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Deporte: efectos sociales y hábitos saludables

 

Dr. en Educación Física

Profesor de la UCA

(España)

Damián Ossorio Lozano

damianossorio@telefonica.net

 

 

 

 

Resumen

          Desde todos los ámbitos se reconoce que las actividades deportivas son un excelente medio para fomentar determinados valores sociales y personales, especialmente en nuestra juventud. Los valores aportan al ser humano autocontrol y patrones de conducta que imponen seguridad, bienestar, orden, concordia y prudencia en la convivencia social. El deporte es un instrumento y una alternativa para fomentar el camino hacia la integración de culturas. Los valores del olimpismo, deben convertirse en valores educativos para que los pueblos logren construir un espacio de tolerancia que permita la integración y el desarrollo.Desde todos los foros se coincide en asegurar que el deporte y el ejercicio físico deben ocupar un papel fundamental en la educación de nuestros jóvenes, siendo la actividad física la columna vertebral donde afianzar hábitos y estilos de vida saludables. Desde el punto de vista escolar, el fomento de un estilo saludable debe recoger tres ámbitos de actuación: actividades de deporte extraescolar, las clases de Educación Física y la educación del ocio y tiempo libre.

          Palabras clave: Deportes. Efectos sociales. Hábitos saludables.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 166, Marzo de 2012. http://www.efdeportes.com/

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    "El deporte ha emergido en la sociedad moderna como una institución de interrelación entre los individuos, transmisora de valores sociales. El deporte expresa los valores de coraje, éxito e integridad". (Moragas, 1994)

    Dice Moragas que en nuestra sociedad se configuran diversos sistemas de valores mediante el deporte entre ellos podemos destacar: los procesos de identificación colectiva, de iniciación social, de representación nacional y grupal. Las formas de ocio como actividad y como espectáculo, el compañerismo y la rivalidad, el éxito y el fracaso.

    El deporte interfiere plenamente en la vida cotidiana, influye en los procesos de socialización, determina una buena parte del tiempo libre y constituye un punto de referencia clave para los procesos de identificación social de mucha gente. En diversos países y de diversas maneras, los éxitos deportivos se convierten en auténticas demostraciones sociales, o incluso, en reivindicaciones populares. (Moragas, 1992)

    El deporte hace posible fabricar espacios alternativos al escenario social y político, a través de la hipercodificación de los mitos deportivos. El mismo autor asegura como los triunfos obtenidos por los deportistas de élite son utilizados para reforzar la clase política como elemento de propagandístico. Lo considera un acto contradictorio con los ideales olímpicos.

    El autor argumenta que este interés político por los éxitos deportivo se fundamenta "en la facilidad que tiene el deporte para representar procesos de identificación popular y cultural, y la posibilidad de encontrar valores y contra valores en nuestra sociedad". Como ejemplo tenemos: la fiesta, la amistad, la identificación, pero también la violencia, el fanatismo y la xenofobia". (Moragas, 1992)

    De entre los posibles efectos que el deporte provoca en la sociedad, en los siguientes apartados vamos a reflexionar sobre sus características como instrumento integrador y socializador. Así como sobre los efectos que la violencia, desarrollada dentro y fuera de él, produce en nuestro entorno social.

    La creencia de que el deporte es una actividad sociocultural que permite el enriquecimiento del individuo en el seno de la sociedad, es casi tan antigua como sus propios orígenes. Una de sus consecuencias es el uso de los términos deportividad y juego limpio para expresar, en contextos diferentes, una actuación firme contra el fraude y la adulteración.

    Sin embargo, cada vez parecen más distanciados, al menos en alguna de las manifestaciones del deporte contemporáneo.

    ¿Merece la pena hoy en día educar en valores? ¿Existe una conciencia social para ir contra corriente? ¿Debemos adoptar una postura comprometida o seguir la corriente a las nuevas tendencia que entran en contradicción con lo más auténtico del ser humano?

    Escribir sobre valores en una sociedad eminentemente competitiva y materialista parece una idea poco original y algo trasnochada. Y sobre todo no exenta de riesgo. Los modelos sociales dominantes acaparan la atención sobre esquemas que priorizan más el individualismo que el bien común, el poder y el prestigio más que la solidaridad y la igualdad.

    Es una preocupación latente en la gran mayoría de educadores, encontrar vías de promoción y transmisión de valores éticos, que coincidan con un proyecto educativo ilusionante para padres, profesores y alumnos. Para Coubertin, los valores centrales del deporte están en la forma, en el espíritu por el cual un atleta, como ser humano completo, actúa y tiene éxito, a pesar de los obstáculos aparentemente insuperables". (Landry, 1993)

    Con desgraciada frecuencia nos encontramos ante una falta de compromiso y abandono en la transferencia de valores. Cómodamente instalados en el concepto de "sociedad en crisis", vemos pasar ante nuestros ojos de manera impasible una realidad consustancial con los tiempos sin hacer nada por remediarlo.

