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Retos que el profesor de Educación física 

debe plantearse desde la perspectiva de la salud

 

Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte

por la Universidad de Granada

Diplomado en Magisterio; especialidad de Educación Física

Entrenador Nacional de Atletismo

Profesor interino de enseñanza secundaria (Educación Física)

de la Junta de Andalucía

Pablo Pozo Rosado

pablopzo@hotmail.com

(España)

 

 

 

Resumen

          Dentro de las competencias del profesorado de Educación Física, y sus intenciones y posibilidades reales de mejora con respecto a las características de su centro y su alumnado en materia de salud, podemos distinguir entre las que no están en manos del profesorado, como el tiempo de asignación docente o la existencia de infraestructuras, y las que sí lo están. Dentro de estas últimas vamos a distinguir cuatro retos que en nuestra opinión debe plantearse el profesorado con el objeto de la mejora de la salud en sus alumnos y alumnas: 1. Incorporar en clase los conocimientos actuales sobre actividad física y salud, 2. Organizar clases más activas, 3. Desarrollar la competencia motriz y 4. Promocionar los hábitos saludables de actividad física. 

          Palabras clave: Actividad física. Salud. Educación Física

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 136 - Septiembre de 2009

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Introducción

Pablo Pozo Rosado    Evidentemente, y antes que nada, debemos tomar conciencia de cuáles son las competencias del profesorado de Educación física o sus intenciones y posibilidades reales de mejora con respecto las características particulares de su centro y su alumnado en materia de salud. En esta línea, lamentablemente, poco puede hacer respecto a materias como la limitación en cuanto al tiempo de asignación docente, o la existencia de equipamientos e instalaciones adecuadas al centro.

    Estas cuestiones involucran directamente a las diferentes administraciones educativas que establecen las prioridades en estos aspectos en un contexto de múltiples necesidades. A pesar de los posibles déficits que sin duda pueden plantearse según las particularidades de cada centro, lo cierto es que se ha avanzado mucho en éstos aspectos en las últimas décadas.

    Quedan, a pesar de todo, abundantes elementos que en nuestra opinión podrían incrementar la calidad de los programas de Educación física, y que además sí están en las manos del profesorado. En ellos existe “margen de maniobra” para avanzar en la dirección de una mejora en la calidad que produzca mejores resultados en cuanto a niveles de salud.

    Algunos retos que pueden plantearse y que se desarrollarán a continuación son:

  • Reto 1: Incorporar en clase los conocimientos actuales sobre actividad física y salud.

  • Reto 2: Organizar clases más activas.

  • Reto 3: Desarrollar la competencia motriz. Eficacia en la enseñanza.

  • Reto 4: Promocionar los hábitos saludables de actividad física.

Reto 1: Incorporar en clase los conocimientos actuales sobre actividad física y salud

    Los contenidos relativos a la actividad física y la salud que habitualmente se trabajan en las clases de Educación física frecuentemente son demasiado generalistas y a menudo se limitan a la transmisión de la idea de que “la actividad física es buena para la salud”. Esto es debido, en parte, a que los conocimientos concretos que se poseen acerca de la temática son recientes y en cierta medida están todavía poco difundidos, incluso entre los propios de profesores de la asignatura.

    Debemos tener en cuenta que el punto de inflexión sobre la constatación científica de los efectos saludables de la actividad física es el Informe sobre Actividad Física y Salud del Departamento de Salud de los Estados Unidos de 1996, publicado por tanto apenas hace una década. Consideramos que este periodo es un espacio breve para la difusión de la información científica en círculos no científicos.

    El profesorado de Educación Física tiene, por tanto, el reto de actualizarse sobre esos conocimientos para poder difundirlos de forma adecuada, ya que resulta necesario que el alumnado adquiriera durante la etapa de Educación Primaria conocimientos adaptados a su edad pero suficientemente específicos sobre los efectos y los beneficios producidos por la actividad física sobre la salud y sobre las características que debe de tener la práctica de actividad física saludable, que les permita tomar conscientemente en el futuro (durante la etapa de Educación Secundaria y posteriormente) decisiones respecto a su propia salud.

