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Las conductas comunicativas en las interacciones asimétricas
de la cortesía verbal en una comunidad santiaguera
del casco histórico de la ciudad

 

Licenciada en Filología en la Universidad de Oriente

Master en Estudios culturales cubanos y del Caribe

Doctora en Ciencias Lingüísticas

Dra.C. Alina Bestard Revilla

revillaba@gmail.com

(Cuba)

 

 

 

 

Resumen

          Los países que integran la comunidad caribeña presentan una riqueza y matices extraordinarios en lo que a cortesía y formas de tratamiento se refiere, los distingue sobre todo su variedad, su familiaridad y afectividad que nos hace ser parecidos dentro de la diferencias de cada cual. El objetivo de este trabajo es presentar una indagación sociolingüística sobre el comportamiento de la cortesía en las relaciones interpersonales asimétricas en un área urbana del casco histórico santiaguero donde es posible observar las características que nos distinguen así como aquellas que nos acercan a los países de la comunidad lingüística caribeña con los cuales nos unen nexos histórico-culturales que se entrelazan en un pasado común.

          Palabras clave: Relaciones interpersonales. Uso de la norma del español caribeño.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 172, Septiembre de 2012. http://www.efdeportes.com/

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    Los estudios tradicionales sobre la cortesía se han caracterizado por destacar solamente los valores sociales y meramente formularios que la cortesía posee, desdeñando su aspecto individual, creativo y estratégico. Es preciso enfocar su estudio desde un punto de vista funcional y no tan solo formal.

    En los últimos veinte años del siglo xx se han destacado por su enfoque sociológico y funcional en los estudios de la cortesía los trabajos de Robin Lakoff (1973) con su artículo “The logic of politeness”, considerada obra fundacional de la nueva perspectiva; y el de Penélope Brown y Stephen Levinson (1978, 1987) Politeness, que recoge el modelo más desarrollado e influyente sobre los estudios de la cortesía humana. En general, la idea de estos autores se centra en dos aspectos esenciales:

  • Caracterizar los sistemas y estrategias de cortesía de otras culturas.

  • Diferenciar las culturas en lo que a patrones de relación y cortesía se refiere.

    A pesar de ello las investigaciones acerca del tema han continuado caracterizándose por sus matices descriptivos sin tomar en cuenta las especificidades socioculturales de cada sociedad. Sin embargo, desde el año 2000 un grupo de investigadores vinculados al programa de Estudios del Discurso de Cortesía en Español (EDICE) han realizado la crítica a este modelo al plantear el análisis de la cortesía verbal desde una perspectiva sociocultural, que tenga en cuenta las características del contexto socio-histórico en el cual se producen las interacciones comunicativas de la cortesía verbal.

    De acuerdo con estos planteamientos la idea de la universalidad de los mecanismos de cortesía se tambalea, pues cada sociedad desarrolla sus propios rituales de cortesía, según las características sociales, económicas, políticas y culturales que tenga. Estas diferencias entre culturas pueden verse claramente, por ejemplo, en la variedad de formas de tratamiento empleadas.

    Cada cultura ordena de un modo particular y determinado los principios que rigen la interacción con las formas de cortesía en las relaciones interpersonales de sus miembros, y lo que puede ser un valor de primer orden en una cultura, puede no serlo necesariamente en otra. Esta diversidad cultural responde a la diversidad social que tienen los países; y del conocimiento y respeto que se tenga de esta diversidad depende la capacidad de convivencia que todos debemos desarrollar y respetar.

