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Actitudes y cine: dependencia estructural

 

Universidad de Málaga

(España)

Sergio Díaz Cambló

Antonio Hernández Mendo

ahmendo@gmail.com

 

 

 

 

Resumen

          La actitud puede definirse como el sentimiento hacia un objeto, situación o persona, implicando una evaluación cognitiva, conductual y afectiva. Cualquier sujeto desarrollará una disposición favorable o no atendiendo a sus propias creencias y a las necesidades endogrupales, posibilitando que surjan disonancias cognitivas o por el contrario, procesos de conformidad. En este trabajo se han seleccionado unas películas (dos de ellas basadas en hechos reales) que permiten ser utilizadas en la didáctica de la Psicología Social, al plasmar los mecanismos de la actitud, sus componentes y las consecuencias a nivel individual y grupal.

          Palabras clave: Actitud. Conducta. Psicología Social. Cine.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 17, Nº 171, Agosto de 2012. http://www.efdeportes.com

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Concepto de actitud

    La actitud puede describirse como el sentimiento hacia algo (Nunally, 1978). Se explica como la variable intermedia entre un estímulo y la respuesta (potencialmente mensurable). En esta línea se ubican las definiciones de Katz (1960), Zimbardo y Ebessen (1969), que consideran que es una disposición aprendida (y no innata) a formular evaluaciones estables sobre un objeto, sea cual sea su índole (individuos, ideas, situaciones, grupos sociales, etc.), y resultando favorables o desfavorables.

    El término actitud se introdujo en la Psicología Social de la mano de Thomas y Znaniecki (1918), fruto de sus estudios sobre las diferencias conductuales que existían entre los campesinos polacos que residían en Polonia, y los que se encontraban en Estados Unidos, concluyendo que la actitud engloba, entre otras cosas, síntomas fisiológicos y manifestaciones de la experiencia consciente, dibujando un constructo hipotético que puede ser evaluado según ciertos patrones de observabilidad (Hernández Mendo y Morales Sánchez, 2000). El origen de este término respondía a la necesidad de explicar las regularidades observadas en el comportamiento de los sujetos a título individual.

    El término actitud, desde entonces, ha sido objeto de multitud de revisiones pero, más allá de controversias, se reconoce de forma general que las actitudes son la tendencia a actuar sobre un objeto y a formular una evaluación del mismo. Una de las definiciones más aceptadas es la aportada por Allport (1935), que expone que una actitud es un "estado mental y neuronal de disposición para responder, organizada por la experiencia, que ejerce una influencia, directiva o dinámica, sobre la conducta respecto a todos los objetos y situaciones con los que se relaciona".

    Queda patente, así pues, que la actitud se desarrolla cuando existe un objetivo sobre el que posicionarse. Para autores como Rosenberg y Hovland (1960), esto implica una evaluación desde tres niveles diferentes: el afectivo (la cota de agrado), el cognitivo (el volumen de información) y el conductual (la tendencia a la acción). McGuire (1969) lo resume de una forma sencilla: conocemos, sentimos y hacemos.

    Mucho se ha debatido sobre la importancia de la actitud a la hora de dictaminar la conducta, y hoy día, puede hablarse de un alto grado de consenso en lo que se refiere a su magnitud (Ajzen y Fishbein, 1980). No obstante, sigue existiendo una corriente de autores que defienden que, pese a la trascendencia de la actitud, la conducta externa se resuelve por una convergencia de factores (Cooper y Croyle, 1984).

    En lo que sí existe unanimidad es en situar el núcleo de la actitud en la tendencia afectiva-valorativa (Shavitt, 1989), lo que denota el grado de alcance que puede llegar a tener la influencia de un grupo social sobre un individuo, pues éste puede elaborar una actitud diferente de la deseada para que sea concomitante con la del grupo de pertenencia (Sherif, 1936). Un ejemplo recurrente es el del origen de los prejuicios, resultado del influjo recíproco entre lo afectivo y lo cognitivo, donde la información viene sesgada.

    El siguiente artículo presenta situaciones didácticas para la enseñanza de la Psicología Social y en concreto de las actitudes, utilizando para ello varias películas en las que aparecen sus mecanismos y las consecuencias sobre el individuo, el endogrupo y el exogrupo, conforme las distintas creencias (que no conocimientos) y sentimientos que los sujetos manifiestan. Numerosas investigaciones avalan que el empleo de películas facilita el aprendizaje de los estudiantes (Alexander, 1995; Nelson, 2002; Karlinsky, 2003), al potenciar la empatía, expandir la formación e impulsar la reflexión (Raingruber, 2003), por lo que consideramos que, con este trabajo, acercamos la actitud y su estructura a los alumnos de Psicología.