    Con el objetivo de llevar a cabo esta labor, el profesorado de Educación Física debe de ser capaz de dar respuesta a preguntas como:

  • ¿Cuánta actividad física es necesaria?

  • ¿Qué beneficios produce en la salud?

  • ¿Cómo previene la realización de actividad física algunas enfermedades?

  • ¿Qué es la condición física saludable?

  • ¿Cómo se determina?

  • ¿Cómo se puede estimular a los alumnos/as a realizar más actividad física fuera del horario escolar?

    Por otro lado, a menudo existe una tendencia a hacer un hincapié excesivo en la posibilidad de que de ciertas prácticas de actividad física pueda derivarse algún perjuicio, lo que en definitiva tiende a transmitir la idea de que la actividad física puede ser peligrosa cuando la realidad es que los beneficios que pueden derivarse de la actividad física superan netamente a los posibles daños (aunque estos efectivamente existan). Pero llamar la atención principalmente sobre “lo perjudicial” frente a “lo beneficioso” resulta una estrategia formativa poco adecuada.

    Por tanto, pensamos que resulta necesario actualizar los conocimientos sobre el papel de la condición física en relación a la salud y también respecto a las posibilidades de su desarrollo en niños y niñas, así como la forma adecuada de hacerlo.

    Hoy en día se sabe que la actividad física produce mejoras en la salud sin la necesidad de que se produzcan mejoras en las capacidades físicas, de lo cual se derivan importantes consecuencias prácticas también para la Educación Física y la manera en que se implementan las clases. En otro sentido, sabemos que existen importantes diferencias en la “entrenabilidad” entre niños y niñas y adultos, lo que en definitiva viene a significar que los niños y niñas tampoco son adultos en pequeñito cuando se pretende desarrollar un trabajo orientado a fomentar una condición física saludable.

    Siguiendo a Rueda (2001), el entrenamiento en la edad escolar debe tener un matiz pedagógico que puede resumirse en las siguientes características:

  • Informar sobre las posibilidades reales y los riesgos: tanto al niño como a los padres.

  • No valorar el rendimiento del niño/a por éxitos tempranos.

  • Considerar la preparación físico-deportiva bajo el punto de vista de la satisfacción por el movimiento: evitando el trabajo duro y aburrido.

  • Utilizar el juego como medio fundamental.

  • Trabajar de forma variada para conseguir mayor motivación.

  • Buscar un desarrollo multilateral

  • Adaptar las competiciones a las posibilidades y necesidades reales de los niños.

  • La actividad física debe estar adaptada a la edad biológica del alumno/a, respetando los periodos sensibles de crecimiento.

  • Debe planificarse con mayor énfasis que la actividad de los adultos.

    Por tanto, los modelos de trabajo basados en la mejora de la condición física de los adultos pueden ser frecuentemente inadecuados. Por estos aspectos se exige una actualización continua del profesorado que asegure una profesionalización de la asignatura.LASES MÁS ACTIVAS

Reto 2: Organizar clases más activas

    Diversos estudios de investigación han mostrado que muy frecuentemente los tiempos de actividad motriz efectiva que se consiguen durante las clases de educación física son reducidos, entendiendo por actividad motriz el resultado de trabajo en la realización de tareas para la consecución de unas habilidades (Delgado Noguera, 1994).

    Esos tiempos de actividad (situados en torno a los 30 minutos por clase) son insuficientes tanto para producir estímulos fisiológicos relevantes como para producir aprendizajes motores. No son suficientes por el mero hecho de cómo está planteado el horario escolar, que no permite la sistematización, y la cantidad de contenidos que hay que abordar, sin olvidar también que el profesor no tiene como único objetivo la mejora de la condición física. No obstante, el profesor deberá transmitir e inculcar a sus alumnos la necesidad de realizar la actividad física fuera del horario escolar, en el llamado 3er tiempo pedagógico.

