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Actualidad de una relectura:
posmodernidad, trabajo y Educación Física

   
Académico Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.
Departamento de Educación Física, Deportes y Recreación.
Periodista, Sociólogo, Lic. en Literatura Hispánica.
 
 
Jorge Pesce Aguirre
jorgepesce@yahoo.es
(Chile)
 

 

 

 

 
Resumen
     El presente texto tiene un doble objetivo. Por una parte, rescatar la validez y vigencia en muchos de sus aspectos de un artículo publicado en esta revista hace ya diez años y, a partir de su relectura, bosquejar algunos planteamientos en torno a los cambios que han afectado a nuestra disciplina, problematizando los conceptos de posmodernidad y globalización, al calor de los planteamientos de Negri, Hardt y Lazzaratto en relación a la mutación práctico-conceptual del trabajo y la subjetividad social, basados en algunas ideas de Michel Foucault.
     Por otra, pretende ser un pequeño homenaje a la perseverancia de los creadores y sostenedores de este medio electrónico -EFDeportes.com- y a los que han aportado con sus escritos a mantener viva la llama del conocimiento.
    Palabras clave: Posmodernidad. Globalización. Trabajo. Identidad. Biopoder. Biopolítica. Subjetividad.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 12 - N° 116 - Enero de 2008

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"Cuando hayáis formado así la cadena de las ideas en la cabeza de vuestros ciudadanos, podréis entonces
jactaros de conducirlos y de ser sus amos. Un déspota imbécil puede obligar a unos esclavos con unas
cadenas de hierro; pero un verdadero político ata mucho más fuertemente por la cadena de sus propias ideas.
Sujeta el primer cabo al plano fijo de la razón; lazo tanto más fuerte cuanto que ignoramos su textura
y lo creemos obra nuestra; la desesperación y el tiempo destruyen los vínculos de hierro y de acero,
pero pueden nada contra la unión habitual de las ideas, no hacen sino estrecharla más; y sobre las
flojas fibras del cerebro se asienta la base inquebrantable de los Imperios más sólidos"
.
J. M. Servan (1767), citado por Michel Foucault en "Vigilar y Castigar"

Introducción

    El conocimiento almacenado en las bibliotecas era resguardado por el polvo. El conocimiento contenido en una revista electrónica está amenazado por los "virus". Sin embargo, y a pesar de todo, siempre es gratificante releer artículos publicados en esta prestigiosa y, a veces, quijotesca revista.

    Este artículo pretende retomar algunas cuestiones preclaramente esbozadas por María Graciela Rodríguez en su texto "Identidades: el profesor de Educación Física en los escenarios de la posmodernidad", publicado el año 2, Nº 4. Buenos Aires. Abril 1997, de www.efdeportes.com. Es decir, hace más de diez años nuestra autora, en clara respuesta a un artículo de David Beer, desarrolla algunos tópicos que, a la luz de la evolución de nuestra disciplina, del debate epistemológico y los cambios socioculturales, cobran una relevante importancia.

    No es nuestra intención abarcar todos y cada uno de los temas allí planteados. Sólo fijar nuestra atención en algunos aspectos específicos, otros mencionados al paso y otros definitivamente claves en las futuras discusiones en torno a nuestro quehacer.


La posmodernidad ¿qué era y qué es?

    En los momentos del escrito en comento el tema de la posmodernidad era lo que daba luces y explicaba (aparentemente) el vertiginoso cambio que se estaba prefigurando en algunos ámbitos, y en otros, en franco desarrollo. Piénsese solamente en lo que era el desarrollo de Internet en aquellos años y hoy día; los teléfonos celulares; la biotecnología; la nanotecnología; etc. En ese escenario el concepto de posmodernidad aparecía como un buen caballo de batalla para mostrar la trascendencia de un estado epocal a otro, de un entramado cultural coherente y proyectivo a otro marcado por la incertidumbre y la complejidad1.

    Sin embargo no se crea que dicha concepción ha desaparecido de las argumentaciones de muchos, no sólo de nuestro ámbito sino que en los más variados campos disciplinares. Todavía hay quienes creen que la posmodernidad es ese "otro"; especie de demiurgo que nos atrae irremediablemente y nos cambia la vida como si nosotros sólo fuéramos títeres de una comedia que tiene un libreto que no conocemos. Olvidan algo que Mª Graciela Rodríguez se encarga de dejar meridianamente claro en varios planos:

"El error de confundir un momento histórico con sus atributos, parte de una concepción de la cultura que la entiende como un campo autónomo, es decir independiente de sus condiciones materiales."

