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Las actividades acuáticas en la historia

   
Maestra de Educación Física y estudiante de Psicopedagogía.
(España)
 
 
Raquel Pérez Serrano
rakelps1@hotmail.com
 

 

 

 

 
Resumen
     En las siguientes líneas queda reflejada la evolución que han sufrido las actividades acuáticas (natación) a lo largo de la historia, pasando por todas y cada una de las etapas más relevantes de nuestro pasado, desde sus más remotos orígenes hasta la actualidad.
    Palabras clave: Actividades acuáticas. Natación. Historia. Actualidad.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 12 - N° 111 - Agosto de 2007

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Introducción

    Resulta evidente el gran auge alcanzado por la consideración de las actividades acuáticas con un excelente recurso a favor de conseguir un mejor desarrollo del individuo. Ya sea por razones médicas, educativas, rehabilitadotas, recreativas o por simple moda social, lo cierto es que en muy pocos años se ha pasado de considerar "natación" con una finalidad casi exclusivamente de carácter deportivo, a una consideración educativa y pedagógica importante como elemento base en el proceso de formación integral de la persona. A ello, han contribuido, por una parte, una nueva concepción pedagógica en la educación infantil; por otro lado, una nueva concepción filosófica de la persona en sentido amplio; y además, la industria dedicada a la fabricación de elementos destinados al ocio y la recreación, que a través de los medios de comunicación ha conseguido incorporar una nueva "necesidad" en el repertorio de las ya existentes en la sociedad actual.


Las actividades acuáticas en la historia

    El hombre a lo largo de su historia ha vivenciado el medio acuático de distintas formas. En consecuencia, con una perspectiva amplia y no sesgada, debe considerarse que muchas de las citas y datos históricos en los que se menciona la relación del ser humano con el agua, no solo hace referencia a la utilización de determinadas técnicas deportivas, sino también ala posibilidad de realizar múltiples acciones que realmente además de facilitar una seguridad ante imprevistos variados, les permita desenvolverse con soltura en otros menesteres personales y sociales.

    La población en general aún está asimilando y conociendo muchas de estas propuestas están en la sociedad de una manera elemental y vital desde albores de la humanidad.

    Debemos considerar que la práctica motriz acuática ha ido ligada al desarrollo del ser humano en muchos momentos de su historia.

    El concepto de las actividades acuáticas (donde se encuentran todas aquellas modalidades que se desarrollan en el medio acuático) ha sido acuñado recientemente en nuestra sociedad, pues a lo largo de la historia el agua ha sido entendida bajo distintas concepciones que a continuación comenzamos a relatar. El ser humano no ha poseído la facultad instintiva de nadar desde el comienzo de la historia, sino que ésta ha sido adquirida, esencialmente determinada por factores sensoriomotores y perceptivo-motores muy elaborados (Da Fonseca, 1994), aunque en etapas iniciales observemos claros indicios de reflejos natatorios (Cirigliano, 1989). El aprendizaje de la natación, como cualquier otro aprendizaje adaptativo, no está inscrito en los genes de la persona, al contrario de otras especies como los peces o los anfibios, que desarrollan a lo largo de su evolución estrategias de adaptación acuática muy características. La posición Beida de la persona ha marcado la diferencia con el resto de los animales, pues su actitud postural y el natural equilibrio de su cuerpo le ha permitido realizar movimientos en tierra y en agua.

    Establecida la situación del ser humano frente al agua se muestra, a continuación, la evolución histórica del acercamiento de la persona, hacia el medio acuático, a través de los tiempos. En la Prehistoria, existen fundadas elucubraciones, que apuntan hacia ella como medio para defenderse y adaptarse a un entorno eminentemente hostil. Posteriormente, en torno al 3000 a.C., con los asentamientos de las primeras civilizaciones alrededor de puntos de agua: ríos, lagos, mares o charcas (Año, 1997), se convierten en habituales, quedando restos arqueológicos y escritos que así lo atestiguan. En ellos se puede apreciar a personas de toda clase desplazándose de manera variada y original en el medio acuático. De hecho, en esos momentos además se aprecia un enriquecimiento de propuestas motrices, puesto que ya no sólo se buscaba mantenerse y desplazarse elementalmente en el agua, sino que además practicaban formas "eficaces" de desplazarse a mayores distancias. En estas sociedades fluviales las actividades acuáticas cumplían una doble misión, como indica Año (1997): evitar los riesgos cotidianos por su proximidad al agua, de ahí que fuera parte esencial de la educación pública y conseguir esparcimiento e incluso reconocimiento y respeto a través del dominio de habilidades o la realización de determinadas proezas.

