efdeportes.com
Turismo activo y experiencia óptima en paisajes naturales

 

Universidad de Málaga

(España)

José David Triguero Florido

ppdeivid@eresmas.com

Antonio Hernández Mendo

mendo@uma.es

Verónica Morales Sánchez

vomorales@uma.es

 

 

 

Resumen

          Este trabajo forma parte de una investigación de mayor alcance dedicada al conocimiento de las prácticas deportivas denominadas genéricamente con el nombre de turismo activo. Se pretende estimar las relaciones de éstas con la vivencia de una serie de sensaciones denominadas experiencia óptima o experiencia flow. Éste modelo, desarrollado por Csikszentmihalyi (1975, 1988, 1990, 1992), ha sido ampliamente estudiado en la literatura científica y ha dado lugar a multitud de estudios, uno de cuyos ámbitos de investigación más fecundos es el deportivo, especialmente en lo referido al alto rendimiento y a la motivación.

          Palabras clave: Turismo activo. Experiencia óptima. Espacios naturales

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 141 - Febrero de 2010

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Introducción

    El contexto teórico de la investigación se enmarca en el estudio del concepto Ocio y su evolución en las distintas etapas históricas, toda vez que es éste el contexto general en el que se ha abordado el estudio del Turismo Activo. El interés por el Ocio como objeto de estudio no es nuevo para la ciencia y son numerosas las aproximaciones desde la especificidad de la psicología social, especialmente en las últimas tres décadas (Rodríguez-Suárez y Agulló-Tomás, 2002). Así, existen antecedentes en la preocupación por este concepto en obras clásicas que lo abordan desde perspectivas que atañen a esta investigación. Autores como Veblen (1898) o Huizinga (1948) se acercan al estudio del ocio desde la sociología aportando valiosas teorías que han marcado la investigación y la elaboración teórica posterior. Especialmente relevantes son las aportaciones de autores como Neulinger (1974) y Mannel, Zuzanek y Larson (1988) que incorporan las teorías sobre la motivación intrínseca y la experiencia libremente definida como elementos caracterizadores de la experiencia de ocio. Estos dos conceptos, que hacen referencia a la utilización del tiempo de ocio como actividad libremente elegida y como experiencia con valor en sí misma vienen orientando la investigación sobre este tema, especialmente a raíz de la aparición de la teoría de la experiencia óptima, la cual ha generado un fecundo campo de estudio en torno a la motivación por la práctica de actividades asociadas al tiempo libre, el turismo y el deporte.

    Es en este contexto en el que se inscribe esta investigación, abordando el fenómeno del turismo activo, que se aloja en el concepto de tiempo de ocio y que hunde sus recién germinadas raíces en las nuevas motivaciones turísticas y deportivas asociadas a la vivencia de experiencias diferenciadas y singulares en escenarios salvajes. Turismo activo es el nombre genérico de una serie de prácticas de reciente aparición que comprenden toda una serie de actividades que están a caballo entre la práctica deportiva, la actividad turística y el interés por el medio ambiente. Este carácter multidisciplinar le otorga una singularidad que no permite encasillar su estudio desde una perspectiva única, y exige la realización de análisis que tengan en cuenta esta complejidad.

    En esta investigación se ha tratado de identificar las características de la experiencia vivida por los practicantes de turismo activo, teniendo en cuenta que está conformada por las percepciones que éstos tienen acerca de la actividad motriz realizada, la información recibida, el escenario natural en el que se ha realizado, las motivaciones para realizar la actividad y las predisposiciones de los practicantes.

    La investigación se inicia con la construcción de una herramienta que permita estimar las fuentes de variancia de esta experiencia y acercarnos a la comprensión del turismo activo como fenómeno multidisciplinar y fronterizo entre los ámbitos propios del deporte y el turismo. El desarrollo de esta herramienta y el estudio de las propiedades psicométricas se ha realizado recogiendo información de un amplio espectro de actividades deportivas realizadas en espacios naturales protegidos. La recogida de información se realizó en distintos escenarios que abarcan la totalidad de tipologías paisajísticas de los espacios naturales de Andalucía. La administración del cuestionario se realizó en veinticuatro localizaciones naturales repartidas en las ocho provincias de la Comunidad Autónoma.

    Esta parte de la investigación está dedicada a la aproximación teórica a los conceptos de ocio y turismo, así como a su evolución histórica hasta alcanzar su situación actual. En él se describe el contexto teórico más general de la investigación partiendo desde el concepto más genérico, el ocio, hasta el más específico, turismo, que da nombre y soporte normativo al complejo espectro de actividades físico-deportivas que se realizan en los escenarios naturales.

Concepto y evolución del ocio y el turismo

    El turismo, como fenómeno que se ha desarrollado a lo largo del siglo XX, ha suscitado numerosas investigaciones que han abordado su estudio fundamentalmente desde una perspectiva económica. La mayor parte de la investigación ha estado orientada a la realización de estimaciones cuantitativas sobre los flujos de los viajeros y las implicaciones económicas que éstos conllevan, (Butler, 1990; Bote, 1996; Martín y Peláez, 2000) Así mismo, desde la psicología social y la sociología se ha abordado el estudio de las motivaciones de los turistas, existiendo numerosas teorías que tratan de explicar los propósitos que subyacen en la realización de viajes, (San Martín, 1997; Rodríguez-Suárez y Agulló-Tomás, 2002).

    En este trabajo se aborda el fenómeno del turismo partiendo desde una aproximación a los distintos modelos explicativos del ocio y se sientan las bases para el ulterior acercamiento al objeto principal de esta investigación: la experiencia óptima en la práctica de las actividades físico-deportivas que conforman el turismo activo.

Aproximación al concepto de Ocio

    Diversos autores se han aproximado al concepto de ocio desde perspectivas distintas y han abordado este fenómeno desde disciplinas como la sociología, la economía o la psicología social (Dumazedier, 1968; Iso-Ahola, 1979; Munné, 1980), siendo una de las más recientes la de Argyle (1996, p.3) para quien el ocio comprendería todo el conjunto de actividades que una persona realiza en su tiempo libre, porque desea hacerlas, sin presiones externas, con el objetivo de divertirse, entretenerse, desarrollarse a sí mismo, o cualquier otro objetivo que no implique beneficios materiales.

     Dumazedier (1998) define al ocio como el conjunto de operaciones a las que el individuo puede dedicarse voluntariamente; sea para descansar, para divertirse, para desarrollar su información y formación desinteresada, su voluntaria participación social o su libre capacidad creadora. Además vincula este fenómeno a determinadas condiciones sociales que permiten que sea la primera vez dentro de la historia de las sociedades tecnológicas que la duración media semanal de tiempo libre ha sobrepasado la del tiempo de trabajo, para la población masculina y femenina de más de 18 años.

