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La educación en valores como un trabajo previo a la atención

a la diversidad en la escuela: reto profesional, deber legal 

y deber moral del docente de Educación Física

 

Doctorando en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte

de la Universidad Autónoma de Madrid

(España)

Andrés Montero Gómez

andresmontego@hotmail.com

 

 

 

Resumen

          La atención a la diversidad en la escuela, como principio educativo, pretende el máximo desarrollo de las capacidades del alumnado, partiendo de la individualidad de la persona. Los docentes deben considerarlo como uno de los pilares a partir del que educar a sus alumnos/as. No obstante, hay un trabajo previo que debe realizar el docente para facilitar su acción pedagógica en este ámbito. Este trabajo consiste en concienciar a su alumnado de esa diversidad, inherente al grupo, llevando a cabo una educación en valores en los alumnos para que se respeten y sean respetados.

          En este artículo se exponen algunas estrategias para educar en valores, enfocándolo desde el área de Educación Física. Además, también trataremos la atención a la diversidad como un reto profesional del docente, debido a las dificultades que puede encontrar en su puesta en práctica, el deber legal, pues es un principio recogido en diversas leyes españolas (incluida la educativa) y su deber moral con el grupo de alumnos/as.

          Palabras clave: Atención a la diversidad. Educación en valores. Educación Física.

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 13 - Nº 128 - Enero de 2009

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Introducción

    En las escuelas se trata de enseñar una serie de contenidos conceptuales, en la mayoría de los casos, procedimentales y actitudinales, aunque estos últimos en menor medida y utilizando una posición de autoridad por parte del docente con respecto a su alumnado. Los docentes siguen un libro de texto, planifican programaciones y unidades didácticas para llevarlas a cabo, basándose en sus propios conocimientos sobre las características y capacidades estándar de los niños/as de edades determinadas. Pero, ¿esta situación es la idónea para iniciar un proceso de formación en los alumnos/as? Para llegar a la idoneidad en este proceso, el docente debe basarse en las circunstancias especiales de cada contexto educativo. Evidentemente, también consideramos necesario que el docente se base en las capacidades de cada uno de los niños/as para planificar sus sesiones de clase, siguiendo el principio de individualidad. De esta manera, cada niño/a recibirá una formación individualizada, acorde a sus posibilidades, lo que facilitará que evolucione en función de sus propias capacidades.

    La atención a la diversidad es un principio del sistema educativo español, recogido en la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE), vigente en la actualidad. Este principio parte de la individualidad de la persona, que debe ser respetado. Por ello, se incluye en el ámbito educativo, ya que desde la escuela, como institución cuyo objetivo es la formación de los ciudadanos, se debe educar en las diferencias interpersonales y culturales y en el respeto a las mismas.

    Atender a la diversidad debe ser uno de los pilares de la actuación del docente con sus alumnos, pero estos últimos juegan un papel fundamental para que el docente pueda llevar a cabo este principio pedagógico. Es decir, para atender a la diversidad del grupo de clase, el docente debe conocer esa diversidad entre su alumnado y adaptarse a ella, pero el conocimiento de esta diversidad, inherente al grupo de clase, por parte de los discentes facilitará la labor del profesor/a en el momento de aplicar este principio. Pero aún es necesario dar un paso más con el alumnado, ya que no sólo es importante que conozcan esa diversidad, sino que es crucial que la respeten. Es por esto, por lo que el docente debe intervenir y planificar sesiones en las que se desarrollen valores como el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la cooperación, etc. en el alumnado para fomentar la comprensión de esta diversidad y el respeto a la misma. Algunos autores han trabajado en el diseño de estrategias para desarrollar una serie de valores en las personas. En este artículo, exponemos algunas de ellas como elementos a través de los cuales se puede realizar un trabajo previo a la atención a la diversidad.

La atención a la diversidad como principio pedagógico

    En España, la educación es un derecho que queda recogido en su Constitución (1978: 21), en su Artículo 27.1, donde se afirma que “Todos tienen el derecho a la educación”. Además, en su Artículo 27.2 recoge que “la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.”