"(...) Foucault intentaba ejemplificar lo que sería uno de los postulados más importantes en la historia de las ideas: que todo discurso se legitima según el contexto (institucional, político, intelectual, etc.) en que se enuncia. Esto es, que todo discurso es parte de una operación intelectual relacionada con el poder."

"Como si la posmodernidad, la globalización y el mercado fueran entes abstractos que "hacen" cosas con los sujetos". (Op. Cit.)

    En cada una de estas afirmaciones hay verdaderas cargas de profundidad para muchos teóricos que se han encargado (consciente o inconscientemente) de hacernos creer que la posmodernidad y la globalización son independientes de sus condiciones materiales de producción, de la lucha discursiva por el poder, de los intereses corporativos para los cuales el positivismo de viejo cuño es una trinchera que (creen) todavía los protegerá de esos "monstruos" externos a su quehacer en cuanto seres sociales.

    Por otra parte, otro concepto que es mencionado profusamente en el trabajo en comento y en el de David Beer, es el de globalización. Concepto fetiche que ha dado para las más variadas teorías, confundiendo aun más el panorama de entendimiento de actual escenario sociocultural. Sólo recordar que dicho vocablo recién fue incorporado al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua en el año 2001, definiéndolo como: "La tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales". (Ahcar Olmos, 2005:3). Razón tiene Rodríguez cuando establece la diferencia entre "globalización" y "mundialización", que algunos hacen sinónimos2.

    La díada posmodernidad / globalización se ha prestado para ocultar, como bien señala Rodríguez, tensiones mucho más concretas que las que pueden ser "descubiertas" en cierta jerga cargada de "neos", "simulacros", "poder massmediático", etc. Lo que sí es asumible es el cambio, pero éste debe ser leído en clave histórica, en la realidad de las condiciones materiales de su producción. No basta el diagnóstico, impregnado de neologismos o verdades tan viejas como el Hombre mismo. Se debe afirmar de una vez: la globalización no es una ideología, es un estadio epocal. Quienes tratan de hacernos creer que la "ideología globalizadora" es independiente de nuestra voluntad sólo caen en el más básico de los idealismos3.


Un nombre y las consecuencias de sus palabras

    Rodríguez comienza su artículo citando a Michel Foucault. Reivindica la profundidad de un texto tomado de Borges en que se cita un orden que escapa a nuestro entendimiento (Vid op. cit.). Afirma Rodríguez:

"Borges mezcló objetos de distintas categorías en una imposible epistemología para producir extrañamiento. Uno podría decir que el listado de Borges (un adelantado?) es el signo mismo de la posmodernidad: una clasificación sin marco conceptual previo. Pero Foucault retomó esto para des-ocultar mecanismos discursivos de poder y no para inventar un tipo de discurso "posmoderno". (Op. cit.)

    Lo que se quiere retomar en el presente escrito es justamente esta tarea foucaultiana. Él mismo afirmaba que su teoría era "una caja de herramientas":

"La teoría, para Foucault, no constituye sino "...una caja de herramientas...", "...se trata de construir no un sistema sino un instrumento..." y "...esta búsqueda no puede hacerse más que gradualmente, a partir de una reflexión (....) sobre situaciones dadas" (Foucault, 1979). (Escolar, 2002)

    Se trata, entonces, de ver cómo a partir de la evolución de lo analizado en los años de los textos que comentamos (Rodríguez y Beer, 1997), se ha ido elaborando una teoría a partir de ciertos supuestos de Foucault que desnudan una realidad que, desde cierta perspectiva, nos afecta profundamente como disciplina. Rodríguez sitúa la problemática de su reflexión, en gran medida, en la identidad del profesor de Educación Física. La cuestión sería cómo saber lo que se es y lo que se hace en un contexto en que el cambio desfigura las identidades forjadas, muchas veces, al calor de ciertos mitos fundantes que ya no se sostienen o por la permeabilidad de la E. F. para acoger las tareas, hallazgos, respuestas y teorías de otras disciplinas, sobre todo las biológicas o las de marcado tinte positivista4.

    Intentar responder estas cuestiones es todavía tarea de tiempo. No obstante, fijaremos nuestra atención en algunos aspectos de lo debatido, explícita o implícitamente, por Rodríguez en su texto y nos afirmaremos en el mismo autor que ella utiliza para comenzar su argumentación: Michel Foucault.


