostrado que la actividad física tiene un efecto protector sobre el funcionamiento del cerebro en las personas mayores (Rolland, Van Kan y Vellas, 2010).

    Y si lo que se ansía es simplemente obtener una minoración del gasto sanitario, se ha demostrado que ancianos físicamente activos presentan un menor gasto sanitario que los no activos (Ackermann et al., 2003; Martinson, Crain, Pronk, O’Connor y Maciosek, 2003; Lee y Buchner, 2008).

    De esta manera, se antoja necesaria la precursión de programas de intervención y aplicabilidad directa para mantener o mejorar la calidad de vida relacionada con la salud en esta población (Weisser, Preuss y Predel, 2009).

    Además, dado que los programas de actividad física para mantener o mejorar la calidad de vida relacionada con la salud en la población poseen un bajo coste (Cobiac, Vos y Barendregt, 2009) y contando con la certeza de que se están generando programas con los que alcanzar las recomendaciones mundiales sobre actividad física para la salud (OMS, 2010) de 150 minutos semanales de actividad aeróbica física moderada aeróbica o bien algún tipo de actividad física vigorosa aeróbica durante 75 minutos, o una combinación equivalente de actividades moderadas y vigorosas, con el fin de mejorar las funciones cardiorrespiratorias y musculares, y la salud ósea y funcional, así como reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles, depresión y deterioro cognitivo en estos adultos mayores (Iliffe et al., 2010), se considera necesario ofrecer pruebas a las diversas administraciones con el fin de que orienten sus esfuerzos y recursos en la producción e implantación de este tipo de programas.

Objetivo

    En la línea de estudios como los de Beswick, Gooberman-Hill, Smith, Wylde y Ebrahim (2010), Gillison, Skevington, Sato, Standage y Evangelidou (2009) o Breen, Stewart y Onambélé (2007), pretendemos realizar una revisión sobre distintos programas de intervención, presentes en la literatura internacional, dirigidos a la promoción de actividad físico-deportiva en adultos mayores. De esta forma, identificamos, a través de un estudio teórico las características más representativas de las intervenciones llevadas a cabo con el fin de concienciar, en la línea de Aparicio et al. (2010), sobre la idea de que la práctica de ejercicio físico regular a través de la inclusión de programas enfocados y adaptados a personas mayores, dirigidos o supervisados por especialistas del ámbito de la actividad física y respaldados por instituciones públicas, se presenta como la mejor terapia bio-psico-social para este tipo de personas. Consideramos el lugar de realización del estudio, las características de los sujetos estudiados y los principales resultados obtenidos en forma de beneficios en estos adultos mayores. En este sentido, entendemos que se aporta una información muy útil para apostar por la aplicación de este tipo de intervenciones y enormemente relevante para el diseño de nuevos programas de promoción de la salud sobre la base de las evidencias científicas halladas.

Metodología de la revisión

    El trabajo realizado se corresponde con una revisión o estudio teórico (Fernández-Ríos y Buela-Casal, 2009). El método seguido para la realización de esta revisión fue el de búsqueda bibliográfica en bases de datos científicas a través de metabuscadores, así como en la Social Sciences Citation Index de la Web of Science. Realizamos concretamente dos búsquedas:

  1. La primera realizada con el programa SCOPUS, un multidatabase scientific search program bajo el entorno informático de la Universidad de Granada. Este metabuscador actualiza sus bases de datos cada siete días y utiliza para sus búsquedas las subjects areas siguientes: Life Sciences (con más de 3,400 títulos), Health Sciences (con más de 5,300 títulos de revistas consultadas), Physical Sciences (con más de 5,500 títulos) y Social Sciences (con más de 2,800 títulos). Usamos como criterios de búsqueda los siguientes descriptores: ‘Physical activity’ and ‘older people’, de la cual resultaron 3.641 referencias, y posteriormente, restringimos la búsqueda con ‘interventions’, resultando un total de 829 referencias. Finalmente, restringimos nuevamente la búsqueda a 381 artículos aplicando el criterio de búsqueda de investigaciones realizadas desde 2009 hasta comienzos de 2013. Un período en el que las tasas de envejecimiento han aumentado sus cifras de una manera substancial, adoptando una dinámica progresiva que se irá acelerando a partir del año 2020 (López Cozar y Rebollo, 2002). Esto, en un momento en el que se analizan los hábitos deportivos de estos grupos de población (García Ferrando, 2006; Martínez del Castillo et al., 2009) y en el que los responsables de promover y ejecutar programas deportivos buscan conocer los intereses y actitudes particulares de estos sujetos para desarrollar actividades que aumenten la motivación y la diversión entre los practicantes, proponiéndose desde estrategias motivacionales para fomentar la adherencia a la práctica deportiva hasta modelos didácticos de sesión para este tipo de personas (Martínez Muñoz, Santos Pastor y Casimiro Andujar, 2009; Moreno, Martínez Galindo, González-Cutre y Cervelló, 2008), despierta nuestro interés en conocer los puntos más consistentes de estas medidas de intervención centradas en la promoción de hábitos de vida más activos y saludables. No podemos olvidar que nos encontramos en un período donde las investigaciones relacionadas con las personas mayores son un objetivo prioritario en el ámbito científico.

  2. En segundo lugar, la ISI web of Knowledge (Web of Science), que consultaba las siguientes Citation Databases: Science Citation Index Expanded (SCI-EXPANDED), Social Sciences Citation Index (SSCI) and Arts & Humanities Citation Index (A&HCI). Tras introducir los mismos criterios de búsqueda que anteriormente, obtuvimos 3,510 en la primera búsqueda. 1,092 referencias tras restringir la búsqueda a ‘interventions’. Y por último, sólo seleccionamos las 597 que estaban fechadas desde 2009 a comienzos de 2013.

    Los programas de intervención analizados se definieron como aquellos que centraron su interés en intentar obtener mejoras en diversos factores potenciales de salud a través de situaciones o entrenamientos generadores de hábitos de vida saludables en adultos mayores. Se incluyeron en la búsqueda aquellos programas orientados a producir mejoras, tanto en mayores sanos, como en aquellos afectados por diversos discapacidades leves o enfermedades, tales como disfunciones cardiovasculares, diabetes, obesidad, cáncer, hipertensión, depresión, etc., o entrenamientos para prevención de caídas (Vogel et al., 2009). Por tanto, los criterios de inclusión en esta revisión fueron: (1) Intervenciones para aumentar actividad físico-deportiva y disminuir conductas sedentarias con el fin de producir beneficios de tipo bio-psico-social en la salud de personas mayores, tanto sanas como enfermas o con discapacidad leve; (2) estudios en los que participaran adultos mayores de 50 años en adelante; (3) estudios con muestras de sujetos pertenecientes a cualquier lugar del mundo.

Principales programas de intervención para provocar mejoras en la salud de adultos mayores

    Basándonos en los estudios de Witham y Avenell (2010) y Flicker (2009), utilizamos como modelo de presentación de resultados, la siguiente tabla. De esta manera, sintetizamos la información obtenida y analizada mediante la estructuración en cuatro puntos:

  • Estudio: nombre de los autores y año de publicación.

  • Ámbito: lugar de realización del estudio empírico.

  • Sujetos: características de la muestra.

  • Resultados: Conductas y parámetros modificados de manera significativa o no.

Estudio

Ámbito

Sujetos

Resultado

Benedict et al. (2013)

Suecia

331 ancianos cognitivamente sanos

Mayores niveles de actividad física se relacionan con mejoras en habilidades cognitivas (toma de decisiones y fluidez verbal) y estructura cerebral.

Solberg et al. (2013)

Noruega

118 sujetos de 74,3 años de edad media.

El entrenamiento físico aumenta los niveles de fuerza muscular, de resistencia y por la tanto, de la función física general y de los niveles cognitivos de bienestar. Aumentos en estos niveles producen un menor riesgo de hospitalización de personas mayores.

Winchester et al. (2013)

Estados Unidos

104 pacientes con Alzheimer.

El ejercicio físico reporta beneficios en la cognición, estado de ánimo y actividades diarias de pacientes con Alzheimer.

Marques et al. (2012)

Portugal

1577 pacientes

Intervenciones basadas en la realización de ejercicio físico con diferentes características producen aumentos en la densidad mineral ósea, en la columna lumbar y el cuello femoral.