    La natación primitiva, caracterizada por movimientos primarios no aprendidos, se encuentra tan lejana como la existencia del ser humano. Desde entonces y en todos los lugares, debido a su innegable utilidad, la acción de nadar (desplazarse en el medio acuático) ha sido tenida en la más alta estima. Sin embargo, las noticias antiguas no son claras ni demasiado abundantes. Habrá que pensar, como se señala en el Génesis, que Adán y Eva antes de su caída, se bañaban y nadaban en el Tigres y en el Eufrates. Se ha dicho de Seth, el tercer hijo de nuestros primeros padres, que hacia el año 200 de la creación del mundo, se zambullía nadando y tapando con su cuerpo los refugios de los peces para evitar que se escaparan y cogerlos posteriormente con las manos (Camiña, 1992).

    Los antiguos no practicaban el arte de nadar únicamente por recreo o por higiene, sino también por principios religiosos basados en el temor. Sabido es, que los pueblos de la antigüedad lo que más temían era verse privados de las honras de una sepultura. Así, leemos en Petronio que los que estaban en peligro inminente de naufragar, se cortaban sus cabellos y colgaban de su cuello las piezas de valor que portaban, alianzas u objetos preciosos, a fin de excitar la piedad y recompensar así a aquellos que encontraran sus cadáveres, para que les dieran sepultura. El miedo de perecer entre las olas y de no tener otra tumba que el fondo del mar o el lecho de un río les inducía a entregarse a este ejercicio con más ardor y perseverancia que los nadadores más contemporáneos (Iguaran, 1972).

    Los primeros indicios del arte de nadar los encontraremos en los egipcios, en la época prehelénica, quienes tenían un país cortado por infinidad de canales, problema que suscitó la enseñanza del arte de nadar para una correcta educación pública, al igual que sucedía con los pescadores y buceadores, que eran expertísimos nadadores. En tiempos del emperador Sugiu (38 a.C.), los japoneses celebraban competiciones deportivas anuales, entre las que se encontraba la natación.

    Los fenicios formaban equipos de buenos nadadores seleccionados que ayudaron a suavizar las dificultades de paso por diferentes situaciones geográficas a las que se exponían. Estos nadadores reclutados por los fenicios eran utilizados asimismo para, en caso de naufragio, transportar las mercancías y hasta pasajeros, y en algunos casos rescatarlos de las aguas.

    Respecto a los persas, existe información contradictoria en la literatura revisada. Algunos opinan que fueron la excepción en el desprecio de la natación, por causa de que rendían un culto tan idolátrico a los ríos que ni intentaban mojarse las manos y menos introducirse en ellos de cuerpo entero, y otros piensan que los persas practicaban mucho la natación por su necesidad guerrera.

    En la antigua India, en el Kama-Sutra (el arte de amar), exigía de toda muchacha apetecible el dominio de sesenta y cuatro artes adecuadas, entre las cuales se encontraba la natación.

    Los griegos adoptaron una tendencia educativa libre, en todos sus dominios. La vocación y el gusto que esta nación tenía por el comercio marítimo, la multitud de islas de que estaban pobladas, el gran desarrollo de las costas en el resto del país, el clima relativamente cálido, en fin, todo invitaba a no despreciar un recurso del cual, además del placer que supone nadas en condiciones favorables, se podían obtener reales beneficios. La mayoría de los griegos vivían en casas muy cerca del mar o de algún río y lo mismo niños que niñas pronto aprendían a nadar y a zambullirse, familiarizándose con el agua. Como se ve, entre los antiguos helenos la natación era una actividad tan popular que para indicar que alguien era un rústico, un salvaje sin cultura, que lo que hoy llamamos un analfabeto, se decía despectivamente de él: "No sabe ni nadar ni leer". Platón (360 a.C.), citado por Iguaran (1972) en su capítulo Leyes (III, 689) dice: "¿Deberá confiarse un cargo oficial a personas que son lo contrario de gente culta, los cuales, según el proverbio, no saben ni nadar ni leer?".

    En esparta, los jóvenes lacedemonios celebraban un violento espectáculo donde era preciso saber nadar. Colocados dos bandos en un muelle rodeado de canales se abalanzaban uno contra otro atacándose bravamente y luchaban a mano limpia tratando de echar uno tras otro a los contrarios al agua, competición que terminaba con el triunfo del bando en el que quedaban más luchadores sin haber sido precipitados al agua. Sócrates, viéndose un día ante sus alumnos/as en dificultad de explicar unos pasajes del filósofo Heráclito, tan raros y embrollados, exclamó: "para poder orientarse entre tanto escollo haría falta ser nadador de Delos", justificando esto que los atenienses de la isla de Delos fueron considerados los mejores nadadores durante mucho tiempo.