    Los elementos que constituyen el ocio han sido definidos por Wearing, Betsy y Stephen (1987): (1) El tiempo libre, considerándolo como tiempo (Neumeyer, 1944); (2) el tipo de actividad, considerándolo como actividad; (3) la experiencia vivida, considerando el ocio como experiencia (De Grazia, 1963; Neulinger, 1974).

    Neulinger (1974) en Psychology of Leisure introduce el Modelo de los Tres Factores del Ocio, que pronto sería adoptado por la mayor parte de los investigadores (Iso-Ahola, 1988). El modelo de los tres factores considera el ocio desde tres puntos de vista: (1) La economía, que lo considera como tiempo libre; (2) la sociología, que lo considera como una actividad; (3) La psicología, que lo considera como un estado mental.

    De hecho, Neulinger (1981) considera al ocio no solamente como un componente de la calidad de vida, sino su propia esencia. El modelo de Neulinger concibe el ocio como un estado de la mente producido por las experiencias o las actividades que se producen bajo la condición de libertad percibida, que se entiende como el grado en que una persona está involucrada por voluntad propia en una actividad determinada. Así mismo propone que la calidad del ocio viene determinada por la motivación intrínseca hacia la actividad.1 En este sentido, para Neulinger el ocio no es sólo un componente de la calidad de vida, sino la esencia de ella, argumentando que es la línea guía necesaria para cualquier decisión relacionada con la calidad de vida (p.66).

    Desde una aproximación economicista al concepto de ocio, éste es considerado como un bien de consumo de primera necesidad y como medida de tiempo. A partir de los inicios del siglo XIX este tiempo libre aumenta progresivamente: así en EEUU la semana pasó de setenta horas en 1860 a treinta y siete en 1960. En Francia, en el mismo período, de ochenta y cinco a cuarenta y ocho horas. En todos los países económicamente desarrollados ha tenido lugar esta reducción del tiempo de trabajo y, consiguientemente, el considerable aumento del tiempo libre, fenómeno que se ha debido a cuatro factores paralelos (Hernández Mendo y Morales Sánchez, 2006):

a. Menos horas diarias de trabajo.

b. Disminución de los días de trabajo por semana.

c. Menos semanas de trabajo al año.

d. Menos años de trabajo.

    El ocio ha sido considerado como trabajo no remunerado, como necesidad del sistema de producción para poder conseguir mejores rendimiento o como bien abstracto de consumo que se elige en detrimento del aumento del nivel de vida. Sin embargo a este respecto, los datos estadísticos concernientes a los últimos ciento cincuenta años demuestran que a pesar de que las horas trabajadas se han reducido casi a la mitad, el nivel de vida ha aumentado en cinco veces. Los economistas se han planteado un posible ajuste de las decisiones de la iniciativa privada y los determinismos del mercado del ocio (Hernández Mendo, 2000; Hernández Mendo y Morales Sánchez, 2005, 2006, 2008).

    Para Sue (1982), el ocio es un fenómeno social, ya que se ha convertido en una reivindicación fundamental. Esto es debido, según las propuestas de este autor, a tres factores:

1. La progresión lenta del tiempo libre, que favorece un cierto equilibrio entre trabajo y ocio, a la utilización del tiempo de ocio que provoca una mayor demanda de ocio, al aumento del presupuesto económico para las diversiones de forma más rápida que la de otros gastos.

2. El aumento de los salarios y del tiempo libre

3. Ciertas actividades de esparcimiento desempeñan un papel social indispensable para la colectividad.

  Actualmente el ocio es una industria organizada en la cual, la inversión y el negocio son sus ingredientes básicos. Según datos de la Encuesta Anual de Servicios, (INE, 2008) los servicios audiovisuales generan 11,7 mil millones de euros en el año 2006. Dentro de estos, las actividades vinculadas a la radio y la televisión suponen el 63,4% del total, y el resto corresponde a actividades cinematográficas y de vídeo. Las actividades recreativas, culturales y deportivas suman una cifra de negocios en torno a los 17,8 mil millones de euros, con 282.706 ocupados a 30 de septiembre de 2006. Los tres subsectores que engloba esta agrupación de actividad aportan una cifra similar en cuanto a número de ocupados, pero casi la mitad del volumen de negocio corresponde a actividades recreativas diversas, que incluyen los juegos de azar y las apuestas, con 8,8 mil millones de euros. Algo más de 70.000 empresas están relacionadas con estos servicios. Un 37,2% del total se dedican a actividades artísticas y de espectáculos y un 32% a actividades recreativas diversas.

Antecedentes históricos del ocio

    Si bien algunos autores como Parker (1971) y Dumazedier (1988) sostienen que el ocio es un fenómeno exclusivo de nuestro tiempo, resulta arriesgado negar la dimensión histórica del ocio (Munné, 1980). Para Parker (1971), el acortamiento de la semana laboral ha supuesto que el ocio haya pasado a cobrar relevancia en la vida de los seres humanos; por su parte Dumazedier (1988), considera que el ocio toma sus características definitorias a partir de los cambios acaecidos como consecuencia de la revolución industrial que supusieron modificaciones en las actitudes y demandas de la clase obrera en pos de alcanzar grados de calidad de vida que les eran negados en dicho periodo.

    El estudio sobre los modos de darse el ocio en determinados contextos sociales ha sido abordado por Munné (1980). Siguiendo a este autor, parece necesario considerar su dimensión histórica teniendo en cuenta las coordenadas temporales y los valores que en cada momento han condicionado su desarrollo para valorar la dimensión que alcanzó el ocio en cada uno de esos momentos. Munné y Codina (1996), han puesto en evidencia la sensibilidad del ocio ante los cambios socioculturales y las distintas manifestaciones del comportamiento que pueden darse en el transcurso de una misma actividad, utilizando para definir esta característica la denominación multiformidad del ocio. Desde esta perspectiva, la concepción del ocio guarda una estrecha relación con cada época, lo cual determina su consideración en una sociedad determinada. Esto le confiere un valor o disvalor en función de la consideración alcanzada en una clase dominante o un sector significativo de la sociedad (Hernández Mendo, 2000; Hernández Mendo y Morales Sánchez, 2006). Por tanto, consideramos necesario realizar un repaso histórico por las distintas concepciones que el ocio ha tenido en distintas sociedades.

