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La educación psicomotriz en la educación infantil

 

*Diplomada en Magisterio en la especialidad de Educación Infantil

Licenciada en Pedagogía

**Diplomado en Magisterio en la especialidad de Educación Física

Habilitado en la especialidad de Audición y Lenguaje y en Pedagogía Terapéutica

Master en Educación Especial y Pedagogía Terapéutica

María del Mar Alvarado Hernández*

Aryok Zakkur Rodríguez Curbelo**

mary_alvar@hotmail.com

(España)

 

 

 

 

Resumen

          En este artículo veremos la importancia que tiene la educación psicomotriz en el desarrollo de los más pequeños. A través de esta educación, los niños llegan a percibir y a conocer el mundo que les rodea, de aquí la importancia que ésta tiene en la escuela. La consecución de un buen desarrollo psicomotor parte del propio niño, ya que ésta se consigue a través del juego espontáneo. De todos modos, aunque el maestro pase a un segundo plano y deje ser al niño el protagonista de su aprendizaje, debe supervisar y seguir su desarrollo.

          Palabras clave: Psicomotricidad. Desarrollo psicomotor. Juego espontáneo.

 

 
EFDeportes.com, Revista Digital. Buenos Aires, Año 15, Nº 148, Septiembre de 2010. http://www.efdeportes.com/

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    Parece que damos por sentado que la educación es siempre cuestión de las enseñanzas de una persona sobre otra. Sin embargo, es muy importante dejar claro que, dentro de las actividades de psicomotricidad, las más importantes no son las propuestas por los maestros, sino las que los propios niños desarrollan por sí mismos de forma espontánea. Es decir, el niño es el primer actor de su propia educación psicomotriz. Ellos van a llegar a la percepción de la realidad precisamente a través de la psicomotricidad. Una psicomotricidad que parte de la globalidad hacia el descubrimiento de su propio cuerpo y que, a través de éste, el niño vuelve a conectar y adquirir los conceptos externos a él. Es decir, el niño va a ir controlando su cuerpo y, en la medida que lo hace, va a ir mejorando su relación con el mundo exterior que le rodea. Por ello, el contenido de la psicomotricidad está estrechamente unido al concepto de cuerpo y sus experiencias. Para Piaget, la actividad motriz del niño es incluso la base del desarrollo de la inteligencia, tanto que, en su opinión, los dos primeros años de su vida son meramente inteligencia sensomotriz.

    ¿Cuál debe ser, entonces, la labor del maestro? Está claro que los educandos, a pesar de lo dicho, no tienen simplemente una labor pasiva. A ellos les corresponde primeramente la observación. Será esa observación diaria de la espontaneidad del movimiento de su cuerpo la que les posibilite conocer lo que deben tratar de ir reforzando o corrigiendo en su psicomotricidad. Y lo deben hacer, como veremos, a través de su lenguaje y de su cuerpo.

    El maestro irá viendo cómo el niño es pura expresión psicomotora. A través de este cuerpo no sólo se va a expresar, sino a aprender de él. Por tanto, el educador debe prestar atención a esas expresiones corporales. Y a través de ellas, al igual que lo hace el niño, debe tratar no sólo de hacer madurar el aspecto motriz, sino de integrar éste con el aspecto cognitivo. La unidad cuerpo-mente del propio niño no puede ser ignorada por el propio educador.

    El mejor medio de observación es el juego, acudiendo nuevamente aquí a la idea de dar prioridad al juego espontáneo realizado por el niño en total libertad. Pero también hay que incluir la idea del maestro-promotor con actividades como: balancearse, subir escaleras, correr, gritar, etc. Igualmente, es muy importante que el educador no juegue con el niño, sino que esté en el juego del niño. Y es que el objetivo no es que el niño aprenda del maestro sólo visual y auditivamente, sino también a través del propio cuerpo del educador. Esto es así porque, al ser inmaduro el sistema neuronal del niño pequeño, sus primeros contactos necesita hacerlos a través del tono muscular (tensión tónica, movimiento y gesto). Por ello, para ir superando esa conciencia difusa del mundo que le rodea - y posteriormente el desarrollo humano y procesos como el pensamiento - necesita de la percepción del contacto y de la percepción de la persona más inmediata. Esa persona, en el colegio, es el maestro. En esa relación cuerpo a cuerpo, el tono se convierte en medio de relación y comunicación de forma semejante a las primeras relaciones del niño con su madre. A través de todo ello, y de la práctica de los movimientos, irá poco a poco organizando su propio esquema corporal y la estructura espacio-temporal.

