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En el deporte escolar, los niños ¿son deportistas 

estudiando o estudiantes practicando algún deporte?

 

Licenciado en Educación Física ESEF México DF

Maestro en Pedagogía por la UPN DF

Profesor de Educación Física en Primaria

Profesor de Licenciatura en la ESEF México DF

Mtro. Miguel Dávila Sosa

sosamig1@hotmail.com

(México)

 

 

 

Resumen

          El presente artículo tiene como finalidad mostrar al lector una visión un poco diferente sobre lo que el deporte escolar le debe ofrecer al alumno que desea aprender y practicarlo desde su escuela o club deportivo, pretende además ubicar conceptualmente al mismo lector a utilizar al deporte como un gran medio educativo y no de promoción de futuros deportistas jóvenes. Considera una serie de elementos con los cuales se ha construido el imaginario del entrenador y sus metodologías copiadas del medio del adulto deportista, con formas rigurosas de entrenar o adiestrar al niño para que practique un deporte, en lugar de enseñarle a jugarlo, modificando sus reglas, descubriendo sus potenciales y utilizando como marco pedagógico la escuela y sus compañeros, el docente y su promotor del deporte educativo y escolar por supuesto.

          Palabras clave: Deporte educativo. Deporte escolar. Educación Física

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 15 - Nº 143 - Abril de 2010

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Hay gente que no consigues olvidar jamás

no importa el tiempo que eso dure.

Alejandro Sanz

 Miguel Dávila Sosa   Decía Borges “Yo creo que habría que inventar un juego en el que nadie ganara”, en algunas comunidades autóctonas más atrasadas económica y socialmente de África, sus aborígenes participan en un juego que termina cuando ambos equipos han nivelado sus fuerzas y se declara el empate entre ambos, porque lo que importa es jugar y como dice Joaquín Sabina, “…y jugar por jugar, sin tener que morir o matar.”

    El deporte espectáculo o de alto rendimiento como hoy lo conocemos no le otorga al desarrollo y formación del niño opciones para su mejor comprensión y por consecuencia estímulos para su práctica constante, algunos valores se transforman en antivalores o valores negativos a la hora de su enseñanza y sobre todo en su propia dirección técnica durante las jornadas de encuentros entre iguales.

    Cuando se habla de antivalores, podemos ubicar aquellos tales como la exacerbada competencia por encima de cualquier proceso de aprendizaje, nos referimos a la exclusión como opción para obtener un triunfo, al precio que sea, y muchos de nuestros alumnos se quedan sin jugar después de esperar fines de semana enteros para poder participar y no es posible, simplemente porque el entrenador no los eligió. Cuando ubicamos en el niño el concepto del contrincante, no siempre se hace desde la perspectiva del oponente: competir quiere decir demandar o pedir juntos, más no eliminar o vencer al otro, los entrenadores en la mayoría de los casos solo ven el éxito como sinónimo de victoria y por supuesto la derrota ligada al fracaso, porque definitivamente se remiten únicamente al resultado más no al proceso como garantía de progreso, de gusto y placer por la práctica, y por conocimiento de los propios desempeños motores de sus alumnos.

    Si bien entendemos a la competencia también como un valor, desde esta orientación poco ayuda a la formación humana, sobre todo si se trata de un niño y su desarrollo personal, social y motor.

    ¿Cómo podemos generar en el niño el amor a la camiseta, si lo excluyo del partido? ¿Cómo hacemos que el niño juegue sin culpa por no saber tanto como los otros?, o al menos tanto como dice el entrenador, ya que sistemáticamente compara a los niños menos dotados con relación a los más aptos y definitivamente toda comparación enaltece a unos y desfavorece a otros.

    La idea de enseñar el deporte a partir de los mismos métodos que se utilizan en la práctica profesional o del adulto deportista persiste en muchos colegios y escuelas deportivas en donde se puede observar lo siguiente:

  1. Largas rutinas de trote alrededor de las canchas.

  2. Utilización de implementos (incluyendo porterías en el fútbol y tableros en el caso del basquetbol) propios de edades mayores

  3. Rigor en la exigencia técnica para realizar movimientos especializados del deporte en cuestión.

  4. Dureza en el trato de quien entrena hacia los alumnos e inflexibilidad en las formas de hablarles (algunos les dicen señores a los niños).

  5. Asignación de posiciones en el campo o cancha sin que necesariamente el niño participe en esa decisión o se tome en cuenta su interés y necesidad de movimiento.

  6. Castigos a quien realice erróneamente los ejercicios que el director técnico indica

  7. Incongruencia entre lo que le enseña al alumno cuando lo entrena y lo que le exige en los encuentros formales.

  8. Designación de niños en equipos llamados titulares y suplentes.

  9. Orientación selectiva hacia los alumnos más dotados para que hagan siempre los mismos movimientos mecanizados en los encuentros (saques de banda, tiros libres, tiros a la canasta, salto entre dos, penales etc.)

  10. En la dirección técnica del juego, los entrenadores parecen más bien narradores de partidos, atienden al que lleva el balón y le indican lo que debe hacer; ¿y los otros?, también se aprende a jugar sin balón.

    Es interesante observar durante algunos entrenamientos que los encargados de generar el gusto por el deporte en cuestión (no sólo el fútbol por cierto) castigan sistemáticamente a los niños por mala conducta o por no hacer las cosas de acuerdo a lo que indican sus entrenadores, poniéndoles a correr, realizando sentadillas, lagartijas o todo tipo de actividades de esfuerzo máximo. ¿Es posible que el niño piense que el ejercicio es salud y bienestar desde esa óptica?

