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La sexualidad en personas mayores

 

Filial de Ciencias Médicas “Arley Hernández Moreira”

Ciego de Ávila

(Cuba)

MSc. María Teresa Carrera Martínez

Lic. Lourdes Medina Santa Teresa

Lic. Amalia Valdés Guerra

MSc. Regla María Carrera Martínez

Lic. Celia Diana Betancourt Smith

teresac@cav.sld.cu

 

 

 

 

Resumen

          La sexualidad humana es un fenómeno sociocultural que está influido por la calidad de las relaciones interpersonales, el contexto en que nos desenvolvemos y por la integración que hemos hecho de las experiencias vividas. La identidad, el deseo y comportamiento sexuales son componentes esenciales de nuestra sexualidad. El disfrute de una relación amorosa no cambia por el paso de los años. El placer sexual es una experiencia deseable y válida para los adultos mayores porque genera bienestar. Una menor cantidad de contactos sexuales, los mismos deseos y una mayor calidad en la relación de pareja, conforman las características más notables de la sexualidad en la edad geriátrica. La información sobre los temas sexuales en la senectud es aún insuficiente. Solo una educación sexual desde la temprana infancia permitirá que las futuras generaciones de ancianos accedan a una realidad sexual más justa, en un ambiente carente de prejuicios. Las personas de la tercera edad no pueden ser limitadas en determinados períodos de existencia, deben llegar al final de sus vidas como seres sexuales. No cambia le edad para nada las ideas sobre el sexo como elemento indispensable en la vida de cualquier ser humano sigue constituyendo una motivación sexual simple el hecho de estar vivos.

          Palabras clave: Sexualidad. Personas mayores. Adultos mayores.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 16 - Nº 156 - Mayo de 2011. http://www.efdeportes.com/

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Introducción

    La sexualidad es innata al ser humano, una parte de su desarrollo es instintivo y la otra es aprendida. Distinguir entre los aspectos naturales y los condicionamientos sociales que nos imponen determinadas metas y conductas, a menudo, resulta muy difícil. Toda persona en las distintas etapas de su vida enfrenta la contradicción entre la necesidad innata de liberar su energía sexual y las necesidades culturalmente aprendidas que orientan su sexualidad. La contradicción entre ambas fuerzas marca el desarrollo sexual del individuo. De acuerdo con la manera en que vayamos manejando ambos aspectos, y logremos integrarlos con otras esferas de nuestra individualidad, es lo que, sin dudas, definirá la forma de vivir nuestra sexualidad. En dicho ámbito esto traduce la capacidad de establecer y mantener relaciones, de comunicar nuestras necesidades, gustos y conflictos, el tipo de pareja que se desea establecer, el nivel de aceptación de nuestra imagen corporal, así como la intensidad del disfrute sexual.

    Al abordar la sexualidad es obligado mencionar sus tres componentes básicos: el biológico o sexo biológico del individuo que anatomofisiológicamente lo representará toda su vida; el psicológico, el cual surge gracias al proceso de interpretación del yo; y finalmente el social. Los tres interactúan a lo largo de toda la existencia humana, y de esta misma manera repercutirán sobre las diversas etapas de nuestro ciclo vital.

    La sexualidad está estrechamente asociada con la realización personal, el estilo de interrelaciones con nuestros semejantes, el proceso de formación de pareja y de familia, así como con los afectos. La afectividad, la identidad y la personalidad van de la mano junto con el desarrollo de la sexualidad. La personalidad determina la expresión de la sexualidad que adoptará diferentes caracteres individualizados que reflejan las particularidades de cada persona y su historia. En el modelo de personalidad del ser humano interviene lo sociocultural unido a la amplia gama de elementos motivacionales que acontecen en su entorno natural y social. A través de la personalidad se cristalizan importantes valores que definen rasgos esenciales en el individuo, como la identificación del sexo psicológico.

    Este trabajo tiene como objetivo, fortalecer las convicciones y valores relacionados con la importancia de la sexualidad en la tercera edad en la comunidad del Embarcadero.