 

Sillanaa et al. (2012)

Finlandia

108 hombres y 96 mujeres sanos de entre 39 y 77 años de edad

Tanto el entrenamiento de resistencia, como sobretodo el combinado de fuerza y resistencia, producen beneficios en la calidad de vida relaciona con la salud en adultos mayores sanos.

Santos et al. (2012)

Portugal

117 hombres y 195 mujeres de entre 65 y 103 años de edad

Los resultados refuerzan la importancia de promover tanto la reducción de las conductas sedentarias como el aumento de la actividad física de moderada a vigorosa en este grupo de edad. Esto podría preservar la aptitud funcional y el mejor desempeño de las tareas diarias.

DeFilippi et al. (2012)

Estados Unidos

2.933 sujetos de 65 años de edad.

La actividad física moderada tiene efectos protectores sobre los primeros fenotipos de insuficiencia cardiaca, prevención de lesión cardíaca y la activación neurohormonal.

 

Brown et al. (2012)

Australia

7.080 mujeres de 70 a 75 años de edad y 11.668 hombres de entre 65-83 años de edad.

La actividad física regular se asocia con un menor riesgo de mortalidad en personas mayores. La asociación es más fuerte en las mujeres y se producen beneficios incluso para niveles inferiores a los recomendados de actividad física.

Fairhall et al. (2012)

Australia

241 mayores frágiles (216 con una media de edad de 83,3 años fueron seguidos).

La actividad física mejora la movilidad en personas mayores frágiles.

Nouchi et al. (2012)

Japón

64 adultos mayores saludables

El ejercicio físico puede mejorar las funciones cognitivas en personas mayores sanas.

Bento et al. (2012)

Brasil

 

Un programa de agua produce beneficios en la resistencia y funcionalidad de adultos mayores.

Xue et al. (2012)

Estados Unidos

  

El mantenimiento de la actividad física regular, incluso por debajo de los niveles recomendados, se asoció con un riesgo de mortalidad más bajo. La actividad física no tiene porque ser vigorosa para ser beneficiosa. Los beneficios son mayores en las mujeres.

Balboa-Castillo et al. (2011)

España

2.732 sujetos con edad > = 60 años

El aumento o mantenimiento de actividad física en el tiempo libre se asocia con una mayor longevidad en adultos mayores, incluso en aquellos con limitaciones funcionales u obesidad

Cruise et al. (2011)

Australia

28 sujetos enfermos de Parkinson

Se constatan beneficios del ejercicio físico regular en el funcionamiento cognitivo y la calidad de vida de personas enfermas de Parkinson

Albinet et al. (2010)

 

Francia

24 sujetos (13 mujeres, 11 hombres), adultos mayores sedentarios
(70,7 ± 4,2 años)

El ejercicio aeróbico representa un factor importante en la protección cardíaca y cerebral en edades avanzadas

 

Aoyagi et al. (2010)

 

 

Japón

1.7491 sujetos de 65 a 85 o más años de edad

La actividad físico-deportiva a intensidad moderada mejora la calidad de vida y prolonga la vida independiente de personas adultas mayores.

Clemson et al. (2010)

Australia

34 sujetos de 70 años de edad

El entrenamiento físico de la fuerza y el equilibrio reduce el número de caídas en adultos mayores

Conradsson et al. (2010)

Suecia

191 personas mayores de 65 a 100 años de edad

Una única sesión de ejercicio puede tener un efecto positivo a corto plazo en el bienestar de personas con demencia

Demakakos et al. (2010)

Inglaterra

7.466 individuos de 50 o más años

Pequeñas cantidades de actividad física a baja intensidad se asocian con una reducción en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 en una muestra nacional de personas de 50 años o más

Eng (2010)

Canadá

9 a 12 adultos mayores (grupos individualizados)

El ejercicio físico puede ayudar a mejorar las capacidades físicas y cognitivas de personas con problemas cerebrovasculares y reducir posibles complicaciones como caídas, fracturas y enfermedades del corazón

Gando et al. (2010)

Japón

538 hombres y mujeres sanos

La actividad física liviana está asociada con la atenuación de la rigidez arterial en personas mayores no aptas

