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Revista Digital


EL FENOMENO INMIGRATORIO Y EL FUTBOL
Roberto Di Giano* (Argentina)


* Sociólogo
Artículo publicado en el Revista La Marea, Nº 13, Buenos Aires.


Resumen
A fines del siglo pasado, el fútbol encontró estímulo en la elite argentina, deseosa de disfrutar el atractivo deporte importado por los ingleses. En los primeros años de la década de 1910, se produce la expansión del fútobl en el seno de los sectores populares, liderado por los hijos de los inmigrantes. Este artículo analiza, a través de la prensa de la época, cómo perciben estos sectores privilegiados la popularización del fútbol entre los inmigrantes.
Palabras clave: Fútbol argentino. Inmigración. Sectores Populares.

Por la época del Centenario todavía resonaba con cierta potencia el eco de una idea-fuerza de larga duración en la Argentina. Era aquella que sostenía que la inmigración se convertiría en un importante factor de civilización para nuestra sociedad, sobre todo si aquellos que venían de ultramar eran anglosajones. Según esta línea de pensamiento, los nativos carecían de las actitudes necesarias para facilitar la construcción de una sociedad moderna al estilo de los países europeos más avanzados.

Si bien la mayoría de la elite vernácula consideraría por mucho tiempo que para desarrollar un modelo económico liberal con fuertes rasgos extranjerizantes había contingentes humanos de mejor calidad que otros, evaluaba también, en forma más amplia, que para modificar substancialmente la fisonomía tradicional de nuestro país era igualmente un factor positivo atraer europeos de otras naciones menos "adelantadas". De esta manera miles de italianos y españoles invadirían año tras año nuestras playas.

Pero también para estos años que bordean el Centenario hay consenso, dentro de la elite política y económica, que vienen muchos inmigrantes revulsivos, que nos e afirman como agentes del progreso, tal cual se había teorizado, sino más bien como elementos de perturbación de ese orden social pergeñado por ella en su acotado círculo intelectual. Y este cambio de sensibilidad respecto del fenómeno inmigratorio quedaría expresado en la Ley de Residencia (1902) y más tarde en la Ley de Defensa Social (1910), donde se establece que al Estado argentino le corresponde actuar expeditivamente para separar a los elementos buenos de los malos.

En lo que respecta específicamente al ámbito futbolístico local, el peso de la cultura anglosajona seguía siendo fuerte en aquella época. Es que había sido durante años el gran paradigma a imitar para los miembros de la elite argentina, que se había volcado con entusiasmo a disfrutar de este atractivo deporte traído al país por los ingleses, quienes conformaron en 1893 la primera Liga de Fútbol.

De esta manera, integrantes de la clase dirigente organizarán clubes deportivos a la manera de los que habían constituido los ingleses radicados en el país. En ellos se establecían claras pautas de discriminación mediante exigentes requisitos para asociarse y, específicamente en la práctica deportiva, se sostendrá a rajatabla el fair play. Como explica Julio Frydenberg: "elitismo y fair play aparecieron fuertemente unidos". 1


Los clubes populares
Por otro lado, en los primeros años de este siglo se produciría la gran expansión de clubes generados desde los sectores populares, que tendrán un carácter abierto y estarán distanciados de la lógica del fair play en lo que se refiere al desarrollo del juego, ya que sus deportistas van adoptando otro tipo de actitudes y conductas más relacionadas con su propio contexto social.

Precisamente, el objeto de este artículo es describir y, a la vez, reflexionar sobre el modo en que perciben los sectores privilegiados de la sociedad argentina este proceso de expansión del fútbol en el seno de los sectores populares, proceso mayormente liderado por los hijos de inmigrantes españoles e italianos -también criollos- que se estaba verificando en los primeros años de la década de 1910.

Para ello se analizará el discurso que circuló durante el año 1913 en la sección Sport, y dentro de ella más concretamente el sostenido en el espacio dedicado al football, en uno de los diarios de mayor prestigio y difusión de la época: La Nación 2 . Fundado en 1870 por Bartolomé Mitre, un conspicuo representante de la clase dirigente argentina a la que el diario expresaría en muchos aspectos, aunque siempre afirmando rasgos propios. En lo que respecta específicamente al fútbol, el periódico nos brinda un aporte interesante al desplegar un doble juego. Por una parte, informa a sus numerosos lectores sobre las vicisitudes de los campeonatos locales (da la información de los equipos y hace comentarios de los partidos); por otra, ofrece su punto de vista sobre diversas cuestiones relacionadas con el desarrollo del fútbol en nuestro país, con la intención de educar a los lectores, siendo éste un objetivo importante del diario. Así, el matutino combinará muchas veces la explicación y lo normativo, siendo esta última cuestión la que más nos interesa en este artículo.

El año elegido para nuestra reflexión es muy importante, porque a partir de 1913 se empieza a profundizar un quiebre cultural importante dentro del ámbito futbolístico. Un equipo surgido de los sectores populares alcanza el título de campeón del torneo de primera división organizado por la Asociación Argentina de Football 3 . El equipo del Racing Club desplaza de ese lugar privilegiado a quienes lo venían ocupando habitualmente hasta entonces: Alumni, típico equipo de ascendencia inglesa, y Quilmes, un club formado por miembros de la elite criolla al modo de los ingleses, y que recibe en su equipo a algunos jugadores de Alumni cuando éste se retira de la competencia en 1912.