    Para el desarrollo de la presente investigación se utilizaron los siguientes métodos teóricos:

  • Histórico-lógico para conocer el comportamiento de la sexualidad en las diferentes etapas de la vida.

  • El dialéctico para ver el desarrollo de la intervención y dinámica del adulto mayor en su vida sexual.

    Como métodos empíricos se utilizó: la encuesta, la entrevista y la observación que permitió conocer la actitud y visión de las personas de la tercera edad con relación a la sexualidad y la prioridad que se le da a este aspecto por parte de los grupos de Atención al Adulto mayor, trabajadores sociales y médicos de la familia.

    Se seleccionó una muestra de 130 adultos mayores entre 60 y 75 años de edad, pertenecientes a la comunidad del Embarcadero por muestreo aleatorio simple. Fueron propuestos con el objetivo de evaluar su sexualidad, como uno de los factores socio psicológico que influyen en su calidad de vida.

    La sexualidad, entendida como una de las dimensiones más ricas de la vida debe estar incluida en todas las etapas por lo que debe desarrollarse una cultura del término senil o envejecimiento.Cuba es uno de los países donde este fenómeno adquiere una relevancia especial por el grado de envejecimiento prematuro de la población cubana, donde en los últimos tiempos hay un aumento progresivo de este sector.

    En las condiciones actuales, en que el número de senescentes es cada vez más creciente y las causas de morbilidad en este grupo poblacional son perfectamente previsibles o exitosamente controlados, palpamos un significativo interés por liberarlos de los prejuicios y mitos que los marginan en el terreno sexual.

    La combinación de los términos sexualidad y senectud pudiera generar, en muchos de nosotros, frustración, hostilidad, desaprobación, ya que erróneamente, la palabra sexualidad suele identificarse con juventud, sensualidad, fertilidad, procreación. Sin embargo, aunque es justo señalar que la sexualidad implica cosas muy variadas para distintas personas y diversas etapas de la vida, en particular, en la edad geriátrica, la sexualidad requiere de mayor capacidad de diálogo, demanda más amor, ternura, confianza, afecto en la relación de pareja y entre compañeros, evoca compartir placer, con o sin actividad sexual. En la vejez la concepción de la sexualidad descansa fundamentalmente en una optimización de la calidad de la relación, más que en la cantidad de esta.

    La actividad sexual existe en los ancianos y es muy beneficiosa para la salud un tanto deteriorada en ese tiempo por lo que es falso continuar catalogando al anciano como indiferente o poco interesado en la sexualidad, o con escasa actividad sexual. Podemos afirmar que no hay un límite cronológico donde la vida sexual desaparezca.

    Las pautas de interacción sexual en el adulto mayor no difieren de las practicadas en etapas anteriores de la vida. El coito vaginal, el sexo oral y la masturbación recíproca son formas de ejecutar el acto sexual, preferidas tanto por jóvenes como por ancianos. En el senescente la masturbación en solitario también constituye una forma válida de actividad sexual. El hombre mayor, por lo general, admite masturbarse en solitario, como medio para lograr autosatisfacción y alivio de las tensiones eróticas, mientras que la mujer añosa suele negar u ocultar este acto, y en ello influyen los prejuicios culturales sobre la sexualidad femenina que aún persisten en sociedades como la nuestra.

    La existencia de prejuicios sociales con pautas culturales rígidas, así como determinadas actitudes sociales y familiares ante la vida sexual del anciano, como la censura, el reproche, el miedo, las risas o los chistes, entre otros prejuicios y mitos, propician una desinformación permanente de la temática sexual en la edad geriátrica. En otras ocasiones, la persona se convierte en destinatario de sus propios prejuicios, y ello funciona como el principal responsable de la desvalorización sexual del anciano.

    La actividad sexual es posible y frecuentemente satisfactoria en el hombre y la mujer que superan los 60 años. No se trata de imponer un modelo joven de sexualidad al adulto mayor, sino de que esta se entienda y considere en un sentido más amplio, y no como una actividad orientada a coitar. Se trata de incluir el coito, si así se desea, pero también de ofrecerles la oportunidad de cortejarse, relacionarse, enamorarse, atraerse, aspectos que ocupan un lugar relevante en la sexualidad humana, pues la necesidad y el deseo de tocar y ser tocados, mimados y acariciados aumenta con el transcurso de los años. Aún los ancianos con algún grado de incapacidad mental tienen la capacidad para vivenciar placer.