    Desde todos los ámbitos se reconoce que las actividades deportivas son un excelente medio para fomentar determinados valores sociales y personales, especialmente en nuestra juventud. Pero también se reconoce, que actualmente el modelo deportivo dominante presenta conductas indeseables. Conductas, que desvinculan a los menos formados, nuestros jóvenes, de la imagen que se tiene del deporte como un instrumento formador del temperamento y de la personalidad.

    Nuestra atención en lo sucesivo, se va a centrar en el marco del deporte educativo, y especialmente en el deporte escolar. La progresiva relevancia y difusión del deporte ha contribuido al deterioro en el modo de practicarlo, sufriendo las relaciones de convivencia y primando el éxito y el triunfo a toda costa (González, 1993)

    La gran preocupación de todo educador, es llegar a conocer los medios y procedimientos más adecuados para trasmitir a nuestros alumnos un espíritu de igualdad, de justicia, de tolerancia y de realización personal (Palacios, 1991).

    Los valores de los niños en el deporte pueden diferir de aquellos de los adultos. Existe evidencia de que muchos niños ponen un mayor énfasis sobre la diversión, el desarrollo de las técnicas, el pertenecer a un equipo, el estado de la forma, el juego limpio, con preferencia al triunfo (Dubois, 1986). También hay evidencia de que mientras la participación deportiva influye en el desarrollo de los valores, las chicas tienen menor tendencia a valorar el triunfo que los chicos (Dubois, 1986).

    Todo educador debe ser consciente, a veces por encima de los propios contenidos que imparte, que es responsabilidad nuestra inculcar valores, y no optar por una neutralidad obsoleta y caduca, abandera de la libertad sin juicio. Los valores aportan al ser humano autocontrol y patrones de conducta que imponen seguridad, bienestar, orden, concordia y prudencia en la convivencia social.

    Una de las tareas que debemos abordar es el análisis del conjunto de influencias ambientales que reciben nuestros jóvenes actualmente, en unos casos se trata de la opinión pública, en otros de los medios de comunicación, o de los grupos de presión., y de manera más inmediata el propio ambiente escolar y familiar.

    Cada uno de estos ámbitos plantea un crédito lo suficientemente importante como para no despreciar ninguno. En principio, parece legítimo abordar estas cuestiones bajo una perspectiva ecológica.

    Teniendo presente a todos los agentes que inciden en la transmisión de valores educativos. Como diría Trilla, la neutralidad en educación supone una contradicción en los términos.

    Todos estaremos de acuerdo en la gran satisfacción que nos produce alcanzar el triunfo en cualquier actividad deportiva. Estos triunfos que aparentemente nos reconfortan tanto a los adultos, generan una reacción impactante en los más jóvenes, su fantasía y su capacidad de simulación les conduce a vivir una realidad al margen de la propia realidad.

    Midiel Bonet, psicólogo deportivo, dijo que el deporte proporciona placer, y que éste se practica de una manera proporcional al placer físico. Muchos deportistas "se apagan" ya que su foco de atención, satisfacción y diversión es sólo uno, ganar que no está del todo mal, pero no el único. Participar, divertirse, sentirse bien con uno mismo, debe ser parte del objetivo. Slusher asegura, que el deporte es diferente de todo lo que compone la vida. Es dinámico, pero sin miedo o vergüenza, es también agresivo, etc. El hombre participa en los deportes por sí mismo, sin importar el resultado final.

    No siempre estos comportamientos constituyen un ejemplo y un modelo a imitar. Desgraciadamente las falsas expectativas que proporciona la envidia de los más jóvenes, se sustenta en la "excelencia" reprobable de ídolos con pies de barro. Así mismo, estos ídolos nefastos y sus comportamientos, terminan influenciando de manera peligrosa e interesada la interpretación de los valores que el deporte lleva implícito.

    El juego limpio, la deportividad, el respeto a unas normas... queda supeditado al éxito a cualquier precio. El deporte queda al servicio del máximo beneficio a toda costa.

    Como señalan Devereaux (1978) y Underwood (1978), la iniciación deportiva parte de unos modelos profesionales de enseñanza, que empobrecen la espontaneidad del niño y contribuyen a la aparición de conductas opuestas al juego limpio, lo que da lugar a un entorno negativo para el desarrollo moral y social de niños y jóvenes.

    Millón Rokeach (1973) defiende que los valores proveen de una vía alternativa para examinar el sentido en que las personas toman decisiones, tanto morales como de otras clases, porque les obligan a examinar sus prioridades sobre qué van a intentar lograr y cómo van a intentar lograrlo.