La skholé como ideal griego

    Etimológicamente skholé significa parar o cesar, con el sentido originario de estar desocupado y por tanto, disponer de tiempo para uno mismo, coincidiendo con el significado literal de la expresión tiempo libre. La skholé no era sinónimo de no hacer nada, sino la posibilidad de gozar de un estado de paz y contemplación creadora dedicada a la theoria, saber máximo entre los griegos, en que se sumía el espíritu. La disposición de este tiempo fue posible gracias a la estratificación social de los helenos. Solamente unos pocos podían gozar de este tiempo debido a la existencia de la esclavitud. Esto tiene como consecuencia más inmediata, en la sociedad griega clásica, que sólo el hombre que posee ocio es libre, esto es posible porque sólo el hombre libre puede poseer ocio (Hernández Mendo, 2000; Hernández Mendo y Morales Sánchez, 2005, 2006, 2008)

El otium romano

    El concepto otium en Roma se entiende como oposición a con el concepto nec-otium. En este sentido es más prosaico que en la cultura griega. El ocio consiste en la ausencia de trabajo, abarcando todo el tiempo libre que queda después de él. El ocio no es tiempo de ociosidad, sino de descanso y de recreo tanto como de meditación. La novedad en la concepción romana del consiste en la introducción del concepto ocio de masas. En este sentido es sinónimo de desocupación y de diversión más o menos impuesta por las clases dominante como medio de control social (Ruíz, 2008).

La concepción del ocio en la Edad Media y el Renacimiento

    En la Baja Edad Media y comienzos del Renacimiento lo encontramos con otro sentido. Se inspira en un espíritu lúdico clasista que retoma y transforma los ideales del clasicismo griego. Consiste en la abstención de trabajo y en la dedicación a actividades elegidas libremente tales como la guerra, la política, el deporte, la ciencia o la religión. Huizinga (1998) introduce el concepto de vida ociosa como indicador de una elevada posición social y le confiere un valor simbólico de distinción.

  La concepción del ocio en la Edad Moderna

    Los postulados sobre el valor ético y religioso del trabajo defendido en Europa por la ética reformista del calvinismo y las rígidas doctrinas del puritanismo inglés, a partir del siglo XVII, dan un nuevo sentido a la idea de ocio. La nueva concepción lo considera como un vicio personal y social, pasando a ser entendido por antagonismo a las virtudes del trabajo. Mientras que el primero es improductivo, el segundo es productivo. El protestantismo suprimió el culto a los santos, y con ello los días de fiesta dedicados a ellos, que pasaron de este modo a ser productivos. El movimiento puritano restringió los placeres y las distracciones, y miró con recelo la práctica de la educación física y los deportes, los cuales sufrieron fuertes limitaciones (Hernández Mendo, 2000; Hernández Mendo y Morales Sánchez, 2005, 2006, 2008).

El ocio y la Revolución Industrial

    Con la llegada de la Revolución Industrial la jornada de trabajo sufre una drástica modificación. El número de horas dedicadas a diario se incrementa para hombres, mujeres y niños, hasta llegar, incluso, a puntos agotadores. Todo ello implica que las masas trabajadoras tomen conciencia de esta situación e inicien un movimiento reivindicativo. Sus objetivos se resumen en dos puntos: reducción de la jornada laboral y aumento de los salarios. Ello origina un proceso que persigue la disminución de las horas de trabajo a través de medidas legislativas, mediante las cuales los gobiernos establecen límites máximos a la jornada de producción. Una fecha significativa es el año 1948, en la que la Asamblea de las Naciones Unidas aprueba la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta declaración proclama en su artículo 24 el derecho al disfrute del tiempo libre. Es necesario resaltar la nueva dimensión que alcanza el ocio y el tiempo libre en esta etapa (Hernández Mendo, 2000; Hernández Mendo y Morales Sánchez, 2005, 2006, 2008). Tanto en Grecia como en Roma, como en la Edad Media y Renacimiento y el puritanismo inglés posterior, la actividad ociosa tiene un significado claro que condiciona el empleo del tiempo dedicado a ella. La valoración del ocio está en función del modo como se emplea. Esto es diferente en el uso moderno del término. Lo que importa no es directamente el ocio, sino el no-trabajo. El valor esencial se centra en los aspectos cuantitativos, no en los cualitativos.

 La concepción del ocio y del tiempo libre en la historia

    Según Hernández y Morales Sánchez (2006), se han desarrollado dos grandes corrientes acerca de la concepción del ocio. Por una parte el ocio considerado como un fenómeno distinto al tiempo libre; por otra parte el ocio considerado como tiempo libre. Desde esta distinción también aparecen las dos grandes concepciones: la concepción burguesa y la concepción materialista.

La concepción burguesa del ocio

    Esta concepción tiene sus raíces en las tradiciones puritana y liberal. Esta doble tradición explica que aunque en los comienzos el sistema capitalista entraba en contradicción con el ocio, no sucede esto una vez que el sistema se ha consolidado. Es más, incluso el ocio, llega a verse como un punto de apoyo importante para el interés económico, por cuanto las masas pasan a disponer de una suficiente capacidad temporal de consumo. (Hernández Mendo, 2000; Hernández Mendo y Morales Sánchez, 2005, 2006, 2008).

    Tanto en Estados Unidos como en Inglaterra en el segundo cuarto de este siglo surgen una serie de trabajos interesados en estudios empíricos acerca de esta problemática. Sobre todo se interesan por las pautas de comportamiento en el empleo del tiempo libre de los ciudadanos. La obra clásica que inicia el interés por este objeto de estudio es The theory of leisure (Veblen, 1899). Así se inicia una corriente empírica investigadora del ocio como problema social, corriente científica que se extenderá por el resto de los países europeos (Rodríguez-Suárez y Agulló-Tomás, 2002). En síntesis, en la concepción burguesa se observa una triple actitud: subjetiva en lo psicológico, individualista en lo sociológico y liberal en lo político (Munné, 1980; Hernández Mendo, 2000; Hernández Mendo y Morales Sánchez, 2005, 2006, 2008).

a. Desde el subjetivismo se concibe el ocio como la vivencia de un estado subjetivo de libertad.

b. Desde el individualismo se considera que el ocio pertenece a una esfera diferente a lo colectivo, porque no depende de los demás, sino que es individual.

c. Desde el liberalismo se destaca que el ocio es privado por lo que la sociedad no puede determinar su empleo personal.