    Siguiendo con esta idea, la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE), recoge estos derechos de los ciudadanos y en su preámbulo expone que se debe “proporcionar a los jóvenes una educación completa, que abarque los conocimientos y las competencias básicas que resultan necesarias en la sociedad actual, que les permita desarrollar los valores que sustentan la práctica de la ciudadanía democrática, la vida en común y la cohesión social, que estimule en ellos y ellas el deseo de seguir aprendiendo y la capacidad de aprender por sí mismos” (BOE, nº 106, 2006, p. 17160). En este sentido, se debe asegurar, según Marchesi y Martín (1998:51), una educación equitativa, entendiendo la equidad como igualdad a cuatro niveles: igualdad de oportunidades, igualdad en el acceso, igualdad en el tratamiento educativo e igualdad de resultados.

    Para alcanzar esta igualdad, el docente debe partir de que cada uno de sus alumnos/as responde a diferencias individuales (capacidades, intereses, ritmo de aprendizaje, etc. - Puigdellivol, 1998) o sociales (étnicas, religiosas, lingüísticas, etc. - Gimeno, 1993), por lo que para asegurar la igualdad entre éstos/as es necesario basarse en esta diversidad, proporcionando una enseñanza individualizada. Por lo tanto, teniendo en cuenta la diversidad como un aspecto inherente al grupo de clase, hay que basarse en los conocimientos previos que posee cada alumno/a y a partir de éstos, a través del principio de transferencia, construir nuevos aprendizajes. Este proceso ha de trabajarse teniendo en cuenta la Zona de Desarrollo Próximo (de cada alumno) que proponía Vigotsky (1988).

    Pero todo esto es costoso en el momento de llevarse a la práctica, sobre todo, en aquellos casos en los que existen diferencias significativas entre las capacidades de los alumnos/as de una misma clase, es decir, existen zonas de desarrollo próximo muy diferentes. Estos casos suelen darse, entre otros, con alumnos/as que precisan de necesidades específicas de apoyo educativo (BOE, nº 106, 2006, p. 17179). Además, a las dificultades técnicas y económicas que pueden surgir para atender a las necesidades de estos alumnos/as, se suman las dificultades de orden social, moral e ideológico provenientes, en muchas ocasiones, del colectivo docente y de las familias (Velázquez Buendía, 2001).

Reto profesional y deber moral del docente: educar en valores al alumnado como paso previo a la atención a la diversidad

    Para llevar a cabo una eficaz atención a la diversidad dentro de un grupo de alumnos/as, el docente debe desarrollar en el alumnado una serie de valores como el respeto, la tolerancia, la cooperación, etc., vitales para que cada niño/a se respete a sí mismo y a los demás. De esta manera, el docente está realizando un trabajo previo, necesario para crear un ambiente integrador y no discriminatorio dentro del grupo, en el que todos y cada uno de ellos/as se sienta partícipe de esta diversidad y la asuma como un enriquecimiento que favorecerá, en primer lugar, su desarrollo personal y en segundo lugar, el desarrollo del grupo al que pertenece. Para que haya un logro real y efectivo en la creación de un clima integrador dentro del grupo de alumnos/as se requiere la puesta en marcha de una educación en valores, para que cualquier alumno/a, por muy diferente que sea, respete y se sienta respetado, aspectos indispensables para desarrollar unas relaciones sociales basadas en la valoración de que todas las personas tienen la misma dignidad humana.