Política, subjetividad, trabajo e identidad en un nuevo estadio epocal

    En una afirmación de Rodríguez queremos apoyarnos para relacionar algunos ámbitos que, creemos, están a la base de la inquietud de la autora y que es el campo en donde más se ve afectada nuestra inserción no sólo como profesionales sino que como sujetos sociales comunes y corrientes:

"En este sentido, uno de los atributos que me parece más significativo para analizar a la Educación Física en este escenario de fin de siglo, es la dificultad de percibir a nuestra acción cotidiana desde una dimensión política.

Dificultad que no es privativa de nuestro campo y que se encuentra asociada a transformaciones globales que por un lado reconvierten los ámbitos y las prácticas políticas en espectáculos mediales y por el otro achican los espacios posibles de participación ciudadana. Estas transformaciones dificultan percibir la propia situación de vida cotidiana como un espacio posible de intervención sobre la realidad. Y creo necesario advertir, en este punto, que cuando se menciona a la dimensión política, no se habla de militancia partidaria o de inserción en los lugares de toma de decisión efectiva. Me refiero simplemente a las operaciones por las cuales se puede intervenir sustancialmente sobre nuestro campo de actuación". (Op. cit., subrayado es nuestro)

    Lo graficado por la autora, creemos no es otra cosa que los cambios que se han producido en la subjetividad social y la concepción del trabajo, en una era que ella misma llama "posfordista", concepto que abordaremos más adelante. El subrayado intenta resaltar la dimensión subjetiva que Rodríguez menciona desde otra perspectiva. Pedro Güell define subjetividad como:

"(...) aquella trama de percepciones, aspiraciones, memorias, saberes y sentimientos que nos impulsa y nos da una orientación para actuar en el mundo. Subjetividad social es esa misma trama cuando es compartida por un colectivo. Ella le permite construir sus relaciones, percibirse como un "nosotros" y actuar colectivamente. La subjetividad es parte de la cultura, pero es aquella parte que es inseparable de las personas concretas. Por lo mismo, es la parte más cambiante y frágil de ella". (Güell, 2001:1) (Subrayado es nuestro)

    Resulta claro que la fragilidad mencionada por Güell resulta particularmente real en el caso del colectivo de los profesores de Educación Física5.

    Por otra parte, la política, en la acepción que habla Rodríguez, ha sido la más afectada por los cambios. En ella decantan las frustraciones y malestares sociales que los Estados, maniatados en su quehacer por los guardianes del orden mundial, no pueden manejar o si lo hacen recogen conflictos sociales, exclusión, desigualdad etc.6. Y una disciplina como la nuestra, que raras veces se ha preguntado por el contexto en el que surgió y realiza sus prácticas, queda a la deriva de lo que el sentido común llama "las demandas del mercado", impregnándola de un mercantilismo facilista y produciendo en las nuevas generaciones la impresión que la Educación Física tiene como función "adaptar los cuerpos a los arquetipos vigentes" mediados por la tecnología, el discurso médico o la productividad deportivista.

    En medio de esta problemática se olvida un hecho de fondo: los educadores físicos son trabajadores como cualquier otro, con sus sociabilidades, expectativas, condicionamientos etc. Es decir, en las viejas palabras pocas veces desmentidas: "lo único que tienen para vender es su fuerza de trabajo"; sin embargo, ¿qué tipo de trabajo?; ¿qué lo hace distinto de otros?; es decir, ¿cómo se emplazan subjetivamente frente a él y, a partir de ello, construyen su identidad?

    Creemos que en la política, tal como se concibe hoy producto de los cambios, se articula la respuesta a estas cuestiones, pues en ella se gatillan los mecanismos que generan el escenario de las prácticas profesionales en sus dimensiones legales, sociales, económicas etc. Y dentro de la política el cambio, creemos, se ha operado en dos dimensiones que nos dejan perplejos ante nuestro propio quehacer: el cambio de la subjetividad social y la mutación del concepto de trabajo que se ha operado producto de las nuevas variables tecnológicas, políticas, económicas y sociales.

    Ambos conceptos son recogidos a la luz de algunas reflexiones de Michel Foucault y dan origen a una nueva mirada en torno a estas dos cuestiones. Los autores que más han desarrollado estas ideas son Negri, Hardt y Lazzaratto. No obstante, creemos conveniente revisar el origen de estas concepciones, puesto que se relacionan directamente con nuestro quehacer en la medida en que, por ejemplo, "cuerpo" y "vida" cobran una relevante importancia en la articulación de esta nueva teoría.