La concepción marxista del tiempo libre

    La otra gran tendencia es la concepción marxista que, en contraste con el carácter heterogéneo de la concepción burguesa, presenta una cierta unidad en sus distintas corrientes. No obstante existen ciertas diferencias entre ellas, por ejemplo, en lo relativo a la discusión que afecta al problema del tiempo libre, en qué medida la alienación es un fenómeno general de las sociedades industriales o exclusiva del capitalismo. Sintéticamente diremos que a pesar de los diferentes marxismos, es posible encontrar ciertos puntos de contacto entre ellos que consiguen construir un modelo de cómo debe ser el tiempo libre, considerándolo como un tiempo opuesto al del trabajo. Si bien la visión marxista ofrece soluciones poco matizadas, sí se extiende en la crítica y en el planteamiento de problemas que tocan al tiempo libre, frente a la visión burguesa, se trata de una concepción de carácter objetivo, colectivo y planificadora del tema. Ante tal diferencia resulta difícil hablar de actitud conciliadora entre ambas, pero en este punto Lanfant (1978) habla de ocho proposiciones que convergen entre ambas y que las presenta como lo que denomina la actual teoría del ocio:

1. El tiempo libre se da separado del resto del tiempo, especialmente del tiempo del trabajo.

2. El tiempo libre es aprehendido como una totalidad abstracta.

3. El tiempo libre aumenta al incrementarse la productividad.

4. El tiempo libre evoluciona con autonomía del sistema social.

5. Las actividades propias del tiempo libre son actividades libres.

6. El individuo se determina libremente, en función de sus necesidades personales.

7. Las actividades y los valores del tiempo libre están ligados entre sí por las elecciones individuales, las cuales se ordenan libremente.

8. El ocio es un sistema permutable de valores y elecciones.

La investigación sobre ocio y tiempo libre desde la psicología social

    La psicología social se ha ocupado de la investigación en el ámbito del ocio, el tiempo libre y el turismo. Rodríguez-Suárez y Agulló-Tomás (2002) consideran que es a partir de 1964 cuando comienza el estudio del ocio desde la psicología social. En ese año (Berne, 1964) se lleva a cabo una de las primeras aproximaciones de la psicología al fenómeno del ocio, en su estudio sobre los juegos de la gente y la psicología de las relaciones humanas, el ocio ha ido adquiriendo una relevancia cada vez mayor como campo de estudio de la psicología, siendo en último término la psicología social la disciplina que se ha erigido como la más interesada y pertinente para analizar este fenómeno al que cada vez se concede mayor atención, fundamentalmente por su incidencia tan significativa en casi todos los ámbitos de la realidad social

    En 1969 se funda la revista Journal of Leisure Research, que también proporciona un enérgico impulso al desarrollo de la psicología social, pese a que la orientación de esta publicación no fuese únicamente psicológica. En 1970 la Universidad de Illinois empieza a aplicar los conceptos fundamentales de la psicología al estudio del ocio (Kelly y Godbey, 1992), y es, sin duda, John Neulinger el que puede considerarse como el padre de la psicología del ocio, desde que en 1974 publicara su hoy clásico Psychology of Leisure. Esta publicación, en la que el autor introdujo el modelo de los tres factores del ocio, que pronto sería adoptado por la mayor parte de los investigadores, marcó un hito decisivo, ya que serviría para que muchos estudiosos se interesasen en la investigación de los aspectos psicológicos del comportamiento en el ocio (Iso-Ahola, 1988). A principios de los años setenta, distintos investigadores, (Driver y Toucher, 1970; Driver y Brown, 1975; Driver, 1976), comienzan a adoptar un enfoque psicosociológico más sistemático en el estudio de la recreación al aire libre. (Driver y Toucher, 1970; Driver y Brown, 1975; Driver, 1976). Según Rodríguez-Suárez y Agulló-Tomás (2002), hay que destacar el estudio de Williams (1977) en el que investigó acerca de las diferentes aproximaciones que la psicología venía aportando al estudio del ocio en el que ponía de manifiesto las relaciones entre ambas disciplinas. Las contribuciones fundamentales a la psicología del ocio provienen, inicialmente, del propio Neulinger, al desarrollar una tipología que denomina paradigma del ocio. Este modelo está basado en la clasificación de las dimensiones libertad percibida y motivación intrínseca anteriormente citadas y ha sido utilizado de forma reiterada en la investigación sobre ocio y tiempo libre. Asimismo la motivación intrínseca ha sido utilizada en la investigación sobre diversas áreas del ocio, tales como el juego de los niños (Csikszentmihalyi, 1975), el ocio y la salud física (Iso-Ahola, 1982), la evaluación de los servicios de ocio (Iso-Ahola, 1988) y la experiencia de flow (Mannell, Zuzanek y Larson, 1988).

    Iso-Ahola (1980) aborda por primera vez la necesidad y pertinencia de una psicología social del ocio. Analiza sus características y presenta instrumentos para medir diversos procesos psicosociales básicos que se producen en el ocio y la recreación. Así mismo, esboza temas como la teoría y el método de la psicología social del ocio y la recreación, las estrategias y técnicas psicosociológicas para el estudio de las experiencias de ocio, o la satisfacción en el ocio. En 1980 Frederic Munné publica su obra Psicosociología del Tiempo Libre, en el que estudia de las diferentes propuestas sobre el ocio que se han dado a lo largo de la historia y propone su particular teoría del tiempo libre. A partir de la década de los ochenta Chamberlain (1983) publica su trabajo sobre las correlaciones psicosociológicas del ocio. En la misma década Manell (1984), Ingham (1986) o Iso-Ahola (1988) postulan que la mayor parte del trabajo de la psicología sobre el ocio se ha realizado en el área de la psicología social. En 1984 se edita un número especial de la revista Annals of Tourism Research, dedicado a la psicología social del turismo. Muchos de los capítulos de dos de los grandes clásicos de esos años, Constraints on Leisure (Wade, 1985) y Understanding Leisure and Recreation (Jackson & Burton, 1989), fueron realizados partiendo así mismo de un análisis y una perspectiva psicosociológicos.