    Otro asunto peor es que el resto del tiempo útil de clase a menudo tampoco es utilizado para otro tipo de aprendizajes. Simplemente se consumen enormes cantidades de tiempo en desplazamientos, organización y control de la clase, tiempos muertos o explicaciones. La investigación también ha demostrado que cuando el profesorado es formado sobre estrategias para incrementar los tiempos de actividad motriz durante sus clases se consiguen mejoras de hasta el 400%.

    El profesor Saénz-López (1997) recopila algunos recursos didácticos que pueden ayudar al docente a incrementar el tiempo útil durante sus clases:

  • Motivar al alumnado para que no tarde mucho en cambiarse

  • Establecer normas para el cumplimiento de una rigurosa puntualidad.

  • Controlar la asistencia durante la sesión

  • Reducir el número de actividades y presentación.

  • Utilizar variantes de una misma actividad

  • Evitar desarrollar muchas actividades complejas

  • Utilizar tanto la demostración como la explicación

  • Preguntar si hay dudas

  • Tener organizados los grupos cuando hay juegos por equipos

  • Evitar organizaciones en filas y otras formas en las que el alumno esté parado

  • Emplear métodos relacionados con la resolución de problemas

  • Disponer de suficiente material

  • Utilizar un sistema de señales eficaz (silbato, levantar la mano…)

Reto 3: Desarrollar la competencia motriz. Eficacia en la enseñanza

    La relevancia que se ha otorgado al desarrollo de competencia motriz dentro de la asignatura de Educación física ha ido evolucionando con el tiempo. Así, desde planteamientos anteriores muy centrados en el aprendizaje motor, se ha ido evolucionando hasta una perspectiva más integradora que considera que nuestra materia debería desarrollar conocimientos y habilidades en todas los áreas (cognitiva, motriz, psicológica y social). Sin embargo, la idea de una Educación física que vaya más allá de lo estrictamente corporal no debería olvidar que lo realmente específico en ella es el trabajo con el cuerpo y el desarrollo de la motricidad.

    Debemos tener en cuenta que en las circunstancias de vida actuales es extremadamente relevante que se desarrolle la competencia motriz de forma eficaz durante las clases de Educación física, debido a que los estímulos que antes niños y niñas acumulaban espontáneamente a través del juego han quedado claramente reducidos porque sencillamente se han perdido en gran parte de las ciudades el hábito de salir a la calle a jugar, o se hace en mucha menor medida.

    Desde la óptica de la promoción de la actividad física saludable resulta necesario contribuir a desarrollar en las personas su habilidad motriz, tanto la que objetivamente se posee como la que se percibe sobre sí mismo (competencia motriz percibida). Debido principalmente a que estrategias de enseñanza poco cuidadosas o inadecuadas pueden enseñar a los niños y niñas a percibirse como incompetentes (incompetencia motriz aprendida).

    Actualmente se ha manifestado la importancia de este hecho porque las investigaciones han expresado claramente que tanto la competencia motriz objetiva como la autocompetencia percibida son uno de los factores que más fuertemente se asocian con la práctica regular de actividad física. Cuando los alumnos/as y las personas en general se sienten capacitadas para hacer algo es más probable que lo hagan.

    Para que alumnos y alumnas consigan aprender y refinar su coordinación de modo que les permita adaptar sus movimientos a diferentes contextos necesitan obviamente un tiempo suficiente de práctica. Dedicarle el tiempo necesario a cada tarea es indispensable para que realmente exista aprendizaje.

    Esto traducido a efectos de práctica en la asignatura quiere decir que cambiar constantemente de tareas a realizar puede ser motivante, pero puede reducir el aprendizaje si la progresión de tareas no se construye en base a la obtención de unos determinados aprendizajes específicos. Las variantes sobre tareas similares o la forma de presentar las tareas pueden dejar un margen suficiente para la variación que estimule la motivación, pero que permita a la vez reforzar suficientemente el proceso de aprendizaje o perfeccionamiento de destrezas motrices.

    En otro sentido, el control de tareas que antes no se dominaban es capaz de producir por si mismo un efecto motivador importante, siempre que las tareas supongan un reto accesible para el alumno o alumna (Oliver, 1985). Este principio de accesibilidad y el estímulo de aprendizaje óptimo son muy importantes tanto para el aprendizaje como para la motivación.