Kinsey y la mentalidad conservadora

    Alfred C. Kinsey (1894-1956) desarrolló una escala de siete grados de comportamientos sexuales (se contemplaban tres hasta la fecha), con la que realizó estudios pioneros en EEUU sobre la conducta sexual humana, que se materializaron en sendas publicaciones en 1948 y 1953. Sus conclusiones fueron una auténtica sacudida a todos los niveles, al exponer que, según las investigaciones efectuadas a casi seis mil personas, la homosexualidad existía en todos los estamentos sociales y no era una práctica tan minoritaria como se defendía, sino que la practicaba, de forma esporádica o habitual, un porcentaje notable de la muestra (que extrapolaba al resto de la población).

    La fuerte mentalidad conservadora norteamericana se topaba de bruces con una serie de datos estadísticos que no podían ser refutados. La explicación a este fenómeno la encontramos en la teoría de la disonancia cognitiva (Festinger, 1957), de la cual puede observarse un análisis en:

 

    En esta teoría se muestra que, cuando dos cogniciones entran en conflicto, se desarrolla una actitud afín a la colindante, para que disminuya la incongruencia interna. Dicho de otro modo, las pulsiones sexuales de los individuos quedaban ocultas en pos de la moralidad imperante, que tachaba de desviaciones todo lo que no fueran relaciones estrictamente heterosexuales.

    La película biográfica de este entomólogo vio la luz en 2004 con el nombre de “Kinsey” y dirigida por Bill Condon. Liam Neeson interpreta al investigador, que representa, desde el punto de vista de las influencias sociales, a la innovación, al buscar un cambio en la mentalidad de la sociedad para con respecto al sexo, más allá de un control sobre la misma (Baron y Byrne, 1998); trata de erradicar la actitud negativa, establecida por una mezcla de desconocimiento (componente conductual), información sesgada (cognitivo) y censura moral (afectivo, el más determinante).

 

    Analizando el contexto sociocultural que rodeó a la escala Kinsey, nos encontramos con que la teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen (1975) entronca directamente con los trabajos de Festinger (1957). Estos autores argumentan que toda conducta tiene una doble naturaleza: la personal (el juicio positivo o negativo acerca de las consecuencias de efectuar o no dicha conducta), y la social (la percepción subjetiva de la presión que el entorno ejerce sobre el sujeto para que actúe o no). Es decir, un individuo realizará una conducta porque pensará que es buena para él y porque su grupo social también lo cree, y, aplicándolo al informe Kinsey, un sujeto no tendrá relaciones homosexuales porque tiene la convicción de que es éticamente reprochable y su grupo social, además, no lo aprueba. Como ilustra el pasaje seleccionado, ciertas prácticas no se revelan públicamente al catalogarlo como tabú.

    La evolución del personaje de Kinsey hace francamente interesante a esta película en lo concerniente al análisis de conductas. La época en la que vive con su padre está totalmente atormentado por su sexualidad, y cuando contrae matrimonio, le persigue el miedo y la vergüenza en sus relaciones íntimas. Después, pasa a reubicar el sexo como un acto meramente biológico, para terminar transformando la angustia en placer. La barrera principal con la que se encontró el investigador es la actitud de la sociedad, la misma que él sostuvo hasta que se produjo, a través de su propio trabajo, una modificación en sus componentes cognitivo, conductual y afectivo, despojándose de restricciones sociales. El impacto de su investigación conllevó una reestructuración cognitiva en un elevado sector de la sociedad, reformándose la percepción que se tenía de la propia sexualidad y causando una transformación en la actitud, dando paso a una postura más abierta y menos acomplejada del sexo.

“Half-Nelson” y las actitudes en terreno académico

    “Half-Nelson” es el nombre de la película dirigida por Ryan Fleck en 2006, protagonizada por Ryan Gosling y Shareeka Epps, y cuyo título lo toma de una llave de lucha libre, consistente en oprimir cuello y mano del rival por detrás, dejándolo sin posibilidad de escape y derrotado. Los protagonistas de la película, Dan (Gosling) y Drey (Epps) conviven con esta llave sobre sí mismos, casi sin percatarse.

    Dan es un profesor de enseñanza secundaria en un instituto de Brooklyn. Su adicción a las drogas es descubierta accidentalmente por Drey, una de sus alumnas, lo que provocará que surja un estrecho vínculo entre ambos, y que paulatinamente acaben participando de las vicisitudes del otro. Las condiciones en las que se halla la escuela, la falta de implicación del profesorado, el desinterés general de los estudiantes… Todo ha ocasionado que el maestro sea extremadamente condescendiente con sus alumnos, construyendo un mecanismo de conformidad social, atendiendo a Asch (1952): el alumnado no apuesta por la educación, como tampoco la institución en la que están, así que Dan se somete a esta situación.