    Los países que integran la comunidad caribeña presentan una riqueza y matices extraordinarios en lo que a cortesía y formas de tratamiento se refiere, los distingue sobre todo su variedad, su familiaridad y afectividad que nos hace ser parecidos dentro de la diferencias de cada cual. El objetivo de este trabajo es presentar una indagación sociolingüística sobre el comportamiento de la cortesía en las relaciones interpersonales asimétricas en un área urbana del casco histórico santiaguero donde es posible observar las características que nos distinguen así como aquellas que nos acercan a los países de la comunidad lingüística caribeña con los cuales nos unen nexos histórico-culturales que se entrelazan en un pasado común. Además, con este estudio se comprobó la ineficacia del modelo teórico aportado por los autores antes mencionados, pues en el actual contexto cubano estudiado no podemos afirmar que el hablante siempre desee mantenerse en defensa de su imagen social, sino que a veces, desea compartir sus propias experiencias y la de los interlocutores, o bien, en otras, no manifiesta el territorio personal en aras de lograr el objetivo planteado, sobre todo en las situaciones de servicio cliente-usuario observadas.

    El funcionamiento de la cortesía es fruto de una capacidad adquirida culturalmente, pero esta capacidad no tiene la forma de un mecanismo especial que se ocupa exclusivamente de los comportamientos sociales, y los evalúa y procesa de un modo particular, sino que se trata , más bien, de un conjunto específico de supuestos que interactúa con los mecanismos generales de inferencia. Se refiere, por tanto, a una serie de conocimientos que se va almacenando en la memoria a medida que crecemos, y que funciona como contexto obligado con arreglo al cual se procesa el comportamiento verbal y no verbal, propio y ajeno. No es un sistema aislado, sino una parte del contenido del sistema central de la lengua.

    La lengua como elemento transmisor y de comunicación del hombre refleja las transformaciones económicas, políticas, sociales, culturales, científicas que se producen en la realidad objetiva. Dentro de ella el nivel léxico es uno de los niveles más dinámicos y que con mayor rapidez plasma estos cambios. Así podemos tomar como ejemplo todas aquellas denominaciones nuevas, que surgen como necesidad de la sociedad, que identifican los inventos tecnológicos modernos y el impacto que causan en la vida de los individuos. No quiere esto decir que cada vez que haya cambios se cree una lengua nueva, como plantean algunas tendencias (marrismo); pues esto no permitiría identificarnos culturalmente como comunidad social integral.

    De tal manera el estudio que hacemos sobre las formas de tratamiento y la cortesía se inserta en esta problemática, la relación lengua-sociedad-cultura, donde se aprecia cómo a consecuencia de las transformaciones socioeconómicas ocurridas en el contexto cubano santiaguero actual se modifican estas formas léxicas que se estudian aquí y que resultan tan importantes en las relaciones interpersonales de los individuos. Estos cambios han influido grandemente en el contexto social cubano, a partir de los años 90 del siglo XX, provocando contradicciones entre sus miembros. Como parte de esta realidad, la lengua, y en especial el nivel léxico ha experimentado modificaciones.

    Como se señaló anteriormente, muchas de las investigaciones sobre el tema de los últimos cuarenta años se han apoyado en los trabajos de Brown y Gilman (1960), Brown y Ford (1961) y Brown y Levinson (1987). En el caso de los trabajos de 1960 y 1961, sus autores postulan la existencia de un universal lingüístico consistente en un vínculo abstracto de intimidad y condescendencia, por un lado y, por otro, de distancia y deferencia en el trato personal. Sobre esta premisa se elaboran dos hipótesis, ampliamente corroboradas para el español general, según las cuales:

  1. Se está produciendo un desplazamiento de ejes en beneficio de la solidaridad o simetría y en detrimento del poder o asimetría.

  2. Se detecta en el eje de la solidaridad un avance del uso recíproco del pronombre de intimidad (tú) superior al del pronombre recíproco de formalidad (usted) (Isabel Molina, 2002: 98).

    En la actualidad, está demostrado que dicho desplazamiento es una constante en todas las variedades del español, aunque no se produce con igual fuerza y al mismo ritmo en todos los sectores sociales , sobre todo en las relaciones asimétricas donde se ponen de manifiesto diferencias de índole social, cultural y económica. Esta marcha desigual se traduce en la presencia dentro de una misma comunidad de hablantes de diversos “estilos de grupos”. En nuestra lengua estamos en presencia de un cambio lingüístico general.

