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La motivación en el aprendizaje motor. 

Estrategias de intervención

 

*Diplomado en Educación Física por la Universidad de Murcia

**Diplomado en Educación Física por la Universidad de Almería

(España)

Fernando Villegas Jaén

fvillegas86@hotmail.com

Miguel Ángel Martínez Cuenca

miguelcuenca84@hotmail.com

 

 

 

Resumen

          El presente artículo hace referencia al vínculo entre la motivación y el aprendizaje motor, es decir, de qué forma influye el primer término sobre el segundo. Igualmente, se exponen diversas estrategias de intervención dirigidas al fomento de este tipo de aprendizajes.

          Palabras clave: Motivación. Aprendizaje motor. Estrategias

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 142 - Marzo de 2010

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1.     Marco conceptual

    Para comenzar con el desarrollo del presente artículo será fundamental realizar, en primer lugar, una clarificación conceptual de las terminologías asociadas al mismo. En este sentido, empezaremos definiendo el conjunto terminológico “aprendizaje motor”, ubicándolo además en el área de Educación Física. Así, la Real Academia de la Lengua Española define el aprendizaje como “acción y efecto de aprender algún arte, oficio u otra cosa”. Pero en el ámbito donde se ubica este artículo el aprendizaje está relacionado con el aspecto motor. En esta línea, algunos autores citados por Ruiz (1994), hacen una definición de “aprendizaje motor”.

    Schmidt, o define como “un conjunto de procesos asociados a la práctica o a la experiencia, tendentes a provocar cambios relativamente permanentes en el comportamiento motor del individuo”.

    Grosser señala que es “el proceso de obtención, mejora y automatización de habilidades motrices, como resultado de la repetición consciente de movimientos”.

    Por otro lado, la mayoría de los autores hacen referencia a que el aprendizaje motor está relacionado con el crecimiento motor, la maduración motora y el desarrollo motor.

    Otra terminología clave de este artículo es “motivación”. Así, Gary Dessler (1979) señala que “la motivación refleja el deseo de una persona de llenar ciertas necesidades…”. Igualmente, muchos autores la consideran como un conjunto de razones positivas que mueven la acción del hombre para realizar un acto determinado.

    En el presente artículo analizaremos la motivación y su relación con el aprendizaje motor.

2.     Tipos de motivación

    Los distintos tipos de motivación están basados en los factores internos y externos que engloban a la persona (o de manera más concreta, al alumno). Así, Podemos clasificar la motivación en cuatro tipos:

  • Motivación relacionada con la tarea, o intrínseca: es aquella que surge de manera espontánea, sin motivo y es la más duradera. Por ejemplo, cuando una persona comienza a dominar una actividad deportiva u obtiene resultados de éxito, lo que refuerza su conducta hacia dicha actividad.

  • Motivación relacionada con el “yo”, con la autoestima: cuando el sujeto consigue buenos resultados irá formando, a la vez, una idea positiva de su persona, por lo que irá mejorará e incluso aumentará su autoconcepto y autoestima. Por tanto, este tipo de motivación fomenta el deseo constante de superación, guiado siempre por un espíritu positivo.

  • Motivación centrada en la valoración social: es la aceptación y aprobación que se recibe por parte de las personas que el sujeto considera superiores a él. La motivación social manifiesta en parte una relación de dependencia hacia esas personas.

  • Motivación que apunta al logro de recompensas externas: en este caso estamos hablando de los premios, regalos que se reciben cuando se han conseguido los resultados esperados. Ello está directamente relacionado con las teorías conductistas basadas en la sucesión de “estímulo-respuesta”.

3.     La motivación como mecanismo que estimula la acción de aprender

    Las exigencias objetivas de las situaciones de desarrollo producen, a través de los incentivos correspondientes, las disposiciones motivacionales apropiadas: la curiosidad permite la exploración del ambiente en la infancia; la asertividad, su dominio en la niñez; la pertenencia lleva a ampliar el abanico de relaciones en la adolescencia, y en la edad adulta y la interdependencia es la forma de enfrentarse a la complejidad de las relaciones. Pero como la motivación, por su propia naturaleza, implica tanto la búsqueda de estímulos (implicación) como su evitación (consolidación), se produce una duplicación en cada punto del ciclo vital y así, junto a las ya mencionadas hay que añadir en el mismo orden el apego, la búsqueda de relación, la identidad y la integridad.