    Durante el Imperio Romano, en el pueblo cartaginés, el estado estimulaba a la juventud a practicar los ejercicios náuticos que servían de preparación a futuros marinos hábiles y audaces, hombres sanos y robustos. Los nadadores/buceadores con su destreza y valor debían suplir los trabajos de superficie y submarinos, lo mismo en los bloqueos que en los asaltos de puertos de mar. También sus enemigos, los sicilianos, dieron prueba de su buena clase como nadadores en la guerra contra Dionisio el Antiguo, tirano de Siracusa, que arrojados al mar para no caer en manos del general Himilcon (399 a.C.) fueron muchos, al parecer, los que alcanzaron a nado las costas de Italia.

    Respecto a las competiciones, hay quién informa que en la antigua Roma se disputaban ya unas carreras de natación. Seguramente se refiere a que todos los años tenía lugar en el mes de mayo una fiesta natatoria en Ostia, puerto natural de Roma.

    Entre las naciones bárbaras que invadieron el Imperio Romano, se contaban varias que se distinguían por el arte de nadar; especialmente los germanos, cuya existencia, se puede decir, pasaban en el agua. Desde la más tierna infancia, se les sumergía en un río, repitiéndolo durante todos los días. También los vikingos, los normandos, los anglosajones (de Britania), y los celtas (de Hibernia) eran formidables nadadores.

    La Edad Media resultó un abandono y olvido en todos los aspectos físicos, apenas si se conoce la natación, casi nadie sabía nadar, siendo solo un medio utilitario para marineros y pescadores. Con la creciente explotación de los campesinos y bajas clases urbanas, su tiempo libre fue siendo cada vez menor, lo que les hizo casi imposible poder practicar deportes. La situación se agravaba por el hecho de que los deportes en general fueron prohibidos por influencia de los escolásticos.

    La natación y el baño fueron poderosamente combatidos porque se les asociaba con el desnudo del cuerpo. Solo entre los caballeros la natación estaba considerada como una parte importante de su sistema de ejercicios conocido como las siete agilidades. A partir del humanismo renacentista (siglo XIV) es cuando nuevamente la Educación Física y el ejercicio física en general vuelven a tomar importancia. Es en tal contexto donde nuevamente se retoman las actividades acuáticas con una finalidad de mejorar la salud y para incluirse en algunos programas educativos (Año, 1997), destacando en este sentido autores como Rousseau y Pestalozzi (s. XVIII).

    Al final del siglo XV, durante el renacimiento, se tomó conciencia de la importancia en el hombre del optimismo y la energía, ya que éste debía afrontar las demandas sociales que el progreso había introducido. Esto hizo que se prestase más atención a los ejercicios físicos, volviéndose a despertar el interés por la natación.

    Los Humanistas en su afán por reconstruir la época clásica, recomiendan la práctica de todo tipo de deportes, entre ellos la natación, dedicando muchos libros al estudio deportivo. Así, nacen alusiones a modos distintos de nado, no queriendo decir esto que ellos los practicases. Francoise Rabelais (1532), en su libro Gargantúa, nos dice: "nadaba en agua profunda, al natural, al revés, de costado, con todo el cuerpo, sólo con los pies, una mano en el aire, sosteniendo un libro atravesó toda la orilla del Sena sin que se mojara, y sosteniendo con los dientes su manto, como hizo Julio César". Sobre esta época, se escribió el primer libro referente a la natación, por el profesor alemán Giman y con el título "Colymbetes o el arte de nadar, un diálogo festivo y divertido para leer". Colymbetes es un derivado helenista que significa sumergirse, nadar. La fecha de edición del libro data de 1538, y en él se habla de la vuelta ala práctica de la braza de pecho.

