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Conocimiento y tratamiento del profesor de Educación 

Física de secundaria sobre el problema de la obesidad

 

Licenciadas en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte por la

Universidad Católica San Antonio de Murcia

Diplomadas en Fisioterapia por la UCAM

(España)

Isabel Herrera Ruiz

María del Carmen López Pleguezuelo

mamenplegue@hotmail.com

 

 

 

Resumen

          El propósito de este estudio ha sido valorar el conocimiento de los profesores de Educación física sobre el problema de la obesidad y estimar si lleva a la práctica pautas para prevenir el problema. Para este estudio se seleccionaron seis profesores de Educación física de secundaria del instituto Sagrado Corazón de Murcia, de los que 3 eran mujeres y 3 hombres con una media de edad de 35 años.

          Palabras clave: Obesidad. Conocimiento. Tratamiento. Educación Física. Profesor

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 141 - Febrero de 2010

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Introducción

    La obesidad es una enfermedad crónica de origen multifactorial. Se caracteriza por un aumento de las reservas energéticas del individuo en forma de grasa, dando como resultado un desequilibrio en la homeostasis entre la ingesta de las calorías, la termogénesis y la actividad física (Cortés, Bercera & Pinzón, 2002).

    Se puede hablar de dos tipos de distribución topográfica: obesidad androide, que es aquella cuyo predominio abdominotorácico, es más común en hombres y en la que existe un aumento del riesgo cardiovascular. Y obesidad ginoide, que se localiza en la región femoroglútea, es de predominio femenino y genera un menor riesgo cardiovascular (Cortés y cols., 2002).

    Cortés y cols (2002), hacen una clasificación sobre los factores que influyen en la aparición de la obesidad. Según su etiología se clasifica como: exógena, aquella desencadenada por situaciones externas, por ejemplo, inactividad física y sobreingesta. Y la endógena que se relaciona con situaciones propias del individuo, como estados patológicos que llevan a un aumento de reservas energéticas.

    Según un estudio realizado por López (2004), los estilos de vida son los responsables en un 42%, el medio ambiente en un 20%, la genética en un 28% y el sistema sanitario en un 10%. Siendo el factor principal dentro de ese 42% la inactividad física, ya que al disminuir el gasto energético se facilita el almacenamiento excesivo de las reservas energéticas en la inactividad (Cortés y cols., 2002).

    Los niveles de práctica de actividad física han bajado en los últimos 20-30 años debido a múltiples factores como la tecnificación del hogar y de los edificios, el uso de medios masivos de mecanizados de transporte, la escasez de zonas para el juego y deporte (sobre todo en medios urbanos), el peligro que la propia urbanización progresiva va conllevar a la delincuencia, drogas,… en zonas clásicas de juego, la escasa participación de los niños en la actividad física en los colegios y la proliferación de actividades de ocio sedentario (Victoria, & Dalmau, 2004). Una encuesta Nacional de salud realizada en 2001 refleja que el 50% de la población y el 38% de los jóvenes se manifiestan sedentarios (Royo, 2004).

    En caso de que no se corrijan estos hábitos, se corre el riesgo de que se mantenga la tendencia alcista de la prevalecía de obesidad infantil y aumente la incidencia de otras en enfermedades crónicas en la vida adulta (Royo, 2004).

    Otras de las principales causas de obesidad es que la alimentación y la nutrición no son las adecuadas. Esto puede provocar problemas importantes en todas las etapas de la vida pero, de forma particular, durante la infancia. Durante esta época existen periodos críticos para la formación del tejido adiposo en los que los mecanismos que regula el balance energético los cuales, son muy sensibles a distintos factores relacionados con un estilo de vida sedentario y una dieta con alto contenido en calorías y grasas saturadas (Royo, 2004).

    Además de los hábitos dietéticos comienzan a establecerse a la edad de 3-4 años y tienden a hacerse muy resistentes al cambio a partir de los 11 años, con una tendencia a consolidarse a lo largo de todo una vida. Por todo ello, si se quiere disfrutar de un cuerpo sano para toda la vida, la infancia es un periodo crucial para actuar, ya que las costumbres que se adquieran en ella, van a ser determinantes de nuestro estado de salud futuro (Royo, 2004).

    También, la obesidad puede estar asociada con algunos de los desordenes psicológicos que presentan niños con sobrepeso y alteraciones relacionadas con una autoimagen y autoestima negativas, depresiones alteraciones del sueño, tristezas, bajos resultados escolares e introversión que a la larga puede ir acompañada de marginación y rechazo social (Alonso, Gómez & Ibáñez, 2006).

    La obesidad favorece su desarrollo y no hay que olvidar que los niños que sean obesos probablemente en la edad adulta también lo serán (Poyato, Sánchez, Poyato & Cañete, 2004). Con todo esto, cabe destacar que si se reducen todos los factores riesgo en la niñez y en la adolescencia en edades en las que todavía no se han producido cambio irreversibles en la enfermedad coronaria, se podría disminuir notablemente la elevada tasa de mortalidad asociada a dicha enfermedad (Alonso y cols., 2006).

    Para prevenir la obesidad se cuenta con dos pilares fundamentales el primero llevar una alimentación saludable y el segundo la práctica diaria de ejercicio físico (Pardo, Ruiz, Jódar, Garrido, De Rosendo & Usán, 2004).