Korpelainen et al. (2010)

Finlandia

160 mujeres (70 a 73 años con osteopenia)

El ejercicio físico voluntario parece tener efectos positivos a largo plazo sobre el equilibrio y la marcha, disminuyendo así el riesgo de fracturas de cadera en mujeres con osteopenia

Moreira et al. (2010)

Brasil

35 sujetos (60-69 años)

La actividad física produce efectos positivos en muchos procesos cognitivos de personas en edad avanzada. En este caso, el baile produce mejoras en las funciones ejecutivas de diversos adultos mayores

Muscari et al. (2010)

Italia

120 sujetos sanos de entre 65-74 años

Una intervención consistente en trabajar ejercicios de resistencia puede reducir la progresión del deterioro cognitivo relacionado con la edad en personas mayores sanas

Puterman et al. (2010)

EEUU

63 mujeres sanas postmenopáusicas de entre 54 y 82 años

La actividad física de intensidad vigorosa parece proteger a las personas del estrés

Sarid et al. (2010)

Israel

102 adultos mayores

La actividad física se asoció de manera positiva con mayores índices de alegría y vigor en personas con síntomas depresivos

Stephen et al. (2010)

Canadá

4.512 hombres y mujeres (> = 65 años)

La práctica de actividad física de moderada a vigorosa atenúa la pérdida de peso asociada con la edad. Este hallazgo se suma al creciente número de beneficios en la salud de personas adultas mayores

Taguchi et al. (2010)

Japón

65 ancianos con edad media de 84 años

Un programa de ejercicio físico puede mejorar y mantener el rendimiento físico de personas de edad muy avanzada con discapacidades leves

Ueshima et al. (2010)

Japón

10.385 sujetos de 65 a 84 años

Este estudio sugiere un efecto protector de la actividad física en todas las causas posibles de mortalidad por cáncer, así como en enfermedades cardiovasculares en personas de edad avanzada con enfermedades pre-existentes

Venturelli et al. (2010)

Italia

30 mujeres frágiles (84 + / - 6 años)

El entrenamiento físico del tren superior realizado sentado en silla de ruedas aumenta la fuerza y mejora la funcionalidad en las actividades de la vida diaria de mujeres dependientes con limitaciones de movilidad

Zago et al. (2010)

Brasil

118 sujetos pre-hipertensos (59 + / - 6 años)

 

El entrenamiento aeróbico produce mejoras en la presión arterial de personas mayores con pre-hipertensión

Ekwall et al. (2009)

Suecia

4.360 sujetos de 75 o más años

El ejercicio físico parece beneficioso para mejorar la calidad de vida y disminuye el riesgo de caídas, lo que a su vez reduce las tasas de mortalidad en ancianos con mareos

Garatachea et al. (2009)

España

151 ancianos (89 mujeres y 62 hombres, de 60 a 98 años)

La realización de actividad física provoca mejoras en el bienestar subjetivo de la persona

Hubbard et al. (2009)

Canadá

5.555 hombres y mujeres de 65 a 75 años

El ejercicio físico atenúa los efectos de la mortalidad

Ku et al. (2009)

Taiwan

3.778 participantes mayores de 50 años

Actividad física en tiempo libre se asocia con un menor riesgo de síntomas depresivos significativos en los adultos mayores de Taiwán

Manty et al. (2009)

Finlandia

632 mayores sedentarios (75 a 81 años)

Sesiones individualizadas de asesoramiento sobre actividad física produce efectos positivos sobre la movilidad, un factor importante para mantener la independencia en la vejez

Moss (2009)

Sudáfrica

100 hombres y mujeres de entre 21 y 73 años

La aplicación de un programa de actividad física reduce significativamente los factores de riesgo de cardiopatía coronaria en adultos mayores con discapacidad intelectual

Peterson et al. (2009)

EEUU

2.964 adultos mayores

El ejercicio regular constituye un factor potencial en la prevención de la fragilidad en adultos mayores

Prohaska et al. (2009)

EEUU

884 adultos mayores de 65 años de edad

Caminar ayuda a preservar la salud cognitiva en adultos mayores con deterioro cognitivo leve

Sofianidis et al. (2009)

Grecia

26 adultos mayores sanos

La danza tradicional como actividad física mejora el control de equilibrio estático y dinámico en los ancianos.