    Si nos preguntamos por el cómo educar en psicomotricidad, es fundamental tener en cuenta que es imprescindible prestar atención a las etapas evolutivas que definen la psicomotricidad de esos años de la vida del niño. Conforme a ellas, éstos son los objetivos fundamentales que deben conseguirse en la Educación Infantil:

    De 3 a 4 años:

  • Tener equilibrio dinámico en la marcha y la carrera.

  • Saltar con dos pies.

  • Tener soltura, espontaneidad y armonía en los movimientos.

  • Acelerar y moderar la marcha a voluntad.

  • Empezar a poder detenerse.

  • Afianzar la motricidad fina.

  • Comenzar a manifestar supremacía de un lado sobre el otro.

  • Empezar a dominar los movimientos involuntarios.

  • Desarrollar la independencia segmentaria.

    De 4 a 5:

  • Iniciar el equilibrio estático.

  • Iniciar el desarrollo de la lateralidad y dominancia lateral. Esto le llevará, por ejemplo, a usar más frecuentemente la mano dominante, a establecer su propia topografía corporal y a utilizar su cuerpo como medio de orientarse en el espacio.

  • Adquirir un gran desarrollo de la motricidad fina.

  • Conseguir un perfeccionamiento funcional que le lleve a una movilidad más coordinada y precisa en todo el cuerpo.

    De 5 a 6 años:

  • Intentar perfeccionar todo lo iniciado en las etapas anteriores.

  • Facilitar la relación con los demás para iniciar la autoafirmación y acceso a la organización y estructuración espacio-temporal.

    De todo esto se desprende que la educación psicomotriz trata de abordar el problema de la educación a través del movimiento, pero además, podemos ver cómo igualmente esa educación debe ser pensada en función de la evolución del niño.

    Skinner es autor de esta afirmación: «dadme un niño y yo haré de él un criminal o un santo». No es cuestión de entrar aquí en darle o no la razón a este psicólogo y principal responsable del desarrollo de la filosofía del conductismo. Lo traemos a colación porque sí es verdad que al niño, cuanto antes se le hagan mamar las enseñanzas adecuadas, antes hará éstas suyas. Así es como, por ejemplo, adquiere pronto su propia lengua materna y pueden otros muchos lograr la mayor perfección en una segunda.

    Esto, aplicado a la psicomotricidad, tiene igualmente plena validez. Ya hemos dicho que la psicomotricidad es un concepto que involucra el cuerpo y la mente, lo motriz y lo cognitivo. No hay en el niño una dualidad en ellos, ya que, sobre todo en esta etapa de infantil, va a aprender precisamente a través de su cuerpo. Por ello, enlazando con lo dicho de Skinner, según la educación que con el niño adoptemos, estaremos formando un adulto descoordinado e inculto (el criminal) o un adulto perfectamente coordinado y culto (el santo). Queda, pues, claro que, cuanto antes se atienda a la cuestión psicomotriz del niño, mayor será la calidad del producto, hablando en término mercantiles. Por ello, no hay una etapa educativa más transcendental que la Educación Infantil para formar y cultivar esa educación psicomotriz.

Referencias bibliográficas

  • Apuntes de la asignatura “Psicomotricidad”. Profesor: MIGUEL LLORCA LINARES. Magisterio de Educación Física, curso 2005-2006. Universidad de la Laguna.

  • ARNAIZ, P. (1998). “Fundamentación de la práctica psicomotriz en B. Aucourturier”. Madrid, Seco Olea.

  • LLORCA LINARES, M. y VEGA NAVARRO, A. (1998). “Psicomotricidad y globalización del currículum de Educación Infantil”. Málaga. Ediciones Aljibe.

  • MAULION, C. (1991). “Introducción a la práctica psicomotriz de B. Aucourturier”. Cuadernos de psicomotricidad y educación especial, nº 6. Buenos Aires.

  • PIAGET, J. (1969). “La psicología del niño”. Madrid, Morata.

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