Lecturas: Educación Física y Deportes
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REGULACION DEL EQUILIBRIO HIDRICO
Gustavo Santángelo Magrini y Rubén Cohen Grinvald


E inicio

6. La sed
Este es un mecanismo que juega un importante papel como regulador de las concentraciones de sodio corporal y la osmolaridad total. La sed es el deseo consciente de agua. El centro de la sed esta localizado en una pequeña zona delante de los núcleos supraópticos del hipotálamo, en el área preóptica lateral. Las neuronas de esta zona funcionan como osmorreceptores. Por tanto un aumento de la presión osmótica del líquido extracelular dispara el mecanismo. La deshidratación intracelular provoca cambios en la osmolaridad extracelular y causa sed. La pérdida de potasio corporal disminuye la concentración intracelular del mismo, reduce el volumen de la célula y provoca sed.

Un dato importante es el hecho de que no bebemos nunca cantidades incontroladas de agua por mucha sed que tengamos. La razón estriba que al beber, el agua ingerida pasa al tubo gastrointestinal y allí se produce un alivio parcial de la necesidad de beber. Podemos lograr este mismo efecto insuflando un balón en el estómago. El agua tardará entre 20 a 30 minutos para distribuirse en el organismo, de manera que si bebiéramos una gran cantidad de líquido crearíamos una importante hipoosmolaridad del líquido extracelular.

En el deporte, el mecanismo descripto tiene una importancia crítica, ya que el tiempo que transcurre para igualar las concentraciones osmolares una vez que se ha disparado el mecanismo de la sed es demasiado largo. A ello hay que sumar una sustancial pérdida de agua corporal por lo que aún se hace más ineficaz el mecanismo de la sed para solventar el desequilibrio que no es otro que la deshidratación. Por tanto en el deporte es importante la bebida realizada sin sed. Lo ideal son reposiciones de poco volumen, que no provoquen incomodidad gastrointestinal y ayuden a un vaciado rápido. En este sentido hay que recordar que el agua fresca abandona antes el estómago. Sin el sistema de la sed combinado con la ADH el control de la concentración de sodio se hace extremadamente difícil.


7. Agua y Ejercicio Físico
En la actividad física el equilibrio hídrico es un elemento fundamental en la consecución de un rendimiento óptimo. Después de ver cual es el mecanismo de regulación del agua y de los principales solutos, el lector puede concluir, y con razón que en el ejercicio físico las situaciones descriptas se disparan a valores a veces críticos y que algunos sistemas de regulación, como el descripto en la sed, son del todo ineficaces para mantener el equilibrio hídrico. El ejercicio tiene valores distintos, según la intensidad de su ejecución. En el ejercicio intenso la pérdida de agua puede alcanzar valores que suben hasta el 6% de la masa corporal total. Pero veamos cómo se producen estos fenómenos.

El trabajo intenso, como es el caso del ejercicio, produce un aumento significativo de la temperatura y que tiene una estricta proporcionalidad, con la intensidad del trabajo realizado, pero también con la eficacia mecánica íntrinseca de la tarea y de quien la realiza. Gran parte del trabajo produce calor, que debe ser disipado en orden a mantener la homeostásis y por tanto el rendimiento. Existen varias formas de termoregulación: radiación, convección y evaporación. La radiación depende de la diferencia de la temperatura del individuo y del entorno. El calor se pierde hacia dónde existe un gradiente de temperatura negativo. El cuerpo pierde calor por convección con el ambiente, mientras más aire frío circule, más calor disipamos. Sin embargo es por evaporación dónde se registran las mayores pérdidas de calor. Cuando la temperatura ambiente es menor que la de la piel, la pérdida de calor se facilita por la suma de la convección y la radiación. En el ejercicio la carga de calor es tan grande que este mecanismo, todo y con ser el primero en activarse, no alcanza para eliminar el calor circulante, que la sangre ha llevado hasta la piel. En este momento se activan las glándulas sudoríparas (tenemos más de dos millones en todo el la superficie de la piel y no todas actúan con las mismas tasas de calor). Sin embargo no existe salida de sudor hasta que no se produce un tercio de la capacidad máxima de transpiración en las glándulas activadas. Podemos generalizar en cuanto a que la eficacia del cuerpo humano para realizar trabajo es de aproximadamente un 25%, por tanto el 75% de la energía total utilizada para dicho trabajo, se convierte en calor. Mientras más intenso es el trabajo, más calor se produce. En general las pérdidas de ese calor están mediadas por la evaporación, ya que las pérdidas por las sumas de la radiación y la convección se mantienen constantes. El aumento de la intensidad del ejercicio aumenta esta dependencia para la termorregulación, según podemos apreciar en la siguiente gráfica.

donde: E: Producción de energía.
PrC: Producción de calor.
PC: Pérdida total de calor.
EV: Pérdida por evaporación.
R+C: Pérdida de calor por radiación y convección.
ER: Pérdida de calor por evaporación de los pulmones.

Tomado y modificado de Astrand y Rodahl. Fisiología del trabajo físico.