    En la tercera edad el orgasmo no es indispensable todos los días ni en todos los actos sexuales y, aún así, el anciano se siente satisfecho, pues en esta etapa de nuestras vidas la capacidad de gozar de nuestro cuerpo, de nuestras sensaciones está vigorizada en comparación con el acto sexual propiamente dicho, con una mejor consolidación de la pareja.

    En la vejez existe mayor experiencia sexual, se es más sosegado y juicioso, el sentimiento suele ceder paso a la razón, existe mayor entendimiento en la relación con nuestra pareja, mayor ternura y sabiduría. Como en esta etapa de la vida se agudiza el criterio de la realidad, se toma mayor conciencia de lo que puede hacerse o no con el sexo. Al perder con el transcurso vivido la urgencia de eyacular, el hombre al tener menor ansiedad, puede gozar de un juego sexual y un coito más prolongado. Pero no todo son ganancias, recordemos que la temática principal que caracteriza a las experiencias emocionales de los ancianos es la pérdida. Tienen que enfrentarse al duelo de múltiples pérdidas (de la pareja, los amigos, los familiares, los colegas, de la estructura familiar por independencia de los hijos, etc.), el cambio de estatus laboral y de prestigio, así como el declive de las capacidades físicas y de salud. Gastan cantidades elevadas de energía física y emocional en el duelo, la resolución y la adaptación a los cambios que produce la pérdida. Muchos ancianos pueden vivir en situación de duelo permanente debido a la pérdida sucesiva de personas cercanas y muy queridas. Por ello, la valoración de la actividad sexual del anciano debe suponer un enfoque integral, pues más que una afectación intrínseca de la sexualidad se impone la concurrencia de enfermedades, factores educacionales y psicosociales.

Resultados y conclusiones

    En el trabajo realizado se encontró como factores que influyen negativamente en la sexualidad del adulto mayor:

  • La ausencia de compañero/a sexual, ya sea por viudez, soltería o enfermedad grave de la pareja. El hecho de perder la pareja es un factor determinante del cese de la actividad sexual en esta etapa de la vida. El adulto mayor suele resistirse a la idea de vivenciar nuevamente placer con una pareja distinta a la antigua, especialmente cuando la convivencia con la persona fallecida fue prolongada y satisfactoria. Una persona mayor es más difícil que inicie relaciones sexuales, esto es más manifiesto en las féminas. Al senescente también se le dificulta la recuperación de la actividad sexual cuando el período de abstinencia ha sido prolongado. Por otra parte, cuando un anciano muestra interés en cuestiones específicas del área sexual o habla en público de la sexualidad, cuando busca pareja después de haber enviudado o cuando se forman nuevas parejas en la tercera edad, suelen catalogarse como actos improcedentes, alegándose, muchas veces, la realización de actividades que no corresponden a las regulaciones para esa edad y, por tanto, al transgredir normas, el pago puede ser sentirse ridículo o rechazado.

  • El nivel de interés sexual en el anciano está en correspondencia con el que haya desarrollado y mantenido a lo largo de su vida. El funcionamiento sexual se comporta como las restantes funciones, si no se ejercita, merma hasta desaparecer. Es importante señalar que aquellos que tuvieron una vida sexual activa, la perpetúan, mientras que aquellos que a lo largo de su existencia ejercieron un sexo pobre y falto de interés, pierden el deseo por la sexualidad más tempranamente. La continuidad de la relación sexual en esta etapa de nuestras vidas es esencial, así como, favorecer de algún modo el hecho de que se fomenten nuevas parejas, en especial cuando uno de los miembros fallece y el otro expresa la necesidad o el deseo de tener compañero o compañera. Lo importante es que el anciano no pierda el ánimo sexual, ya que con el abandono de la sexualidad paulatinamente comenzamos a declinar en todos los órdenes de la vida, social, laboral, el aspecto físico, etc., y la manera de combatir esta declinación es el afecto, ya que muchas veces es solo miedo al fracaso sexual.