    La minoría, dentro de este proceso, modifica su juicio a favor de la mayoría, y el profesor pasa también a considerar vacía su tarea. En el siguiente fragmento, observamos una clase que asiste con desdén a una exposición, no escuchan o contestan con evasivas, y Dan, en vez de corregirles, se une a las bromas. Paradójicamente, define la Historia como un choque de minoría contra mayoría, en una descripción cercana al proceso de innovación que él debería de ejercer sobre sus alumnos.

 

    La actitud del profesor hacia la educación, que es su herramienta de trabajo, queda, por tanto, gravemente desgastada debido a la conformidad, siendo el componente afectivo, una vez más, el que mayor daño acusa, al sentir que se está fallando a sí mismo y que todo esfuerzo caerá en saco roto. Su adicción al crack contribuye a que no modifique su conducta (componente conativo), prorrogando la desidia.

 

    El encuentro accidental en unos servicios entre Drey y el profesor, cuando éste se encuentra bajo los efectos de las drogas, favorecerá un acercamiento entre ambos. En un primer momento, como vemos en el segmento anterior, éste concluye de mala forma: el profesor se siente juzgado y trata de mantener la distancia para no perder una hipotética autoridad, mientras que la alumna se retira de la escena reafirmándose en la desconfianza hacia el sistema educativo, estando el componente afectivo más resentido (se le ha despreciado el interés).

 

    Sin embargo, toda esta cadena de eventos supondrá un punto de inflexión en el maestro. Hay una modificación en su actitud, que podemos explicar a través de la teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen (1975): el profesor reflexiona, empieza a esforzarse y a trabajar a conciencia en que sus alumnos progresen y desarrollen el pensamiento crítico (“el hombre y la máquina”), no sólo porque es su profesión, sino porque es lo que se espera de él, que contribuya con la educación a formar buenos ciudadanos. En este punto, cobra especial relevancia el componente conductual, el cual le lleva a trabajar en favor de esa meta.

    Paralelamente, el personaje de Drey es el que ejerce la innovación con respecto al educador, al ser quien induce al cambio (Baron y Byrne, 1998). Asch (1952) definía la actitud como una disposición duradera forjada por las experiencias previas, y por tanto, la actitud de Drey hacia su propia vida presenta rasgos fatalistas: un hermano en la cárcel, un hogar desestructurado, un barrio marcado por la marginalidad y las drogas… El componente cognitivo es el que más severamente se encuentra afectado, pues todo el universo que conoce es decadente y gris. Pese a todo, es una alumna inteligente, y el contacto con Dan hace que se proponga involucrarla en los estudios y que no los abandone: para el profesor, “salvarla” a ella sería como salvarse a sí mismo, un acto de redención hacia todos los alumnos por los que no se ha preocupado.

 

    No obstante, en consonancia con lo expuesto por Asch (1952), la tendencia de la joven será desentenderse de sus responsabilidades. Frank, el traficante de drogas, desempeña el rol de la persuasión desde su posición de elemento referencial (Reardon, 1983), al transmitir la noción de que, en el entorno en el que están, los estudios no sirven de nada, para mayor desesperación del educador. La escena final es un nuevo punto de partida para ambos, pues los dos tocan fondo: él quiere drogarse y llama a su traficante, pero un cúmulo de circunstancias lleva a Drey a entregar la mercancía. Profesor y alumno se ven justo en la posición que no querrían y en la dirección opuesta hacia lo que pretendían hacer con sus vidas.

    La disonancia cognitiva presente en ambos (la metáfora de la llave “half-nelson”) les conduce a un cambio vital; ahora su conducta será coherente con el mensaje que quieren transmitir (Fishbein y Ajzen, 1975), lo que se extenderá a una transformación actitudinal que disipe las incoherencias internas.

“127 horas” y el sentimiento interior

    La vida de Aron Ralston cambió para siempre después de quedar atrapado en una grieta, entre el 28 de abril y el 3 de mayo de 2003. Una caída fortuita durante una escalada en Utah le hace despeñarse por una hendidura, quedando aprisionado su brazo derecho por una roca de más de diez kilos. Después de cinco días y tras agotar todos sus recursos, decide tomar una dramática decisión para escapar: cortarse el brazo. Su durísima experiencia la relató en primera persona en el libro “Entre la espada y la pared”, que fue el guión para la película de Danny Boyle rodada en 2010 “127 horas”, el tiempo que el montañero pasó inmovilizado.