    Para el análisis de la cortesía, Brown y Levinson (1987) presentan el concepto de “imagen pública” como la noción central de su teoría y de la necesidad de salvaguardarla se derivan todas las estrategias de cortesía. Parten del supuesto de que toda sociedad tiene que controlar la agresividad de sus miembros, a la vez que intenta canalizar ese potencial de agresividad como instrumento de control interno y como fuerza de la que servirse en las relaciones competitivas con otros grupos sociales. La cortesía presupone, por tanto, la existencia de ese potencial agresivo, y trata de contrarrestarlo para hacer posibles las buenas relaciones sociales. El centro de su teoría está en determinar cómo los hablantes mantienen una imagen social (face) por medio de sus conversaciones. Poseen la idea de que la conversación es una fuente inevitable de conflictos, de ahí que el objetivo comunicativo que caracteriza al comportamiento de cortesía es el de atenuar supuestas amenazas a la imagen, y, especialmente a la imagen negativa. La teoría, a la vez que muy popular, ha sido objeto de críticas, especialmente en lo referente a la asignación del valor de universalidad de la idea de cortesía negativa, pues su aplicación parece estar reducida a contextos de habla propios de la comunidad cultural anglosajona (Diana Bravo, 2002). Creemos por ello que al estudiar una lengua no anglófona, nos compete revisar la idoneidad de estos instrumentos teóricos, a los que no desdoramos su mérito, sino que los adecuamos según nuestros materiales de investigación, de acuerdo con el contexto sociocultural objeto de estudio.

    En este sentido, se han pronunciado algunos lingüistas, como Alexandra Álvarez (2000), Diana Bravo(2002), Susana Boretti (2004), Jorge Murillo (2004) y Nieves Hernández Flores (2004), por solo mencionar algunos, quienes difieren de esta teoría en cuanto a su carácter de universal lingüístico, ya que no es posible estudiar la cortesía prescindiendo del conocimiento del contexto del usuario de la lengua (Diana Bravo, 2002) o como destaca M.V. Escandell, que hay que tener en cuenta “los elementos particulares que configuran en cada caso los rasgos que constituyen la imagen pública deseable” para cada cultura en específico (2004: 148).

    Según plantea Diana Bravo (Ibíd.: 98.), no es posible aplicar esta teoría a los estudios de las formas de tratamiento sin un adecuado enfoque sociocultural, ya que no constituye “una suerte de programa con comandos” que permiten acudir a diferentes alternativas de interpretación, sino que es un resultado “complejo” de un proceso dinámico y evaluativo que ha recorrido el camino de numerosas intersecciones socioculturales, en las cuales ha participado realizando esta práctica social a la que se llama comunicación hablada.

    Desde mi punto de vista, el modo en que Brown y Levinson describen estos aspectos puede no resultar aplicable en cualquier entorno sociocultural pues no es posible absolutizar que el único objetivo comunicativo que caracteriza al comportamiento de la cortesía sea el de atenuar supuestas amenazas a la imagen del individuo, especialmente la imagen negativa. A partir de la división en los aspectos negativo y positivo de la imagen pública que esta teoría propone es que se empieza a visualizar la necesidad de diferenciar entre lo particular y lo universal.

    En un acto de cortesía no considero que todos, al menos en el marco de este estudio, estén preocupados por:

  • Tener libertad de acción y preservar su territorio, en el caso de la imagen negativa.

  • Tener el deseo de obtener siempre la aprobación y de que se compartan los propios deseos, opiniones y características personales, en el caso de la imagen positiva.