  • El hombre que desarrolla una vida sexual activa y no pierde la confianza en sí mismo será capaz de lograr erecciones y orgasmos hasta edades muy maduras. En el anciano los niveles de testosterona, si bien bajan, lo hacen a un nivel que permite un buen desempeño sexual.

  • El estado de salud individual es un factor igualmente significativo para lograr relaciones sexuales satisfactorias, pues incide en nuestra visión más o menos gratificante de la vida. Un rasgo característico de la senectud es la concurrencia de dos o más enfermedades. La comorbilidad o pluripatología se relaciona sustancialmente con una mayor probabilidad de aparición de discapacidades, considerándose un importante factor de riesgo para su surgimiento, no solo por las consecuencias que se derivan del incremento en su número, sino por los efectos de combinaciones específicas entre ellas, los cuales elevan el riesgo y la severidad de las alteraciones funcionales (físicas o mentales) que de ellos se derivan. La coexistencia de múltiples condiciones crónicas o morbilidad múltiple intensifica el riesgo de discapacidad y mortalidad, y puede favorecer en el anciano el desarrollo de la fragilidad.

    En las encuestas realizadas se detectó que el 83% de los encuestados considera que la masturbación es un método normal en el hombre, solo el 25% lo considera algo vergonzoso e impropio de su edad.

    En el caso de las mujeres se detectó que el 70% de los encuestados considera que la masturbación es un método vergonzoso e impropio para su edad.

    Con relación a la compañía el 95% de los encuestados del sexo masculino aceptan el sexo en cualquiera de sus variantes solo por obtener un poco de placer.

    El 90% de los encuestados masculinos viven solos buscan compañía aunque casi siempre es transitoria, en el mayor de los casos son personas más jóvenes y no tienen dentro de sus perspectiva vivir juntos.

    El 100% de las encuestadas femeninas no desean vivir en pareja.

    El 100% de las encuestadas femeninas reprimen su deseo sexual debido a complejos que crean por su apariencia física.

    El 85% de los encuestados pensionados dedican la mayor parte de su retribución monetaria para pagar sus satisfacciones sexuales.

    El 80% de los encuestados masculinos consideran la erección como algo secundario le dan prioridad al sexo oral.

    En 100% de los entrevistados de los grupos de atención al Adulto Mayor, trabajadores sociales, y médicos de la familia no tienen dentro de sus prioridades en calidad de vida la actividad sexual en el adulto mayor.

    En las observaciones realizadas el 100% de los adultos mayores en actividades creadas por la promotora de la comunidad una vez que ingieren bebidas alcohólicas se muestran desinhibidos para realizar cualquier manifestación sexual.

    Aunque ambos sexos pueden conservar su capacidad sexual hasta edades muy avanzadas, el hombre suele ser más vulnerable que la mujer. En el anciano aumenta la necesidad de estimulación, se reduce la respuesta visual y táctil respecto a los hombres en etapas anteriores de la vida, disminuye la rapidez de la erección y esta es menos firme. La fase de meseta resulta más larga por debilitamiento de la fuerza del músculo cremáster con disminución de la elevación testicular. La fuerza de la eyaculación disminuye, esta se demora más tiempo, incluso puede no llegar a concretarse o se advierte menor volumen de líquido seminal. La pérdida del volumen del pene es más rápida y se prolonga el período refractario.

    En la mujer añosa el período de expansión y lubricación de la vagina está más alargado, la intensidad y la duración de la estimulación para vivenciar un orgasmo aumenta, mientras que las contracciones musculares para alcanzarlo pueden estar disminuidas en número e intensidad, incluso pueden existir contracciones dolorosas, reduciéndose la capacidad multiorgásmica con relación a las jóvenes, quienes exhiben una fase de resolución más breve.