Es pues sin duda la evaporación la forma más eficaz que el organismo tiene para disipar el calor. Durante el ejercicio, la posibilidad de realizar este trabajo de termoregulación con eficacia es crucial para el deportista. En ambientes húmedos y calurosos, dónde la saturación del aire por vapor de agua es muy alta, la evaporación y por tanto la refrigeración del organismo se produce con dificultad y las pérdidas de agua en estas condiciones pueden ser muy severas. Es aconsejable pues, la precaución en el tipo de ejercicio y la intensidad en esas condiciones.

Hay que decir que una adaptación al ejercicio intenso se manifiesta en la tasa y en el tipo de sudor producido. En general los deportistas entrenados pueden gastar hasta 2,5 veces más energía que los no entrenados para una misma temperatura corporal absoluta, lo que implica que para intensidades submáximas la cantidad de sudor será menor. Sin embargo cuando el ejercicio se acerca a la máxima intensidad la capacidad de termoregulación del atleta entrenado produce mayores cantidades de agua y por tanto mayor cantidad de sudor. Un consumo de oxígeno de 4 lts producen 0,36 moles de agua, que suponen 648 ml. La composición del sudor es también un índice importante. En general el deportista adaptado producirá un tipo de sudor mas diluido que el no entrenado, manteniendo a pesar del ejercicio los equilibrios osmóticos en valores de fácil reposición. En la figura adjunta se hace referencia a la pérdida de la osmolaridad en un ejercicio intenso, después de un pérdida absoluta de cuatro Kg.

Composición del sudor: Pérdida de 4 lts
SOLUTO Composición media del sudor Cantidad de soluto en líquido extracelular Cantidad de soluto eliminada Cantidad de soluto después de la pérdida de 4 lts
MMol/lts Meq/lts Meq/lts Meq/lts
Na
47,9
217,5
191,6
198,3
K
5,9
60
23,6
36
Cl
40,4
157,5
161,6
148,3
Bicarbonato
 
24
 
 
Osmolaridad
94,20
254
94,2
312,1

Los problemas más comunes en relación a la producción y acumulación excesiva de calor pueden quizás resumirse en los siguientes:


8. Reposición hídrica
Es recomendable la ingestión de agua antes, durante y después del ejercicio. Antes no más de 250-300 ml de agua fresca. Una ingestión mayor podrá producir molestias gastrointestinales por problemas de vaciado y malograr el rendimiento. Si el ejercicio es continuo pero moderado (por debajo del 75% del Vo2), con temperaturas que no sobrepasen los 25 ºC la reposición debe realizarse cada 15 minutos y no sobrepasar los 250 ml. Una ingestión mayor causaría los problemas gastrointestinales señalados. Es importante recordar que los fluidos fríos. Por ejemplo a 5ºC, son vaciados del estómago más rápido que los que están a temperatura corporal. Teniendo en cuenta que el agua ingerida será calentada por la temperatura interior del organismo, es recomendable que la reposición hídrica no se haga con agua a temperatura ambiente, sino con agua fresca a la temperatura indicada. En cuánto a las aportaciones de carbohidratos en los fluidos de reposición, el lector debe recordar que si no nos enfrentamos a ejercicios de alta intensidad, donde se pongan en acción las reservas de glucógeno, aportar azúcares, en especial glucosa, no solo no nos beneficia para la acción inmediata, sino que retrasa la absorción del agua que necesitamos. La glucosa que llega al estómago en disolución marca un importante retraso en el vaciado del estómago de agua libre. Sin embargo en pruebas dónde la acción se prolonga a altas intensidades puede ser recomendables la ingestión de preparados glucosados. Se han encontrado útiles, concentraciones de 30 a 60 gr/hr. en 625 a 1250 ml/hr de fluido ó bebidas preparadas al 4 - 8% de concentración de carbohidratos.

En conclusión, es importante recordar que el fenómeno a atajar en el ejercicio es la deshidratación y que esta se previene, en parte, con las siguientes pautas prácticas:

  • Es necesario reponer el volumen de pérdida del líquido extracelular, que se manifiesta en la tasa de sudor.
  • La magnitud de la deshidratación puede ser medida pesando al deportista antes del ejercicio y después del mismo.
  • Es importante poner en práctica algunas medidas que ayudan a la disipación del calor. Utilizar ropa clara, que permita la pérdida por radiación y amplia, que favorezca la pérdida por convección.
  • Beber antes, durante y después del ejercicio.
  • Beber agua fresca y no utilizar bebidas con carbohidratos a menos que el ejercicio así lo requiera. Intenso y prolongado ó que la temperatura ambiental no sea alta y el calor este siendo disipado por C+R. En caso contrario el azúcar no permite una reposición hídrica lo suficientemente rápida para reponer las tasas de sudor que trabajan en la termoregulación.
  • Nunca beber disoluciones de glucosa antes del ejercicio. La hiperglucemia generada provoca una respuesta importante de insulina en el plasma sanguíneo que reduce drásticamente el nivel de glucosa en sangre, generando una hipoglucemia refleja. Al tiempo la insulina inhibe la utilización de los ácidos grasos. La consecuencia es que se movilizan unas grandes dosis de glucógeno muscular con lo que el ejercicio queda hipotecado por una fatiga temprana.


9. Bibliografía


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Año 4. Nº 14. Buenos Aires, Junio 1999