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La condición física-salud. La importancia 

de su desarrollo desde edades tempranas

 

*Profesor de Preparación física

Escuela elemental de Arte Provincial, Ciego de Ávila

**Profesor de la Universidad de Ciego de Ávila

(Cuba)

Lic. Raudel Miranda Alfonso*

cdaymy@yahoo.com

Dr.C. Sergio Dule Rodríguez**

sdule@cfisica.unica.cu

 

 

 

 

Resumen

          En este artículo exponemos algunas consideraciones a tener en cuenta durante el trabajo de la condición física en edades tempranas. Al referimos a la mejora de la condición física del niño, solamente lo enfocamos hacia la condición física-salud y nunca hacia aquella forma física dirigida al alto rendimiento, que nos conduce a la especialización precoz. A partir de los avances científicos que sucedieron a finales del siglo pasado, se produce un giro en la orientación de los tests dirigidos a evaluar la condición física al demostrarse con una mayor claridad los beneficios saludables de la práctica de actividad física, así como lo nocivo de algunos hábitos bien asentados e instaurado en la sociedad actual (tabaco, alcohol, alimentación basada en el consumo de grasas,...). Autores como Corbin y Pate (1998) plantean que para poder llevar a cabo actividades físicas seguras y con mínimos riesgos, se hace necesario partir de un conocimiento inicial de las aptitudes anátomo-fisiológicas y motoras de la persona. El sabio griego Sócrates destacó sobremanera la importancia de la flexibilidad o movilidad humana cuando señalaba "Ahí donde retrocede la elasticidad avanza la vejez".Por la relevancia que tiene el desarrollo y consolidación desde la niñez de la capacidad flexibilidad es que le dedicamos un momento especial en el artículo que a continuación le presentamos.

          Palabras clave: Condición física. Salud. Actividad física. Deporte. Capacidad física. Edad escolar.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires - Año 16 - Nº 156 - Mayo de 2011. http://www.efdeportes.com/

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    El auge por evaluar la condición física surgió en Estados Unidos a mediado del siglo XX (década de los 50), cuando el objetivo de la misma tenía un marcado carácter militar, de preparación para la guerra. De este modo, se comenzó a evaluar la forma física a través de tests orientados más hacia el rendimiento que a la promoción de la salud, incluso agrupando una serie de pruebas, dando lugar a una batería de test de la American Association for Health, Physical Education, Recreation and Dance (AAHPERD, 1982). Años más tarde, fundamentalmente a través de especialistas como Corbin y Pate, es cuando se produce un giro en la orientación de dichos tests, debido a los avances científicos que venían sucediendo, demuestran los beneficios saludables de la práctica de actividad física, así como lo nocivo de algunos hábitos bien asentados e instaurados en la sociedad americana (tabaco, alcohol, alimentación basada en el consumo de grasas,...).

Componentes de la condición física-salud

    Los componentes de la condición física-salud, según diferentes autores (Pate, 1988 y 1995; Carpersen y col., 1985; Pate y Shephard, 1989; Simons-Morton y col., 1990; American College of Sport Medicine, 1991 y 1998) son los siguientes: resistencia cardiovascular, composición corporal, flexibilidad, fuerza y resistencia muscular. Estos componentes son mejorables con el entrenamiento adecuado y están asociados con un bajo riesgo de desarrollar prematuramente enfermedades derivadas del sedentarismo (Cantera, 1997).

    Antes de analizar dichos componentes tradicionales de condición física-salud, creemos oportuno realizar una breve justificación del desarrollo, desde Primaria, de las capacidades coordinativas, la velocidad y la relajación, como cualidades fundamentales en la formación físico-motora del joven.