    Por otra parte, en Europa, Argyle (1996) publica su propio manual de psicología social del ocio en 1996; en él, el autor trata de establecer los orígenes históricos del ocio y su relación con el trabajo, analizando sus principales postulados, especialmente los relativos a los aspectos y factores psicosociales con los que el ocio está relacionado. Para ello intenta adoptar y adaptar las más importantes teorías norteamericanas al contexto europeo. Mannell & Kleiber (1997) hacen lo propio en su compendio de psicología social del ocio y definen la psicología social del ocio como estudio científico del comportamiento y la experiencia del ocio de los individuos en situaciones sociales. En la actualidad, la mayor parte de las revistas relativas al estudio del ocio publican un gran número de investigaciones realizadas desde un punto de vista psicosociológico: Journal of Leisure Research, Leisure and society, o Therapeutic Recreation Journal. Este creciente interés por el ocio desde la psicología social se constata con la celebración de los Congresos de 1997 en San Sebastián y de 2000 en Oviedo. En este segundo, se presentaron 15 investigaciones en una sección específica para el ocio (bajo el epígrafe de Psicología del Ocio, deporte y Turismo: El individuo y el tiempo libre), aparte del estudio introductorio y recapitulador del propio Munné, y de algunos otros trabajos afines. Para una relación detallada de autores y obras que desde la psicología social española se han dedicado al estudio del ocio, véase Munné (2000). Precisamente, un capítulo titulado Psicología Social del ocio y el tiempo libre, (Munné y Codina, 1996) fue incluido en el manual Psicología Social Aplicada lo que, junto a otros trabajos posteriores (Munné 2000; Munné y Codina, 2002; Codina 2006a, 2006b, 2008; Hernández Mendo, 2000; Hernández Mendo y Morales, 2005, 2006, 2008) evidencian el creciente interés de la psicología social por el ocio en nuestro país.

    El ocio como objeto de estudio de la psicología social presenta dos concreciones que son de especial interés para nuestra investigación. Por una parte el turismo y, por otra, la actividad física, el juego y el deporte. En el ámbito del turismo es necesario destacar que en España, San Martín (1997) publica Psicosociología del ocio y el turismo, un sintético manual que introduce en España por primera vez gran parte de los conceptos y teorías (principalmente provenientes del mundo anglosajón) sobre ocio realizadas desde la psicología social. Ovejero (1998) confiere una importancia creciente al estudio del ocio y el turismo desde la perspectiva de la psicología social, y advierte que la sociedad postindustrial y postmoderna en la que estamos se caracteriza, entre otras cosas, por ser una sociedad del ocio y del tiempo libre, de ahí que los psicólogos sociales, tanto en sus análisis teóricos como en sus aplicaciones, estén obligados a estar al tanto de estos cambios que se van produciendo en nuestra sociedad y que se ocupen de ámbitos tan en boga y en expansión actualmente como son el ocio y el turismo (p. 356). San Martín (1997), aborda la temática del cambio de actitud destacando la importancia que en el contexto turístico adquiere la influencia que la exposición a un destino ejerce sobre el cambio de actitud. De hecho, los estudios sobre turismo y cambio de actitud se han extendido en los últimos años.

    En cuanto a las aproximaciones al ocio desde el punto de vista de la actividad física, el juego y el deporte hay que remontarse al clásico Homo Ludens, publicado por vez primera en 1949 (Huizinga, 1998), para encontrar una aproximación teórica sobre las relaciones entre la socialización y el juego. Existen numerosas concepciones del juego muy diferentes entre sí, lo que explica la importancia y el valor que tiene esta manifestación de la conducta en campos tan diversos como la psicología y la psiquiatría, la pedagogía y el arte, la religión y la política (Munné,1980). Este autor recapitula las diferentes teorías sobre el juego para extraer de ellas una serie de factores importantes: la manifestación de libertad que comporta y el poder de la conducta lúdica como compensador de las limitaciones de la vida seria. Así mismo resultan de especial interés las aportaciones de Parlebas (1989) que, si bien no lo aborda desde la psicología social, introduce conceptos como conducta motriz o sociomotricidad que han sido trascendentes en la investigación posterior sobre actividad física.2

Aproximación al concepto de turismo

Concepto y clasificación del turismo

    A lo largo del tiempo se han propuesto muchas definiciones del término turismo. Las primeras tuvieron sus orígenes en el siglo XIX aunque no fue hasta principios del siglo XX cuando se realizan las primeras aportaciones. El Turismo empieza a considerarse una verdadera materia científica a finales de la Primera Guerra Mundial. Los primeros trabajos proceden del campo de la Economía, (Fernández, 1991, pp. 23-25). Este autor sintetiza estas aportaciones iniciales en cuatro perspectivas:

1. El turismo como idea de vencimiento del espacio por personas que afluyen a un sitio donde no poseen lugar de residencia fijo.

2. Conjunto de viajes cuyo objeto es el placer o por motivos comerciales, profesionales u otros análogos, y durante los cuales la ausencia de la residencia habitual es temporal.

3. Conjunto de relaciones pacíficas entre viajeros que se detienen en un sitio, las personas domiciliadas allí y los naturales de esa región.

4. Conjunto de las acciones, actividades, relaciones y fenómenos causados por el desplazamiento y permanencia de personas fuera de su lugar habitual de residencia, en tanto que no estén motivados por una actividad lucrativa principal, permanente o temporal

    Desde una perspectiva sociológica el turismo se puede considerar como la suma de tres factores: tiempo libre, ingresos económicos no necesitados para satisfacer necesidades personales como comida, casa, transporte, etc. y una consideración positiva o tolerancia por parte de la sociedad a la que se pertenece, hacia el hecho de viajar (San Martín, 1997, p.38). Fernández (1991) considera que el turismo no es simplemente un desplazamiento temporal desde el lugar de residencia, sino que se trata de un fenómeno social con una importante repercusión económica, definiéndolo como sigue: el turismo es, por un lado, el conjunto de turistas, que cada vez son más numerosos; por otro, son los fenómenos y relaciones que esta masa produce a consecuencia de sus viajes. Turismo es todo el equipo receptor de hoteles, agencias de viaje, transporte, espectáculos, guías-intérpretes, etc., que el núcleo debe de habilitar para atender a las corrientes turísticas que lo invaden y que no promovería si no los recibiese (p.26). En esta misma línea, otros autores aportan una visión del turismo en la que en la que es necesario considerar multitud de transacciones, fenómenos, relaciones e intercambios entre comunidades receptoras y viajeros. Así Martín (2000) propone una conceptualización que contemple la suma de los fenómenos y relaciones surgidas de la interacción de los turistas foráneos y los residentes (proveedores de servicios, autoridades locales y comunidad local) en el proceso de atraer y acomodar a los turistas. Es una conjunción de actividades, servicios e industrias que influyen en la experiencia del turista, englobando el negocio de hoteles, restaurantes, transportes y cualquier otro componente que contribuya a satisfacer las necesidades y deseos de los turistas (Martín, 2000, p. 47).