    Cuando existe armonía entre las exigencias objetivas de la tarea y las disposiciones subjetivas del individuo, los objetivos del ciclo vital quedan satisfechos. No parece razonable obligar a un sujeto a practicar una actividad física determinada sin tratar de encontrar qué es lo que puede motivarle más; aunque por otro lado, también puede ocurrir que alumnos poco motivados hacia cierta práctica toman contacto con ella y llegan a sentirse atraídos hasta puntos insospechados.

    En principio, parece ser que la participación en la actividad física posee un importante valor intrínseco. Además, la necesidad básica de sentirse competente, el motivo de afiliación y el deseo de lograr y sobresalir figuran en casi todos los estudios en los que se analizan los motivos de la participación deportiva.

    El placer intrínseco ha figurado como uno de los motivos más importantes para que la gente practique. Con frecuencia las personas acometen actividades que aparentemente no conllevan ningún tipo de recompensa emparejada a su conducta, y es que la propia actividad constituye un premio en sí misma, sin que necesariamente constituya un medio para lograr un fin. A este tipo de motivación se le da el nombre de “intrínseca”. La conducta intrínsecamente motivada es aquella cuyo valor radica en la propia conducta. Como contrapartida tenemos la motivación derivada de una gratificación externa, “motivación extrínseca”.

    Cuando una persona se siente intrínsecamente motivada hacia una actividad física que suscita sentimientos de aptitud, el interés persiste. Por el contrario, si una persona se muestra activa es porque tal actividad, determinará una gratificación extrínseca (evitación de un castigo por faltar a unas sesiones de práctica, cobro de una cierta cantidad de dinero) entonces, casi con seguridad, el interés por la actividad desaparecerá con el premio.

    De aquí se deriva una segunda característica de la motivación intrínseca; el sujeto controla su propia conducta. La influencia del refuerzo externo en la motivación intrínseca se halla relacionada con la naturaleza del control, bien de uno mismo o de alguna entidad exterior.

    Parece existir acuerdo en la existencia de claras indicaciones del efecto desfavorable del refuerzo extrínseco en la motivación intrínseca de una persona, así como también podemos decir que la competición puede servir como factor extrínsecamente motivador, aunque es preciso prevenir contra generalizaciones demasiado simplistas.

    El educador no debe olvidar que, a través de las recompensas externas, se puede potenciar y mejorar la motivación interna, pero que no son más que un medio, no un fin en sí mismas. Esto nos lleva a pensar que se pueden mantener resultados con y sin recompensas externas, pero nunca sin refuerzos internos, por lo que el educador debe fomentarlos:

  • Planificando prácticas variadas y entretenidas.

  • Recompensando el esfuerzo y el desarrollo de la ejecución más que el resultado.

  • Recompensando cada logro que se va alcanzando en consonancia al mismo, sin sobrevalorarlo ni infravalorarlo.

  • Utilizando el feedback sobre los progresos físicos como un alto factor motivante.

  • Potenciando el refuerzo no sólo unidireccionalmente entre educador y alumno, sino también entre los propios alumnos.

4.     Factores que influyen en la motivación

    Como expone Ruiz (1994), la disposición para aprender puede ser afectada por múltiples y variadas circunstancias, tanto del aprendiz como del profesor y de la propia tarea que se enseña.

  • Factores ligados al alumno. Persiste aún la idea de que uno de los graves problemas de los educadores es seguir desconociendo al alumno como persona. El profesor tiene la obligación de conocer al máximo a sus alumnos, los cuales presentan grandes diferencias en cuanto a su Desarrollo Motor general, al estado madurativo y a las experiencias motrices concretas. Las capacidades y aptitudes de los alumnos, así como la experiencia anterior juegan un papel muy importante, de manera que la competencia motriz está relacionada con la percepción de seguridad en los propios recursos. Un alumno inseguro y con experiencias de fracaso motor, se sentirá menos motivado para aprender que aquel otro, que se ha visto favorecido por el éxito.