    El deporte escolar debe ser atendido desde una lógica diferente, quitarle la parte solemne y hacerlo una fiesta del cuerpo desde la participación, la inclusión, la propia competencia motriz de los niños, la participación de las familias para que adquieran también ellas el compromiso de la asistencia y el ánimo transmitido hacia sus hijos, con formas de ejercitación que hagan que el alumno aprenda a jugar, más no que aprenda a entrenar o a obedecer; que aprenda la lógica del juego preferido, que le haga cambios a sus reglas, elija en que equipo quiere jugar cuando entrena, decida probar suerte en alguna posición de su agrado, quiera a su equipo por el ambiente que se genera cuando el también participa, proyecte lo aprendido en su escuela, o club y lo lleve como referente a su casa, y otros ámbitos en donde se desenvuelve, es decir generar en su estructura cognitiva un principio básico de pensamiento estratégico, lo que seguramente se verá reflejado en su vida cotidiana.

    La paradoja sería comprender que primero el ser humano crea al deporte y lo institucionaliza hacia finales del siglo XIX en Europa, lo dota de elementos de control y seguimiento, pero ahora es el deporte quien excluye al ser humano, entendiendo al deporte de alta competición no sólo desde la perspectiva del adversario, las reglas y los jueces, sino desde el negocio, los medios, la ciencia y la política a su servicio y la selectividad para lograr los mejores resultados hasta agotar a ese sujeto y preparar otro mejor que el anterior. Un porcentaje mínimo de alumnos que inician desde muy pequeños la practica en algún deporte de conjunto llegan al ámbito profesional. Mi buen amigo Mauricio Pedroza, Coordinador de Fuerzas Básicas en los Pumas de la UNAM, me comenta que cada año llegan a probarse en sus categorías infantiles alrededor de 1.500 niños por categoría y entonces entre los 10 y 16 años tenemos 10.500 niños que quieren ser futbolistas profesionales, del total solamente se queda el 1% con posibilidades reales y de esos 150 seleccionados, debutan tres, entonces ¿vale la pena preparar, probar, experimentar y estandarizar métodos de entrenamiento en niños para que lleguen a ser futbolistas con esas probabilidades de éxito y, por lo tanto de debut?

    Me parece que la apuesta es demasiado grande para una ínfima posibilidad, por tanto es necesario desmitificarlo, para que el alumno no lo vea como una de las grandes metas de la vida, en donde muchos jóvenes hoy apuestan su futuro para probarse en alguno de los clubes profesionales de su país y debutar prácticamente al precio que sea, incluso por encima de su propia autoestima, porque el deportista de elite pertenece a otra raza, vive en una dimensión diferente a la del resto de la humanidad, goza de privilegios que solamente se podrían comparar con los de los príncipes y reyes en la Edad Media, viajan, comen entrenan, visten y sobre todo algunos ganan cantidades verdaderamente insultantes para un trabajador o empleado común, de cualquier país del mundo.

    Se trata de utilizar al deporte de conjunto para enseñar otro tipo de habilidades que van más allá de la cerradas (como lo pueden ser los elementos técnicos en que se descompone cada ejercicio para su correcta ejecución o al menos su aparente buena técnica), me refiero a aquellas de tipo abierto, (en donde el patrón genérico se desarrolla de las más variadas formas y manifestaciones posibles ejecutadas con variabilidad al practicarlas) a construir y depurar posteriormente habilidades y destrezas motrices, enseñarle al alumno valores denominados positivos a través del deporte: el respeto, la solidaridad, la inclusión, la responsabilidad, el compromiso colectivo, la cooperación, la tenacidad, el empeño, la paciencia, la astucia y la amistad entre otros. Visto el deporte de esta manera, motivamos no solo al que potencial y genéticamente es más dotado que los demás, lo hacemos también hacia el que tiene capacidades diferentes y busca en el deporte una motivación y un pretexto para la convivencia y el sentirse útil en su vida. Construimos también la autorrealización y promovemos la adaptación a su medio social y familiar de manera más participativa ya que de este modo no excluimos a nadie.

    Para lograr lo anterior debemos ubicarnos entonces más allá de la figura del entrenador de niños o del director técnico, debemos ser ante todo educadores, profesionales de la enseñanza con niños, verdaderos promotores del deporte escolar y por supuesto educativo, es de ese modo como considero que el deporte llenará de alegría a cada alumno que asista a nuestros planteles educativos y busque en el educador la persona más preparada que le enseñe a jugar y muestre lo noble y valioso que puede ser el deporte para cada etapa de nuestra vida. El éxito no puede ser al precio que sea. Al respecto Marc Durand señala: Ninguna medalla vale la salud de un niño.

Bibliografía

  • Aisenstein, Angela (2002) La enseñanza del deporte en la escuela. Buenos Aires, Miño y Dávila.

  • Avanzini, Guy (2003) La Pedagogía desde el siglo XVII hasta nuestros días, México, Fondo de Cultura Económica.

  • Blázquez, Domingo (1998) La iniciación deportiva y el deporte escolar, España, INDE.

  • Capel, Susan (2002) Reflexiones sobre la educación física y sus prioridades, México, Secretaría de Educación Pública.

  • Durand, Marc, (1988) El niño y el deporte, España, Paidos.

  • Elias, Norbert (1996) Deporte y ocio en el proceso de civilización, México, Fondo de cultura Económica.

  • Florence, Jacques (2000) Tareas significativas en educación física escolar, España, INDE.

  • Ruiz Pérez, L. (1995) “Competencia motriz, Elementos para comprender el aprendizaje motor en educación física escolar”. España, Gymnos.

  • Vázquez, Benilde (1989), “La educación Física en la educación básica”. Madrid, Gymnos.

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