    Pero ninguno de los cambios descritos anteriormente para ambos sexos traduce disfunción sexual. Las disfunciones sexuales que se observan en la senectud se deben más a causas psicológicas y a prejuicios sociales que a una causa orgánica. Son el resultado de conflictos neuróticos, en los que la edad lesiona la autoestima, por lo que la sexualidad en la tercera edad depende menos de lo orgánico que de lo social. Mucho antes de arribar a la tercera edad, el individuo debe comenzar a recibir información sobre los cambios que van a ocurrir en su vida sexual con el decursar de los años. La escasa información, que todavía se advierte, al respecto, constituye, sin dudas, un factor principal implicado en la génesis de gran parte de los trastornos del funcionamiento sexual que se observan en este grupo poblacional.

    A los cambios derivados del fenómeno del envejecimiento se le suman las enfermedades orgánicas crónicas que padecen los ancianos, que pueden originar algún grado de discapacidad, así como el consumo de fármacos, o peor aún, la polifarmacia tan frecuente en la tercera edad, que modifica el comportamiento sexual del senescente, bien por alteración del sistema hormonal, o por las secuelas de naturaleza, biológica, psicológica o social de las patologías crónicas.

    Consideramos que la sexualidad continúa siendo un área de la conducta humana en la que, es necesario brindar la máxima atención por parte de todos los grupos implicados en el cuidado del Adulto Mayor, que cobra particular relevancia .Los escasos datos sobre la actividad sexual de nuestros senescentes, recogidos en sus historias clínicas, y en ocasiones, el reflejo de concepciones erróneas y falsas creencias, así lo corroboran. Asimismo, gran parte de la sociedad, históricamente, ha rechazado, negado u obstaculizado, las relaciones, sentimientos, intereses y necesidades sexuales que, por suerte, aún perduran en sus hombres y mujeres añosas.

    Los aspectos que condicionan la conducta sexual están sujetos a cambios dependientes de la época, desarrollo socioeconómico, cultura e ideología de cada país. En el anciano además intervienen los prejuicios, los mitos e inhibidores sociales. Por tanto, es de gran interés el estudio y definición de nuestros propios patrones sexuales, que podremos comparar con las particularidades de la sexualidad en otros países.

    Para caracterizar de manera adecuada la sexualidad en la senectud, como en cualquier etapa de la vida, aspecto válido para la labor de promoción y prevención de los especialistas de la atención primaria de salud, debemos ser capaces de despejar las interrogantes siguientes: vínculo conyugal o de pareja, existencia de deseo e interés por el sexo, frecuencia de realización del acto sexual, formas preferidas de actividad sexual, orientación sexual, principales quejas o disfunciones sexuales, entre otras variables vinculadas al funcionamiento sexual de nuestros adultos mayores.

    Es importante evaluar el conocimiento que sobre sexualidad humana poseen los ancianos de la comunidad el Embarcadero lugar donde se desarrolla la investigación, el desconocimiento de los cambios que ocurren en el campo de la sexualidad con el transcurso de los años, limita la capacidad de expresión y libertad de este segmento poblacional, entendiéndose esta como conocimiento de causa para manifestarse como seres sexuales que son, lo que influye en sus aspiraciones, sistema de valores, toma de decisiones y forma de pensar y actuar.

    Debido al grado cultural de esta comunidad se impone implementar actividades que le permitan adoptar estilos de vida que tomen en consideración modelos participativos y alternativos, aceptando la diversidad de criterios, sentimientos y comportamientos humanos.

    Los Médicos de Familia tienen el privilegio de conocer y manejar, la problemática individual, sociofamiliar, de poder actuar de manera directa y eficaz sobre la creciente población senescente, complementando las dos tareas básicas vinculadas a la salud sexual: la educativa y la psicoterapéutica, respaldados por la total cobertura que brinda el Programa de Atención Integral al Adulto Mayor, priorizado a nivel nacional.

    Con la sistemática capacitación de los profesionales de la salud y de la comunidad en pleno, junto con la ejecución de programas de educación sexual dirigidos a nuestros ancianos y población en general, se alcanzará una mayor sensibilidad hacia los aspectos relegados en la tercera edad, lo que contribuirá al aumento y prolongación de la calidad de vida de este segmento poblacional.

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