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Ramos Mejía, las multitudes y la educación nacional

   
Lic. en Sociología
Universidad de Buenos Aires
(Argentina)
 
 
Roberto Di Giano
robaied@hotmail.com

 

 

 

 

 
    Ramos Mejía, que distaba de sostener la mirada gris del funcionario y había aprendido a tocar la cuerda de la emoción, pensaba que la música nacional sería una colaboradora eficiente de la enseñanza patriótica. De allí que bajo su conducción se aboliera el sistema modal y se implementen melodías de tipo pentatónico tal como las utilizadas por los pueblos del noroeste argentino, privilegiándose de esa manera el sonido melancólico de el triste, el yaraví y las vidalitas.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 14 - Nº 135 - Agosto de 2009

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     Ramos Mejía Este fecundo y poco sistemático estudioso de una gama de fenómenos sociales que demandaban en forma urgente peculiaridad, miraba a su alrededor y observaba que su contorno cambiaba día a día. También su producción intelectual describiría una curva delineada por tener ella un fuerte contenido biologicista en sus primeras obras, y una mayor presencia de la psicología social y de la sociología en Las multitudes argentinas (1899).

    El papel desbordante que asumían en determinados momentos de la historia las multitudes, lo explicaba Ramos Mejía a partir de que las clases superiores no podían cumplir su papel de dirigentes porque se hallaban "rutinizadas". Es decir, que según el autor de Las multitudes argentinas las únicas innovadoras en tales casos eran las clases subordinadas que asumían un papel muy activo porque los grupos dirigentes se habían dejado atrapar por la inercia y la poca conciencia de la situación real.

    Este médico alienista retratará el mundo social de fines de siglo diecinueve como un ambiente en que reina la mediocridad y donde los destinos del país eran dispuestos por un pequeño sector social que confundía el interés privado con el interés público y que, por lo tanto, estaba alejado de las verdaderas preocupaciones y modalidades de unas masas que no podían definir, por ese entonces, tendencias firmes, cosa que mira con preocupación.

    Es que Ramos Mejía mira con sumo desagrado el vuelco excesivo de la multitud hacia lo material, porque para el pensador argentino este actor social (sin el cual era imposible pensar en grandes cosas para la patria) necesitaba prioritariamente motores morales. De allí que Ramos establezca con firmeza que la vinculación moral que pueda establecerse entre los miembros de una sociedad es mucho más importante que la material.

    La conformación de las multitudes dependía, entonces, de que existiera una misma estructura moral y psicológica entre los miembros de una comunidad para que pudieran así fusionarse. Al respecto, este hombre de espíritu inquieto, que ejercería a la postre, diversas actividades institucionales, enumeraba en su libro una serie de motivos que llevaban a que no hubiera multitudes tal como que "no existía la calurosa pasión de un sentimiento político, el amor a una bandera, la rabia de clase o casta".

    A partir de dichas conclusiones Ramos termina coincidiendo con otros miembros de la élite ilustrada que pensaban que era necesario imponer a la sociedad la idea de nacionalidad a través de variados caminos, pero, fundamentalmente, a partir de la educación. Y esa gran tarea que significaba afirmar en un breve periodo de tiempo una identidad nacional, en momentos que tenían una decisiva presencia los miles de inmigrantes que inundaban año a año el país con tradiciones culturales diversas, recaía, inexorablemente, en los intelectuales, ese grupo de personas que ubicadas en la cima de la pirámide social y teniendo la posibilidad de hacer uso de un brazo importante del Estado, confiaba plenamente en su espíritu de iniciativa.

    Cuando a Ramos Mejía le tocó presidir el Consejo Nacional de Educación les señaló a sus subordinados que deberían anotarse diariamente en un sitio visible las efemérides argentinas. Vale decir, aquellos acontecimientos y sucesos notables de nuestra historia que sirvieran para encontrar en el pasado una dosis de inspiración que apuntara a restaurar una patria que transitaba por caminos sinuosos, aunque una minoría se vanagloriaba que permanecía inscripta en un ciclo ascendente.

    Precisamente la misión de los maestros era ampliar las efemérides y explicarlas dentro de un marco educativo donde quedaba prohibido el dictado de lecciones que hiciera mecánica y fatigosa la enseñanza. Concretamente, lo que le demandaba Ramos Mejía a los docentes en esta convocatoria patriótica que adquiría sin lugar a dudas una resonancia especial camino al primer Centenario, era que ellos tuvieran siempre una imaginación despierta para hondar en las complejidades que encerraba cada efemérides.

    A tono con dicha propuesta energizadora que pasaba más por la reflexión crítica que por un alborozo estéril, la historia patria debía impartirse con lecciones sencillas sobre los símbolos patrios: la bandera, el escudo y el himno. Complementando la misma con imágenes variadas seleccionadas con criterios estéticos: láminas conteniendo los colores nacionales, bonitos paisajes del territorio argentino, obras de pintura y escultura, retratos de la fauna y flora nacional y americana. Es que la belleza, como un gran cielo abierto, podía despertar aquellos impulsos vitales que servirían para expandir el lazo social. Sin lugar a dudas, en este contexto particular adquiría suma importancia la manera en que eran presentados los hechos.

    Asimismo, Ramos Mejía, que distaba de sostener la mirada gris del funcionario y había aprendido a tocar la cuerda de la emoción, pensaba que la música nacional sería una colaboradora eficiente de la enseñanza patriótica. De allí que bajo su conducción se aboliera el sistema modal y se implementen melodías de tipo pentatónico tal como las utilizadas por los pueblos del noroeste argentino, privilegiándose de esa manera el sonido melancólico de el triste, el yaraví y las vidalitas.

    Con el deseo de fortalecer el sentimiento de solidaridad social e inspirar un respeto reverencial hacia la patria se decide incluir como cántico oficial el Himno Patriótico Infantil compuesto por José Canedo y el poeta Pedro Bonifacio Palacios, autor de aquellos esperanzadores versos que aun repiquetean en la memoria colectiva "si te postran diez veces te levantas / otras diez, otras cien, otras quinientas". Popularmente conocido por el seudónimo Almafuerte, escribió la letra del himno buscando despertar en las nuevas generaciones una confianza firme para poder revestir de virtudes a la joven nación en un momento en que en el ámbito educativo a la vez que se revisaban muchas cosas del pasado, se miraba hacia adelante con optimismo. Así, este original poeta argentino expresaría en una de las estrofas con la seguridad de quien apuntala el establecimiento de una fe socialmente compartida: "somos, pues, los geniales artistas, que han de hacer la genial corrección".

    Varias de las ideas expuestas por José María Ramos Mejía en sus últimos libros y siendo titular del Consejo Nacional de Educación con el fin de que las futuras generaciones percibieran la Argentina de otro modo, se verán cristalizadas en el largo plazo. Plantear el tema de la integración social revisando algunos de los lineamientos de la formación de la nacionalidad que había trazado la historia oficial, resultó una tarea valiente y creativa que preanunciaría la posterior llegada del revisionismo rosista.

Bibliografía

  • Clementi, Hebe (2008) Una historia para mañana. Leviatán, Buenos Aires.

  • Consejo Nacional de Educación (1913) La educación común en la República Argentina (1909-1910) - Presidencia del Doctor Don José María Ramos Mejía. Buenos Aires.

  • Ramos Mejía, José M. (1977) Las multitudes argentinas. Edit. de Belgrano, Buenos Aires.

  • Ramos Mejía, José M. (1927) Rosas y su tiempo. Edit. Científica y Literaria Argentina, Buenos Aires.

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