La actividad física en la Tercera Edad
Luis Javier Chirosa Ríos, Ignacio Jesús Chirosa Ríos y Paulino Padial Puche
Lecturas: Educación Física y Deportes | http://www.efdeportes.com/
revista digital | Buenos Aires | Año 5 - Nº 18 - Febrero 2000

2 / 2

     Las pérdidas de fuerza muscular con la edad están íntimamente relacionadas con la disminución sustancial de masa muscular, por tanto, del área de sección transversal muscular. Esta pérdida podría estar relacionada por las alteraciones en al regulación hormonal (Häkkinen, K. et al. 1993; Cooper, C. et al. 1998; Izquierdo, M. 1998), y a una menor actividad física. Los hombres ancianos sedentarios pueden mostrar una gran pérdida de masa muscular y un incremento de la grasa subcutánea. En este sentido se aprecia una aceleración en el proceso de atrofia muscular después de los 50 años (Greig, C. et al.1993). La reducción de la masa muscular que ocurre en estas edades se asocia tanto con la disminución del área de las fibras musculares (I y II) como a la desaparición de algunas fibras (Essen - Gustavsson and Borges 1986). Existen resultados contradictorios sobre los efectos del envejecimiento en la composición de las fibras ST y FT. Se han realizado investigaciones de forma transversal que han examinado todo el músculo vasto externo del cuádriceps en casos de post morten de sujetos de entre 15 y 80 años de edad e indica que el tipo de fibra permanece invariable durante toda la vida (Johnson, M. et al 1973). Además estudios transversales más actuales con corredores de fondo confirman tales estudios. No obstante un estudio realizado por Costil et al. 1998 en el que realizaba una biopsia en el músculo gemelo a un grupo de corredores de elite, de tal forma que se les tomo una muestra en 1974 y posteriormente en 1992, observándose un aumento de las fibras ST en aquellas personas que habían abandonado totalmente la actividad física. Aunque la influencia del envejecimiento sobre la composición de las fibras musculares sigue siendo confusa, generalmente hay un acuerdo en que los individuos que descienden su nivel de actividad experimentan un cambio en el porcentaje de sus fibras musculares.

     Diversos estudios también han demostrado que el envejecimiento va acompañado de cambios sustanciales en la capacidad del sistema nervioso, tanto para procesar información como para activar los músculos. Por ejemplo, la alteración que se produce en los receptores sensoriales que informan sobre el estiramiento y la postura del miembro en cuestión, esto es debido a que el envejecimiento produce una disfunción de la sensibilidad propioceptiva. Los propioceptores, especialmente los situados alrededor de los tobillos y en los pies, tienen una importancia vital en el establecimiento de la posición corporal. La pérdida de propioceptores probablemente es una causa más, importante, para explicar el aumento del riesgo de las caídas (Redford, J 1991).

     Estos cambios neuromusculares son responsables, como antes se ha mencionado, de la disminución, al menos parcialmente, de la fuerza y de la capacidad de resistencia, pero la participación activa en deportes tiende a disminuir el impacto del envejecimiento sobre el rendimiento. Ello no significa que el envejecimiento biológico pueda detenerse mediante la actividad física regular, pero muchas de las reducciones de la capacidad de esfuerzo físico pueden amortiguarse notablemente con un estilo de vida activo (McCartney and Sale 1990).

     Saltin (1990) ha observado que, a pesar de la pérdida de masa muscular, la calidad muscular se mantiene. El número de capilares por unidad de área es similar en los corredores de fondo jóvenes y los ancianos. Por tanto la entrenabilidad a estas edades es similar que en edades donde la capacidad funcional está en plenas facultades, pero sobre esto nos pronunciaremos en sucesivos apartados.


3.1.1. Influencia sobre el aparato locomotor
     En este apartado nos vamos a referir a las investigaciones realizadas en torno al entrenamiento con pesas y como éste ha repercutido positivamente en el sistema oseoesquelético de la persona.