    En cada acto de habla, además del contexto sociocultural, hay que tener en cuenta la consideración de otros conceptos como “poder relativo”, “distancia social” y “grado de la imposición” que varían para cada sociedad e incluso para cada período histórico. Por ejemplo, hemos observado que en el contexto sociocultural santiaguero, el uso de comportamientos de deferencia se atribuye al esfuerzo de los informantes por ocupar el lugar apropiado, manifestando respeto por la posición social relativa del interlocutor y dando cuenta de la dependencia del individuo de los otros, es decir, del grupo.

    De lo que se ha planteado hasta aquí algo sí queda claro: que la noción de imagen social o pública es central para el estudio de la teoría acerca de la cortesía y las formas de tratamiento, así como también es particular del entorno sociocultural en la que se ubica, sujeta a sus características sociales, económicas, culturales y políticas que le brindan un sello propio, idea que compartimos con la investigadora Diana Bravo (Ibíd.: 100).

    Bajo el supuesto, entonces, de que la imagen social de una comunidad es específica de esa comunidad he adoptado las categorías de autonomía y afiliación desarrolladas por Bravo (1996, 1998a y 1999). La ventaja que presentan estas categorías radica en que no incorporan significados de cómo tiene que ser específicamente la imagen social, sin que son categorías abarcadoras de dos perspectivas para la imagen de la persona: como alguien diferente del grupo (la autonomía) y como alguien integrado al grupo (la afiliación). En qué consiste verse o ser visto parte del grupo, es algo específicamente cultural, es decir, son significados adicionales que le corresponde incorporar al investigador, ateniéndose a lo que muestran sus datos y al conocimiento añadido del contexto sociocultural específico en que estos se encuentran. Esta labor la emprendió precisamente Diana Bravo, al describir las características que presentaba la imagen social, es decir, las características de la autonomía y de la afiliación en interacciones españolas de negocios, descripciones que hemos utilizado como premisas para estudiar las características de la imagen del santiaguero, manifiestas en las conductas comunicativas de las relaciones interpersonales asimétricas analizadas.

    Dentro del nivel léxico, las formas de tratamiento han sufrido cambios, en algunos casos han surgido nuevas, otras han modificado su significación añadiendo otros matices conceptuales que responden a la necesidad de designar los fenómenos sociales surgidos, por ejemplo, empleos, actividades, conductas sociales, etc. Sin embargo, hay rasgos vinculados con ellas que se mantienen como características inherentes a las formas de trato del santiaguero, entre ellas podemos destacar la afectividad que refleja nuestro modo de ser hospitalarios, sencillos y solidarios. Este rasgo ha sido apuntado en investigaciones anteriores por la profesora Dorothea Callejas (1983: 114).

    En la actualidad es un aspecto evidente en los estudios del lenguaje, la relación lengua-sociedad, y esta tampoco puede desvincularse de la lengua, pues ella constituye el vínculo fundamental y universal de comunicación, de transmisión del progreso social y de los logros de la revolución científico técnica a toda la humanidad, sin devaluar el significado de la informática computarizada moderna. Con respecto a esta relación la lingüista Susanne Romaine (1996: 13) concede a estas interacciones gran importancia cuando dice que “hay cruciales conexiones entre las cuestiones sociopolíticas a gran escala investigadas por la sociología del lenguaje, y las formas, usos lingüísticos a pequeñas escalas, que constituyen el objetivo de la Sociolingüística”. La autora afirma que el estudio de la sociedad debe reservar un lugar al lenguaje; así como el estudio del lenguaje debe tener en cuenta a la sociedad.

    Al considerar estos aspectos en relación con el objetivo propuesto en esta investigación observamos la certeza de los mismos pues en las formas de tratamiento estudiadas se refleja la realidad histórico social concreta de la ciudad, expresada en la conducta social de los individuos y en la interpretación que de ella hacen, de acuerdo con el contexto social, la relación entre los hablantes, el estatus social que posean, el sexo, la edad, el entorno físico y el tema. Debido a su significación social, las formas de tratamiento son particularmente proclives a modificarse en respuesta a los cambios socioeconómicos; así mismo, pueden proporcionar una clave importante para determinar la jerarquización social, la asignación de valores sociales o devaluación de los mismos. Evidentemente, la relación entre lengua y sociedad queda claramente expuesta al examinar la modificación en el sistema de tratamientos de una lengua dada.

