Lecturas: Educación Física y Deportes
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LA MUERTE, ¿UN GOL EN CONTRA?
Amílcar Romero


E inicio

"SIGA EL BAILE, SIGA EL BAILE,/ EN LA TIERRA EN QUE NACI..."
Ese fue el comienzo. Uno de los colmos escalofriantes fue el estrangulamiento de Marcelo Gulowaty (17), ahorcado en plena marcha hacia Mar del Plata donde se jugaba la Copa de Oro, y arrojado en la banquina de la ruta 2, a la altura de General Guido, al atardecer. Todo su atuendo era la camiseta de Boca y los pantaloncitos reglamentarios arriba de unos bluyines hechos jirones. Las autoridades lo enterraron como NN y si es no por un periodista que se le dio por moscardonear el asunto hubiera quedado como una tumba sin nombre y otra alma en pena de las tantas que tenemos vagando.


Condición de la víctima (1924 - 1999)


Condición de la víctima (1930 - 1957)

A partir del asesinato ya mencionado de Ventura se hace bien notable que los medios masivos tuvieron a bien tomar en cuenta a las muertes con cierta resonancia no por el hecho en sí, sino cuando "eran nota" por datos aleatorios que hacen más al cotillón que al meollo: matar a alguien en el Uruguay por la Copa América y después no contabilizarlo porque sucedió fuera de las fronteras nacionales; que sean dos los homicidios, pero en un mismo acto, en una misma trifulca, como lo sucedido luego del Boca-River del 30 de abril de 1994.

Pero a veces suceden imprevistos, saturaciones, crisis institucionales que no están a la vista, y de pronto una muerte en la cancha vuelve a ser La Muerte, como veremos más adelante, y el comienzo del coro mediático de rasgadas de vestiduras.


CHERCHEZ LA FEMME
Un hecho inédito como es la presencia de víctimas fatales femeninas, pero de a una, como no consecuencia de avalanchas, derrumbes, estampidas y otros caos colectivos que también produce la muerte de niños, tuvo su comienzo se podría decir accidental si como tal se toma la presencia de dos reconocidos hampones, con armamento de guerra, en el palco oficial de la cancha, y que en el entretiempo hayan decidido dirimir unas cuestiones pendientes, ya que uno acababa de beneficiarse con la libertad condicional luego de varios años por delitos surtidos. Los dos hombres se vaciaron los cargadores a pasos de distancia y el que cayó primero, ya herido de muerte, tuvo el último acto reflejo de gatillar una vez más y el proyectil 9 mm tuvo otra dirección y se le introdujo por la espalda, a la altura de la cintura, a una madre de 23 años que en la cabecera de la tribuna estaba amamantando a su bebé.

Aparte del melodramatismo, la cursilería y cierta literatura fácil y barata que se suele hacer con toda esta truculencia habría que por lo menos intentar descifrar el mensaje que mandan algunos datos de la realidad. Las muertes en las canchas, si se lo observa como un panorama general y con la importantísima diferencia que sucede entre los espectadores, no entre los protagonistas del conflicto simbolizado, vuelve a ser como en los primeros partidos la "muerte del hijo". Arnaldo Rascovsky, en pleno Proceso, no perdía oportunidad para recordar que en tiempos normales los hijos entierran a los padres y el aparato psíquico tiene condiciones para elaborar el duelo, pero cuando los padres entierran a los hijos -recalcaba- es porque hay tiempos de guerra y no tenemos un aparato psíquico adecuado para esas circunstancias. En una de sus cartas, a raíz de la pérdida de una hija, Sigmund Freud testimoniaba que esa pérdida es el único duelo que nunca se llega a elaborar.


"FRENTE AL MAR, FRENTE A DIOS..."
De todos estos hechos, el emblemático por excelencia fue el ajusticiamiento casi a quemarropa de Adriana Guerrero (15), recién terminado el clásico marplatense entre Aldosivi y Kimberley. Al cabo Víctor Arreyes le volaron la gorra de un toscazo y algunas versiones pretendieron sindicar a la joven como la autora. Pero lo que sucedió a continuación y que detonó el drama fue que, alambrado de por medio, con la que iba a ser víctima fatal tomada por un hermanito menor de la mano, las pullas al uniformado fueron inclementes. Este, lesionado y zaherido en su amor propio, recogió la gorra del césped, se la calzó, sacó el arma y la trayectoria del proyectil en el tórax de la chica no dejan dudas: es un tratado de intenciones, puntería, inexistencia de jugarretas del destino, etc.

