Lecturas: Educación Física y Deportes
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EL DEPORTE Y LOS ESPACIOS PUBLICOS
Reflexiones sobre el desarrollo del básquetbol en la Argentina.

Eduardo de la Vega (Argentina)

Psicólogo. Docente de la Facultad de Psicología, UNR. Rosario.
Ex jugador profesional de básquetbol: Obras Sanitarias (1995-97) Selección argentina (1997-98)
Ex entrenador de básquetbol. Provincial de Rosario (1995-96). Newel's Old Boys (1997-98).


Introducción
El deporte ha constituido durante mucho tiempo una actividad fundamental en la construcción de los espacios públicos y las identidades sociales. Las prácticas deportivas tal como las conocemos actualmente han sido un invento de las sociedades burguesas y se diferencian radicalmente de los antiguos juegos practicados en la época medieval.

Los primeros juegos, con las características de los deportes actuales, surgieron en Inglaterra hacia fines del siglo XVIII. La caza del zorro, el boxeo, el fútbol, las carreras de caballos y el tenis fueron adoptados por las clases aristocráticas británicas y exportadas luego al resto de Europa y América.

El básquetbol, en cambio, fue inventado en los Estados Unidos de América, hacia principios de este siglo, en ámbitos escolares. Tuvo un desarrollo vertiginoso en su país de origen y fue rápidamente exportado al resto del mundo.

El surgimiento del deporte en el siglo XVIII fue precedido por la aparición de nuevas formas de sociabilidad, cuya expresión institucional estuvo representada -entre otras- por el club.

Los clubes dibujaron los nuevos espacios donde confluían las edades y los sexos, convocados principalmente -aunque no en forma excluyente- por los deportes modernos. El desarrollo y generalización de estas instituciones representó un instrumento fundamental para el despliegue en gran escala de las prácticas deportivas, especialmente, a partir de las primeras décadas del presente siglo.

Club y deporte confluyeron ambos en la transformación de los antiguos escenarios sociales y en la edificación de las nuevas configuraciones de la modernidad.

Según M. Aymard1 , el nacimiento y generalización de los clubes en la Europa occidental de los siglos XVII y XVIII, significó un cambio importante en las formas de la sociabilidad de las clases aristocráticas, asentadas hasta entonces en la familia, el parentesco y las corporaciones (profesionales o religiosas).

El surgimiento de las nuevas instituciones dedicadas preferentemente al ocio de las clases acomodadas, liberó al individuo de las antiguas solidaridades familiares y corporativas, e inauguró un espacio donde los méritos de cada uno prevalecían sobre las prerrogativas de la sangre y el linaje. La amistad y las alianzas podían constituirse ahora libremente, de la misma forma que los individuos podían encontrarse en el club, simplemente por el deseo de divertirse, hablar o practicar alguno de los deportes que comenzaban a desarrollarse. Una nueva sociabilidad apareció en el umbral de la sociedad moderna, recortándose sobre el telón de fondo de la Europa feudal.

El club constituye uno de los escenarios privilegiados de esa nueva sociabilidad, y el deporte un elemento central que participa -como lo descubrió Elías2- en la constitución de la subjetividad moderna.

El nacimiento del deporte moderno en Inglaterra durante el siglo XVIII fue el resultado de la transformación de los violentos juegos medievales a través de la imposición de restricciones y normativas.

El surgimiento de los primeros códigos deportivos coincidió con la pacificación de las elites guerreras y la aparición del parlamentarismo. Es notable esta coincidencia entre la codificación de los antiguos pasatiempos y la finalización de las luchas que durante siglos enfrentaron a las distintas facciones de las clases altas y posibilitaron la creación del primer instrumento político de las sociedades burguesas: el parlamento inglés3.

Hay un vínculo evidente en todos estos movimientos. Se trata de la desactivación de un espacio social cuya estructura está atravesada por la violencia endémica: en las redes tejidas por los lazos familiares que se extienden a las hermandades y parentescos espirituales; en los juegos y pasatiempos, caracterizados por una crueldad radicalmente alejada de la sensibilidad moderna; en las luchas políticas que siembran destrucción y muerte.