 

Alberti et al. (2009)

Brasil

100 sujetos de más de 50 años

La realización de actividad física evita el desarrollo y empeoramiento de mayores con insuficiencia venosa crónica en las extremidades inferiores

Middleton et al. (2009)

Canadá

10.263 adultos mayores con demencia (65 años o más)

El ejercicio físico se asocia fuertemente con la mejora de la cognición

Consideraciones

    La actividad físico-deportiva resulta un medio ideal desde el que promover un envejecimiento activo en personas adultas mayores (OPS/OMS, 2002).

    Las principales mejoras en la salud evidenciadas científicamente en la revisión de programas de intervención aplicados en esta población son las siguientes:

  • Produce mejoras en la capacidad física y la movilidad. Es decir, en el rendimiento físico y funcionalidad de estas personas.

  • Mejora el funcionamiento o salud cognitiva. Al producirse una reducción del deterioro cerebral, se conserva la función cognitiva y mejoran procesos asociados a diversos procesos ejecutivos.

  • Provoca mejoras en el bienestar subjetivo de la persona (Wellbeing).

  • Reduce el estrés.

  • Disminuye los síntomas depresivos.

  • Reduce la incidencia de enfermedades cardiovasculares en general, mediante la disminución de factores asociados como la presión arterial.

  • Retrasa la resistencia a la insulina asociada con el envejecimiento por lo que la incidencia de obesidad y diabetes tipo II disminuye.

  • Mejora la calidad de vida en personas con hipertensión.

  • Reduce la pérdida de peso asociada con la edad.

  • Reduce el riesgo de desarrollar demencia o Alzheimer.

  • Mejora la calidad de vida en enfermos de Parkinson.

  • Mejora la calidad de vida de personas con osteopenia.

  • Previene la presencia de fragilidad.

  • Reduce el riego de caídas y fracturas, mediante la mejora del equilibrio y la coordinación.

  • Incide en la consecución de una mayor longevidad y menores índices de mortalidad.

Orientaciones actuales

    En la actualidad se establecen, para los profesionales en el ámbito de las ciencias de la salud, los elementos más importantes a tener en cuenta en la prescripción de ejercicio físico individualizado para adultos mayores de todas las edades. Estas recomendaciones podrán aplicarse también a mayores con ciertas enfermedades crónicas o discapacidades cuando sea debidamente evaluado y con el asesoramiento correspondiente.

    Surgen recientemente las Global Recommendations on Physical Activity for Health (OMS, 2010). Se identifica la inactividad física como el cuarto factor de riesgo para la mortalidad. Se expone que los niveles de inactividad están aumentando en diversos países con importantes consecuencias en la prevalencia de enfermedades no transmisibles entre la población.

    De esta forma, se pone de manifiesto la necesidad de establecer una serie de recomendaciones mundiales de actividad física en cuanto a parámetros de frecuencia, duración, intensidad, tipo y cantidad total de práctica, con el único fin de realizar una prevención primaria respecto a este tipo de enfermedades. Se establecen recomendaciones de actividad física para la salud en esta etapa de edad y se deja abierta la posibilidad de revisión de las mismas en un futuro (Consejería de Salud-Junta de Andalucía 2010).

    En este sentido, resulta importante apuntar que la tendencia en las últimas investigaciones apunta a la necesidad de incrementar las actividades orientadas al entrenamiento de la fuerza para este grupo de población. Si bien es cierto que hasta el momento los esfuerzos para promover la actividad física en los adultos mayores en general, ha puesto el énfasis en el logro de altos volúmenes de actividad de tipo aeróbico con grandes beneficios demostrados, nuevos estudios comienzan a señalar la enorme relevancia que tiene para una mejora de la salud de éstos mayores, la realización de ejercicios de fuerza a una intensidad mayor.

    Para comprender mejor esta situación, resulta conveniente explicar el proceso biológico asociado al envejecimiento y como se podría contrarrestar a través de este tipo de entrenamiento.