Si algo le faltaba a un hecho que ya parece tenerlo todo de por sí, por espíritu de cuerpo al suboficial pretendieron hacerlo pasar por estar bajo los efectos del alcohol y todo lo que tenía en el estómago era el plato de vermichelli y la gaseosa que habían bolseado con un compañero en el bufete del club. En juicio oral le dieron 11 años de prisión efectiva por homicidio simple y salió a relucir que tenía antecedentes de andar sacando el arma y baleando civiles desarmados. Por ese motivo lo habían trasladado de Lanús a Mar del Plata. Ahora, ¿cómo un hombre con esos antecedentes puede ser mandado a una cancha de fútbol y encina en un clásico local donde las mochas están al orden del día? El cabo estaba separado, había vuelto a formar pareja y de los dos matrimonios tenía cinco bocas que mantener. Sus jefes trataban de darle una mano como podían. Los "servicios adicionales" de cancha se cobran aparte y la vida de Adriana Guerrero fue la consecuencia de que un policía mal pago en una de esas pudiera contar con 26,45 dólares que no alcanzó a cobrar nunca y que agravaron el déficit crónico de un grupo familiar numeroso, tronchado y pobre, exactamente el espejo del que constituía el de Adriana.

Por un partido de fútbol y encima menos de treinta dineros...


"A LA DERECHA DE SU TELEVISOR, SEÑORA"
A simple vista no parece para nada casualidad que las primeras "muertes remotas" daten de los festejos del Mundial '86, el primero al que la electrónica capturó para empezar a ponerle sus propios signos. Una década después, a propósito de otro ángulo de abordaje, Roberto Di Giano, Claudio Kunis y Héctor Palomino advertían de manera rotunda que "cada vez más, el fútbol profesional, siguiendo una huella de origen, constituye un fenómeno massmediático" en Fútbol: una pasión nacional. También en esta publicación digital, cambiado el ángulo, el inglés John Bale, de la Keele University La hinchada virtual; el futuro paisaje del fútbol, fechado en 1998, y que aporta un «enfoque geográfico» que toma al deporte como opuesto a recreación y ocio (¡sic!), y tras Michel Focualt, ve a los estadios como "espacios carcelarios". Urbanísticamente, cabe recordar que Lewis Munford los concebía como el único lugar donde las ciudades pueden escenificar a la Proeza y a la Muerte.

El derrame electrónico insensible, más que avasallamiento a la antigua usanza, a partir de 1986 ha generado nuevas arenas y hechos. Como cita Bale, "tirar un ladrillazo a la pantalla de la tevé no tiene efectos en lo que es visto en otras pantallas". El "deporte televisivo produce un paisaje de igualdad [...], el juego en la tevé es lo que la cámara vio." Aunque los argentinos seguimos insistiendo en darnos por enterados sólo ante las muertes, hace rato, en especial en las ciudades del interior, que se dramatizan y tratan de resolver los conflictos latentes igual que en el lejano Puerto Ombligo. La violencia futbolera en las ligas regionales de Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Mendoza, para citar las más ruidosas, pasan desapercibidas porque Buenos Aires sigue de espaldas y a su vez el torrente informativo, favorecido por el apogeo de la tecnología de punta, está produciendo una saturación más que evidente.