    Para desarrollar estos y otros valores, el docente puede llevar a cabo una serie de estrategias dentro de las sesiones de clase. A través de estas estrategias, planificadas previamente a la sesión deportiva en las que se van a realizar, se debe hacer reflexionar a los alumnos/as acerca de las diferencias que puede haber entre las personas y el enriquecimiento que éstas suponen para un grupo (comunidad, sociedad, etc.). Algunas de las estrategias propuestas a continuación son planteadas por Velázquez Buendía (2002), como las narraciones, los sucesos deportivos o los dilemas morales de Kohlberg (1984) adaptados al ámbito de la Actividad Física. Estas son algunas de las estrategias que se pueden llevar a cabo:

  • Diálogos clarificadores: en los que se plantea una serie de preguntas, a partir de las cuales se reflexiona sobre las posibles respuestas, de manera que se va desarrollando un diálogo. En esta tarea, no se juzgan las respuestas del alumno/a, sino que se estimulan para que continúe la reflexión. Éstas son algunas de las preguntas que se pueden formular a los alumnos/as

    • ¿De dónde ha surgido esa idea?

    • ¿Hace mucho que piensas así?

    • ¿Hay alguna otra posibilidad?

    • ¿Qué consecuencias tendría esa alternativa?

    • ¿Estás contento/a con ello?

    • ……

  • Hoja de valores: se puede presentar individualmente o en grupo. Se plantea una situación problemática a los alumnos/as. Deben proponer soluciones y reflexionar sobre ellas.

  • Sucesos deportivos: se plantean situaciones que hayan ocurrido en el mundo del deporte en los que la causa de la resonancia pública que adquieren radique en una base moral. A partir de ellas se plantea un debate sobre ellas.

  • Frases incompletas: es una estrategia para trabajar individualmente con cada alumno/a. Se dicen frases sobre un determinado tema y cada niño tiene que completarlas. Éstas ayudan al alumno/a a reflexionar sobre sus respuestas, opiniones, preferencias. Algunas de ellas son las que exponemos a continuación:

    • Después de un partido de fútbol, baloncesto,…

    • Cuando el árbitro señala una falta que no era…

    • Cuando un jugador del equipo contrario se ha lesionado, pero tenemos la oportunidad de conseguir un tanto…

    • Cuando un jugador del equipo contrario me ha hecho una falta y no me ha dejado seguir, pienso que…

    • Cuando un compañero falla una ocasión clara de gol…

    • Cuando acaba el partido y hemos ganado…

    • Cuando acaba el partido y hemos perdido…

  • Escala de valores: esta estrategia plantea al alumno/a la elección de una alternativa propuesta. Se deben justificar y argumentar las respuestas dadas.

    • “Imagina que eres el arquitecto de una escuela y tienes que decidir los espacios deportivos. ¿Qué espacios/deportes son para ti más importantes y habría que construir en primer lugar? ¿Cuál en segundo?...Justifica la respuesta”.

  • Dilemas morales: se plantea una situación moral conflictiva. Normalmente se suelen ofrecer dos alternativas diferenciadas que deben defender dos grupos de clase, justificando esta defensa.

    • “Estamos jugando la final de una liga escolar de baloncesto. En estos momentos vamos ganando por pocos puntos de diferencia. Faltan pocos minutos para acabar el partido, pero hay tres niños que todavía no han jugado. Si salen a jugar, es casi seguro que se pierda el partido, ya que son niños sin demasiadas cualidades. Hay muchos padres y público pendientes del partido. Si fueras el entrenador del equipo, ¿qué harías?”

Hay otras estrategias para desarrollar los valores de los alumnos/as:

  • Role playing: en los que se facilita el desarrollo de la perspectiva social y la empatía, ya que se dramatizan situaciones con conflictos morales que se afrontan desde diferentes perspectivas.

  • Ejercicios de autoestima: que favorecen el autoconcepto de los alumnos/as. Son actividades en las que los niños/as reciben mensajes positivos respecto a ellos/as. A partir de aquí, el alumno/a reflexiona sobre lo positivo de sí mismo.

  • Ejercicios de cooperación: en los que los niños/as deben cooperar para conseguir un mismo fin, relacionándose entre ellos/as y resolviendo los diferentes problemas que surjan.

  • Resolución de conflictos: que ayuda a no huir del conflicto, sino a afrontarlo y a buscar una solución al mismo.