Una nueva mirada a viejos conceptos: "Bio", "Poder", "Política"

    Los mencionados Negri, Hardt y Lazzarato adoptan el enfoque del autor que citábamos al comienzo de este apartado: Michel Foucault. Partiendo de un concepto creado por este pensador francés, nuestros autores arrancan desde una perspectiva que pone en cuestión tanto las matrices marxistas como liberales. Uno de los conceptos más potentes en este sentido es el de "biopoder" del cual deriva el de "biopolítica". A partir de éstos, el análisis de estos pensadores entronca reticularmente aspectos descuidados, consciente o inconscientemente, por las teorías clásicas del trabajo y la relación de éste, por ejemplo, con la subjetividad.


¿Qué son el biopoder y la biopolítica?

    Según Maldonado "(...) este concepto (biopoder) aparece en (la obra de Foucault) "Historia de la sexualidad I: La voluntad de saber" (1976), en el contexto de la descripción del dispositivo de sexualidad. A diferencia de épocas anteriores, donde el carácter fundamental del poder radicaba en el derecho a sustraer la vida, las riquezas y la tierra, es decir, donde el poder actuaba deductivamente; en la modernidad, las relaciones de poder ya no se establecen deductivamente sino que se dirigen a la vida, incitándola, vigilándola, reforzándola, y, en general, guiándola: "….un poder destinado a producir fuerzas, a hacerlas crecer y ordenarlas más que a obstaculizarlas, doblegarlas o destruirlas". (Maldonado, 2001:2).

    Siguiendo las tramas que articulan esta preocupación por la vida, Foucault describe como en el siglo XVIII se desarrolla la "biopolítica de la población", que se manifiesta dirigiéndose a los problemas de nacimientos, de la duración de la vida, de la salud y la vivienda. Estos dos procesos se entrecruzan para constituir la gran tecnología de poder contemporánea, la cual toma como blanco de sus regulaciones al hombre en tanto que ser viviente:

"Este es el sentido más amplio del concepto de biopolítica: "…si se puede denominar 'biohistoria' a las presiones mediante las cuales los movimientos de la vida y los procesos de la historia se interfieren mutuamente, habría que hablar de "biopolítica" para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de transformación de la vida humana…" (Citado por Maldonado, Idem anterior)7.

    Los conceptos antes esbozados están a la base del de "trabajo inmaterial y afectivo" de Negri y Hardt. Éstos caracterizan la época actual como la trascendencia desde el modelo fordista al de economía posfordista (a la que también llaman posmoderna). Al primero lo consideran como un modelo de producción en el que la información y la comunicación entre productores y consumidores era escasa y relativamente lenta. Mientras que la economía postmoderna se caracteriza por ser altamente comunicacional e informacional. Es en este escenario donde priman ciertos rasgos que ellos definen como "inmateriales y afectivos".

    En el siguiente cuadro se muestran las principales diferencias que estos autores ven entre ambas etapas:

    En este sentido Negri afirma que:

"Puesto que la producción de servicios no resulta en bienes materiales ni durables, definimos al trabajo implicado en esta producción como trabajo inmaterial es decir, trabajo que produce un bien inmaterial, tal como un servicio, un producto cultural, conocimiento o comunicación. La otra cara del trabajo inmaterial es el trabajo afectivo de la interacción y el contacto humano. Los servicios de salud, por ejemplo, descansan centralmente sobre el trabajo afectivo y de cuidado, y la industria del entretenimiento está también enfocada en la creación y manipulación del afecto. Este trabajo es inmaterial, aún cuando sea corporal y afectivo, en cuanto que su producto es intangible, un sentimiento de comodidad, bienestar, satisfacción, excitación o pasión. Categorías tales como "servicios personales" o servicios de proximidad son utilizadas a menudo para identificar esta clase de trabajos, pero lo realmente esencial para ellos es la creación y manipulación de afectos. Esa producción, intercambio y comunicación afectiva se asocia generalmente con el contacto humano, pero dicho contacto puede ser real o virtual, como en la industria del entretenimiento" (Negri, 2000: 75). (Citado por Barrios Graziani, 2005:5).

    Por otro lado, el impacto de sufrir las transformaciones estructurales del medio, sin intervención consciente por parte de los individuos, hace que se trastoquen las categorías sobre las cuales se asigna valor al trabajo. En este sentido, la visión de Negri se aparta del clásico reduccionismo marxista, por ejemplo, pues este autor habla de "valor afecto".