Pero hay también otra consecuencia en las transformaciones que se operan: la familia deja de ser protagonista en la configuración del espacio social-político4 . A través de las alianzas, la familia medieval programaba las estrategias que le permitían reproducir y acrecentar su patrimonio y progresar en la geografía social. A partir de las profundas transformaciones que se producen entre los siglos XVII y XVIII -de las que el surgimiento de los clubes es una de sus manifestaciones- lo público comienza a replegarse en tanto espacio donde la familia (y sus instituciones) son sus actores principales.

El club, el deporte constituyeron -al igual que muchos otros dispositivos inventados por la modernidad- los espacios reales donde se transformaron las antiguas formas de la sociabilidad y la subjetividad. La identidad moderna debe mucho a estos espacios y sus historias se entrecruzan y articulan en un despliegue que es también su genealogía.


El fútbol y el nacimiento de los clubes
En nuestro país, el nacimiento de la mayoría de los clubes se produjo bajo el impulso que provino de la gran expansión del fútbol, hacia las primeras décadas del presente siglo.

Las primeras asociaciones profesionales exigían ciertos requisitos institucionales para aceptar a los equipos que la integraban: poseer una cancha propia con medidas reglamentarias, una casilla para vestuarios, tribunas de algunos escalones; llevar libros de actas, sellos, etc., junto con la obligación de presentar divisiones inferiores y de que los jugadores sean socios del club representado constituían los principales requisitos. Todas estas exigencias se complementaron con medidas de apoyo financiero a los clubes en formación por parte de las instancias deportivas centrales5 .

La creación en 1912 de la Federación Argentina de Fútbol fue la expresión institucional de un movimiento instituyente que permitió a las clases medias y bajas apropiarse de una práctica hasta entonces elitista. La nueva estructura apuntó a un crecimiento del deporte basado en la expansión interna utilizando para ello las normativas citadas, que condicionaban el ingreso de los clubes a la elite profesional.

La apropiación por parte de las clases populares de este deporte -que había sido introducido por los ingleses y se había desarrollado inicialmente en ámbitos aristocráticos- creó las condiciones necesarias para la consolidación de la práctica profesional del deporte y el surgimiento de una estructura institucional destinada a la organización y control de dicha práctica. Por otra parte, la expansión del fútbol aficionado -no sólo en la Capital Federal sino también en el interior del país- acompañó a la profesionalización, permitiendo un desarrollo que llevó a la Argentina a convertirse en uno de los principales productores mundiales de futbolistas (y de espectáculos futbolísticos) de la actualidad.

La consolidación de una elite profesional, acompañada del extraordinario desarrollo del fútbol aficionado en todo el ámbito nacional, creó las condiciones necesarias para el exitoso despliegue de este deporte y su inclusión, hacia la década del ochenta, en las nuevas redes de la globalización. La generalización de las modernas tecnologías de la comunicación que posibilitó a los deportes -el fútbol en primer lugar- convertirse en lo que algunos antropólogos caracterizan como "una nueva religión sin Dios", permitió a nuestro país integrarse al nuevo mercado globalizado con un producto que hunde sus raíces -más allá de su origen extranjero- en la historia y la cultura local.

Este esbozo de genealogía del fútbol -tal vez demasiado esquemática- resulta útil para reflexionar sobre la forma en que se intenta incorporar al basquet a la dinámica del nuevo mercado de los deportes-espectáculos.


El basquet y los regionalismos
En la Argentina, el basquet -al igual que el fútbol- surgió de un rico proceso de apropiación por parte de las capas media, de una pasatiempo inventado y practicado inicialmente en otro país.

Introducida por la Asociación Cristiana de Jóvenes a principios de la década del veinte, la práctica del básquetbol se extendió por todo el país, especialmente en las zonas urbanas. Durante las décadas del 40 y 50 había adquirido una gran popularidad y un desarrollo importante, tanto en cantidad como en calidad. En 1955 se organizó en Buenos Aires el campeonato mundial de básquetbol, donde la selección argentina se coronó campeón, luego de superar en el partido final al equipo norteamericano. Después de la caída de Perón, los cincuenta mejores basquetbolistas del país fueron acusados de "profesionalismo", y se les impidió continuar con la práctica del deporte.