     La osteoporosis es una de las enfermedades más características en este grupo de población, sobre todo en mujeres post menopausias donde el riesgo de padecerla es mucho mayor que en los hombres. Se sabe desde hace cierto tiempo que se envejece de manera muy diferente según cuál sea el sexo de la persona, como salta muy claramente a la vista cuando se examina la estructura general del hueso. La densidad mineral total a lo largo de la vida del adulto: el hombre pierde alrededor de un 15% y la mujer un 30% (Medina, J 1997). El proceso de desmineralización de los huesos es tan predecible que algunos investigadores ponen duda que la osteoporosis sea una enfermedad en sí misma. Quizá no sea sino la forma más pronunciada de un proceso natural.

     El crecimiento de investigaciones alrededor del efecto de la desmineralización de los huesos y la actividad física ha sido bastante significativo en las dos últimas décadas. Se han hecho algunos estudios bastante alentadores, donde se ha mostrado que ejercicio puede ser un medio útil en la lucha contra la pérdida de masa ósea.

     En la presente figura se muestra el estudio realizado con 297 mujeres donde se muestra la desmineralización que se produce con la edad. Estudio realizado por Melton, L. 1988 en Estados Unidos.

     Los estudios que se han realizado sobre inactividad total, con sujetos sanos permaneciendo en cama durante periodos de 4 a 32 semanas, han mostrado pérdidas del 1% de la masa ósea por semana. Cuando estos comenzaron a realizar práctica física los huesos ganaron la masa que habían perdido. Pero lo que corrobora con más exactitud el hecho que la actividad física mejora el porcentaje de densidad ósea es la diferencia encontrada entre personas sedentarias y atletas. Estos últimos tienen una densidad mayor (Wark, J. 1996;).


3.2. Capacidad de resistencia
     En gran medida, los cambios en la capacidad de resistencia que acompañan el envejecimiento pueden atribuirse a reducciones en la circulación central y periférica. Las mediciones del gasto cardiaco y del flujo sanguíneo a las extremidades no son fáciles de realizar, por lo que los primeros estudios de los efectos del paso del tiempo sobre la fisiología de los ejercicios que exigen capacidad de resistencia, examinaron que el consumo de oxígeno o VO2máx. guarda una estrecha relación con el gasto cardiaco.

     La disminución progresiva en el consumo de oxígeno después de los 15 años aproximadamente, se estima en 0,4 ml./Kg/min. cada año. Existe una diferencia clara entre el ritmo de disminución del VO2máx. con el envejecimiento en individuos sedentarios comparados con otros activos. Los individuos sedentarios tienen un ritmo de deterioro del VO2máx., casi el doble con el paso de los años (Bruce, R. 1984; Saltin, B. 1990; Engels et. al. 1998). La disminución de la capacidad de resistencia con la edad se debe en gran parte a varias reducciones en las funciones fisiológicas implicadas en el transporte del oxígeno relacionadas con la edad. Un cambio bien documentado en la función cardiovascular es la disminución de la frecuencia cardiaca máxima y en el volumen sistólico.

     Otro factor que influye en el descenso de la capacidad de resistencia, son los cambios producidos en el sistema respiratorio. Se sabe que tanto la capacidad vital como el volumen espiratorio forzado en un segundo disminuyen sensiblemente con la edad, a partir de la tercera década de la vida (McArdle, W 1990). Existen otros cambios que van emparejados con cambios en la capacidad ventilatoria máxima durante la realización de ejercicios agotadores. La ventilación espiratoria máxima VEmáx. (volumen máximo de aire que puede respirarse en un minuto) aumenta hasta llegar a la madurez física y luego disminuye con el envejecimiento.

