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Salud, actividad física y calidad de vida

 

*Especialista Primer Grado Medicina General Integral

MSc. Atención Integral a la Mujer

**Profesor Auxiliar, Universidad Ciego de Ávila

Especialidad Actividad Física Saludable

***Especialista en Atención Primaria de Salud

***MSc. Atención Integral a la Mujer

Especialista en Atención Primaria de Salud

(Cuba)

Dra. Milagros Cristina Pérez Valdés*

Dr.C. Sergio Dule Rodríguez**

sdule@cfisica.unica.cu

Lic. Esp. Marelys López Oduardo***

leduorl@yahoo.es

Lic. Rudy Manuel Pérez Salazar****

rudy@ciego.cav.sld.cu

 

 

 

 

Resumen

          El artículo que nos ocupa trata de a cercarnos a la conceptualización y evolución del concepto de salud, así como la importancia que reviste hoy en día su correcta promoción desde todos los ámbitos posibles , destacándose la escuela como principal centro de dicha promoción. Además intentamos develar la esencia de la calidad de vida como una de las vías más relacionadas con la forma en que las personas intentan alcanzar la felicidad a través de un óptimo bienestar.

          Palabras clave: Salud. Actividad Física. Calidad de vida.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 177, Febrero de 2013. http://www.efdeportes.com/

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    Para poder entender y aplicar los nuevos enfoques sobre la actividad física y la salud es de vital importancia conocer ciertos términos y conceptos utilizados con mucha frecuencia por la mayoría de los especialistas en la temática.

    La idea de que la salud es un estado de bienestar positivo, más allá de una mera ausencia de enfermedad, encierra algo que no se puede dejar de tener en cuenta. Hoy se tiende a pensar que la salud debe ser algo más que la ausencia de enfermedades. Se ha generalizado un concepto de salud entendido positivamente, como posesión de ciertas cualidades o potencialidades. Y durante la década de los ochenta se ha intensificado la búsqueda de indicadores de salud positiva; con el fin de promover la salud; intento que ha sido estimulado por la OMS. Sin embargo, para los profesionales de la Educación Física el entender la salud como carencia de enfermedad, sería tener una visión estática del concepto. Pues la salud se ha de convertir en un concepto dinámico, cambiante, mudable en función de que cuidemos, mantengamos y mejoremos sus niveles. Para los profesores de Educación Física y cuantas personas están preocupadas por la promoción de la salud en los jóvenes, el concepto de salud orgánica estática no es suficiente, sino que hay que dar un paso adelante, elevar los niveles de salud, predisponer a los jóvenes para que realicen una práctica continua, a través de tareas físicas que precisan de mayores prestaciones del organismo. (Torres, 2000)

1.     Conceptualizando la Salud

1.1.     La salud un concepto dinámico

    En la actualidad pocas personas sabrían definir el termino salud correctamente, la dificultad radica en no considerar el termino salud simplemente como la ausencia de enfermedad, sino como algo mucho más complejo, donde la sensación de bienestar, la capacidad para ejercer toda clase de funciones, e incluso la de contribuir a la felicidad de los semejantes, tienen un sitio reservado.

    La preocupación por el valor de la salud no es nueva, sino que desde antiguo ha sido una de las grandes preocupaciones de la humanidad. El concepto de salud generalmente se ha identificado durante mucho tiempo con el de normalidad, pero definir este concepto desde el punto de vista biológico, es bastante complejo debido a las connotaciones que tiene, tanto física como psíquicamente.

    Hasta 1948, se entendía como la ausencia de enfermedad física. El principal responsable de eliminar esta enfermedad es el médico y por lo tanto existe un papel pasivo del enfermo a lo largo de su etapa evolutiva.

    La Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1948, define la salud como el “estado de bienestar completo -físico, psíquico y social- y no la simple ausencia de enfermedad o invalidez”. Según se desprende de esta definición, se puede observar que es bastante difícil cuantificarla, pues depende en gran medida de aspectos subjetivos.

    Por primera vez, dentro del estado de salud se delimitan tres aspectos o componentes distintos (físico, mental y social) pero que a la vez están claramente interrelacionados.

    Las directrices de la O.M.S., formuladas en 1977 en Ginebra, señalan que el acceso a la salud es uno de los derechos fundamentales de toda persona (independiente de raza, religión...) y propone a todos los gobiernos la posibilidad de alcanzar para todos los habitantes de la Tierra un nivel de salud que les permitiera llevar una vida social y económicamente productiva. Casimiro (1999) entiende que para ello, “cada país debería fijarse sus propias metas: erradicación de la patología local más acusada, protección contra las enfermedades infecciosas, mejora de las condiciones ambientales, mejora de la alimentación, lucha contra el infarto, la hipertensión, obesidad, etc.”