La eliminación de esta elite deportiva no impidió que el básquetbol continúe desarrollándose, hasta llegar a convertirse en uno de los principales deportes practicados en el país, detrás, por supuesto, del fútbol. La práctica del basquet adquirió una gran importancia, sobre todo, en las pequeñas y medianas ciudades del interior (centro y sur de Santa Fe y Córdoba, litoral de la Provincia de Buenos Aires, y en muchas capitales de provincias más pequeñas.) .

En la Capital Federal el basquet tuvo también un desarrollo importante. Si bien, la ausencia de equipos profesionales de fútbol en las ciudades del interior permitió al basquet desarrollarse en ámbitos locales y regionales (como ocurrió también con relación al fútbol aficionado), en la Capital, tal desarrollo tuvo lugar en el ámbito barrial y en los grandes clubes de fútbol, aunque no alcanzó jamás la misma significación social que logró en el interior.

En infinidades de pequeñas y medianas ciudades del interior del país, las competencias mayores fueron durante muchas décadas insustituibles ámbitos de encuentros y apasionamientos sociales. Los enfrentamientos entre los equipos rivales de una misma ciudad, o de ciudades vecinas, constituían verdaderas fiestas populares de las que disfrutaban gran parte de la población. Estas fiestas -verdaderos carnavales deportivos- representaban por su inmediatez, un fuerte contraste con respecto al goce mediático del fútbol profesional, y programaban espacios locales fuertemente cohesionantes e identificantes.

Basta citar aquí los ejemplos más conocidos. Bahía Blanca primero, quien ocupa un lugar principal -sin duda- en el universo mitológico de este deporte. Durante la década del setenta, esta ciudad del sur bonaerense se convirtió en el principal referente del basquet nacional. Contaba con dos equipos principales, Olimpo y Estudiantes, quienes habían formado a los mejores basquetbolistas del país. La ciudad entera vibraba cuando ambos equipos se enfrentaban o cuando juntos ganaban los torneos regionales y nacionales. Un ambiente ilusionante se generaba con relación al basquet -con sus mitos, rituales y utopías- que actuaba como un poderoso catalizador de la grupalidad y de la sociabilidad bahiense.

Otro ejemplo bastante conocido es el firmatense. Firmat es una pequeña ciudad industrial del sur de la Provincia de Santa Fe, que llegó a participar de la Liga Nacional con dos equipos locales, Argentino y Firmat F. B. C. Este último llegó incluso a disputar en 1985 la semifinal de la Liga Nacional.

El desarrollo deportivo de esta ciudad -no sólo con relación al basquet, sino también al fútbol y a otros deportes- se inició con la fundación de sus clubes y se extendió a través de varias décadas y generaciones. Durante más de treinta años Firmat articuló su competencia en ámbitos locales y zonales, destacándose -al igual que el ejemplo bahiense- el encuentro entre los eternos rivales locales. "El clásico" firmatense ocupa también un lugar en la historia del imaginario deportivo debido a la dimensión social del mismo, a su significación ritual, de fiesta popular y encuentro de identidades. "Cueveros" y "colorados" participaban así de un espacio social articulado por alteridades, que posibilitaban la identificación y el rechazo, el amor y el odio apasionados. La realización periódica del "gran clásico" posibilitaba la puesta en escena de las identidades y pertenencias colectivas, ambas indispensables para la construcción social de la subjetividad.

Bahía Blanca y Firmat son -entre muchos otros- testimonio de los localismos edificados por una estructura deportiva que ampliaba sus territorios y se extendía al ámbito regional.

Las competencias locales y los torneos zonales se continuaban en campeonatos provinciales y nacionales. El campeonato Argentino de Basquet, que se organizaba anualmente en las distintas provincias o en la Capital, constituyó durante mucho tiempo el lugar de encuentro de la elite basquetbolística nacional y tenía una gran repercusión popular. Se lo conocía como "el más argentino de los campeonatos" porque asistían al mismo representaciones de todas las provincias del país, y era el único evento del básquetbol registrado por los medios de comunicación.

Cabe destacar aquí que el basquet, antes de la Liga Nacional, era un deporte amateur. En tanto tal , circunscribía una espacio social -al que hemos descripto- que no estaba capturado por las leyes del mercado. Los imperativos de la productividad y la ganancia desdibujaron este campo, a través de su captura por las nuevas estructuras que intentan transformar al basquet e integrarlo al proceso de espectacularización de la industria deportiva.

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Año 4. Nº 14. Buenos Aires, Junio 1999