    A pesar de todo, la natación no había causado un verdadero impacto, debido seguramente al poco interés mostrado por la clase alta, la pudiente, hacia ese deporte, quedando relegada su práctica a obreros e hijos de obreros. Hacía falta que un hombre de categoría más o menos elevada se preocupara por la natación, y así fue como en 1810 Lord Byron (1814), poeta inglés, cruzó a nado el Helesponto, estrecho que separa Asia de Europa. Este hecho y algunas travesías más que realizó, influyeron totalmente para que se creara en Europa la natación de competición, que se piensa comenzó en Londres en 1837, donde existían ya 6 instalaciones acuáticas cubiertas. Algo posterior a Byron, merece ser destacado el Capitán Webb (1891), primer hombre en cruzar el Canal de la Mancha, en 1875, nadando sobre el pecho. También realizó numerosas travesías, encontrando en una de ellas la muerte. A partir de él, muchos han sido los nadadores que han atravesado el citado canal.

    Pronto el interés por las travesías se fue perdiendo y dando paso a las carreras de competición de corta distancia, que cada día ganaban más adeptos, extendiéndose rápidamente a otras naciones: Australia, Alemania, Suecia, etc. Así, en 1896, con el resurgimiento de los Juegos Olímpicos en Atenas, la natación es incluida en el programa oficial. Desde Atenas, hasta el momento en el que nos encontramos, la natación ha evolucionado hasta desarrollar toda una excelente fuente de posibilidades de práctica acuática que englobamos en lo que denominamos "actividades acuáticas".

    Es en este contexto y embebidos por el nacimiento del "Deporte", en el que de forma casi exclusiva la natación acapara hegemónicamente cualquier planteamiento que se acerque al medio acuático. En estos últimos tiempos la mayoría de intereses han circulado hacia las competiciones natatorias y hacia los modos más eficaces (estilos) de conseguir las marcas. No obstante, de manera solapada, discreta y firme, en las últimas décadas se ha producido una alternativa en la que el deporte queda relegado a ciertas circunstancias y personas y en la que la participación popular y con miras más amplias cobra gran protagonismo, surgiendo lo que se ha venido en llamar "Deporte para todos".

    Antes de que esta corriente cobrase la importancia social y humana que día tiene, debe comentarse, que de forma familiar se iba pasando el "arte" de enseñarse y practicar la natación, puesto que sin ser indispensable en nuestras civilizaciones, sí que ha ocupado ese lugar de legado cultural que ya los griegos realzaban. Aunque en principio se centrara principalmente en la educación de los infantes y en las clases sociales pudientes, para abrirse posteriormente a todas las capas y sectores sociales, debido en gran medida a la labor ardua y paciente de los profesionales en los últimos 20 años. Dicha labor incluye desde una cierta difusión de los beneficios de la natación a nivel genérico, hasta un aumento modesto en la construcción de instalaciones acuáticas, pasando por un servicio de mayor calidad a partir de una formación más versátil y académica de los profesionales al cargo no sólo de las actividades sino también de la coordinación de los programas y de las instalaciones.

    De esta manera, la oferta de actividades no se ha quedado descolgada del avance de la sociedad, y en la medida de lo posible, ha avanzado modestamente en la línea que la sociedad demanda y necesita. En esta línea, en la actualidad, la práctica con fines eminentemente agonísticos está dejando paso a otras en las que lo más importante es la consecución o mantenimiento de la salud, alcanzar y consolidar un mínimo de condición física, y la diversión y catarsis. Concretamente en nuestro país se tiende a una práctica física más informal y alejada de los encasillamientos federativos.

    Como se puede observar durante toda la historia, el análisis de las actividades acuáticas ha sido englobado bajo el concepto de natación. Este hecho, en la actualidad, no corresponde a los planteamientos más contemporáneos de las actividades acuáticas. Hoy en día, según ya analizados en varios trabajos (Moreno y Gutiérrez, 1995 a, 1995 b), el concepto de actividades acuáticas corresponde a algo más amplio que el simple vocablo de natación.


Las actividades acuáticas en el nuevo milenio

    Con relación a la práctica de actividades físicas en la población adulta y relacionándolo con las conductas saludables o que más benefician al desarrollo corporal, el índice de práctica física se sitúa alrededor del 35% de la población mayor de 14 años (García Ferrando, 1990). Dicho índice mide la actividad efectuada con regularidad y concebida en un sentido amplio. Así, no se trata tan sólo de un deporte competitivo y organizado sino de toda actividad física efectuada de modo no obligatorio y con finalidades diversas (mantener la salud, estar en forma, divertirse, etc.), es decir, las actividades acuáticas en su concepción más amplia. La tendencia de los últimos años consiste en que, de modo progresivo, la práctica deportiva está penetrando en los modos de vida de la población española; las curvas de participación van en aumento y todavía no se observan síntomas de haber llegado a un techo. La población organiza su vida cotidiana destinando una parte del tiempo libre a la actividad deportiva y dándole prioridad por encima de otras en que podrían ocuparlo. Las actividades acuáticas de carácter lúdico ocupan el primer lugar en las actividades deportivas que pueden ser practicadas en los espacios disponibles.