Envejecimiento y Sistema Neuromuscular

    Con el envejecimiento, la capacidad funcional del sistema neuromuscular, cardiovascular y respiratorio comienzan a disminuir de forma progresiva, lo que conlleva consigo mayores riesgos para la salud (Izquiedo et al., 2001 y 2003; Cadore et al., 2012a). En este sentido, ya existen numerosos estudios (Häkkinen et al., 1998; Izquierdo et al., 1999) en los que se ha podido comprobar que mayores sanos de 75 años de edad manifiestan una disminución de la resistencia aeróbica de un 45% respecto a jóvenes de 20 años de edad, de la fuerza de prensión en un 40%, de fuerza de piernas en un 70%, movilidad articular en un 50% y de la coordinación neuromuscular en un 90%. De esta forma, resulta conveniente apuntar a la sarcopenia, como uno de los principales factores que influyen en la disminución de la capacidad de mantenerse independiente a partir de los 60 años de edad (Landi et al., 2012).

    Como sabemos, la sarcopenia o disminución del tejido muscular propio de la edad, es una de las causas más importantes del deterioro funcional y la pérdida de independencia en el adulto mayor. Sus causas son ampliamente consideradas como multifactoriales, propias del declive neurológico, los cambios hormonales, la activación de la vía inflamatoria, disminución de la actividad física, enfermedad crónica, infiltración grasa o la mala nutrición. Todas ellas han sido demostradas como factores influyentes en este sentido (Walston, 2012). Según el estudio de Janssen, Heymsfield, Wang y Ross (2000), la estimación media de pérdida de masa muscular a partir de los 60 años de edad resulta ser de 2 kg en los hombres y de 1 kg en las mujeres. De esta forma, si tenemos en cuenta el modelo que explica las consecuencias funcionales de los cambios relacionados con la edad en la sarcopenia de Casas Herrero e Izquierdo (2012), podremos observar que a menor disminución de práctica de actividad física, mayor disminución de la fuerza y la masa muscular (Pereira et al., 2012a) y por lo tanto, mayores índices de sarcopenia. (Figura 1).

Figura 1. Modelo que explica las consecuencias funcionales de los cambios relacionados con la edad en la sarcopenia (pérdida de masa y función muscular) y el ciclo por el que se explica 

cómo la reducción de la actividad física acentúa el proceso de alteración. Fuente: Casas Herrero e Izquierdo (2012). Physical exercise as an efficient intervention in frail elderly persons, p. 73.

Entrenamiento de fuerza para una mejora de la funcionalidad en el adulto mayor

    Como bien explican estos autores, la interrupción de este ciclo, resulta de vital importancia para el mantenimiento de la funcionalidad de los adultos mayores (Pereira et al., 2012b). De esta forma, no es de extrañar que en los últimos años se hayan multiplicado el número de estudios que abogan por la necesidad del entrenamiento de fuerza en personas mayores como medio para reducir la pérdida de fuerza muscular (Aagaard, Suetta, Caserotti, Magnusson y Kjaer, 2010; Cadore et al., 2011).

    En diversos estudios se ha demostrado que la realización de un entrenamiento enfocado a la fuerza máxima genera mejoras en asociadas a la fuerza en personas mayores (Häkkinen et al., 1998; Izquierdo et al., 2001). Según estos resultados, estaríamos hablando de incrementos de hasta un 10-35% más durante las 4-8 primeras semanas de entrenamiento, tanto en personas de mediana edad como en las de edad avanzada, en ambos sexos.

La mejor opción: entrenamiento combinado

    Por otro lado, el entrenamiento combinado (fuerza + resistencia), en estas poblaciones de edad avanzada se postula como la estrategia más eficaz para producir mejoras, tanto en las función neuromuscular como en la cardiorrespiratoria y así mantener una capacidad funcional óptima promoviendo salud durante el envejecimiento. A pesar de que en varios estudios se considera que el entrenamiento combinado puede provocar disminuciones en los niveles de fuerza (Cadore et al., 2010), se demuestra si bien es cierto que puede interferir en el grado de hipertrofia muscular en hombres de edad avanzada, no influye para nada en los niveles de fuerza máxima. Es decir, realizar entrenamiento combinado o entrenamiento exclusivo de fuerza, produce valores similares de fuerza en el adulto mayor (Karavirta et al., 2011).