 

    Los dos primeros fragmentos muestran a un joven intrépido, vivaz y extrovertido; su actitud vital es superlativamente positiva, y denota una mayor prepoderancia del componente conductual, buscando paladear sus propios límites y nuevas sensaciones (minutos 0:30 y 0:53). Apoyándonos en los estudios sobre conducta de Katz (1960), podríamos decir que esta constante persecución del riesgo obedecería a que se ha fijado una valoración estable positiva de los deportes extremos, en el sentido de que los inconvenientes pasan a un segundo plano en favor de los beneficios que percibe por su práctica. Además del citado componente conductual, juegan un importante papel tanto el cognitivo como el afectivo, pues el primero está vinculado con la obtención de nuevos conocimientos y experiencias, y el segundo con la satisfacción y el crecimiento personal. Todo ello, entonces, dibuja una actitud muy positiva hacia su propia vida, en general, y el deporte, en particular.

    El percance en la montaña (3:31) le deja prisionero, y tiene que poner toda su maquinaria en marcha para poder escapar. Su actitud no es derrotista, sino que empieza a trabajar enseguida en esa meta; esto es, a todas luces, trascendental, y está en sintonía con las investigaciones de Ajzen y Fishbein (1980), al defender la relevancia de la actitud sobre la resolución de una determinada conducta.

    El análisis de recursos procede del nivel cognitivo. Aron se dice a sí mismo: “¡Piensa!” (3:57), y empieza un escrutinio de todo lo que lleva encima. Con estos medios, traza una serie de planes (nivel conductual) según su avanzada experiencia deportiva, pero ninguno concluye con éxito. Es entonces cuando sobresale el nivel afectivo: la reflexión que hace de todo el proceso que le ha conducido allí finaliza con único culpable, que es él mismo al no haber avisado a nadie de dónde iba, lo cual evidencia una honda madurez emocional. De igual modo, los rayos del amanecer le hacen evocar recuerdos de su infancia (5:11), y contemplar al águila cada día puntualmente, conmemorar su amor por la naturaleza. Las visiones del niño simbolizan su deseo de ser padre, y por ende, de salir de allí.

    Es, en definitiva, el componente emocional el que promueve los cambios conductuales necesarios para huir de allí: el precio es la amputación del brazo, pero a cambio volverá a la vida plena y feliz que desea. El sentimiento de satisfacción hacia su propia vida era tan fuerte que no estaba dispuesto a perderla quedando preso en la grieta, y es este sentimiento el desencadenante de la actitud necesaria para desarrollar la conducta de escape (Nunally, 1978). Asimismo, las altas expectativas sobre su futuro, su alta estima y la firmeza de sus valores le empujan a desarrollar una conducta congruente con esto, lo que se vincula directamente con la teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen (1975): es consecuente con sus creencias y actúa conforme a ellas.

    Filmada con un excelente ritmo y alejándose del morbo fácil, “127 horas” es una de las películas de autor más estimables de los últimos años y una inmejorable ilustración de la actitud, su estructura y su trascendencia con respecto a la elaboración de conductas. John C. Maxwell (2009) puntualiza que el sentimiento interior que se expresa en una conducta es la actitud, con lo que el mensaje de “127 horas” no puede ser más rotundo: la actitud es determinante sobre la conducta, y en consecuencia para la consecución de un fin, y cuanto más positiva sea, dispondremos de más posibilidades de éxito.

Discusión

    La "Cinemoeducation" es un término acuñado por Alexander Hall y Pettice (1994) para referirse al uso de películas en el ámbito de la educación. Las películas proporcionar una modalidad única para educar a nuestros estudiantes. Una gran variedad de poblaciones de estudiantes se han beneficiado de la utilización de películas para facilitar el aprendizaje a estudiantes de Psicología (Fleming, Piedmont, y Hiam, 1990; Nelson, 2002; Wedding, Boyd, & Niemiec, 2005), estudiantes de enfermería (Raingruber, 2003), y estudiantes de educación (Tomás y Rak, 2000), y medicina (Alexander, 1995; Alexander y Waxman, 2000; Karlinsky, 2003). Películas sobre salud mental también se han utilizado para formar a otros profesionales como el clero, oficiales de policía, los estudiantes de farmacia, y terapia ocupacional. Cualquier grupo de estudiantes puede
beneficiarse de la utilización de películas para mejorar el aprendizaje.

    En un estudio de Raingruber (2003) examinaron 11 estudiantes de enfermería de postgrado, que revelaron que las películas son eficaces en la promoción de la reflexión, producen o despiertan emociones y empatía, y son una buena forma de presentar dilemas éticos. Por su parte Wilt, Evans, Munich, y Guegold (1995) llevó a cabo un estudio que encontró que la combinación de películas con una discusión dirigida por un instructor aumentaba significativamente la empatía de los estudiantes de enfermería en comparación con los controles, sin embargo, los resultados de la empatía se había reducido a la línea base al final del semestre.

    Consideramos que este trabajo es una forma de acerca los temas de la Psicología Social a los alumnos de una forma ágil, dinámica y que incita a la reflexión y a la profundización.

Referencias

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