    Para ello, dice Negri:

"Hay que partir de lo que la economía política ignora para definir el "valor-afecto". Y debemos definirlo a partir de una aparente paradoja que querríamos expresar como sigue: el valor de la fuerza de trabajo es tanto más determinante para la producción cuanto más ineficaz se hace la medida del valor; cuanto más calla la economía política sobre el valor de la fuerza de trabajo, más se extiende e interviene la fuerza de trabajo en el terreno global, biopolítico. En esta dinámica paradójica, el trabajo deviene afecto, o más aún, el trabajo encuentra su valor en el afecto, si éste se define como "potencia de actuar". La paradoja puede ser por tanto retomada en estos términos: cuanto más pierde la teoría del valor su referencia al sujeto (la medida era esta referencia, en tanto que base de la mediación y del mando), más reside el valor en el afecto, en el trabajo vivo que se autonomiza de la relación de capital, y expresa, por todos los poros del cuerpo -singular o colectivo-, su potencia de autovalorización" (Negri, 2000: 90). (Citado por Barrios Graziani, 2005:5). (Subrayado es nuestro)

    Creemos ver en las citas anteriores una cierta proximidad fáctica con el trabajo que realiza el profesor de Educación Física. Pues, ¿no es el mercado el que está demandando a nuestros profesionales para el área de la salud, del entretenimiento (piénsese en la alta visibilidad mediática del deporte espectáculo); de la rehabilitación; de la administración y el marketing deportivo, etc.? La pregunta es: ¿y lo pedagógico?; y en éste ámbito, ¿qué investigar?, ¿para qué o quienes?; ¿de qué manera el trabajo concreto del profesor (como agente se socialización concebido bajo la matriz moderna) queda desfasado por una nueva concepción del quehacer laboral?

    Tal como apunta Maldonado:

"Maurizio Lazzarato y Antonio Negri coinciden con Castells en que uno de los caracteres salientes de la modalidad del trabajo contemporáneo es la posibilidad de redefinir las propias capacidades, lo cual implica la toma decisiones por parte de los trabajadores pero señalan que la marca fundamental es que esta nueva modalidad organiza y domina la propia subjetividad de los mismos. Si éstos son como una interfase entre diferentes funciones, equipos y niveles de jerarquía es porque su propia subjetividad ya ha sido moldeada. Esta es la dimensión fundamental de todas las actividades productivas en su análisis del post-industrialismo. Ahora bien, para Lazzarato y Negri esto nos muestra la insuficiencia de la categoría clásica de trabajo y en este sentido el concepto de trabajo inmaterial logra enlazar más acabadamente aquella nueva modalidad en que se establecen las condiciones de trabajo post-industriales. (...)

Este proceso histórico consiste, al mismo, en la cada vez menor importancia de la fuerza de trabajo y en la cada vez mayor consideración del saber general social para la reproducción del capital. Esta tendencia ha ido quebrando las barreras entre tiempo de trabajo y tiempo libre, entre tiempo productivo y tiempo de goce. El trabajo inmaterial estaría dado por la actividad productiva donde ya se hace imposible distinguir entre trabajo y goce, donde la importancia recae en el saber social general, sea este producto del desarrollo científico o de la interacción social. Pero además, este proceso histórico ha ido modificando el ciclo de la producción redefiniendo la relación producción/consumo. De un lado, la producción deja de ser fabricación de grandes cantidades de objetos estandarizados y en serie para convertirse en un proceso que desde la concepción del producto tiene en cuenta las prerrogativas del consumidor; del otro, en el ámbito del consumo hay todo un esfuerzo por activar las necesidades, el imaginario y los gustos de los consumidores. Existe un proceso de comunicación social entre producción y consumo que es llevado a cabo por el trabajo inmaterial, ya se considere éste como producción de objetos inmateriales (la producción audiovisual, de software, o de otros productos comunicacionales) o como modalidad predominante del trabajo contemporáneo. Este proceso de comunicación no simplemente acerca a los consumidores y productos sino que, desde una perspectiva más amplia, crea a los consumidores dirigiéndose a su subjetividad. La producción se establece hoy directamente como producción de relaciones sociales y, en este sentido, la materia prima es la propia subjetividad. La subjetividad se produce ya no como un instrumento de control social y para la reproducción de las relaciones de mercado sino que es la condición de posibilidad para la forma de producción post-industrial. El objetivo principal de este nuevo modo de producción es construir al sujeto consumidor/comunicador. De esta manera, para Lazzarato y Negri, el capitalismo ha tomado todas las dimensiones de la vida. "Que el trabajo inmaterial produce al mismo tiempo subjetividad y valor económico tan sólo demuestra en qué medida la producción capitalista ha asaltado a la totalidad de la vida y ha roto todas las oposiciones entre economía, poder y saber" (Maldonado, 2001:8).