    La década de los años 90 del pasado siglo XX se inició para el país con una serie de transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales, debido al derrumbe del antiguo campo socialista con el cual manteníamos la mayoría de nuestras relaciones comerciales. Estas transformaciones modificaron considerablemente la vida del cubano, incluyendo el habla, que por ejemplo, en el léxico, particularmente en las formas de tratamiento, las han reflejado.

    El cambio social supone “en sentido amplio -variaciones o modificaciones de la realidad social e implica en sentido estrecho- transformaciones del sistema social” (Martín 1996: 92-93).Toda situación de crisis o cambio social tiene una implicación dialéctica con crisis y cambios en el nivel de la subjetividad social e individual. Significa que las transformaciones a escala social en el orden económico, político y social producen transformaciones en los sistemas de valores, percepciones, representaciones, ideales, conductas y necesidades de los grupos humanos e individuos particulares, inmersos en la situación de cambio.

    Como se ha dicho anteriormente estos cambios han tenido su repercusión en la vida cotidiana del cubano, los que han sido reflejados de diferentes formas en la sociedad, como son conductas no correspondientes con el ideal socialista, desajustes morales, sobre todo en algunos sectores de la población como los jóvenes; proponiendo a sus miembros nuevos retos para su solución.

    Según el criterio de Mara Fuentes (Reyes Guerrero, 1998) comunidad es el lugar donde se caracterizan de manera particular las relaciones sociales de grupo e individuales, porque es donde cada sujeto interactúa con la presencia social y de manera individual o colectiva devuelve su reflejo particular o grupal de las influencias sociales más generales.

    Esta definición aporta el criterio que de la relación dialéctica que se establezca entre el sujeto individual y social con el medio así será la asimilación; el procesamiento y la entrega de las influencias sociales recibidas a través de la educación y la cultura. Esto nos hace pensar que la vida en la comunidad matiza a las personas que viven en ella de un modo peculiar que las caracteriza, que deja huellas en numerosos aspectos de su vida. Sus miembros comparten un conjunto de orientaciones valorativas que tiende a regular su conducta.

    En el análisis de las relaciones asimétricas observadas en esta comunidad hemos podido comprobar que formas de tratamiento y cortesía son nociones que se exigen mutuamente y que, por lo tanto, no pueden explicarse de manera independiente ni ser indiferentes al contexto sociocultural en que se producen. A su vez, el sentido, la función y el empleo de unas y otra necesitan del auxilio de principios y conceptos ajenos a la lingüística y a la sociolingüística, aunque sean complementarios de ellas. Los conceptos a los que nos referimos proceden de la psicología social y fundamentalmente son dos: el poder y la solidaridad. Ambos tienen que ver con las relaciones que se establecen entre los interlocutores y, que fueron introducidos en la Sociolingüística por el psicólogo Roger Brown (1968).

Poder

Solidaridad

Sistema clasista.

Sociedad sin clases, o por lo menos con cierto grado de igualdad entre ellas.

    No se puede perder de vista el hecho de que en el plano del poder de Brown y Gilman es posible también encontrar relaciones simétricas, dadas entre individuos de semejante posición social. Asimismo ocurre en el plano de la solidaridad, donde hallamos relaciones asimétricas, reflejo de las relaciones de clases pasadas, o también en el trato diferenciado entre hombres y mujeres, puesto que el hombre en su tratamiento hacia la mujer, no siempre emplea las mismas formas que utilizaría al tratar a otros hombres, estas relaciones podemos verlas, en el caso de las formas del caló, propias de determinada estratificación social.