    Observamos, pues, como el concepto de turismo ha ido ampliándose con el tiempo. Mientras que las primeras definiciones hablan del mismo como un abandono temporal del lugar de residencia, estas últimas consideran además al turismo como un fenómeno social con importantes repercusiones económicas (Fernández, 2006)

    Instituciones internacionales como la Organización Mundial del Turismo (OMT, 2005), también han propuesto definiciones que se utilizan en todo el mundo a efectos estadísticos. Para esta organización el Turismo incluye las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos al de su entorno habitual, por un periodo de tiempo consecutivo inferior a un año, con fines de ocio, por negocios y otros motivos.

    Consideramos necesario completar la conceptualización del turismo con su clasificación. En este sentido, teniendo en cuenta tanto el lugar de origen de los turistas como el destino elegido por ellos, podemos distinguir tres tipos de turismo (Vogeler y Hernández, 1995, p.3):

1. Turismo Interno, es el realizado por los residentes de un país que viajan dentro de su propio país.

2. Turismo Receptor, referido a los viajes de los no residentes procedentes de un país determinado.

3. Turismo Emisor, es el que llevan a cabo los residentes de un país cuando viajan a otro.

    Estos tres tipos de turismo pueden combinarse de formas distintas creando las siguientes categorías de turismo (Vogeler y Hernández, 1995):

  • Turismo Interior: incluye el turismo interno y el turismo receptor.

  • Turismo Nacional, incluye el turismo interno y el turismo emisor.

  • Turismo Internacional, se compone del turismo receptor y el turismo emisor.

    El Turismo Internacional engloba a un grupo heterogéneo de personas: visitante internacional, turista y excursionista. Para diferenciarlos acudimos a las definiciones establecidas en la Conferencia de la Naciones Unidas, celebrada en Roma en 1963 y que, en la actualidad, a través de la Organización Mundial del Turismo (OMT), son aceptadas mundialmente (Montaner, 1999):

1. Visitante internacional: Toda persona que viaje, por un periodo no superior a doce meses, a un país distinto de aquél en el que tiene su residencia habitual, pero fuera de su entorno habitual, y cuyo motivo principal de la visita no es el de ejercer una actividad que se remunere en el país visitado.

2. Turista: es el visitante que permanece una noche, por lo menos, en un medio de alojamiento colectivo o privado en el país visitado. En otras palabras, los turistas son los visitantes que pernoctan con una estancia mínima de 24 horas pero inferior al año en el país visitado. Aquí incluimos los extranjeros no residentes, los nacionales residentes en el extranjero, y las tripulaciones de barcos o aviones extranjeros en reparación o que hacen escala en el país pernoctando en él. Sus motivos para viajar se dividen en (Vogeler y Hernández, 1995, pp. 5-6):

a. Ocio, recreo y vacaciones.

b. Visitas a familiares y amigos.

c. Negocios y motivos profesionales.

d. Tratamientos de salud.

e. Religión y peregrinaciones.

3. Visitante del día o excursionistas: es el visitante que no pernocta en el país visitado, es decir, su estancia en el país visitado es menor de 24 horas. Aquí incluimos los pasajeros de crucero, que son las personas que llegan a un país a bordo de un buque de crucero y que vuelven cada noche a su buque para pernoctar, aunque éste permanezca en el puerto durante varios días; los propietarios o los pasajeros de yates; y los pasajeros que participan en un programa de grupo y están alojados en un tren.

Evolución y desarrollo del turismo internacional

    El desplazamiento de personas, sin fines lucrativos y con ánimo de regresar a su lugar de residencia habitual, ha existido desde antiguo. No obstante, vamos a realizar una breve referencia a los aspectos más relevantes del turismo desde principios del siglo XX hasta la actualidad con la intención de aproximarnos al contexto general en el que se inscribe nuestro objeto de estudio. El turismo de la primera mitad del siglo XX (1900-1945) está caracterizado por la prevalencia de un turismo de élite motivado por las playas frías del norte de Europa, los balnearios y los grandes cruceros (Fernández, 2006). En ese periodo sucedieron acontecimientos que favorecieron las corrientes turísticas y otros que lo entorpecieron. Entre estos últimos debemos destacar el crack económico de 1929 y las dos Guerras Mundiales. Los aspectos positivos están directamente relacionados con la evolución experimentada en los medios de transporte, fundamentalmente en el automóvil, el ferrocarril y el barco, lo que supuso un aspecto relevante para el desarrollo del turismo. Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se produce un periodo de máxima expansión del turismo, que abarca desde 1945 a 1973, promovido por aspectos como el aumento del poder adquisitivo de la población, la mejora de las condiciones laborales, los grandes avances en las comunicaciones y en los transportes, así como la expansión de la educación y la cultura, lo que despierta un mayor interés por conocer otros países. En los años cincuenta empieza a considerarse el turismo como un verdadero fenómeno económico (Fernández 2006), convirtiéndose rápidamente en un producto de consumo de masas. La aparición de este turismo de masas llevó consigo la creación de todo un entramado de empresas encargadas de ofrecer a los turistas alojamiento, comida, ocio, información, etc.

    Las corrientes turísticas en este periodo (1945-1973) experimentaron un incremento considerable, ya que de los algo más de 25 millones en las llegadas de turistas internacionales registradas en 1950, se pasó a 69 millones de turistas en 1960 (OMT, 2006). Diez años más tarde, en 1970, el total de llegadas alcanzó casi 160 millones, y 198 millones en 1973. La evolución en la cifra de ingresos por turismo también es destacable ya que de los 2.100 millones de dólares en 1950, se pasó a 6.867 millones en 1960, 17.900 millones en 1970 y 31.054 millones en 1973 (OMT, 2006), (tabla 1.1 )

    En 1973, se produce una crisis petrolífera que repercute considerablemente en los precios de los servicios turísticos, principalmente en el transporte, produciéndose una recesión en el sector a nivel mundial que durará hasta 1978, año en el que se inicia un periodo de recuperación. No obstante, la aparición de nuevos y mejores avances en los aviones y en los trenes permite realizar los viajes en menor tiempo, lo que beneficia enormemente a los flujos turísticos.

    En el periodo 1985-90 se produce un segundo boom turístico al amparo del ciclo económico fuertemente expansivo de este periodo. En los años que dura ese periodo, y en años sucesivos, acontecimientos de carácter político, económico y social hacen variar el desarrollo del turismo, como la caída del muro de Berlín en 1989, la Guerra del Golfo en 1991 o, más recientemente, los atentados de New York y Madrid.