Las excusas de tipo economicista, como que la televisión le ha aportado más espectadores al fútbol, además de falso es engañoso. En los años '30, en pleno apogeo del fútbol como espectáculo de masas y cambiando la ancestral relación espectáculo/público, un muestreo hecho por los italianos demostró que a las canchas los fines de semana concurría un 10% de la población total de entonces. Esta relación, con pocas variaciones, se sigue manteniendo, incluso en nuestro país, donde la venta de entradas, el promedio de espectadores por partido y los raiting de tevé lo ratifican plenamente. Es más: Fútbol Espectáculo SA, en los últimos 40 años, ha quintuplicado la cantidad de partidos y septuplicado los torneos anuales, pero así y todo el descenso en la feligresía sigue. En plena sociedad de consumo, con el impacto comunicacional que ha significado la entronización de la microelectrónica, a todo reventar en la final de una Copa del Mundo se ha llegado a medir que estuvo frente a los televisores un 20% de la población mundial, guarismo que esconde el arrastre que ejerce el jefe de familia y los miembros varones jóvenes sobre el resto del grupo familiar, el bombardeo propagandístico, en vastas cantidad del planeta ese medio como única entretención posible, etc., etc.

Los demiurgos del deporte, en particular del fútbol, necesitan seguir haciendo creer que el impacto ya de por sí considerable es total, avasallador, mayoritario de una manera tan abrumadora que no puede sufrir objeciones de ninguna especie. La instalación de Adidas, Coca-Cola, Nike y otras multinacionales como sponsors fijos avalaría -sostienen por lo bajo- esa postura. ¿Cómo productores masivos publicitarían para minorías? Y se olvidan de una máxima del fútbol desde el día en que nació: no importa el número en el sentido cualitativo de practicantes y seguidores, sino que de él, de alguna manera, hablan todos. Si Batistuta toma tal gaseosa o Ronaldiño usa tal ropa deportiva les importa un bledo que la inmensa mayoría de los receptores del mensaje sepan si juegan al fútbol, por qué son excepcionales, cuáles son sus características: se han convertido en masivos de trasmisión, y punto.

Estamos frente a una realidad que ha cambiado algunas características esenciales y esto debe ser tenido en cuenta. La televisión, sobre todo la implosión que produjo el cable con Argentina como de los países más consumidores, no le hizo crecer adeptos y espectadores al fútbol, sino que geográficamente amplió los espacios al virtualizarlos, sobre todo tornando difusa la noción de distancia física.

Las necesidades crecientes del nuevo vampirismo le hizo generar formatos que satisfacieran las nuevas apetencias del Hincha Virtual, sobre todo con talk shows donde los protagonistas, jugadores, técnicos o dirigentes, hablan de sí mismos y de lo que hicieron, eliminando la intermediación de supuestos comunicadores sociales que desvirtuarían este nuevo escenario ilusorio. En este sentido Polémica en el Fútbol fue un precursor, y lo han seguido Tribuna Caliente, El Equipo de 1ª y El Aguante. Pero también en materia de violencia del fútbol, porque si ya de la mano de Sócrates no podemos olvidar que el origen de toda violencia está en el abuso del poder y el lenguaje, estos programas son violentistas por excelencia en la verborrea y en la escenificación, coronando más de una con nada de simbolismos, a piña limpia, aprovechando los cortes publicitarios...

Ya han dejado de tener importancia los kilómetros de distancia entre el suceso y el lugar físico donde el sujeto lo recibe. La virtualidad massmediática ha generado estos nuevos territorios para dirimir lo que pone en disputa el fútbol, y lo mismo da el living, un bar, una peatonal o una plaza para dejar lo simbólico y ritual de lado y pasar al terreno de lo concreto. El Súper Clásico del 25/10/97 se cobró tres muertos, todos varones jóvenes, en otras tantas reyertas remotas por secuelas del juego.

El hecho de características más conmocionantes fue el para nada virtual linchamiento del obrero brasileño Elías Farías (45), el 3/8/96, cuando terminó el partido Nigeria-Argentina y con él acababa algo más que las ilusiones blanquicelestes. Todo ocurrió en un bar pegado a las barreras del paso a nivel de la estación Colegiales, en la calle Federico Lacroze. La que iba a ser víctima vivía en una pensión cercana con su concubina argentina y había ido a ver el partido con un amigo del barrio. Sus efusiones tropicales no se debieron a la vieja rivalidad futbolera que nos separa de los "macacos" ("esto sea dicho con todo respeto", como aclaró un cronista de ATC después de haberlo largado al mundo vía satélite), sino porque el moreno, a grandes voces y risotadas, pretendía festejar de antemano el asado que le había ganado a su capataz, en una fábrica de electrónica en La Matanza, apuesta a la que casi se había visto obligado a aceptar porque la pica era grande, "a los negros ésos les pasamos por arriba, jugate un asado mano a mano para todos, macaco", y el pobre, a pesar de lo magro del sueldo, pero está el espíritu agonístico, la camaradería de un grupo de trabajo, el meneado honor masculino, el pretexto de tener algo más en común, y apostó...