Subjetividad y trabajo: dimensiones olvidadas en el análisis del quehacer del P.E.F.

    Si asumimos lo expuesto por los citados autores queda claro que un campo a investigar en nuestra disciplina son los propios profesores. Son ellos los sujetos que, entrampados en esta nueva díada consumidor/comunicador, se ven impelidos a recoger una y otra vez los viejos argumentos que le den un sentido a su quehacer. Su calidad primaria de sujetos productivos en un campo en que está en juego no sólo el quehacer pedagógico socializador sino que sobre todo la corporalidad, los hacen fácil presa de la repetición, la imitación, la recurrencia a argumentos y teorías de las llamadas "ciencias duras", concibiendo al cuerpo como máquina, pues allí no hay lugar para la interrogación acerca de sí mismos o de los otros. Sólo existe la factualidad del dato8. Tal como afirma Rodríguez:

"Hoy por hoy, las identidades sociales son concebidas como una articulación parcial e inestable, nunca completa y definida históricamente por la posición de sujeto en un sistema de desigualdad". (Op. cit.)

    Por otra parte, se confirma aquello de la fragilidad conceptual de nuestra disciplina, de su poca atención a las condiciones reales e históricas de su quehacer, su olvido (¿consciente?) de la política como sustrato de las construcciones identitarias. Por lo tanto, tratar de saber qué investigar, por ejemplo, se convierte en un problema que algunos resuelven fácilmente apelando al dato, a la cuantificación, a la "infalibilidad" de la correlación de variables. Siguiendo a Rodríguez:

"Investigar, entre otras cosas, es una forma de intervenir efectivamente sobre la realidad. Y si se afirma que existe una dispersión generalizada de la EF y de las prácticas deportivas donde actuamos, no creo que esto se deba, como afirma David Beer (1997, Op. cit.), a la producción de un conocimiento inconcluso y disperso sino todo lo contrario: a una falta de espesor disciplinar, a las históricas renuncias que la EF ha ido realizando en su recorrido disciplinar. Por abocarse a elaborar un conocimiento acabado y molar, por negarse a apropiarse de otros saberes que la nutrieran, marcó los límites y alcances de su territorio de actuación. Así, con sus pretensiones de convertirse en ciencia y de contar con un saber "concluso", ha quedado reducida a un esqueleto de sí misma. De manera que la producción del conocimiento no es ni inconclusa ni dispersa sino congelada en un saber demasiado específico". (Op. cit.)


La apertura: una necesidad y una urgencia

    Creemos que Rodríguez da en el "clavo epistemológico" cuando habla de un congelamiento disciplinar. Y en esto las culpas son compartidas. Desde los planes y programas de las universidades o institutos, pasando por la voluntad política de nuestros gobernantes, la comodidad de muchos académicos e investigadores a los cuales la lectura o revisión de autores o textos ajenos a su especialidad les resulta intrascendente y hasta una pérdida de tiempo. Y también deben considerarse los elementos contextuales, marcados por el cambio como vimos, que modelan y prejuician a los futuros educadores y/o investigadores. Nuestra autora describe claramente el paisaje que muchos profesores, investigadores, autores etc. se niegan a ver.

"A poco de terminar el siglo, la transdisciplinariedad que se observa hoy en todos los campos, las hibridaciones que se producen en las áreas disciplinares, la necesidad de formar profesionales competentes para abordar objetos apropiándose de procedimientos, saberes técnicos y conocimientos de otras áreas, confunde y angustia porque se trata de maniobrar la crisis, de navegar entre diferentes teorías, de decidir en tiempos de incertidumbre" (Op. cit.).


Pensar el trabajo bajo nuevos parámetros

    No obstante lo anterior, y quizás sea éste el sentido último de este escrito, hay un punto que Rodríguez menciona respecto del trabajo que, creemos, aborda con demasiado optimismo y que merece una atención especial. El mercado no es tan "sabio" como la autora, entendemos, lo expresa en el siguiente párrafo:

"Y porque, además, el mercado no es un ente autónomo, autoritario e incapaz de discernir. Su demanda también se va a ir conformando a partir de las ofertas y una variable ciertamente de peso en este proceso es la calidad de los actores intervinientes. En otras palabras, un "ejército" de profesionales capaces de enfrentar los múltiples desafíos que presenta la sociedad actual y competentes para insertarse en prácticas que van desde lo terapéutico hasta las políticas educativas y culturales, desde los ámbitos escolares o comunitarios hasta los de alto rendimiento, seguramente interpelará al mercado en forma mucho más efectiva que millones de prescripciones discursivas, obligándolo a modificar los perfiles profesionales que requiere". (Op. cit.)