    Diferentes definiciones ponen el énfasis en alguno de los componentes del concepto global de la OMS, así, para,

    Salleras (1985) y colaboradores consideran que la salud es el nivel más alto posible de bienestar físico, psicológico y social, y de capacidad funcional, que permitan los factores sociales en los que vive inmerso el individuo y la colectividad.

    Perea (1992) matiza más la dimensión social, en cuanto a la capacidad para desenvolver las facultades personales en armonía y relación con su propio entorno.

    Rodríguez Marín (1993) considera que, la salud no es sólo la ausencia de enfermedad, sino que ha de ser entendida de una forma más positiva, como un proceso por el cual el hombre desarrolla al máximo sus capacidades actuales y potenciales, tendiendo a la plenitud de su autorrealización como entidad personal y como entidad social.

    Corbella (1993) comenta que, en el Congreso de médicos y biólogos de lengua catalana, se definió la salud como

    "Una manera de vivir cada vez más autónoma, más solidaria y más gozosa".

    Marcos Becerro (1995) entiende el concepto de salud como algo que nos viene dado, en gran medida por nuestra herencia genética,

    “La salud es un bien, el cual suele ser poco apreciado hasta que se pierde, pero muy deseado cuando se carece de él”.

1.2.     La Promoción de la salud

    El fomento y la promoción de la salud, definida en 1985, por la Oficina Regional para Europa de la O.M.S. como "El proceso de capacitar a los individuos y a las comunidades, para que estén en condiciones de ejercer un mayor control y mejorar todos los determinantes y factores que influyen en el mantenimiento y/o mejora de la salud".

    La promoción de la salud constituye un proceso social global que abarca no solamente las acciones dirigidas directamente a fortalecer las habilidades y capacidades de los alumnos y alumnas, sino también las dirigidas a modificar las condiciones sociales y ambientales, con el fin de mitigar su impacto en la salud colectiva e individual. La promoción de la salud es el proceso que permite a las personas incrementar su control sobre los determinantes de la salud y en consecuencia, mejorarla. La participación de todo el colectivo educativo, profesores, padres, administración…, es esencial para sostener la acción en materia de promoción de la salud.

    Pero, situando a la salud en el contexto amplio de la Educación, desde un planteamiento educativo global, cuya finalidad es el desarrollo armónico e integral de la persona, la salud es un recurso para la vida, no su finalidad, dado que queremos estar sanos para vivir. (López Santos, 1995)

    "La Escuela, como facilitadora del desarrollo de una conciencia crítica ante las distintas ofertas y sistemas de valores relacionados con la salud, se convierte en una pieza clave en cualquier política de promoción de la salud. Ofrecer al alumnado modelos de referencia saludables, favorecer su independencia del medio y su capacidad para influir sobre él, etc... puede contribuir en mayor medida a la adopción de estilos de vida saludables que la mayoría de los esfuerzos que en este sentido puedan hacerse desde los servicios sanitarios"

    Pero, además para nosotros la práctica de actividad física debe convertirse en una experiencia positiva y satisfactoria, si pretendemos desarrollar las actitudes hacia la actividad física. Pero esto supone ampliar en el alumnado el sentido de competencia y éxito en la realización de actividades físicas algo que en opinión de Peiró Velert (1999) “muchos profesionales de la educación física no estamos acostumbrados, debido a la gran influencia que ha ejercido y ejerce el rendimiento físico y el habilidosismo en nuestra profesión”. Sin embargo, la promoción de la actividad física y la salud en la educación física escolar está vinculada a la participación y no al rendimiento. Pensemos que este último está más próximo al elitismo de la condición física y la habilidad, mientras que el primero lo está a la visión participativa de la actividad física.

    Siguiendo los criterios establecidos en la Carta de Ottawa (1986) emitida por la OMS, se define el término promoción de la salud como el proceso que permite a las personas incrementar el control sobre la misma para poder mejorarla.

    En dicha carta ya en el 1986 se recogían las siguientes cinco áreas prioritarias de acción en promoción de la salud pública, entendida ésta como el arte de promover, prevenir la enfermedad y prolongar la vida, en un intento de vivir más años y vivir cada año con más calidad:

  • Establecer una política saludable.

  • Crear entornos que apoyen la salud.

  • Fortalecer la acción comunitaria para la salud.

  • Desarrollar las habilidades personales

  • Reorientar los servicios sanitarios.

    Autores como Petlenko y Davidenko (1998) entre otros, coinciden al señalar cuatro variables, interaccionadas entre sí, como parámetros determinantes de la salud de la persona:

  • Biología humana: genética, envejecimiento, etc.

  • Medio ambiente: contaminación ambiental, ruido, etc.

