Lecturas: Educación Física y Deportes. Revista Digital

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EL PANORAMA ACTUAL DE LOS GRUPOS DE LA EDUCACION FISICA1
Hugo Lovisolo (Brasil)
lovisolo@momentus.com.br


Es un lugar común enfatizar los problemas de identidad de las áreas de formación, producción de conocimientos e intervención, que tradicionalmente asociamos con el nombre de educación física. Este nombre tradicional, centrado originalmente en la educación, desarrollo o formación corporal y deportiva, pareciera que perdió la capacidad de integrar actividades guiadas por valores, objetivos y campos de actuación tan diferenciados como: educación escolar, deporte competitivo, formación corporal, salud, calidad de vida, recreación y tiempo libre.2 La diferenciación de los valores, objetivos y tipo de acciones, señala que sea esto o lo que fuera la educación física o las ciencias de los deportes, su característica esencial y efectiva es la de intervenir mediante programas de actividades para lograr valores sociales operacionalizados como objetivos de intervención. Su segunda característica, quizás negativa, se expresa en la dificultad de encontrar fórmulas capaces de establecer la unidad, la identidad posible, la coherencia teórica, metodológica y práctica, mínimamente deseable para que podamos hablar de un campo de la educación física o de la ciencia de los deportes, en la cual nos ubiquemos en el punto de vista de la formación, de la investigación o de la propia intervención.

Se ensayaron varias tentativas de superación de los problemas enunciando nuevos nombres: cinesiología, ciencias del movimiento humano, ciencias de los deportes y de las actividades corporales, entre otros. Algunos de los intentos pretenden la unidad y la identidad en la construcción de un objeto teórico o de conocimiento, tal el caso de la ciencia del movimiento humano. De esta manera, se fantasea con la enunciación de un objeto epistemológico, el movimiento, como la solución a los problemas. Sin embargo, dejando de lado estas propuestas, es el propio punto de vista el que crea al objeto y que, por tanto, los movimientos de la física, de la fisiología, de la psicología o de la sociología no son el mismo movimiento.

Dejando de lado que a idéntico significante, el movimiento, corresponden significados inconmensurables. Procurar una ciencia del movimiento humano no significa constituirla. Como contrapartida, otros intentos, de manera más bien pragmática, generalizaron el nombre para englobar el campo práctico de intervención, como en el caso de las ciencias de los deportes o ciencias de las actividades corporales y de la educación física.3 Este intento, en tanto, apenas hace coexistir de manera precaria la falta de unidad, de identidad y de coherencia y abre la posibilidad para un efecto no deseado: cualquier cosa puede ser denominada ciencia, como en los casos de la ciencia de la hidrogimnástica o ciencias de las actividades de los gimnasios. No necesitamos convocar a expertos en epistemología para entender que tenemos poco o nada de ciencia en esos casos y que existe, quizás, un marketing vulgar trasvestido de científico.

No puedo afirmar que los ensayos en cualquiera de estos sentidos haya tenido éxito y, más todavía, considero que la situación de falta de integración se está agudizando en los fundamentos y en la práctica de intervención, así también en las recomendaciones que son formuladas para alcanzar los distintos objetivos. Por lo tanto, estoy afirmando que el campo pareciera que está perdiendo la coherencia del pasado, quizás más imaginada que real, incluso en el plano vulgar de la intervención.4 Al mismo tiempo, los alejamientos son sentidos tanto en las disciplinas fundadoras, por ejemplo en las relaciones entre la fisiología del esfuerzo y del deporte, la fisiopatología y la fisiología de la normalidad. No tiene sentido, por ejemplo, afirmar que una persona con alto VO2 de máxima y graves problemas articulares es más saludable que una persona con bajo VO2 y pocos problemas articulares. La salud, sea lo que fuera, es el resultado del funcionamiento de un todo. El esfuerzo deportivo apenas estimula un puñado de funciones o partes de ese todo y podría producir desgastes sobre otras partes o desequilibrios entre funciones y partes. Hans Gadamer destinó significativas reflexiones para pensar la salud como presencia y equilibrio, utilizando, como base, las distinciones emergentes de la interacción entre médico y paciente.5 La fuerza de las diferencias, de los quiebres y fracturas, también está presente en los discursos dominantes que utilizamos para legitimar las intervenciones: la de la necesidad y la del deseo, la práctica y la estética. Se puede percibir que cuando el atleta se refiere a los estados anímicos producto del esfuerzo físico utiliza el discurso de la estética y, en especial, del éxtasis estético.Pérdida de integración y coherencia, distanciamientos y fracturas serían nuestros hilos conductores.