    Algunos autores, como Delgado (1997) y Casimiro (1999), también consideran que las capacidades "psicomotrices" (coordinación, percepción y equilibrio) debería tener cabida en el desarrollo de una condición física saludable. Estas capacidades cualitativas, sustentadas por el Sistema Nervioso Central, suponen la base de cualquier movimiento humano, interviniendo en el control postural, y determinando el grado de asimilación de técnicas y destrezas motrices, lo que favorecerá el aprendizaje y la seguridad en la ejecución de los ejercicios (por ejemplo, en la prevención de caídas en las personas mayores).

    Resulta imprescindible su desarrollo en las primeras edades, ya que como señala Martín (1982, citado por Hahn, 1988) los niños en edad escolar aprenden a la primera. Éstas tienen su desarrollo más intensivo desde los 8 años hasta el inicio de la pubertad (11-12 años); si se desaprovecha esta edad, empeoran las condiciones biológicas para su desarrollo (maduración del Sistema Nervioso Central), debido a los cambios de las proporciones corporales, que tienen lugar durante la pubertad.

    La nueva reorientación sobre los componentes de la condición física hacia una visión de salud, concepto tratado por Pate (1983); Torres (1996); o Delgado Fernández (1997), consideran que los componentes sobre los que debe influir el ejercicio físico que se programe con una clara intencionalidad de salud, son:

    Además de los componentes expuestos, añadiríamos la Capacidad de Relajación (Torres 2000), por entender que colabora al concepto de salud dinámica integral, al disminuir las tensiones y el estrés emocional a que nos somete el vértigo de la vida moderna.

    Sin embargo, y teniendo en cuenta que el movimiento corporal es una acción global, en la que en todo momento intervienen los mecanismos perceptivos, los mecanismos de decisión y los mecanismos de ejecución, en un concepto integral de actividad física orientada a la salud, no podemos dejar fuera el componente cualitativo del movimiento, es decir, las cualidades coordinativas.

    Entre las capacidades básicas que componen el grupo de cualidades coordinativas y que son susceptibles de mejora, a través de la práctica de actividades físicas adecuadas. En opinión de Lorenzo Caminero (2002), hay que señalar:

    Al referimos a la mejora de la condición física del niño desde el ámbito de la educación física, solamente deberíamos enfocarlo hacia la condición física-salud y nunca hacia aquella forma física dirigida hacia el alto rendimiento, que nos conduce a la especialización precoz.

    Para poder llevar a cabo actividades físicas seguras y con mínimos riesgos, se hace necesario partir de un conocimiento inicial de las aptitudes anátomo-fisiológicas y motoras de la persona. Así, hay muchos estudios que tratan de analizar el nivel de condición física en escolares, medidos a través de diferentes pruebas y baterías.

    La actividad física, en sus diversas manifestaciones, se ha venido utilizando con la intención de mejorar tanto la forma física como la salud, teniendo presente que niveles moderados de actividad física son suficientes para disminuir los riesgos de varias enfermedades (Roque y col., 1993, Dule, 2006). Sin embargo, un buen estado de la condición física no se acompaña siempre de un buen estado de salud, aunque normalmente coinciden (si no es así, es por hábitos higiénicos negativos, enfermedades o por lesiones). Por ello, una buena condición física no es sinónimo de salud.

    Según Fox (1991), no resulta adecuado centrarse en la mejora de la condición física de los niños para mejorar su salud, ya que ésta viene determinada por factores genéticos y de maduración. Del mismo modo, Rowland (1990) señala que practicando actividad física de forma regular, los niños obtienen beneficios saludables, aunque no se consigan incrementos en los niveles de condición física.

    Por su parte, Baranowski y col. (1992) y Saris (1986) concuerdan en que tanto el aumento de la actividad física habitual como la condición física, están asociadas a una mejora de los índices de salud en niños. Además, el hábito de la práctica de la actividad física que comienza en las edades infantiles se puede mantener en la edad adulta, pero es indudable que el producto (condición física) no se puede mantener, si no hay un desarrollo de sus componentes durante toda la vida.