Es a partir de entonces que empieza a predominar este tipo de clubes en Argentina. Se convierten en ámbitos de sociabilidad en los cuales se integran hijos de inmigrantes italianos y españoles con criollos de sectores medios y bajos. Estas asociaciones serán teñidas desde un principio por aquella imagen estereotipada construida por los sectores hegemónicos, que subestiman la capacidad de estos contingentes humanos populares.

En este momento específico, cuando están coexistiendo formas futbolísticas que responden a contextos sociales diferentes (por un lado, el de una pequeña minoría que se autodesigna como "gente decente" y, por otro, el de los integrantes del resto de la población), La Nación va a criticar a un tipo de jugador que se está afirmando cada vez con más empuje dentro de la franja joven de los sectores populares, el denominado "crack".

Como parte de una estrategia desvalorizante, el matutino va a comparar las características que posee este personaje, que estaba alcanzando un reconocimiento popular, con otros ya jerarquizados en el ámbito deportivo tradicional. Uno de éstos fue Jorge Brown, integrante del equipo Alumni (que estaba conformado por ex alumnos de uno de los colegios ingleses instalados en el país). Otro fue Rithner, del Club Porteño, una institución creada tomando a Alumni como paradigma, en la que participaban ingleses junto a nativos de abolengo.

De allí, que el diario La Nación se dirija de la siguiente manera a sus lectores cuando describe a ese original deportista, el crack, que devendrá con el tiempo en un arquetipo fundamental del fútbol criollo:

"No es éste un excelente jugador. No es un Rithner o un Jorge Brown, que a dichos jugadores se los coloca en posición superior porque además de su juego, por su espíritu deportivo están colocados en un plano superior..." (27.1.1913)

Es decir que este exquisito jugador, surgido de la cultura popular, es mirado por el matutino con suma desconfianza -es que se parte del presupuesto de la superioridad de la cultura deportiva anglosajona frente a la insuficiencia de la nuestra-, y merece la reprobación del diario pese a que muchos aficionados levanten su figura:

"el crack es un jugador de renombre entre cierto público afecto a las piruetas de éste, ineficaces siempre, que no pasa la pelota y a veces marca los tantos de bonita forma con mucho dribling, por su solo esfuerzo..." (27.1.1913)

De esta manera La Nación ofrecía a sus lectores, además de la habitual información deportiva, su punto de vista con el objetivo de influir y orientar la percepción y evaluación colectiva. A ese estilo de juego que florece en el ámbito de los sectores populares le asigna una imagen negativa:

"El crack no es un jugador eficiente (...) Se hace rogar, impone condiciones, llega a pedidos a veces reñidos con el sport, los días de match es necesario ir a la casa a buscarlo para que juegue (...) y una vez en el field o es un negligente o riñe con el contrario..." (27.1.1913)

El matutino construye así una imagen estereotipada de este jugador argentino de reciente formación, que va a trascender el mero rol de futbolista alcanzando también su vida privada. Sus principales rasgos serán la pereza y la irresponsabilidad, elementos éstos que lo distancian absolutamente de la ambición y del empuje del jugador de ascendencia anglosajona, que es el modelo por excelencia. Otra crítica de La Nación apunta a los nombres "raros" que eligen los miembros de los sectores populares cuando fundan clubes de fútbol:

"...se habrá notado más de una vez la despreocupación y la falta de criterio que rigen al denominar las nuevas asociaciones (...) Llamar a un club 'Los hijos del sol', por ejemplo, sería sencillamente ridículo. Más que denominación para un club de esa clase, sería un buen nombre para una institución recreativa o carnavalesca..." (20.3.1913)

Así, entonces, podemos visualizar cómo en aquella época La Nación establece una serie de calificaciones negativas sobre algunos aspectos relacionados con la estructuración de estas nuevas asociaciones deportivas, que conllevan en forma incipiente, concretamente en la práctica futbolística, una nueva manera de jugar que irá justificando con los años un rostro propio (además del establecimiento de actitudes y comportamientos singulares de los jugadores fuera y dentro de la cancha).

Este diario, de larga trayectoria en nuestro país, intenta de este modo cumplir un papel normativo en muchos aspectos, amparado siempre en ese fuerte referente que constituye, para él y para la elite argentina en general, la cultura deportiva anglosajona.


Notas

  1. Frydenberg, Julio, "Redefinición del fútbol aficionado y del fútbol oficial. Buenos Aires, 1912", en Alabarces P. Di Giano, R. Frydenberg, J. (compiladores): Deporte y Sociedad, Eudeba, Buenos Aires, 1998, pág. 51.
  2. Es interesante resaltar que el matutino La Prensa, que junto a La Nación se había constituido en uno de los diarios más importantes del país, había nacionalizado el término inglés sport al denominar a la sección respectiva: Deportes.
  3. La Asociación Argentina de Football fue la única entidad rectora de este deporte desde el año 1893 hasta mediados de 1912, cuando a partir de una escisión producida en su seno se conformó la Federación Argentina de Football. El diario La Nación, que daba permanentemente información sobre las dos ligas, aprueba el funcionamiento de ambas, ya que, según su propio argumento, genera una sana competencia que el matutino asocia a una mayor democratización del ámbito futbolístico, pues, antes de 1912: "la Asociación imperaba sin ningún rival al frente. Acaso por esto no se vio en ella el espíritu de iniciativa necesario para un progreso firme y decidido..." (9.9.1913)

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Fotos
Equipo y jugadores del Colegio Industrial de Barracas. Buenos Aires, 1943.


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Revista Digital
Año 4. Nº 13. Buenos Aires, Marzo 1999.