  • Factores ligados a la personalidad del docente. Elementos muy destacables en el campo de la enseñanza son la compenetración y la empatía, frente a la confrontación y la oposición. La personalidad del docente desempeña un papel para mover a sus alumnos hacia la práctica entusiasta de una actividad concreta. La atmósfera que sea capaz de crear, el respeto, el diálogo, las expectativas que manifieste sobre sus alumnos, pueden ser determinantes de los niveles de adquisición a conseguir.

  • Factores ligados a la tarea de aprender: Uno de los defectos que los docentes suelen tener es el presentar las tareas sin adaptación precisa para que la oferta sea atractiva y provocadora. Aspectos tales como la complejidad, la variedad, el tipo de práctica, el grado de incertidumbre, la novedad, la significación o el riesgo, pueden combinarse de muchas formas para conseguir mover a los aprendices hacia la tarea que se pretende practicar.

  • Factores ligados a las condiciones materiales. Si uno de los defectos puede ser la falta de atractivo de la tarea a presentar, uno de los graves problemas puede ser la carencia de materiales. Las condiciones materiales pueden determinar el tipo de organización de la clase y condicionar la práctica de las habilidades, lo cual influye en las clases.

5.     Estrategias para favorecer la motivación

    Ruiz (1994) propone las siguientes estrategias para favorecer la motivación hacia la participación en tareas motrices, como facilitadoras del Aprendizaje Motor:

  • La estructuración de la práctica. Se ha probado sobradamente el valor incitador intrínseco que poseen ciertos objetos, materiales y situaciones, entendiendo por incitador el estímulo que moviliza las conductas de los aprendices para alcanzar el objetivo. Ahora bien, también se puede provocar ese carácter incitador estructurando la práctica mediante situaciones y materiales variados, aumentando el grado de dificultad y ajustando las demandas de la tarea a los recursos del alumno (Famose, 1992). Esto supone, ir un paso por delante del nivel del alumno para conseguir que los aprendices disfruten. Otras variables a considerar son la novedad de las situaciones, de los materiales y el grado de significación de la tarea para el aprendiz. Las tareas deben presentar objetivos concretos y posibles de conseguir. La percepción de ser capaz de conseguir un objetivo moviliza la conducta de los alumnos más, que si los objetivos son inalcanzables o de excesiva facilidad de obtención.

  • Valoración del esfuerzo. Valorar el esfuerzo es, para la mayoría de investigadores, tan importante o más, que valorar el resultado.

  • Proporcionar conocimiento de los resultados. Uno de los efectos más relevantes de la información retroactiva sobre el Aprendizaje Motor es su capacidad motivante, de ahí que el profesor deba considerar las posibilidades que ofrece el que los alumnos conozcan lo que van alcanzando. Mediante vídeos, filmaciones o gráficas de evolución podemos mostrar a los alumnos lo que hacen y cómo lo hacen.

  • Conocer el nivel de aspiraciones. Es ya clásico el descubrimiento de los efectos del nivel de aspiraciones del sujeto sobre su deseo de aprender. Como ya hemos señalado en un apartado anterior, el nivel de aspiraciones está basado, principalmente, en la interacción entre el autoconcepto del alumno y sus experiencias de fracaso, o de éxito en el ámbito motor. Dado que ni el éxito ni el fracaso serán percibidos de igual manera por cada alumno, el profesor deberá procurar ser capaz de estar al corriente de los efectos que sobre cada uno de sus alumnos pueden producir ambas posibilidades de resultados, evitando considerar a todos los alumnos por igual. Las experiencias anteriores agradables y exitosas en aspectos motores, favorecerán el deseo de aprender cualquier tipo de habilidades motrices, mientras que un pasado impregnado de fracaso y de dificultades, normalmente conlleva la inhibición y seguidamente el abandono. También el ambiente familiar y social pueden influir de manera importante en el nivel de aspiraciones de un sujeto. El profesor deberá intentar encajar las aspiraciones de los alumnos en el marco de sus posibilidades para conseguir las metas. Practicar la pedagogía del éxito, sin duda favorecerá el nivel de aspiraciones de los alumnos.