    Según Royo (2004), los niños deberían conocer a edades tempranas los beneficios que el ejercicio físico practicado regularmente tiene para su salud. En la educación primaria, los contenidos del área de educación física (RD. 830/2003) se estructuran en tres grandes bloques, dos de ellos, muy orientados a la salud: El cuerpo y salud y movimiento y salud. El problema es que en el terreno educativo, se encuentra con una escasa atención prestada a la nutrición (pobre regulación de los comedores escolares, la escasa formación nutricional de los padres y los profesionales de restauración colectiva) y una inadecuado actividad física en el currículo académico (que se centran mas en la selección del alumnado, discriminando así, a aquellos niños que son menos habilidosos). Por eso, los colegios deberían desarrollar y promover actividades positivas relacionadas con los programas de ejercicio físico y con una alimentación variada y equilibrada ya que en estas etapas de la vida son mas sensibles para crear hábitos (Alonso y cols., 2006).

    En otros países europeos se han desarrollado en los colegios intervenciones realizadas para prevenir la obesidad infantil (Trudeau & Shepard, 2005 citado en Alonso, 2006). Estas intervenciones incluyeron modificaciones en el currículo del aula y en las clases de educación física y se combinaron con modificaciones en los menús de los comedores. Los resultados obtenidos con este tipo de experiencias han sido positivos consiguiendo un significativo aumento de los niveles de actividad física y mejoraron los patrones de alimentación. Por ejemplo, los cambios en las clases de educación física consistieron, básicamente en modificar las sesiones estándar por otras de mayor intensidad y duración. Además se incorporaron actividades que motivaban más al alumnado, basadas en el entrenamiento de la resistencia cardiovascular (aeróbica) y la práctica de bailes populares (Alonso y cols., 2006).

    Por tanto durante la educación primaria se deberían promocionar sobre todo, programas de educación física basados en la práctica de actividades aeróbicas de tipo recreativo y también actividades para el desarrollo de la fuerza muscular con cargas moderadas. A estas edades, el ejercicio físico aeróbico se considera fundamental para la prevención y el tratamiento de la obesidad, por ser el ejercicio que mas energía consume cuando se práctica (Alonso y cols., 2006). Parece ser más efectivo en este tipo de actuaciones cuando las familias se implican y participan en las rutinas de sus hijos. Para que funcionen, es necesario señalar algunas estrategias de intervención. En las que se debería combinar la práctica de una dieta hipocalórica, con un programa de modificación hábitos de vida y realización ejercicio físico diariamente (García, P., 2002).

    Para (ACSM, 2000 citado en Alonso, 2006) los objetivos que se tienen que marcar a un niño para prevenir la obesidad en el futuro son:

  • Modificar hábitos de alimentación aprendiendo a diferenciar los distintos grupos de alimentos y combinándolos en la vida diaria.

  • Practicar ejercicio físico de forma regular, todo o casi todos los días, para aumentar el gasto calórico diario y conseguir un equipamiento energético.

    Para así, conseguir un equilibrio energético al final del día a través de la combinación de una dieta equilibrada y la practica de ejercicio físico diario de baja-moderada intensidad.

    La enseñanza de la educación física (EF.) ha de promover y facilitar que cada alumno llegue a comprender un número significativo de ejercicios corporales y actividades deportivas de modo que, en el futuro, pueda escoger las más convenientes para su desarrollo personal, aunque esta es una de las finalidades a destacar en EF. El problema es si el profesor o el tutor tiene claros cuales son los pilares fundamentales en los que deberían basar su intervención en el tema de la obesidad. Pues en el siguiente estudio encuentran que existe un desconocimiento y una falta de puesta al día del problema, tanto por parte de los padres como de los profesores y en especial, de las autoridades escolares y educacionales y apuesta por la lucha contra los hábitos y las costumbres (Saavedra, 2000).

    El objetivo de este presente estudio es:

  • Evaluar el conocimiento por parte del profesor de secundaria del problema de la obesidad.

  • Valorar si lleva a la práctica pautas para prevenir el problema.

Método

    La población de estudio estuvo formada por 112 profesores de secundaria de Educación Física de la ciudad de Murcia. La muestra se constituyó de 6 profesores de Educación Física de secundaria, del Instituto Sagrado Corazón de Murcia, de los cuales son 3 hombres y 3 mujeres, con una edad media de 35 años. La elección de la muestra fue realizada mediante un muestreo intencional.

Referencias bibliográficas

  • Alonso, A., Gómez, C. & Ibáñez, J. (2006). Obesidad y ejercicio físico: tratamiento educativo. Tándem, 22, 51-59.

  • Cortés, E., Bercera, A. L. & Pinzón, J. (2002). El ejercicio físico en la obesidad. Revista Iberoam Fisioter Kinesiol, 5 (2), 109-119.

  • García, P. (2002). Papel de la ingesta lipídica en la obesidad. Nutrición hospitalaria, 1 ,67-72.

  • López, C. (2004). Estilos de vida y prevención de la obesidad. Nutrición Clínica, 4, 23-26.

  • Pardo, A., Ruiz, M., Jódar, E., Garrido, J., De Rosendo, J. M. & Usán, L. A. (2004). Desarrollo de cuestionarios para la valoración y cuantificación de los hábitos de vida relacionados con el sobrepeso y la obesidad. Nutrición Hospitalaria, 2, 99-109.

  • Poyato, J. L., Sánchez, M. M., Poyato, M. & Cañete, R. (2004). Prevalencia de sobrepeso y obesidad en un grupo de adolescentes. Nutrición clínica, 3, 40-45.

  • Royo, M. A. (2004). Avanzado hacia una estrategia nacional para afrontar la epidemia de obesidad. Nutrición Clínica, 4, 55-57.

  • Victoria., I. & Dalmau., J. (2004). Prevalencia de la obesidad en la infancia y la adolescencia. Nutrición y Salud Pública, 2, 35-43.

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