    En definitiva, desde que surgió el turismo de masas hasta la actualidad, el fenómeno turístico a nivel mundial ha evolucionado enormemente, lo que queda reflejado en las estadísticas presentadas por la Organización Mundial del Turismo (OMT, 2008), atendiendo principalmente a dos variables: las llegadas de turistas internacionales y el volumen de ingresos por turismo. Según datos de la OMT (2006), el año 2005 arrojó los mejores resultados de la historia para el turismo internacional, con un total de 808 millones de turistas viajando por todo el mundo, lo que supuso un incremento del 5´5% respecto al año anterior (OMT, 2006). De todas las regiones del mundo, Europa es, en la actualidad, la más visitada, habiendo recibido a lo largo del año 2007 un total de 443´9 millones de turistas internacionales (el 55% del total de las llegadas a nivel mundial), con un crecimiento del 4´3% respecto al año anterior (OMT, 2008). Los tres países que registraron un mayor número de turistas fueron Francia, Estados Unidos y España (OMT., 2008).

    Asimismo, las estimaciones de la Organización Mundial del Turismo (OMT, 2009) sitúan el volumen de ingresos provenientes del turismo internacional en los 2 billones de dólares en 2020. Sin embargo la tendencia se ha invertido en el último año produciéndose un descenso moderado en todos los indicadores a partir del año 2008 como consecuencia de la crisis económica internacional. De esta manera las previsiones a largo plazo sobre la actividad turística mantienen un alto grado de incertidumbre.

El Turismo en España

    La actividad turística en España concentró en 2007 el 11% del Producto Interior Bruto (PIB), según el Instituto de Estudios Turísticos, (IET, 2008), consolidándose la tónica positiva iniciada en 2004. Como señala el Instituto Nacional de Estadística (INE, 2008), el crecimiento de la economía española unido a una recuperación de la demanda exterior de los servicios turísticos, han contribuido a que la demanda final turística alcanzara en 2007 los 99.183 millones de euros, lo que equivale al 11% del Producto Interior Bruto de la economía española. En 2006, España alcanzó retos históricos que la han situado como el segundo país del mundo por la magnitud ingresos por turismo y la cifra de visitantes. De los algo más de seis millones de personas que visitaron nuestro país en 1960, se pasó a más de treinta millones en 1974, llegándose a la cifra de cincuenta y cinco millones de turistas extranjeros en el 2005, lo que representa cerca del 7% del turismo mundial y más del 13% del turismo europeo (Tabla 1.2). Actualmente, España se sitúa en la segunda posición a nivel mundial, por detrás de Francia, país que registró ese mismo año más 75 millones de turistas (IET, 2008).

    Si el aumento en el número de turistas ha sido considerable, más espectacular aún ha sido la evolución en el volumen de ingresos por turismo, puesto que de los casi 300 millones de dólares del año 1960, se llegó a las 3.000 millones en 1974, siendo los ingresos por turismo en el 2005 superior a los 45.000 millones de dólares, más de 36.000 millones de euros. Estas cifras han situado a España en el segundo lugar en el ranking de países en lo que a ingresos por turismo se refiere por detrás de Estados Unidos, país que alcanzó los 74´5 millones de dólares en el mismo periodo (Tabla 1.3)

    El turismo español, basado en el modelo sol y playa, así como en la atractiva relación calidad-precio de su oferta turística, ocupa actualmente una posición estratégica, quedando reflejado en las estadísticas de los sucesivos Balances del Turismo en España, publicado por el Instituto de Estudios Turísticos (IET, 2009). Los datos más significativos publicados en este balance son los siguientes:

1. En el año 2008 se realizaron dentro del territorio español un total de 215,0 millones de viajes, un 4,6% más que el año anterior. Este crecimiento de la actividad turística interior es el resultado del aumento de los viajes de los residentes (7,4%), ya que las llegadas de turistas no residentes (57,3 millones), por primera vez desde el año 1996, se redujeron respecto al año anterior en un 2,3%. Los ingresos por turismo en la Balanza de Pagos ascendieron a 41.900,9 millones de euros, con una tasa de variación interanual de -0,4%. Los pagos, 13.834,3 millones de euros, mostraron también una caída del 3,7% respecto al año 2007. Por lo que el saldo de la rúbrica de turismo y viajes cerró el año con un superávit de 28.066,6 millones de euros, cifra superior en un 1,3% a la del año 2007.

2. En el primer semestre del año 2008, la afluencia de turistas internacionales registró una favorable evolución con un crecimiento del 3,0% respecto al mismo periodo del año anterior, crecimiento superior incluso al experimentado en idéntico momento de 2007 (1,3%). Esta tónica se quebró en el segundo semestre con una caída del 6,5%, en línea con lo ocurrido en la región europea (-2,5%) o en Asia y el Pacífico (-2,8%). Por el contrario, la actividad turística de los residentes se caracterizó por su dinamismo en el primer semestre del año (13,3%) que logró compensar el declive de los viajes de vacaciones de verano y de los meses de septiembre y octubre que registraron tasas de variación negativas.

    El turismo internacional quedó finalmente caracterizado en este año por el declive iniciado en el segundo semestre. Las mayores caídas en las cifras de turistas se produjeron entre los que utilizan como vía de acceso la carretera (-11,9%), atribuible en buena medida al descenso del número de turistas franceses con destino a Cataluña, y entre los que optaron por la contratación de un paquete turístico (-4,5%). La caída de la cifra de turistas fue casi generalizada en todos los tipos de alojamiento, hoteleros y no hoteleros, pero tuvo mayor incidencia en términos absolutos entre los que optaron por establecimientos hoteleros. Sin embargo, la afluencia de turistas que se alojaron en viviendas propias o alquiladas constituyó una excepción, pues la cifra de llegadas se mantuvo o incluso creció (0,7% y 4,2%, respectivamente).

    La actividad turística de los residentes ha cerrado el año con cifras positivas (6,8%), como resultado del crecimiento del número de viajes realizados dentro del territorio español, pues los viajes al extranjero se mantuvieron en la misma cifra del año anterior (-0,4%). Los residentes en España realizaron 168,8 millones de viajes, de los cuales el 93,3% se realizaron dentro del territorio español.

    Sin embargo, deben destacarse algunos hechos diferenciales. Se ha producido un descenso del número de viajes de vacaciones de verano realizados (-2,6%) y de los viajes que utilizan alojamientos hoteleros (-4,6%), fenómenos que se producen en el período estival y que en el caso del alojamiento ha continuado en el último trimestre. Al igual que acontecía entre los turistas internacionales, los viajes a la vivienda propia (27,7% del total) han tenido, por el contrario, un comportamiento positivo (24,3%) respecto del global. Por último, en consonancia con el crecimiento de los tipos de viaje de corta duración, la estancia media se ha reducido un 4,5%, principalmente en el tramo de cuatro a siete noches.