No disfrutó nunca su triunfo personal. No llegó a haber asado ganado a Ley de Juego. Los primeros ataques los tuvo de parte de algunos que estaban adentro del bar y como el hombre resistió con entereza y sin retroceder, otros cruzaron las vías y fueron a buscar a unos jóvenes fornidos, uno dueño del puesto de diarios que está frente a la confitería, una barrita de las que va al frente en todas, y entonces la ventaja fue abrumadora: lo tumbaron y en el suelo le dieron hasta terminar.

Si la seguridad y su parafernalia bélica se desvelan sólo por los estadios y adyacencias de los escenarios reales, al mismo tiempo coaxiles y microondas reprocesan al país entero, en tiempo real, como una gigantesca tribuna virtual y cualquier preocupación y análisis se vuelven grotescos. Porque si los conflictos subyacentes persisten, intocados desde siempre, no hay nada que le impida a las bondades posmodernistas difundirlos sin ningún tipo de fronteras y permitir que en cualquier pueblito perdido se genere un clon del teatro central de los hechos.


El último año del milenio comenzó con dos muertes fuera de todo ritual deportivo, como fue el enfrentamiento en Villa Gesell de las barras de Huracán y Platense, y la chiquita mendocina, producto de la resaca que la globalización esparce como una polución más. A las 183 muertes que se pueden documentar, contando desde el inicio de Fútbol Espectáculo SA, se le deben agregar las 12 que hubo entre 1924 y 1944. Son algo más que números. Total de totales: 195.

Las matemáticas a veces sirven como indicadores. El promedio sobre esta última cifra da a razón de 3 muertes por año. En el período 58-99 ese guarismo trepa a las 4,6 víctimas fatales cada 12 meses, un crecimiento más que considerable.

En las últimas dos décadas, además de dos campeonatos mundiales, un subcampeonato, varias Copas Américas, muchas más Libertadores, el brillante negocio que comanda Grondona & Co., tiene un solo rubro en rojo: 111 muertes, pero de a una, sin Puertas 12, Heysel, Hillsbourgh o Sheffield, en tan solo la mitad de tiempo. Desde 1989, con una Revolución Productiva que tiene a jugadores y técnicos con primas (sin sueldos ni premios, que van aparte) por encima de los 100 mil dólares mensuales, hasta el presente, recién a mediados de año, el promedio que arroja es algo más que un mero número: por lo menos 11 personas, normalmente jóvenes, salen para la cancha y no regresan.

"El fútbol está de muerte y pronto vamos a estar de velorio", cranea uno de los personajes de Ernesto Vadini, ex barra brava de Vélez y guionista de Manuel Antín, en su novela Crónica de una hinchada (1985) [Bajar el TXT completo y comprimido del libro]. "Esto es un suicidio en defensa propia." Como broche indeseado, para colmo, con este trabajo casi cerrado, el domingo 6 de junio la tercera muerte del año en curso, la segunda a cargo de un custodio privado de los trenes privatizados, una nueva franja en la fauna social posmodernista que se debe adjudicar al creciente rubro "seguridad".

Un estibador part time de 21 años, único sostén de un grupo familiar de 7 miembros, fue fusilado literalmente a quemarropa por un disparo que le dio en la cara. Venía festejando con otros el bicampeonato logrado por Boca Juniors y aplicaron los frenos de emergencia para bajarse antes de la estanción William C. Morris, donde los aguardaba otro operativo de "seguridad", esta vez a cargo de policías "oficiales".

E inicio


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Año 4. Nº 14. Buenos Aires, Junio 1999