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Fútbol argentino: un buen ejemplo de degradación exitosa

 

Sociólogo, UBA

(Argentina)

Roberto Di Giano

robaied@hotmail.com

 

 

 

 

          Los actores privilegiados del medio buscan impactar a los televidentes de cualquier forma y bajo las circunstancias que sean, para llegar así a transformar lo irrelevante en algo heroico. Por eso es que abundan en todo lo relacionado con este deporte tan contaminado por el mercantilismo, los juicios precipitados, los debates superficiales y los procederes poco claros.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 171, Agosto de 2012. http://www.efdeportes.com

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    En el marco sociocultural tan peculiar como el actual, los grandes partidos políticos dejaron hace tiempo de ser instrumentos de participación real para los ciudadanos. Es evidente que hoy pesa más el clientelismo que la representación.

    Vale señalar que asimismo dichos partidos no son ya más un lugar privilegiado en el que se gestiona la felicidad de los millones de votantes que aspiran desde hace largo rato a vivir en un país mejor. Si se mantienen algunas esperanzas son con pocos fundamentos sólidos.

    A los agentes comunicacionales predominantes se les hace relativamente fácil esconder sus propios intereses detrás de las expectativas generales. Así, por ejemplo, aprovechando el encantamiento que ofrece a una mayoría de la población de nuestro país una práctica como el fútbol, los medios audiovisuales, conscientes de la importancia que ha adquirido la imagen en la comunicación social, emplean buena parte de su tiempo en entrenar al público con una batería de informaciones falsas, a lo que le suman una variada gama de construcciones míticas utilizando para ello todos los instrumentos de difusión a su alcance. De esta manera intentan tapar (y casi siempre lo logran) múltiples falacias que llevan a que la degradación de la cultura futbolística se acentué cada vez más.

    Los espectáculos futbolísticos organizados por la Asociación del Fútbol Argentino, donde el astuto dirigente Julio Grondona ejerce desde hace décadas un poder hegemónico total, quedaron fuertemente ligados a los medios audiovisuales oficiales mientras varios de los no oficiales han decidido cooperar con tal importante lazo. Así, el programa estatal Fútbol para Todos les brinda a los televidentes la posibilidad de poder ver una maratón de partidos, o mejor dicho de simulacros de partidos como fruto de tantas tergiversaciones históricas (¿no es hora que al fútbol actual se lo denomine de otra manera pues perdió con el paso del tiempo sus características principales?).

    Además, estos enfrentamientos futbolísticos que quedaron muy distanciados de aquellos que eran animados por ricas tradiciones dadoras de memoria, están mechados con abundante publicidad del gobierno que busca, entre otras cosas, manipular a la gente con un fin partidista en tiempos políticos ligeros.

    Los actores privilegiados del medio buscan impactar a los televidentes de cualquier forma y bajo las circunstancias que sean, para llegar así a transformar lo irrelevante en algo heroico. Por eso es que abundan en todo lo relacionado con este deporte tan contaminado por el mercantilismo, los juicios precipitados, los debates superficiales y los procederes poco claros.

    Es cierto también que los medios de comunicación masivos se ven favorecidos porque en una sociedad desarticulada, que presenta un alto nivel de fragmentación y protagonistas cada vez menos dueños de saberes construidos colectivamente, los ídolos son empujados a alcanzar éxitos de cualquier manera, pretendiendo quienes se ubican en la cima de la pirámide social que se teja algún tipo de cohesión entre los miembros de una comunidad con escasos vínculos entre sí.

    Una vez acumulado un pedacito de gloria dichos ídolos, guiados por la lógica del lucro y del narcisismo, suelen hincharse hasta la soberbia interpretando de alguna manera la idiosincrasia de una ancha franja de la población que, alimentada por la vulgaridad periodística y un desconocimiento de las raíces, cree, de manera ilusoria, que todavía se practica un fútbol superior a buena parte del mundo, aunque el juego desarrollado a nivel local sea tedioso y de baja calidad.

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