    Si se presta atención a lo expuesto por Negri, Hardt o Lazzaratto podrá verse con claridad que no basta con alistar un "ejército" bien preparado, actualizado, abierto a lo transdisciplinar o dispuesto a dar la batalla allí donde lo pongan. El trabajo ha devenido en algo más complejo que "el hacer competentemente" aquello para lo cual se ha sido preparado. Se viene ya con un estigma: la subjetividad moldeada por una nueva forma de construcción de los sujetos sociales en donde el mercado no puede ser "obligado" a nada pues parte del supuesto que el trabajador es en sí mismo, y al mismo tiempo, un consumidor. No olvidemos que si hay algo que marca al patrón económico vigente es la privatización, la reducción a nuestro propio espacio vital, la concepción de que todo (la cultura, el arte, la salud, la educación, el ocio y un largo etc.) están mejor manejadas por la "iniciativa privada" que por el ineficiente Estado. Entonces, ¿será tan sabio el mercado, tendrá sentido social, será equitativo "per se", etc. para dejarse encandilar por este "ejército" abierto a lo complejo y cerrado al anquilosamiento? Creemos que no9.

    Finalmente, creemos que la tarea va por otro lado. Tomando en cuenta lo planteado sobre todo por Negri, deberíamos recoger el guante lanzado tan agudamente por Rodríguez hace ya diez años: en todas y cada una de las observaciones hechas por el mencionado autor aparecen con claridad palabras y conceptos demasiado cercanos al profesor de Educación Física: cuerpo, afecto, comodidad, bienestar, satisfacción, excitación o pasión están a la base de lo que ha hecho siempre este trabajador. Sólo que ahora hay que pensar las prácticas desde una subjetividad que trascienda los estrechos márgenes de una disciplina que se ha negado a reconocer sus propios huesos ("un esqueleto de sí misma") e internalice que no bastan los deseos de apertura sino que éstos hay que llenarlos con la "carne de la realidad".


Notas

  1. Un buen compendio de una posible nomenclatura para este estadio epocal contemporáneo lo entrega Urreiztieta, cuando afirma: "Algunos lo llaman modernidad tardía o reciente, segunda modernidad o tiempo social tardo moderno (Giddens, 1993, 1995, 2001; Beck, 2002b); modernidad reflexiva (Giddens, 1993, 1995, 2001; Beck, 1996; Beck, Giddens y Lash, 1997); sociedad global del riesgo; contramodernidad (Beck, 2002a, 2002b), posmodernidad (Bauman, 1996, 2001a, 2001b). También se le ha calificado como sociedad postradicional, sociedad postindustrial (Johansson, 2000); hipermodernidad (Balandier, 1994 citado por Bauman 2001a); sociedad informacional, la sociedad del conocimiento o la era de la información y de las revoluciones tecnológicas (Castells, 1998; Touraine, 2002)". (Urreiztieta, 2004)

  2. Esclarecedoras resultan estas palabras de González Reinoza y Belandria, cuando se refieren a la imbricación entre ambos conceptos: "Por otra parte, en este contexto también es conveniente aclarar el término mundialización, ya que es importante no confundirlo con el de globalización. La palabra mundialización o internacionalización suele ser usada con dos opciones: una como sinónimo de globalización y en otras oportunidades se liga con un sentido desemejante. La globalización, como acabamos de ver, corresponde con una tendencia paradójicamente homogenizadora y integradora, que se extiende a expensas de la cultura, la soberanía y la autonomía de los estados nacionales. Por el contrario la mundialización no intenta destruir las federaciones nacionales y las regionalizaciones federativas, sino tiende más bien a un acercamiento, a una cosmovisión universal de al Hombre y al Derecho Internacional Público. Ella implica cooperación, ayuda mutua entre las distintas naciones. Desde este punto de vista la mundialización debería ser el único fin de las relaciones internacionales, pues así tendería al bien común. No obstante ella ha servido también de vehículo a la globalización, que en vez de fortalecer, debilita y pone en peligro la cohesión y soberanía de los estados nacionales." (González Reinoza y Belandria, 2002:3)

  3. Como afirma Guillermo Holzmann: "(La globalización) no define un modelo de sociedad, sólo describe la actual sociedad. No plantea la fórmula de la superación del riesgo y la incertidumbre. Define un orden en transición" (Véase Guillermo Holzmann, apuntes MINT, Universidad UNIACC, Santiago de Chile, 2007).