    Como podemos observar claramente, proponer estímulos de aprendizaje óptimos, de modo que el cada sujeto trabaje en su zona de desarrollo potencial, en un grupo de clase donde cada escolar tiene un nivel de capacidad y habilidad diferente es un proceso bastante complejo. La adaptación de los niveles no ocurre espontáneamente y debe ser premeditadamente preparada por el profesorado.

    Sin embargo, la importancia de este principio es tal que resulta imprescindible cumplirlo para ser efectivo en la enseñanza. Existen costumbres muy extendidas en nuestra asignatura de organización de las tareas que promueven lo contrario. Por ejemplo, realizar propuestas de tareas que son intrínsecamente selectivas, de modo que los niños y niñas con una peor competencia motriz (es decir, los menos hábiles) quedan eliminados los primeros porque enseguida se les propone que se enfrenten a tareas que exigen una habilidad ostensiblemente mayor a la que poseen.

    El profesorado de Educación física debe reflexionar profundamente sobre los métodos que utiliza habitualmente, y pensar si éstos permiten proponer un nivel de dificultad conveniente a la mayoría de su alumnado, promoviendo a la vez que los menos hábiles participen intensamente en las tareas.

    En conclusión, podemos decir que el impacto potencial de las sensaciones de competencia desarrollados en la clase de E.F. puede ser muy elevado, aunque, por desgracia, de una manera asimétrica, como veremos a continuación:

    Un escolar que aprende a sentirse motrizmente competente tiene en efecto más posibilidades de ser activo durante su tiempo libre, aunque esto vendrá condicionado por múltiples circunstancias.

    Por otro lado, el efecto sobre un escolar que aprende a sentirse motrizmente incompetente puede ser devastador para el desarrollo de hábitos de actividad física, pues las posibilidades de que sea activo se reducen drásticamente por su percepción de incompetencia.

    La selección de tareas y métodos adecuados en la enseñanza de la E.F. es, por tanto, una cuestión de vital importancia. Podemos seguir las siguientes recomendaciones:

  1. Valorar/estimar el nivel de competencia inicial del alumnado.

  2. Construir tareas en relación con el nivel habilidad y capacidad previo. Diversificar si es necesario tareas para distintos niveles de competencia previa.

  3. Diseñar contextos de práctica y aprendizaje que estén un paso por delante de lo que ya conocen o dominan (zona de aprendizaje o de desarrollo potencial).

  4. Permitir que el alumno o alumna pase suficiente tiempo practicando en su zona de desarrollo potencial como para que se produzca un aprendizaje, de modo que se le pueda proponer a continuación otra tarea que suponga un nuevo reto.

Reto 4: Promocionar los hábitos saludables de actividad física

    Hace tiempo que en algunos países desarrollados se dieron cuenta que el sedentarismo es un problema acuciante de salud pública con importantes consecuencias sociales a medio y largo plazo. El incremento de la esperanza de vida, junto a la proliferación de enfermedades crónicas, va a tener la capacidad a medio plazo de quebrar los sistemas públicos de atención sanitaria por los enormes gastos que supondrán.

    Parece por tanto razonable pedirle al sistema educativo, y a la Educación física en particular, que oriente parte de sus esfuerzos a promover estilos de vida saludables en la población. Ello produce un retorno social valioso y han de apoyarse las medidas que permitan que ese retorno se produzca.

    Así, desde hace ya más de una década se viene proponiendo desde diversos ámbitos que el objetivo prioritario de la Educación física debería ser fomentar los hábitos de actividad física a largo plazo, a la vez que se reconoce que no se dispone de conocimiento científico suficiente sobre cómo hacerlo de forma efectiva. En otras palabras, todas las iniciativas educativas en este sentido son tentativas valiosas, pero sin bases de conocimiento rigurosas en que apoyarlas. Este es uno de los caminos en los que tratamos de avanzar en la actualidad.

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revista digital · Año 14 · N° 136 | Buenos Aires, Septiembre de 2009  
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