    En tal sentido, Ana María Vigara (2000) destaca que existen dos criterios de carácter general que nos ayudan a determinar en qué términos se establece y se desarrolla la interacción:

  1. El papel que asumen los interlocutores en el acto discursivo.

  2. La posición que se otorgan mutuamente en él.

    Desde nuestro punto de vista, añadiríamos un tercer criterio:

  1. El contexto sociocultural particular en el que se produce la interacción.

    Como se ha señalado anteriormente, el poder es relativo y varía en una conversación por diversas causas y factores socioculturales, por eso resulta complejo traspolar la dicotomía poder/solidaridad de un entorno sociocultural a otro, sin tener en cuenta las particularidades que cada uno ofrece al análisis. En este sentido, señala Alexandra Álvarez (2000), que en el español no puede generalizarse que sea el factor poder el generador de la forma de reverencia, refiriéndose concretamente a los estudios realizados sobre las formas de tratamiento por López Morales en una comunidad de San Juan, Puerto Rico (1992:148). Es decir, en los actos comunicativos pueden ser muy variados los elementos que determinen quién tiene el poder, dentro de ellos son de destacar: el sexo, la edad, el nivel cultural, el contexto situacional, entre otros.

    En este estudio hemos podido analizar algunas particularidades de las conductas comunicativas en las interacciones asimétricas de la cortesía verbal de este espacio santiaguero que difieren del modelo de Brown y Gilman:

  • El eje dicotómico poder/solidaridad a raíz de los cambios ocurridos en el “período especial” no ha seguido un movimiento similar al señalado por estos autores, pues la variable profesión se ha revestido de un poder que anteriormente no poseía, sobre todo, cuando se trata de profesiones catalogadas socialmente como inferiores. En este caso tenemos: portero, recepcionista, chofer, vendedores por cuenta propia, entre otros. Estas profesiones proporcionan un estatus económico superior que implica un comportamiento diferente y una influencia mayor en otros individuos de la sociedad que no los poseen.

  • Las actitudes sociolingüísticas de los informantes con respecto a las formas de trato no pueden ser restringidas a una concepción rígida del eje poder/solidaridad, pues se comprobó que existe una diferencia entre lo que el informante hace y lo que dice que hace.

  • Existe una cierta vacilación (inseguridad lingüística) en la selección de algunas formas de tratamiento, lo que demuestra la inseguridad de los hablantes con respecto a las funciones que pretenden expresar a través de una forma de tratamiento.

  • Al analizar estos planos, observamos cómo no es posible considerarlos como algo estático ni con un comportamiento similar en varios países, e incluso, en un mismo país, pueden apreciarse diferencias en su comportamiento en diferentes épocas históricas. Por ejemplo, en Cuba durante el período que analizamos, se apreció que el desplazamiento del eje en beneficio de la solidaridad ocurre en los grupos etáreos más jóvenes. Sin embargo, la asimetría gana espacio en las formas de tratamiento de respeto vinculadas con algunas profesiones que favorecen el estatus socioeconómico de algunos individuos y que desde el punto de vista social son altamente valoradas por la comunidad. Esto corrobora claramente el hecho de que cada contexto social exige un estudio específico de su sistema de tratamiento y que no es posible aplicar tácitamente el paradigma de la cortesía de un país determinado a otro sin considerar sus particularidades socioculturales.

    Por otro lado, como aporte de este estudio se realizó una compilación del conjunto de las formas de tratamiento empleadas en esta comunidad. Además de las formas nominales de tratamiento tradicionales que designan el parentesco, el físico de la persona, el parecido con animales, se encontraron otras que designan aspectos de la vida actual de la comunidad como: jinetero,-a, amarillo,-a, balsero,-a, maceta, machacante y gerente. Junto a ellas se corroboró la variación en las acepciones de otras como por ejemplo, millonario,-a, cuadro, bárbaro,-a y luchador,-a, las que han añadido nuevos conceptos, adaptados a la realidad designada.