  4. Respecto de este punto, y sobre todo referido al tema de los mitos de la Educación Física, véase Angela Aisenstein "La investigación histórica en Educación Física". En: Lecturas: Educación Física y Deportes, Año 1, Nº 3. Buenos Aires. Diciembre 1996.

  5. En mi experiencia docente he constatado in situ que las nuevas generaciones de estudiantes de Educación Física están marcadas sobremanera por el deporte, sobre todo en su dimensión espectacular, el ejercicio libre de la profesión ("personal trainner", entrenadores, preparadores físicos, etc.). Muy pocos abordan la dimensión básicamente pedagógica de la carrera en la cual se han embarcado. Muchos tienen ya interiorizado el concepto de "emprendedor", "autonomía laboral", "especialista en" etc.

  6. Quizás lo más representativo de este fenómeno sea el llamado "Consenso de Washington". Es este un documento evacuado a fines de la década de los 80´ por lo más selecto del poder político, económico e institucional, que entrega la receta para abordar la crisis desencadenada por la deuda en América Latina y para forzar los cambios estructurales en la economía de ésta. Resulta conveniente exponer sus principales ejes pues éstos muestran claramente la marcada impronta neoliberal que articula no sólo esta "receta", sino que todo el proceso de globalización:

    • Mantenimiento de la disciplina fiscal. No más déficit fiscal. Presupuestos balanceados.

    • La inflación como parámetro central de la economía.

    • Prioridades en el gasto público, infraestructura, salud, educación.

    • Reforma tributaria: ampliar la base tributaria y tasas marginales moderadas.

    • Tasas de interés real positivas y fijadas por el mercado.

    • Tipo de cambio real competitivo que favorezca al sector exportador.

    • Política comercial abierta con aranceles moderados.

    • Incentivo a la Inversión Extranjera Directa (IED).

    • Régimen de Privatizaciones.

    • Desregulación, reducción de las barreras burocráticas.

  7. En este acápite cabe hacer un interesante contrapunto entre la teoría weberiana respecto del origen del capitalismo y las observaciones que Foucault hace respecto de la irrupción de la "vida" como polo del desarrollo histórico enfocado en el poder: "Es sabido que muchas veces se planteó el problema del papel que pudo tener, en la primerísima formación del capitalismo, una moral ascética; pero lo que sucedió en el siglo XVIII en ciertos países occidentales y que fue ligado por el desarrollo del capitalismo, fue otro fenómeno y quizá de mayor amplitud que esa nueva moral que parecía descalificar al cuerpo; fue nada menos que la entrada de la vida en la historia -quiero decir la entrada de los fenómenos propios de la vida de la especie humana en el orden del saber y del poder-, en el campo de las técnicas políticas". (Citado por Maldonado, 2001:2). Por otra parte, y focalizado en Argentina, puede consultarse un esclarecedor texto de Leticia Marín de la relación entre vida-subjetividad-trabajo entre los jóvenes de este país. (Vid. bibliografía)

  8. Para este punto sobre las miradas que se ha tenido (y tiene) sobre el cuerpo, sus concepciones y las teorías hegemónicas que han hablado sobre él y el quehacer de la Educación Física, véase los artículos de Minkevich, Oscar. (2000). "Tecnología, educación física, deporte y sujeto en situación."; Galantini, Guillermo. (2000). "El discurso en las críticas pedagógicas de Educación Física. Un lugar para pensar las prácticas." y Serrano Orellana, Claudio Antonio. (2005). "Modelos interpretativos del cuerpo", citados en bibliografía.

  9. Una interesante mirada que intuye esta nueva realidad relacional entre consumo, subjetividad y prácticas pedagógicas se despliega en el artículo de Martínez Sánchez, Carlos (2000). "Marcamanía". Hacia una educación del consumidor desde la Educación Física y el Deporte", citado en bibliografía. En él se plantea claramente la relación que se ha establecido entre la industria deportiva, el moldeamiento de la subjetividad para su consumo y la posibilidad de utilizar las prácticas pedagógicas para establecer una "educación del consumo deportivo".


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revista digital · Año 12 · N° 116 | Buenos Aires, Enero 2008  
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