Observemos que, cuando nos situamos desde el punto de vista de la intervención, por lo tanto de lo público, y sobre todo de lo que transmiten los medios de comunicación, el campo de las doctrinas, de los valores y de las prácticas defendidas por los especialistas en deportes y actividades físicas aparece, cada vez más, como un mundo dividido, tenso y paradojal.

Elijo la imagen del río como representación y sitúo a los grupos principales en este escenario.

Propongo que vamos, de un lado del río, expertos y atletas que tiran de las sogas de la resistencia, de la agilidad, de la velocidad y de la fuerza. Pretenden, en el trabajo conjunto, alcanzar niveles inimaginados de exigencia normativa, fisiológica y psicológica.6 Desafían y sorprenden, con frecuencia, los parámetros establecidos por la fisiología de la normalidad, como fue observado hace más de cincuenta años por George Canguilhem.7 Desean elevarse más allá de la normalidad perseguidos por la ansiedad de la excelencia. Intentan desarrollar la potencialidades y se guían por la satisfacción de alcanzar sus testimonios: los récords olímpicos. Reivindican el esfuerzo, la auto-exigencia, el dominio sobre los dolores del cuerpo y los deseos de abandonar. Se desarrollan conocimientos, teóricos y prácticos, en el campo de la fisiología del deporte, de la biomecánica y no de una psicología aplicada que pretende, al mismo tiempo, controlar los efectos negativos del stress y de la agresión manteniendo elevado el nivel de la motivación. Como efecto, a la vez que se superan récords, se consolidan conocimientos teóricos y observaciones prácticas en el campo específico de la teoría del entrenamiento que orienta la intervención.

En oposición, surge un discurso valorativo que critica esta producción por sacrificar todo a la performance, al rendimiento, olvidando o sacrificando otros valores, morales e intelectuales, en la búsqueda de más fuerza, altura y velocidad.

De un lado del río, entonces, se estimula la potencia y se pretende elevar las posibilidades del cuerpo a sus límites. Bajo el punto de vista fisiológico, se utilizan indicadores de evaluación específicos y diferentes de los que están presentes en la fisiología de la normalidad. Se difunde entre las personas, entre los millones de espectadores y simpatizantes, patrones estéticos, que van desde el "movimiento de los cuerpos en el espacio" hasta la "proporcionalidad de sus formas". Se convoca para la aventura de hacer posible lo imposible, luchando contra la incertidumbre y los riesgos y, a la vez, con la posibilidad de perder la salud, cuando no la vida, en este intento. Se incita a competir, luchar, a superarnos y a superar a otros, a alcanzar la gloria, el reconocimiento público y considerables sumas de dinero.

El Movimiento Olímpico y el deporte empresarial son los campos de aplicación y expresión dominantes de los miembros de este grupo. Los estadios y los medios de comunicación son los espacios en donde los artistas del deporte competitivo encuentran su público: miles de espectadores que se emocionan, sufren y gozan como ellos. Las empresas privadas, los clubes y los estadios apoyan al deporte y lo conciben como un campo atractivo, ya sea tanto para los negocios económicos como para los políticos. El cine y la literatura se ocuparon y todavía se ocupan de contar historias del grupo de la fortaleza, comprendiendo a dirigentes, técnicos y deportistas. Este grupo, debería, quizás, ser ubicado en el Instituto o Facultad de la Fortaleza y el retrato de Nietzche ocuparía un lugar principal en la pared del salón principal.