    Se encuentra además el tratamiento de señor,-a, que había experimentado una disminución en la frecuencia de uso en la década de los 60 en Cuba, siendo sustituida por la forma de tratamiento compañero,-a, como manifestación de las relaciones camaraderiles sociales. Actualmente, a consecuencia de la entrada masiva del turismo extranjero al país, nuevamente se ha visto incrementado el empleo de la forma señor,-a, tratamiento de respeto que se exige para los turistas en hoteles, tiendas, oficinas, etc. Se ha hecho extensivo también a otras personas que ante la despenalización del dólar, y la llegada de mesadas al país han adquirido un estatus socioeconómico diferente a la del resto del pueblo carente de estos medios económicos.

    Por su parte, los tratamientos de pepe y yuma nombran también a los turistas extranjeros (de cualquier nacionalidad). En el caso de yuma se hace extensivo a los ciudadanos cubano-americanos que residen en Estados Unidos y visitan a Cuba. La condición que iguala en el tratamiento, tanto al extranjero como al residente, en este caso se debe a la tenencia de divisas.

    Con relación al tratamiento pronominal como se conoce, la norma en Cuba es tú/usted, ustedes, con la excepción de una pequeña parte del territorio camagüeyano que aún tiene restos de voseo (Blanco, 1980). Según plantean los autores Brown y Gilman en su teoría acerca del poder/solidaridad, este eje es quien determina que un hablante escoja una u otra forma pronominal de tratamiento. Al principio de la Revolución en Cuba, las relaciones sociales camaraderiles establecidas en el país incidieron en un aumento del tuteo en las relaciones cotidianas, laborales, familiares y sociales del cubano, sin perderse, claramente, el uso del usted/ustedes, como tratamiento de respeto hacia desconocidos, personas mayores de edad o con cargos profesionales de importancia.

    En la investigación que se ha hecho de esta comunidad, al estudiarse el comportamiento de este eje dicotómico, se observó un aumento casi generalizado del tuteo, incluso hacia desconocidos, personas mayores de edad o con cargos profesionales jerárquicamente superiores al del hablante. Junto a este tratamiento pronominal aparecen otras formas nominales de parentesco, como: tío,-a, puro,-a, abuelo,-a, brother, man, que se emplean indistintamente aún cuando no existan rasgos de parentesco real entre los hablantes.

    La explicación social que se ha hecho de este aumento de familiaridad en el trato se debe a cierta pérdida de valores éticos en el tratamiento, sobre todo entre los hablantes más jóvenes (del grupo etáreo 12-19 años) que no observan las diferencias en razón de la edad, del sexo o de la profesión que el interlocutor posee y exige el tratamiento pronominal de respeto usted o compañero,-a.

Conclusiones

    Este trabajo se inserta dentro de los estudios sociolingüísticos, por lo cual resultó imprescindible establecer la relación que existe entre lengua-cultura-sociedad, ubicando dentro de ella el comportamiento sociolingüístico de las formas de tratamiento en Santiago de Cuba.

    A través de este estudio sobre la cortesía verbal y las formas de trato en Santiago de Cuba se ha tratado de lograr un acercamiento mayor al conocimiento de la cultura e identidad que nos distingue, pues, según dijera en una ocasión la profesora Dorothea Callejas las formas de tratamiento en Santiago son el reflejo del, carácter hospitalario, alegre y entusiasta del santiaguero (1983: 99). Sin perder ese sello que nos caracteriza, es necesario considerar la recuperación de las normas de cortesía, el trato adecuado a ancianos y mujeres, los rituales corteses que hacen hermosa la convivencia social en nuestras comunidades. Los problemas y las necesidades económicas no están reñidos con las buenas maneras y una conducta social adecuadas.

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