    Programas cada vez más severos y menos motivantes, presiones de toda índole y la falta de iniciativa personal de los practicantes se traduce en un conflicto de intereses. La juventud se aleja irremediablemente de los valores intrínsecos que transmite la actividad deportiva.

    Los estudios sobre los valores en los deportes, aparte de aquellos que utilizan la Escala de Webb (Webb, 1969), han sido muy pocos. Wandzilack (1985) ha argumentado a favor de un modelo de instrucción para el desarrollo de los valores a través de la educación física. Se basa en el trabajo de Rokeach (1973) y Kohlberg (1963). Sin embargo, pocos trabajos de investigación han utilizado el enfoque de Rokeach. Lee (1977), utilizando la Encuesta sobre los Valores (Rokeach, 1973) encontró que los atletas universitarios tomaban en consideración los valores de la competencia (intrapersonal, instrumental) en lugar de los valores morales (interpersonal, instrumental) y puede considerarse que están interesados primordialmente en el éxito competitivo. Sin embargo, no se ha identificado ninguna investigación que haya utilizado este instrumento con niños.

    El deporte es un instrumento y una alternativa para fomentar el camino hacia la integración de culturas. Puede ser también un vehículo para lograr el crecimiento sostenible, sobre todo en países en vías de desarrollo. Además, en sociedades donde las políticas tradicionales han fallado en la lucha contra la segregación social, el deporte se convierte cada vez más en la herramienta que logra la integración. Incluso esta integración trasciende fronteras.

    Los valores del olimpismo, deben convertirse en valores educativos para que los pueblos logren construir un espacio de tolerancia que permita la integración y el desarrollo.

    Los valores olímpicos son una alternativa para construir una cultura para el desarrollo de los pueblos. El respeto, la tolerancia, el espíritu de sacrificio, la integración, el diálogo, el fair play, son valores que la educación debe encargarse de trasmitir y eso se puede lograr a través del deporte.

    Hay mayores probabilidades de que ayudemos a las personas si son miembros de nuestro grupo. Tal vez es más importante, que la propia naturaleza de nuestras categorías de grupos. Es preciso definirlas de modo diferente, y que cuanto más inclusivas sean las categorías, tanto más amplia es la naturaleza de nuestra ayuda.

    Desde el punto de vista de la salud, se cree que la sociedad actual no es físicamente todo lo activa que debería ser. Esta afirmación se hace extrapolable también a los jóvenes, un sector social al que se considera con una mejor condición física y que resulta a priori más activo (Biddle, 1992). El deporte bien orientado puede ser una actividad para toda la vida.

    El juego en la calle como práctica habitual de ejercicio espontáneo de los niños, tan familiar en épocas anteriores, está prácticamente desaparecido. Hoy en día, se ha sustituido por juego pasivos sin movimiento, los juegos de ordenador, videoconsola, televisión, etc.

    La población infantil y juvenil es especialmente sensible al sedentarismo, con importantes implicaciones sanitarias y educativas. La obesidad se inicia cada vez más frecuentemente en la infancia. De tal magnitud es el problema que se considera que, en la población infantil y juvenil, los/as escolares prepuberales forman un grupo de riesgo y clave para la prevención de la obesidad, tal y como considera la Federación Española de Medicina del Deporte. La obesidad y el sobrepeso son resultado del desequilibrio entre ingesta y gasto energético.

    Los beneficios potenciales de la práctica de actividad física se pueden obtener tanto en el ámbito de la salud como en el rendimiento deportivo (Dunn y Cols. 1999). La actividad física regular puede ayudar a mantener en forma a la persona practicante, a conseguir un buen nivel de salud y a mejorar la calidad de vida (Morris y Cols. 1997; Serra y Cols. 1997; Villenueve y Cols. 1998; Duna y Cols. 1999; Owens y Cols. 1999).Los hábitos saludables deben adquirirse desde épocas tempranas de la vida.

    Con demasiada frecuencia se ha sugerido que si los niños están inactivos, entonces la solución es proporcionarles actividad de moderada a vigorosa, como el ejercicio o el deporte. Este enfoque nos parece erróneo, puesto que asume que ese ejercicio sería disfrutable y se practicaría a largo plazo. El aspecto crítico para los más jóvenes es permitirles experimentar actividades que creen sentimientos positivos, de auto estima, diversión, o sentido de logro. Los resultados físicos deben ser secundarios, puesto que la experiencia negativa a corto plazo puede crear inactividad en el futuro (Fox, 1991).