  • Estilo de vida: determinado por los hábitos de comportamiento, siendo el factor más influyente en la salud pública.

  • Sistema de atención sanitaria: hospitales, médicos, etc.

    Estos referentes indican, de forma aproximada, que el estilo de vida influye un 50%, el medio externo un 20-25%, la genética un 15-20%, y el sistema de atención sanitaria un 10%, aunque estos porcentajes van a depender de la enfermedad que se trate (por ejemplo, en la cirrosis hepática, el estilo de vida puede llegar a influir hasta en un 70%).

    La Declaración de Yakarta de 1997 identifica cinco prioridades para la promoción de la salud en el siglo XXI:

  • Promover la responsabilidad social para la salud.

  • Incrementar las inversiones para el desarrollo de la salud.

  • Expandir la colaboración para la promoción de salud.

  • Incrementar la capacidad de la comunidad y el empoderamiento de los individuos.

  • Garantizar la infraestructura para la promoción de la salud.

    Como vemos la responsabilidad y la educación en otros valores que forman y dan identidad a la persona van a ser fundamentales para la promoción de la salud, y por tanto la educación para la salud y los centros educativos entre otras instituciones, van a desempeñar un papel fundamental en la promoción de la salud.

    En definitiva, la salud, como derecho de toda persona, es casi imposible de cuantificar e, incluso, de definir, ya que es un concepto subjetivo (sentimiento individual), relativo (no hay un modelo fijo estándar y absoluto), dinámico (en función del contexto), e interdisciplinar (médicos, psicólogos, educadores, políticos, tienen que trabajar al unísono). Ésta, debe ser fomentada por las instituciones, las cuales deben favorecer la adopción voluntaria de sanos hábitos comportamentales, ya que, en ocasiones, la pérdida de la salud se origina por causas ajenas a la voluntad del individuo, pero en otras son los hábitos, libremente escogidos por la persona, los que la producen.

    Las estrategias se basan en conseguir que las opciones más saludables sean las más fáciles de elegir. Así, la promoción de la salud implica fomentar factores que incidan en un estilo de vida saludable, evitando aquellos que generan anomalía o enfermedad.

    De esta manera, la salud se considerará como un recurso para la vida diaria, pero no como el objeto de la vida, y para fomentarla es necesario cambiar tanto las condiciones de vida como la forma de vivir (Glosario de promoción de la salud. Junta de Andalucía, 1986)

    En definitiva, conservar la salud y prevenir la enfermedad exige conocer cuáles y cuántos son los factores involucrados en su producción y la forma de evitarlos, renunciando a ciertos hábitos muy extendidos, como el consumo de tabaco, alcohol y otras drogas, determinada alimentación, estrés, sedentarismo, relaciones sexuales inseguras, entre otras.

    Hacemos nuestras las palabras de Marcos Becerro (1994) cuando reflexiona sobre la salud y la considera que "es un bien, el cual suele ser poco apreciado hasta que se pierde, pero muy deseado cuando se carece de él".

    Así, los responsables de la salud pública (Ministerios de Sanidad y Consumo) deberían promocionar la actividad física en la juventud como una medida de atención sanitaria primaria y preferente. La Asociación Médica Americana, en 1992, percibió esta necesidad y propuso dos directrices básicas:

  • Todos los adolescentes deben estar activos a diario en los diferentes contextos (familia, escuela, tiempo libre) donde lo importante es el hábito más que un control estricto de volumen e intensidad de dicha actividad.

  • Además, deben realizar al menos 3 sesiones semanales de actividades de cierta intensidad, como mínimo de 20 minutos, para favorecer su bienestar fisiológico y psicológico.

1.3.     Calidad de vida

    Uno de los conceptos más relacionados con la forma en que las personas intentan alcanzar la felicidad es la calidad de vida. Cuando hablamos del concepto calidad de vida, nos referimos particularmente a grupos o comunidades, en las cuales existe un óptimo bienestar entre las cinco dimensiones que constituyen la salud, e incluye la integración familiar, participación comunitaria activa, y el lograr establecer estilos de vida adecuados, tales como actividad física regular, buena alimentación, entre otros, y calidad ambiental (Lopategui, 1997).

    Antes de continuar, es conveniente tratar de aclarar que significa tener calidad de vida.

    Levy y Anderson (1980), definen la calidad de vida como,

    “Una medida compuesta de bienestar físico, mental y social, tal y como la percibe el individuo y cada grupo, y de felicidad, satisfacción y recompensa; e influyen en la misma aspectos tan variados como la salud, el matrimonio, la familia, el trabajo, la vivienda, la situación financiera...”

    Al considerar el concepto de calidad de vida, como algo subjetivo del grado en que se ha alcanzado la felicidad, la satisfacción, el bienestar..., se hace aún más complejo el poder dar una sola definición de la misma.(San Martín, 1997).

