Lecturas: Educación Física y Deportes
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Subiendo a la montaña.
(Imágenes del Aconcagua)
Juan Antonio Acevedo Ponce de León (México)
jacevedo@mail.udlap.mx
Aconcagua, desde el avión Subiendo por la cresta Noroeste

Algunos piensan que subir montañas es muy difícil o que es muy arriesgado y que ponemos en peligro la vida, sin embargo, las satisfacciones y enseñanzas que proporciona la práctica del montañismo van mucho más allá de esas cosas. Se ha dicho que subir una montaña es como un deseo de perder la vida, pero cuando se está allá arriba en una situación difícil cada movimiento es como una afirmación de la vida.

Cuando vamos a iniciar una ascención, desbordamos de entusiasmo, platicamos de la belleza de la montaña y sólo recorre por nuestra mente el deseo de estar en la cumbre lo más pronto posible. Pero el subir una montaña significa realizar un esfuerzo continuo y rítmico el primer paso debe ser del mismo tipo del último esta es la primera lección que nos da la montaña, dominarnos a nosotros mismos, dominar ese entusiasmo desbordante e irlo usando poco a poco en todo el transcurso de la ascensión, obligarnos a mantener el ritmo entre el paso, la respiración y los latidos del corazón, aprendemos además la paciencia.

Más tarde, la distancia recorrida hasta el momento, la altura que aumenta paso a paso enrareciendo el aire y la pendiente de la montaña que se ha convertido más empinada, nos provocan gran cansancio y a veces hasta desesperación. Algunos dan marcha atrás, otros se sientan y están como enajenados, para después bajar, otros descansa, tal vez un momento, para continuar después. La segunda lección es renovar nuestro esfuerzo para alcanzar nuestra meta, entre más nos esforzamos por llegar, estaremos más satisfechos de nuestra obra y obtendremos más fuerza de voluntad y más seguridad en nosotros mismos.

Cumbre Norte del Aconcagua Plataforma donde están los refugios Berlín, Plantamura y Libertad

La dificultad del ascenso y el cansancio nos hace olvidar el rol que jugamos en la sociedad, hace que desaparezcan las máscaras que portamos en las diferentes situaciones, nos desnudamos de nuestra armadura, la gente que nos acompaña nos conoce tal y como somos y nos encontramos a nosotros mismos con nuestros aciertos y debilidades. La tercera lección es conocerse a sí mismo y conocer a los demás, este conocimiento nos da la aceptación de nosotros mismos y de los otros.

Cuando existe peligro el grupo se une, se unen esfuerzos para lograr la meta o para salvar la vida, la propia o tal vez la de los otros... .

Tenemos la cuarta lección, trabajar en equipo para asegurar el éxito, olvidarse de uno mismo para pensar en el otro, amar a nuestros semejantes.

Cumbre Norte del Aconcagua, 25 de Diciembre de 1998 Cuando en un ascenso nos enfermamos y no podemos continuar o cuando el mal tiempo lo impide, la montaña dicta la quinta lección, somos humanos y como tales tenemos limitaciones, aceptémoslas.

Los amigos que hacemos en la montaña son pocos pero nos brindan una amistad sincera sin "máscaras". La amistad lograda en la montaña perdura toda la vida, la sexta lección es que la verdadera amistad se logra mostrándonos tal y como somos.

Finalmente llegamos a la cumbre, la cima se alcanza y el reto se cumple, hemos superado la más difícil de las barreras. ¡Nosotros mismos! Observamos las maravillas de la naturaleza, la grandeza de la montaña, súbitamente entendemos algo nuevo dentro de nosotros y aprendemos la séptima lección... .

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revista digital · Año 4 · Nº 17 | Buenos Aires, diciembre 1999