El grupo de la fortaleza reconoce que los conocimientos aplicados son fundamentales, y, por lo tanto, también fundamentales son los expertos que desarrollan y transfieren esos conocimientos. De esta manera, en Carrozas de Fuego, uno de los tantos filmes que deberían ser vistos por los estudiantes de educación física, la figura del entrenador profesional, del experto o técnico, surge ofendiendo los valores orientadores de la aristocracia escolar y deportiva que separa, con una espada imaginaria y de corte desigual, dinero y actitud deportiva, dinero y fair play.

Con todo, se vuelve cada día más difícil asociar la práctica del deporte olímpico o profesional e incluso amateur, con la salud y la calidad de vida. La ecuación que vinculaba deporte profesional o competitivo y salud parece haberse quebrado. Esta es una fractura de vital trascendencia para el área de la educación física y sobre cuyas consecuencias no se ha reflexionado aún lo suficiente.

Tenemos, del otro lado del río, el grupo que trabaja a favor de la conservación de la salud, de la calidad de vida y del bienestar. Recomiendan el control del esfuerzo para realizar apenas los necesario y posible, no orientan a reconocer y seguir los signos de dolor del cuerpo y las indicaciones de los sentidos como indicadores de los límites que no deben ser traspasados. Desaconsejan que no debemos realizar esfuerzos innecesarios y, además, que debemos realizar necesariamente una actividad moderada en la cual encontremos placer. Por lo tanto, nos orientan a realizar actividades, con conciencia de los límites y cuidados necesarios. En este otro grupo, se persigue, por cierto, otros récords sociales, como el aumento de la esperanza de vida de los colectivos humanos, la longevidad de los individuos, la reducción de las tasas de enfermedad. Se pretende que todos lleguemos a la mayoría de la edad siendo activos y autónomos, saludables y dispuestos a enfrentar la vida, todo lo opuesto al malhumor, esa palabra que Erasmo atribuía a la vejez. Personas de edad que en lugar de estar concentrados en comentar el catálogo de sus enfermedades, de sus pérdidas o de su alejamiento de la normatividad, puedan, por el contrario, continuar gozando del placer de estar vivos: abiertos al mundo y a los otros en lugar de estar pendientes de sus propios males. Personas mayores que todavía sientan la presencia de la vitalidad de la salud y no del carácter totalitario de la enfermedad que todo lo invade.

En este grupo, se enfatizan los conocimientos teóricos y observaciones prácticas a partir de la fisiología de la normalidad, de la patología y de las psicopatologías. Se recomienda el control del sueño, de los vicios alimentarios y de las dependencias químicas, como alcoholismo y tabaquismo. Pero, sobre todo, los dos grandes enemigos declarados son el sedentarismo y el stress, en los síntomas contrapuestos de ansiedad y depresión. Los miembros de este grupo intentan conservar los indicadores de la normalidad fisiológica, muscular y articular, sin guiarse, por los indicadores desarrollados por la fisiología del deporte. Luchan contra la entropía y hablan el lenguaje de la necesidad, de la seguridad, de las compañías de seguros y de las políticas públicas y privadas de salud. Operan a partir de una moral tradicional que afirma que longevidad y salud son valores irreemplazables y que parecen ocupar, en este final de siglo, el lugar de un metarrelato creador de sentido colectivo. No reclaman estadios ni medios de comunicación para sus actuaciones, aunque demandan lugares y espacio en los medios de comunicación para realizar campañas sobre sus objetivos y métodos. Las empresas de seguros, grupos o asociaciones privadas y los gobiernos son los principales interesados en apoyarlo. Para el cine y la literatura, el tema de la conservación de la salud no parece significativo, a pesar de que existe interés sobre los empeños, tanto heroicos como atléticos, para recuperar una salud perdida.