    La clave para que una persona considere que posee calidad de vida, no tiene porqué encontrarse en la posesión de objetos y experiencias, sino en el significado que se les da. Esto provoca que cada persona pueda definir la calidad de vida de forma diferente. En general las mayores coincidencias están en entender la calidad de vida como felicidad, satisfacción con la vida que se lleva y con un alto bienestar psicológico.

    Torres (1999) citando a Levy y Anderson (1980), consideran como indicadores de calidad de vida que se repiten con mayor frecuencia en los estudios sociológicos, los siguientes:

  1. Salud.

  2. Consumo de alimentación.

  3. Educación.

  4. Ocupación, condiciones de trabajo.

  5. Condiciones de vivienda.

  6. Seguridad social.

  7. Ropa.

  8. Derechos humanos.

    Maslow, citado por Racionero (1986), establece una jerarquía de necesidades, organizando los indicadores de calidad de vida en cuatro campos:

  1. Seguridad personal: incluye la cobertura de las necesidades biológicas del cuerpo y sus indicadores económicos; así como indicadores de protección, seguridad y salud.

  2. Ambiente físico: indicadores de este tipo hacen referencia al ambiente urbano: polución, ruido, cogestión, desplazamientos. También tienen una clara relación con la salud.

  3. Ambiente social: hace referencia a la pertenencia a grupos, amistades, afectos...

  4. Ambiente psíquico: incluye indicadores sobre la necesidad de autorrealización o libertad para el pleno desarrollo de talentos y capacidades de la persona.

1.4.     Indicadores del estado de salud

    Los indicadores son variables que intentan medir u objetivar en forma cuantitativa o cualitativa, sucesos colectivos (especialmente sucesos biodemográficos) para así, poder respaldar acciones políticas, evaluar logros y metas. Ellos son necesarios para poder objetivar una situación determinada y a la vez poder evaluar su comportamiento en el tiempo mediante su comparación con otras situaciones que utilizan la misma forma de apreciar la realidad. En consecuencia, sin ellos tendríamos dificultades para efectuar comparaciones.

    Los indicadores de salud son instrumentos de evaluación que pueden determinar directa o indirectamente modificaciones dando así una idea del estado de situación de una condición. Si se está evaluando un programa para mejorar las condiciones de salud de la población infantil, se puede determinar los cambios observados utilizando varios indicadores que revelen indirectamente esta modificación. Indicadores posibles de utilizar pueden ser el estado de nutrición (por ejemplo, peso en relación con la estatura), la tasa de inmunización, las tasas de mortalidad por edades, las tasas de morbilidad por enfermedades y la tasa de discapacidad por enfermedad crónica en una población infantil.

    La OMS los ha definido como "variables que sirven para medir los cambios".

    Algunos indicadores pueden ser sensibles a más de una situación o fenómeno. Por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil es indicador del estado de salud de la población sensible también para evaluar el bienestar global de una población.

    Los indicadores de salud y relacionados con la salud, con frecuencia utilizados en diversas combinaciones, se emplean en particular para evaluar la eficacia y los efectos.

    En la práctica los indicadores disponibles no son tan perfectos y constituyen una aproximación de una situación real.

    Indicadores del Estado de Salud: estos indicadores son los más usados. Se pueden distinguir operacionalmente al menos cuatro tipos:

    Indicadores de Mortalidad: son ampliamente utilizados ya que la muerte es un fenómeno universal, ocurre una sola vez y se registra habitualmente en forma sistemática.

    Natalidad: en este rubro son importantes los indicadores que miden la capacidad de reproducción de una población. Existe una asociación positiva entre altas tasas de natalidad y nivel sanitario, socioeconómico y cultural. Son importantes también, los indicadores que reflejan el estado de la salud materno-infantil, como por ejemplo, la tasa de bajo peso al nacer, la que requiere de un registro confiable de nacimientos (vivos o muertos o defunciones fetales).

    Morbilidad: son indicadores que intentan estimar el riesgo de enfermedad (carga de morbilidad), cuantificar su magnitud e impacto. Los eventos de enfermedad pueden no ser fáciles de definir y pueden prolongarse y repetirse en el tiempo, lo que plantea dificultades en la elaboración de indicadores de morbilidad.

    Calidad de vida: son indicadores generalmente compuestos que intentan objetivar un concepto complejo que considera aspectos como: capacidad funcional de las personas, expectativa de vida, y nivel de adaptación del sujeto en relación con su medio. Son ejemplos sencillos de este tipo de mediciones la "calidad material de la vida" que se construye a partir de la mortalidad infantil, la expectativa de vida al nacer y la capacidad de leer y escribir.

Bibliografía

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