  • Favorecer la participación en el establecimiento de los objetivos. La elaboración de los objetivos puede ser realizado por el profesor, o puede ser autoimpuesto por el aprendiz. Proponer la participación activa de los alumnos en el establecimiento de los objetivos, tiene un efecto motivador intrínseco, que favorece la identificación de los alumnos con los objetivos que se pretenden conseguir. La consecución de los objetivos programados posee un efecto reforzador importante que satisface dos tipos de necesidades, de autoestima y de aprobación social. Para favorecer estos efectos, el profesor debe ayudar al aprendiz a establecer los objetivos buscando que sean concretos, significativos, posibles de conseguir, que admitan las diferencias individuales y que se basen en experiencias pasadas.

  • Incentivando a los alumnos. Un incentivo puede ser todo objeto material o simbólico, condición o estímulo, que activa al alumno hacia él o a separarse del mismo. Es una promesa de recompensa. Los alumnos viven en un mundo que provoca expectativas de recompensa por el esfuerzo y por los resultados. Los incentivos incitan al alumno a practicar para obtener satisfacción (figura 1).

  • Utilización de materiales diversos. La utilización de materiales tales como cuadernos de actividades motrices, tablones de anuncios, recopilación de noticias, fotografías de acontecimientos, películas, videos o diapositivas, constituyen estrategias que pueden aportar efectos motivacionales. De igual modo, la confección de estos materiales por los propios alumnos favorecerá el aprendizaje significativo.

  • Reforzando o castigando. Los psicólogos conductistas han destacado el efecto de los refuerzos en el aprendizaje. Son refuerzos positivos las alabanzas, las sonrisas, los caramelos o cualquier otro tipo de recompensa. Su aplicación debe ser contingente a la conducta deseada. Son castigos las reprobaciones, los desprecios, las multas o las increpaciones. El refuerzo positivo es más apropiado que el castigo, recordando la necesidad de una atmósfera positiva como más propicia para el aprendizaje. Otro tipo de refuerzos son los denominados “vicarios”. Se refieren al efecto que tiene sobre el sujeto no involucrado directamente, la observación de la conducta desarrollada por otros y los refuerzos obtenidos por ella (aprendizaje observacional).

  • Manifestando las expectativas. Está demostrado el efecto que las expectativas tienen en el aprendizaje motor, también denominado efecto Pigmalión. Es necesario manifestar a los alumnos lo que se espera de ellos, lo cual activa su conducta y les dispone mejor para aprender.

Figura 1. Ejemplo de nivel de adquisición y extinción de habilidades motrices con incentivos altos y bajos

 

Figura 2. Esquema de la motivación

6.     Conclusiones

    Tras el análisis del presente artículo podemos concluir, que existe una relación de dependencia entre motivación y aprendizaje motor. En este sentido, la motivación es un pilar básico para la adquisición de nuevas habilidades motrices, así como para su consolidación.

    Así mismo, la motivación también está relacionada con el autoconcepto y la autoestima de la persona (tal y como se ha estudiado en los tipos de motivación).

    Por otro lado, la motivación dependerá también de ciertos factores, como son el propio sujeto, el educador y, por último, la naturaleza de la tarea. La interacción de estos tres factores determinará, igualmente, el nivel de aprendizaje motor.

    Por último, en la praxis, existen diversas estrategias dirigidas a fomentar la motivación del educando. Así, la propuesta de una serie de metas alcanzables, la variabilidad en la práctica, la utilización de refuerzos y/o castigos, la utilización de materiales diversos, etc., determinarán de alguna forma el grado de motivación y aprendizaje motor del sujeto (en función de cómo se lleve a la práctica).

Bibliografía

  • Ardila, R. (1986): “Psicología del aprendizaje”. Siglo Veintiuno de España Editores. Madrid.

  • Ardila, R. (2002): “Psicología del aprendizaje”. Siglo veintiuno editores. México.

  • Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Vigésima segunda Edición.

  • Famose, J. P. (1992): “Fundamentos del aprendizaje de la técnica y la táctica deportiva”. Inde. Barcelona.

  • Riera, J. (1989): “Fundamentos del aprendizaje de la técnica y la táctica deportiva”. Inde. Barcelona.

  • Ruiz Pérez, L. M. (1994): “Deporte y aprendizaje. Proceso de adquisición y desarrollo de habilidades”. Aprendizaje Visor. Madrid.

  • Sánchez Bañuelos, F. (1992): “Didáctica de la Educación Física y el deporte: bases para una didáctica de la Educación Física y el deporte”. Gymnos. Madrid.

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