Los miembros del grupo de la conservación se enfrentan, sin embargo, a una enorme paradoja. Ellos pretenden que aquellos que se sientan saludables se preocupen con la salud, sean previsores, prudentes, en definitiva, conservadores. La experiencia cotidiana, con todo, parece indicar que la salud es un estado silencioso y que comenzamos a preocuparnos por ella cuando se vuelve ruidosa, cuando de alguna forma la hemos perdido o presentimos que la estamos perdiendo. Entonces, los discursos de este grupo deben apoyarse en la reflexividad o conciencia responsable para conservar la salud o el equilibrio cuando ella todavía existe, en lugar de esperar que se pierda para, una vez que esto sucede, comenzar a recuperarla.8 Al contrario de apoyarse en la vitalidad, no lo hacen por miedo a perderla. Los miembros de este grupo deberían estar en el Instituto de Conservación y o Equilibrio y hay varios candidatos para el retrato del salón de recepción o para su aula magna. Yo propondría el nombre de Thomas Hobbes pues, según él, es el miedo lo que nos lleva en una dirección razonable. Con ésto, actividad física para la salud, no puede ser confundida con el deporte competitivo o profesional.

Todo indica que tenemos dos grandes grupos, dos proyectos y dos campos bien diferenciados de registros de competición: récords olímpicos, copas y medallas, contratos y premios, por un lado y, por el otro, estadísticas demográficas e indicadores de salud. La intervención de los primeros se vincula a la producción de efectos estéticos en la belleza del gesto deportivo que genera emoción. A los segundos, se los vincula a la producción de una moralidad necesaria en el tratamiento y salvación de los cuerpos, se funda en el miedo a la enfermedad, a la muerte y a la dependencia y a considerar el mantenimiento y conservación de la vida como un valor moral o necesidad natural.

El primer grupo reclama cada vez más al experto, al técnico, para ampliar los límites de las capacidades. La segunda, propende cada vez más por las recomendaciones de actividad moderada y autocontrolada, recurre a la autonomía del practicante e implica, en las propias recomendaciones, la desaparición del experto o técnico, cuando se afirma que es suficiente caminar algunos minutos varias veces por semana, hacer jardinería o las tareas del hogar enérgicamente para combatir los males del sedentarismo y algunos efectos del stress.

El problema central en estos momentos es si los dos márgenes del río pueden ser vinculados, si es posible establecer puentes amplios, resistentes y con gran circulación que vuelvan natural la imagen de un grupo en lugar de dos. Entonces, el gran problema es, si esos registros están o no correlacionados. En términos más prácticos el problema es: el incremento de la aptitud física se correlaciona positivamente con un mejoramiento de la salud? Hay voces significativas que afirman que no. Nos dicen que el aumento de las prácticas deportivas orientadas por el desarrollo de la aptitud no parecen incidir en la longevidad ni en la disminución de enfermedades cardiovasculares, cuando los datos se comparan con los que resultan de la actividad moderada y, más aún, podemos provocar efectos no deseados, como dolores articulares entre otros. De esta manera, los niveles de exigencia hacia el gesto deportivo o hacia el mantenimiento de la salud serían muy diferentes, tanto en el plano de lo fundamentos cuanto en el de los programas de intervención. El grupo de la salud se orienta en la dirección del tradicional valor de la moderación para su mantenimiento: actividad moderada es igual a mantenimiento. Si los puentes no pueden ser restablecidos, iremos entonces en la dirección de por lo menos dos facultades, por razones tanto prácticas como teóricas? O tal vez de sólo una, pues el grupo del mantenimiento parece precisar cada vez menos de facultades o institutos y gana, cada vez más, el poder de los medios de comunicación.


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Año 3. Nº 12. Buenos Aires, Diciembre 1998.