    Desde todos los foros se coincide en asegurar que el deporte y el ejercicio físico deben ocupar un papel fundamental en la educación de nuestros jóvenes, siendo la actividad física la columna vertebral donde afianzar hábitos y estilos de vida saludables.

    La aparición de las nuevas tecnologías, los avances en el transporte urbano en ciudades cada vez más aglomeradas y llenas de peligros para nuestros niños, impide que nuestros niños se trasladen andando a los centros escolares, puedan jugar en la calle o realizar ejercicio en su actividad diaria. Tampoco ayuda mucho el entorno urbanístico que no favorece en lo más mínimos esa práctica.

    Los datos actualizados del Estudio de Audiencia Infantil/Juvenil de la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación reflejan que los/as niños/as españoles/as pasan una media de 2 horas y 30 minutos al día viendo televisión y media hora adicional jugando con videojuegos o conectados a Internet. Curiosamente, los padres encuentran en el deporte una alternativa al sedentarismo y al posible enganche de sus hijos a las tecnologías.

    La tendencia actual deriva hacia la promoción de la actividad física junto a la calidad de vida. Los mensajes de bienestar a largo plazo se consideran muy inferiores en comparación con la inmediatez de las sensaciones percibidas en el ejercicio diario.

    El proceso educativo tiene la misión de construir unas bases sólidas para el conocimiento y la realización personal y profesional, y la práctica de actividad física y deportiva forma parte fundamental, con todo su potencial indiscutible de valores y beneficios, de esta etapa de la vida.

    Como plan de acción para fomentar un estilo de vida saludable sugerimos el siguiente plan de acción:

  • Promocionar los tópicos de salud desde un punto de vista mental.

  • Aplicar recursos y estrategias de intervención a corto plazo que mantengan los niveles de actividad y de ánimo.

  • Reconsiderar el concepto de salud pública en el marco educativo.

  • Atención especial al plan de formación de los educadores deportivos.

    En el año 2011 el 43% de los españoles, unos 16 millones, entre los 15 y 75 años realizó algún tipo de actividad deportiva. Según datos recogidos en esta misma encuesta por lo general los españoles/as realizan cada vez más deporte; cada vez más en lugares al aire libre, de manera informal y menos competitiva. Además, se observa todavía una asimetría entre la práctica de ambos sexos. Los investigadores han detectado una importante diferencia en la práctica de deportes entre los niños y las niñas, ya que el 20,4% de ellos realiza actividad física cinco o más días a la semana fuera del ámbito escolar, algo que solo hace una de cada diez chicas.

    El tiempo necesario de actividad física y deportiva en niños y adolescentes para lograr beneficios para la salud y prevenir y combatir los efectos negativos del sedentarismo se estima en una hora al día. Nuestros escolares entre los 6 y 18 años presentan unos datos de participación deportiva por debajo de lo que aconsejan los expertos.

    Otra tendencia advertida es que la actividad deportiva disminuye de manera progresiva a medida que aumenta la edad, una particularidad que también resulta más acentuada en el caso de las niñas. Entre los doce y los trece años, el 54% de las chicas realiza ejercicio físico, un porcentaje que desciende al 45% entre los catorce y quince años y hasta el 35% entre los dieciséis y dieciocho años.

    La vida sedentaria que caracteriza a la sociedad moderna provoca consecuencias negativas sobre la salud. El fenómeno del sedentarismo no es ajeno a los niños, ya que nuestra juventud manifiesta la tendencia de abandonar el ejercicio físico que caracterizaba a generaciones pasadas.

    El Plan Integral para la Actividad Física y el Deporte, es un instrumento creado por el Consejo Superior de Deportes con el fin de garantizar al conjunto de la población española el acceso universal a la práctica deportiva de calidad, ayudando así a combatir el elevado nivel de sedentarismo y obesidad y a promover hábitos de vida activos y saludables.

    Desde el punto de vista escolar, el fomento de un estilo saludable debe recoger tres ámbitos de actuación: actividades de deporte extraescolar, las clases de Educación Física y la educación del ocio y tiempo libre. Además se necesita también que el conjunto de agentes sociales que intervienen en el deporte, presten un servicio de apoyo, a través de la inversión privada y la oferta de nuevas ideas fomenten los estilos de vida deportivos. El marco de actuación debería centrar la atención en la promoción de tópicos de salud desde el punto de vista de las creencias, valores, con una llamada especial a la educación del pensamiento. En segundo lugar, promover y aplicar recursos y estrategias de actuación a corto y medio plazo para mantener la motivación y el ánimo por estas actividades. En tercer lugar, atención especial a la formación de profesores, entrenadores y monitores deportivos. Y en último lugar, realizar un análisis profundo entre todas las partes afectadas del concepto de salud pública en el contexto educativo.

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