    Sin embargo, existen unos periodos más propicios que otros para el desarrollo motor, en función de las características biológicas y psicológicas del individuo. Una vez conocidas éstas, es evidente que hay que aprovechar las fases más críticas o sensibles para el desarrollo de una determinada capacidad; así, un estímulo adecuado sobre un sujeto en desarrollo produce un mayor efecto que sobre uno ya desarrollado. Por ello, si en esta edad no se aplican dichos estímulos, no se alcanzará el máximo nivel genéticamente posible, aunque se pueda desarrollar posteriormente, pero por debajo de sus posibilidades funcionales.

    Son estas algunas de las razones por lo que se hace imprescindible desarrollar desde edades tempranas todos los componentes fundamentales de la condición física salud y dentro de ellos la flexibilidad. Desde épocas remotas en la etapa esclavista, el sabio griego Sócrates veía la importancia de la flexibilidad o movilidad humana cuando señalaba "Ahí donde retrocede la elasticidad avanza la vejez" (Hernández C. l. Cortegaza 1992).

    Delgado y col. (1997) consideran que una cualidad física imprescindible para la salud, sobre todo del aparato locomotor, es la flexibilidad o amplitud de movimiento y sería más conveniente utilizar dicho término, ya que flexibilidad nos indica solamente la capacidad de un cuerpo a doblarse sin romperse, mientras elasticidad sería la propiedad de volver a su estado primitivo después de aplicar una fuerza que lo ha deformado.

    Así, la amplitud de movimiento articular contempla, además de lo anterior, la capacidad de estiramiento de las fibras musculares, tendones y ligamentos que afectan a dicha articulación, la capacidad de movimiento en función de la estructura anatómica de la articulación, la fuerza de la musculatura agonista y antagonista que tiene relación con dicha articulación, así como el reflejo miotático o de estiramiento (García y col., 1996). Estos autores ponen un ejemplo que clarifica la confusión generalizada de estos términos: "Dicho de forma vulgar, pero ilustrativa, un chicle es flexible, se dobla mucho sin romperse, ahora bien, no es elástico, es decir, no recobra con facilidad ni de forma enérgica su tamaño y forma inicial.

    En edad escolar se mantienen unos niveles altos de dicha cualidad, debido a la laxitud ligamentosa, al poco desarrollo muscular y a la falta de solidificación del esqueleto. A pesar de ello, la falta de trabajo específico de dicha cualidad favorece el acortamiento de los principales grupos musculares, algunos de ellos de gran trascendencia para la salud postural, siendo el ejemplo más evidente la cortedad isquiosural con repercusiones vertebrales (Rodríguez, 1998).

    La amplitud de movimiento viene determinada fundamentalmente por la herencia (laxo o rígido), el sexo (mayor en chicas, normalmente), el tipo de actividad practicada (por ejemplo, el portero de balonmano tendrá mayor movilidad que el jugador de campo), y la edad (es la única cualidad regresiva con los años). Por ello, es importante mantener estos niveles de amplitud articular en los jóvenes, pero no se debe trabajar de forma desequilibrada ni con sobrecargas (rebotes, tensiones o tracciones excesivas).

    El desarrollo de esta cualidad, con respecto a la salud se justifica por la prevención de alteraciones de la columna vertebral y dolencias de espalda (Bouchard y Shephard, 1994; Rodríguez, 1998), así como por favorecer la autonomía en las actividades cotidianas de las personas mayores. Además, previene lesiones deportivas, incrementa la eficacia de los gestos deportivos y mejora el control postural.

    En definitiva, tal como señala Delgado (1997): "La mejora de la movilidad articular y la elasticidad muscular es necesaria por el efecto preventivo y rehabilitador sobre las lesiones que ocasiona la práctica físico-deportiva, por incrementar la eficacia de los gestos deportivos y porque permite un mejor conocimiento corporal y control postural (Hahn, 1988)".

Bibliografía

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