    Por lo tanto y si entendemos que el principal de los objetivos se centra en mejorar y mantener lo más alto posible el nivel de capacidad funcional y la mejora de la salud de nuestros mayores, el mejor entrenamiento posible será el entrenamiento combinado 3 días en semana (Cadore e Izquierdo, 2013), con realización de ejercicios de fuerza antes de la resistencia (Cadore et al., 2012b) y realizando el resto de la semana entrenamiento de sólo fuerza o sólo resistencia.

    De esta forma, no debería de extrañarnos la posibilidad de que en los próximos años las recomendaciones de estos grandes organismos internacionales inviertan sus recomendaciones hacia esta nueva tendencia ya demostrada científicamente en diversos estudios empíricos.

    De acuerdo con esta última conclusión, hemos creído conveniente presentar nuestra propia propuesta de trabajo teniendo en cuenta las recomendaciones y consideraciones presentadas previamente.

Tabla 2. Principios generales a tener en cuenta en la elaboración de un entrenamiento combinado en el adulto mayor

Conclusiones

    Promover y facilitar la práctica regular de actividad física y unos hábitos de alimentación saludable en los adultos mayores resulta especialmente importante en este grupo de población físicamente inactiva y con una cultura de comer en exceso.

    En la actualidad la proporción de inversiones destinadas a los servicios sanitarios siguen siendo muy superiores a aquellas las destinadas a la promoción de la salud. De esta forma, habrá que seguir abriendo los ojos a aquellos que no entiendan que resulta mucho menos costoso prevenir enfermedades que tratarlas. Una vez que se decida apostar por esta promoción y llegados a la situación actual, será necesaria una mejor organización para ayudar a estos ancianos obesos que contarán con altos grados de limitaciones funcionales, complicaciones metabólicas o enfermedades desarrolladas a partir de este sobrepeso. La terapia de pérdida de peso, deberá minimizar la pérdida de masa ósea y muscular propia de la obesidad sarcopénica asociada a este grupo de personas, incidiendo a su vez en una pérdida de la masa grasa del organismo. Para ello, será necesario incidir en estilos de vida de vida saludables centrados en, una alimentación equilibrada con balance energético negativo e ingesta adecuada de proteínas de alta calidad biológica, acompañada de programas de ejercicio físico orientados a un entrenamiento de tipo combinado. Partiendo de las evidencias encontradas en la revisión realizada, resulta necesario incidir en la necesidad de políticas y programas nacionales y locales orientados hacia la promoción de la actividad física en las personas adultas mayores. Como posibles líneas de investigación a desarrollar en el futuro, resultaría interesante seguir profundizando en el conocimiento de las necesidades nutritivas y en los niveles de actividad de los diversos grupos de personas adultas mayores, así como en las motivaciones e identificación de barreras de dichos sujetos respecto a la práctica de actividad físico-deportiva. Otra línea de investigación sería el estudio en profundidad y la definición de los perfiles motivacionales en este tipo de personas, especialmente en aquellas con limitaciones físicas como medio para establecer intervenciones individuales para aquellas con factores de riesgo o que sufren enfermedades o condiciones relacionadas con riesgo (por ejemplo, obesidad o diabetes), con énfasis en cambios de comportamiento, y no simplemente en prevención de comportamientos que hacen daño a la salud. Para finalizar, resulta conveniente destacar la enorme importancia del ejercicio físico como medio desde el cual poder incidir en el mantenimiento de la capacidad funcional del adulto mayor, evitando así los efectos propios de la dependencia para su vida cotidiana. En este sentido, se apunta la relevancia que adopta en la actualidad el entrenamiento de fuerza y entrenamiento combinado para la consecución de dicho objetivo. A pesar de ello, resulta necesario seguir investigando sobre cuales son los elementos más relevantes a tener en cuenta en la realización de un programa de fuerza y combinado para el adulto mayor en cuanto a parámetros de tipo, duración, frecuencia e intensidad de la práctica. De esta forma, se recomienda el desarrollo de guías específicas elaboradas por expertos en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, con el fin de establecer las pautas básicas a seguir con este tipo de población.

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EFDeportes.com, Revista Digital · Año 18 · N° 183 | Buenos Aires, Agosto de 2013  
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