    Casi todas las comunidades autónomas, desde la óptica de territorios de destino principal de los viajes, han cerrado el año con cifras de crecimiento respecto del año anterior, salvo Cantabria, donde descendió el número de viajes, y Galicia, en la que se mantuvieron estables. Cabe destacar por su magnitud el crecimiento experimentado, en cifras absolutas y por este orden, por las comunidades de Navarra, Aragón, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y Cataluña.

    En suma, 2008 ha sido un año marcado por los efectos de la crisis económica y financiera, observables a partir del segundo semestre del año. Sin embargo, la actividad turística interior, en términos de viajes realizados, se ha visto incrementada por el dinamismo de los viajes de los residentes. En su distribución territorial, en las comunidades autónomas de destino preferente del turismo receptor el año se ha cerrado con cifras de crecimiento moderadas, tal es el caso de los archipiélagos, Andalucía o Cataluña. En Baleares, donde singularmente las llegadas de turistas internacionales crecieron, el resultado global es el reflejo de la escasa importancia del turismo interno, pues éste ha experimentado un elevado crecimiento. Cataluña, en la que el turismo de los residentes es mayoritario en la composición de sus flujos turísticos, ha mostrado una especial atracción como destino turístico de los residentes que ha paliado el declive experimentado en la afluencia de turistas internacionales. En la Comunidad Valenciana, el elevado crecimiento de la afluencia de turistas residentes y el relativo buen resultado de las llegadas de turistas internacionales se ha traducido en un importante incremento de su actividad turística. Singularmente, debe destacarse el aumento de la actividad turística en Castilla La Mancha y Aragón impulsado por los viajes de los residentes.

Las tendencias del turismo en España

    A la hora de aproximarnos al estudio del turismo específico que es objeto de esta investigación, (el turismo activo en los espacios naturales de Andalucía), y dado que se trata de una tipología turística emergente, es necesario comprender cuales son las tendencias que caracterizan a nivel general al turismo en España, pues es en este contexto en el que se inscribe nuestra investigación.

    Independientemente de las coyunturas, el sector turístico español mantiene una serie de tendencias generales que se caracterizan por atravesar una etapa de desarrollo y crecimiento caracterizada, como hemos comentado anteriormente, por el incremento tanto en los viajes como en el volumen de ingresos turísticos. No obstante, cabe resaltar otros factores turísticos que no sólo condicionan su situación actual sino también la futura. (Fernández, 2006, pp. 16-18):

a. El aumento de la competencia entre las regiones o países de destino. Recientemente han surgido nuevas fuentes de competitividad dentro de Europa, entre las que hay que destacar a Asia, los países de la cuenca mediterránea como Croacia o Turquía, y los países africanos como Marruecos, Túnez o Egipto. Algunos de estos destinos, competidores de España, han conseguido mantener e incluso incrementar el número de llegadas de turistas internacionales.

b. La alta concentración por mercados de origen. Las dos terceras partes de los turistas internacionales llegados a España tienen su origen en tres países: Reino Unido, Alemania y Francia. Además, existe una alta concentración del turismo internacional por comunidades autónomas, absorbiendo las comunidades de Cataluña, Canarias, Baleares, Andalucía, la Comunidad Valenciana y Madrid el 90% del mismo.

c. El profundo cambio que está experimentando la demanda turística queda reflejado en una serie de hechos relevantes, entre los que destacaremos los siguientes:

  • El fraccionamiento de las vacaciones en periodos más cortos, lo que a originado una mayor frecuencia de los viajes de menor duración.

  • Una mayor disponibilidad de información por parte del consumidor turístico. Como consecuencia, los turistas se han vuelto más exigentes a la hora de elegir entre los diversos productos y servicios turísticos ofertados. Por ello, la demanda turística se ha vuelto más exigente en términos de calidad.

  • Los cambios motivacionales. El tradicional turismo de sol y playa está siendo sustituido por nuevas modalidades turísticas (aventuras, rural, deportivo, de congresos, etc.). La demanda turística está inmersa en un proceso de cambio, con una creciente demanda de productos deportivos, ecológicos, gastronómicos, de salud, etc., aunque el turismo de sol y playa siga siendo predominante

  • Viajar se ha convertido en una necesidad vital para millones de personas que buscan evadirse de la vida cotidiana. La sociedad actual está sometida al estrés, de ahí que el consumidor necesite disfrutar y salir de la monotonía del trabajo y de la familia.

  • Mayor participación de algunos segmentos poblacionales en los flujos turísticos como es el caso de los discapacitados, las personas mayores o los jóvenes.

  • El abaratamiento de las tarifas aéreas está motivando un incremento de los viajes a países exóticos y alejados.

  • Una creciente concienciación por los temas medioambientales.

  • La tendencia a pasar de las vacaciones pasivas y contemplativas hacia un tipo de vacaciones más participativas y activas.

    Todas estas tendencias están ejerciendo una enorme influencia en el desarrollo del sector turístico en España, en general, y de las empresas que a él pertenecen, en particular. De ahí la necesidad de llevar a cabo un análisis de su entorno, lo cual debe completarse con un análisis interno, a fin de conocer cuáles son sus fortalezas y debilidades (Bote, 1996). Sólo a partir de un análisis detallado, tanto desde el punto de vista tanto interno como externo, es posible entender en profundidad los dinamismos del turismo en España y, de esa manera, aproximarse a la comprensión de uno del tipo de turismo específico que es objeto de nuestro estudio. Hay que tener en cuenta que el turismo activo surge como uno de los exponentes de los profundos cambios en la demanda turística y, por tanto, está influido por las tendencias que acabamos de exponer.

Notas

1. Neulinger (1981) distingue entre motivación intrínseca y motivación extrínseca. Por motivación intrínseca entiende aquella en la que no existe ninguna recompensa ajena a la propia acción. De las combinaciones entre libertad y motivación resultan seis categorías que configuran el paradigma del ocio de Neulinger.

2. Las aportaciones de este autor resultan de especial interés para la investigación sobre actividad física y deporte ya que sus propuestas de clasificación de las situaciones motrices han alcanzado enorme trascendencia y difusión en las ciencias del deporte. Parlebas propone una clasificación de las actividades físico-deportivas en función del nivel de incertidumbre de generada por el medio físico en el que se realiza la actividad y la presencia o ausencia de compañeros y adversarios.

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