  • Ejercicios de cohesión del grupo: en los que se pretende concienciar de los elementos que les unen como grupo (aficiones, maneras de actuar, actividades,…).

  • Teatro fórum: en el que se interpreta un conflicto moral para un público (los alumnos/as). Cualquier alumno/a puede intervenir cuando quiera para cortar la situación y reconducirla. Por supuesto, también se pueden plantear situaciones relacionadas con el deporte.

    Todo esto supone un trabajo minucioso y pormenorizado por parte del profesor, que debe dar respuestas educativas a todas sus alumnas/os para tratar de conseguir en ellos/as el máximo desarrollo de sus capacidades. Por supuesto que este trabajo no es nada fácil y que incluso podemos adjetivarlo de muy difícil, pero atender a la diversidad constituye un derecho de todos los alumnos/as. Es más, el docente debe entender que la idea de diversidad es inherente al propio grupo de clase y que debe atender y educar en ella, asumiendo este reto profesional. El docente debe buscar soluciones y realizar adaptaciones o adecuaciones curriculares, tratando de dar las respuestas educativas más apropiadas para desarrollar las capacidades de las niñas/os. Estas adaptaciones o adecuaciones curriculares deben tomar como referente a la persona, teniendo en cuenta la dimensión motriz, física, cognitiva, psicoafectiva y socioafectiva de la misma.

    Las adaptaciones curriculares se producen cuando actuamos sobre los objetivos, contenidos, metodología, actividades y evaluación. Es decir, se deben “ajustar los elementos del currículo y los requerimientos de las tareas de aprendizaje para aquellas alumnas y alumnos cuyas capacidades difieren significativamente del grado determinado por el nivel medio del grupo de clase” (Velázquez Buendía, 2001). Por lo que, según este mismo autor (2001), “asumir realmente tal idea en la práctica docente supone, por una parte, relativizar las exigencias de aprendizaje en función de las posibilidades de cada alumno y alumna, y por otra, valorar los resultados de aprendizaje en términos también relativos, donde se consideren los progresos realizados en mayor medida que los resultados finales”.

    Velázquez Buendía (2001:1005 y ss.) afirma que “cuando el docente realiza adaptaciones curriculares para atender la diversidad de las capacidades cognitivo-motrices de los alumnos/as, debe incidir en la dificultad de las actividades”. En este punto estamos de acuerdo, sin embargo, también se debe contemplar la necesidad de que el docente modifique la complejidad de las tareas para atender a la diversidad de las capacidades psicoafectivas de su alumnado. Consideramos que este trabajo es fundamental para que el niño/a se sienta competente y motivado hacia el deporte, hecho que repercutirá positivamente en su autoconcepto y, por consiguiente, en su autoestima. Estas adaptaciones, según Velázquez Buendía (2001), tanto para la atención a las capacidades cognitivo-motrices como psico y socioafectivas, tienen que plantearse tratando de evitar que cualquier alumna/o se sienta menospreciado por el resto.

    El docente debe basarse en los conocimientos previos que posee cada alumno/a para iniciar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por ello, creemos acertado pensar que desde el punto de vista metodológico, el modelo que más se ajusta para atender a la diversidad que se produce en el grupo es el constructivista, ya que uno de sus principios es que el alumno/a construya su propio aprendizaje a partir de sus propios conocimientos. El trabajo del docente en este sentido es proponer problemas que supongan un esfuerzo y un reto para la alumna/o pero en el que pueda encontrar una solución al alcance de sus posibilidades. Por lo tanto, “la dificultad de las tareas deben situarse, en relación con las capacidades de los aprendices, en lo que Brunelle y Toussignant (1988, en Famose, 1992) denominan la “zona de dificultad óptima”.

    En este sentido, debemos recordar que los docentes, como profesionales, tienen que educar a los alumnos/as para que sean buenas personas, no buenas jugadoras/es en un deporte. Los primeros deben considerar que la formación de un buen autoconcepto de los segundos les ayudará a mejorar su autoestima. Este objetivo está por encima de hacer conseguir que su alumnado dé, por ejemplo, un toque de antebrazo en voleibol de manera perfecta.