     Estos cambios en la función pulmonar son consecuencia de varios factores, el más importante de ellos es la pérdida de elasticidad del tejido pulmonar y de la pared del tórax, lo cual incrementa el esfuerzo que supone la respiración. A pesar de todos esos cambios, los pulmones todavía mantienen una notable reserva y conservan una adecuada capacidad de difusión para permitir los esfuerzos máximos. Mientras se está en la mitad de la vida y durante el envejecimiento, el entrenamiento de resistencia reduce la pérdida de elasticidad de los pulmones y de la pared del tórax. En consecuencia, los deportistas mayores entrenados en su capacidad de resistencia han reducido sólo su capacidad de ventilación pulmonar. La menor capacidad ventilatoria no se puede a cambios en la respiración externa. Durante la realización de ejercicios agotadores se sigue teniendo la capacidad de alcanzar una saturación máxima de oxígeno (saturación del 97%) (Saltin, B. 1990; Cress, M. et al. 1991). Por lo tanto, ni los cambios en los pulmones ni en la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre parecen ser los causantes de la caída del VO2máx. declarada en los deportistas que envejecen. Parece ser que es la capacidad de intercambio arterio-venoso uno de los motivos causantes de dicha disminución.


3.2.1. Riesgo de enfermedades y capacidad de resistencia
     En el anciano se han identificado muchos cambios en el sistema cardiovascular, morfológicos y fisiológicos. Para determinar adecuadamente la contribución específica del proceso de envejecimiento a estos cambios, es necesario considerar los factores confluyentes que se encuentran a menudo en las personas mayores. Estos factores incluyen las enfermedades cardíacas y no cardíacas, los cambios en otros sistemas orgánicos no relacionados con la enfermedad, los niveles de actividad física a largo plazo y la adquisición de hábitos nocivos (Harris, R. 1987).

     La enfermedad cardiaca coronaria generalmente implica cambios degenerativos en la capa íntima de las arterias mayores que nutren el músculo cardiaco. Estos vasos se vuelven congestionados con placas llenas de lípidos o tejidos de cicatrices fibrosas o ambos. Este cambio reduce progresivamente la capacidad de flujo sanguíneo y causa que el miocardio se vuelva isquémico. Este proceso, aterosclerótico, degenerativo hace la capa interna tosca y endurecida provoca que la sangre fluya lentamente, y se coagule. Este coágulo puede taponar uno de los vasos coronarios más pequeños, ocasionando en dicha zona un daño difícil de restaurar. La enfermedad coronaria a alcanzado una dimensión mundial, siendo uno de los principales motivos de muerte.

     Es difícil determinar cuantitativamente la importancia de un solo factor de riesgo, porque son muchos los factores que están interrelacionados. Por ejemplo, las anormalidades de los lípidos sanguíneos, la diabetes, la herencia y la obesidad a menudos van juntas. Lo que sí se puede afirmar por las numerosas investigaciones que hay al respecto, es que la realización de un programa de ejercicio adecuadamente diseñado contribuye a mejorar nuestro nivel de salud y a disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardiacas.


4. Composición corporal
     La cantidad de grasa que acumulan nuestros cuerpos cuando crecemos y envejecemos depende de la dieta y de los hábitos de ejercicio individuales, además de la herencia. La cantidad de relativa de grasa corporal aumenta con la edad después de alcanzar la madurez física. En el mundo occidental, el hombre medio de 35 años ganará entre 0,2 y 0,8 Kg de grasa cada año hasta su quinta o sexta década de vida (Parizcova 1971 cit. por McArdle, W. 1990). Esta ganancia se debe en gran medida a tres factores que se presentan con el envejecimiento: Mayor ingestión de alimentos, menor actividad física y menor capacidad para movilizar las grasas. Pasada la edad de 30 años, la masa magra también disminuye progresivamente. Esto es la consecuencia principalmente de la menor masa muscular y de la pérdida de minerales óseos. Después de la edad de 60 años, se reduce el peso corporal total a pesar de la creciente proporción de grasa corporal.

     Como es de esperar, el contenido en grasa corporal de las personas físicamente activas es significativamente menor que en hombres y mujeres sedentarios de la misma edad. También se aprecia en aquellas personas que continúan realizando entrenamiento con pesas aumentan su porcentaje de peso en masa magra y disminuye el porcentaje de grasa.


5. Entrenabilidad y envejecimiento
     Una actividad física vigorosa regular produce mejoras fisiológicas sea cual sea la edad (McArdle, W. 1990; Brzychi, M. 1995; Gutiérrez, A. 1997; Costil, D. 1998...). Por supuesto, la importancia de los cambios depende de varios factores que incluyen el estado de la condición física inicial, la edad, y el tipo de ejercicio específico de entrenamiento.

     A pesar de las disminuciones asociadas con el envejecimiento, los deportistas de mediana edad y de edad avanzada son capaces de conseguir rendimientos excepcionales. Su capacidad para adaptarse al entrenamiento está bien fundamentada. Aunque el deterioro general de la función endocrina entorpece la homeostasis metabólica, provocando retrasos en la recuperación de los distintos sistemas, esto no quiere decir que las personas de avanzada edad sean menos entrenables. Por ejemplo estudios recientes han demostrado que las mejoras del VO2máx. con el entrenamiento son similares en los hombres y mujeres jóvenes y ancianos (Khort, W. 1991). Aunque los valores del VO2máx. previos al entrenamiento fueron, de promedio, menores para los sujetos ancianos, el incremento absoluto fue significativo en ambos grupos. Estas investigaciones indican que el entrenamiento de resistencia produce mejoras similares en la capacidad aeróbica de personas sanas en todo el intervalo de edades comprendidas entre los 20 y los 70 años.

     En relación con la pérdida de fuerza se puede atribuir a una combinación de factores que conlleva el envejecimiento. Aunque es difícil comparar las adaptaciones al entrenamiento de fuerza en personas jóvenes y ancianas, el envejecimiento no parece deteriorar ña capacidad para mejorar la fuerza muscular ni para prevenir la hipertrofia muscular. Estudios donde sujetos con edades comprendidas entre los 60 y los 72 años siguieron entrenamientos de fuerza durante 12 semanas al 80 % de su RM para la extensión y flexión de rodillas, su fuerza de extensión se incrementó en un 107% y la de flexión en un 227% (Frontera, W. 1988). Esta mejora se atribuyó a hipertrofia muscular, tal como se determinó mediante tomografías computerizadas en el muslo medio. Las biopsias del músculo vasto externo (en el cuádriceps) revelaron que el área cruzada de las fibras ST aumentó en un 35,5%, y la de las FT, en un 27,6%. En otros estudios se ha demostrado que la ganancia de fuerza en hombre y mujeres ancianos son similares.


6. Conclusiones
     La actividad física regular es un importante factor que contribuye a mantener un buen estado de salud. La pregunta de sí se puede aumentar la longevidad de las personas con la actividad física, no tendría una respuesta concreta. Pero, lo que sí se puede decir al respecto, es que las personas que mantengan un nivel de actividad alto durante toda su vida, estarán luchando positivamente contra un proceso natural e inevitable como es el envejecimiento.

     Luchar contra los factores que provocan el envejecimiento es muy difícil ya que son muchos y de muy diversa naturaleza. Existen una serie de factores (externos) que se pueden neutralizar, más o menos, llevando una alimentación y un régimen de vida adecuado. Pero desgraciadamente, existen otros tipos de factores (internos), como son los genético - hereditarios sobre los que no podemos hacer nada hasta el momento. Quizá en un futuro, no muy lejano, la ingeniería genética logre dominar estos caminos donde el hombre, por ahora, no consigue ver su destino.


Bibliografía


| inicio |


Otros artículos:
sobre Tercera Edad | sobre Actividad Física y Salud

  www.efdeportes.com/
www.efdeportes.com · FreeFind
   
revista digital · Año 5 · Nº 18 | Buenos Aires, febrero 2000  
© 1997/2000 Derechos reservados