    En esta línea, y para finalizar, consideramos que desde la escuela se debe educar para que las alumnas y alumnos se conviertan en ciudadanos capaces de alcanzar un sentido de realización personal. De esta manera, el deporte en sí mismo no es bueno o malo, es nuestra sociedad la que le otorga un sentido u otro (Gutiérrez Sanmartín, 1995), pero deben ser los docentes de Educación Física los que le den un carácter educativo (Montero, 2008).

Conclusiones

    Los grupos de alumnos/as son heterogéneos, por lo que la diversidad es un aspecto inherente al grupo de clase. Ésta debe ser considerada por el docente de Educación Física como un factor en el que debe basarse para planificar sus sesiones deportivas. Es necesario resaltar la exigencia y el reto profesional que le supone al docente atender a la diversidad de las capacidades de los niños/as de clase, pero es obligatorio remarcar el deber moral que contrae el docente con su alumnado y su deber legal de llevar a cabo esta atención a la diversidad, pues debemos recordar que ésta es un aspecto recogido en la Constitución Española y en el currículo LOE.

    El deber moral del docente es tratar de desarrollar al niño/a en todas sus facetas, pero respetando su ritmo de aprendizaje, favoreciendo la mejora de sus capacidades menos desarrolladas y afianzando las capacidades más desarrolladas. De esta manera, intentaremos que el niño/a alcance una serie de competencias que le ayuden a desarrollarse personalmente y le permitan su inclusión en la sociedad. Para favorecer esta manera de trabajar debemos crear un buen ambiente afectivo dentro del grupo de clase, es decir, entre las alumnas/os- alumnos/as y alumnos/as-profesor, sin obviar que los propios compañeros/as se darán cuenta de las capacidades de unas y otros, aspecto que debemos trabajar con ellas/os para que asuman las posibilidades y limitaciones propias y de los demás y las acepten con naturalidad.

    Las estrategias para desarrollar valores en el alumnado mostradas en este artículo no se enfocan hacia el trabajo de la diversidad grupal, sino hacia un trabajo previo para el desarrollo de una serie de valores que favorezcan las relaciones y el conocimiento de las diferentes personas del grupo de clase y alcanzar un respeto mutuo que facilite esa atención y educación en la diversidad que debe guiar la acción educativa del docente.

Bibliografía

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  • KOHLBERG, L. (1992). Psicología del desarrollo moral. Desclée de Broker. Bilbao.

  • MARCHESI, A. y MARTÍN, E. (1998). La equidad en educación. Calidad de la enseñanza en tiempos de cambio. Alianza. Madrid.

  • MEC (1995). Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo. Editorial Escuela Española. Madrid.

  • MONTERO GÓMEZ, A. (2008). Educar al alumnado en el respeto hacia sus compañeros a través del deporte: un deber moral y legal del docente de Educación Física. EFDeportes.com, Revista Digital, nº 125.

  • PUIGDELLÍVOL, I. (1998). La educación especial en la escuela integrada. Barcelona, Graó.

  • RUIZ PÉREZ, L. M. (1995). Competencia motriz: elementos para comprender el aprendizaje motor en educación física escolar. Gymnos. Madrid.

  • VELÁZQUEZ BUENDÍA, R. (2001). Iniciación a los deportes colectivos y atención a la diversidad. Actas del II Congreso Internacional de Educación Física y Diversidad (1-4 de marzo de 2001, Murcia). Dirección General de Centros, Ordenación e Inspección Educativa. Consejería de Educación y Universidades. Murcia. (pp. 987-1015).

  • VELÁZQUEZ BUENDÍA, R. (2002). Educación deportiva y desarrollo moral: algunas ideas para la reflexión y para la práctica. Tándem. Didáctica de la Educación Física, nº 7 Graó. Barcelona. (pp. 7-20).

  • Vygotski, L. S. (1988). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Grijalbo, Barcelona.

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