    Tiene un carácter menos deportivo (para constituir un hecho educativo, las actividades acuáticas han de tener un carácter abierto, sin que la participación se supedite características de género, niveles de habilidad u otros criterios de discriminación; y debe, asimismo, realizarse con fines educativos, centrados en la mejora de las capacidades motrices y de otra naturaleza, que son objetivo de la educación, y no con la finalidad de obtener un resultado en la actividad competitiva) en el sentido clásico del término y apunta hacia la gran demanda social por este tipo de actividad que, sobre todo en periodos veraniegos, gusta de disfrutar la mayor parte de la población.

    Vista la importancia de las actividades acuáticas se hace necesario explicitar sobre las distintas formas por las que los sujetos practican en dicho medio. Así, los programas acuáticos pueden llevar asociados otros objetivos que estarían relacionados con otros campos a trabajar en el medio acuático. Entre ellos, destacamos los siguientes: utilitario, deportivo, recreativo, salud, terapéutico y educativo (Moreno y Gutiérrez, 1998 a); derivados de las siguientes corrientes acuáticas (Lloret, 1994):

"Las corrientes acuáticas utilitarias, por las cuales los seres humanos establecen su relación con el medio con carácter autonómico y de supervivencia. Tal es así que los militares, pescadores, navegantes y civilizaciones próximas al mar interactuaban con el medio con finalidades estratégicas, nutritivas, comerciales o, meramente, de supervivencia (por el sólo hecho de saber nadar y evitar accidentes por ahogamiento). El control y adaptación, por parte del hombre, a este modelo utilitario, le ofrecerá una autonomía y recursos para el mantenimiento y mejora del medio acuático".

"Las corrientes acuáticas, por las cuales los seres humanos establecían relación con el medio acuático con fines lúdicos y de divertimento. Tal es así que diferentes culturas (polinesios y la antigua Indica, entre otros) nos han mostrado su interés por los juegos y formas jugadas en el medio acuático".

"Las corrientes acuáticas higiénicas, por las cuales los seres humanos establecían relación con el medio acuático con fines profilácticos, preventivos o hasta terapéuticos. De esta forma, la cultura romana nos ha sabido transmitir esta filosofía acuática en beneficio del propio organismo".

"Las corrientes acuáticas competitivas, por las cuales los seres humanos establecían relación con el medio acuático con fines elitistas. Diversas civilizaciones obtienen, en el marco de la competición, una satisfacción personal o social como reafirmación de poder".

"Las corrientes acuáticas educativas, por las cuales los seres humanos, establecían relación con el medio acuático con fines culturales o tradicionales, ya que formaban parte de la idiosincrasia de las civilizaciones estudiadas que lo practicaban. Ello se demuestra en las culturas griega, egipcia y romana que perseguían finalidades de dominio de las técnicas corporales y de conocimiento del propio cuerpo (esquema corporal), a la vez que era materia de obligado estudio en escuelas por la relación inexcusable de lo físico con lo psíquico".

    Como se desprende de la lectura de las corrientes es necesario que para poder desarrollar cualquier tipo de programa acuático se convierte en imprescindible que los usuarios hayan pasado por un periodo de adaptación al medio para facilitarles su progreso en las actividades acuáticas. Por ello, antes de introducirse en la abundante gama de programas existentes en el mercado, los programas acuáticos educativos son un escalón previo que todo sujeto debe pasar en su etapa de formación.


Bibliografía

  • Año, V. (1997). El nacimiento de las actividades acuáticas. En S. Camarero y V. Tella, V. (Compiladores), Natación. Aplicaciones teóricas y prácticas (pp. 13-29). Valencia: Promolibro.

  • Cirigliano, P.M. (1989). Iniciación acuática para bebés: Fundamentos y metodología. Buenos Aires: Paidós.

  • Da Fonseca, V. (1996): Estudio y génesis de la psicomotricidad. Barcelona: Inde

  • García Ferrando, M. (1997). Los españoles y el deporte, 1980-1995 (un estudio sociológico sobre comportamientos, actitudes y valores). Valencia: Tirant lo Blanch - Consejo Superior de Deportes.

  • Iguarán, J. (1972). Historia de la natación antigua y de la moderna de los juegos olímpicos. Tolosa: Valverde.

  • Lloret, M. (1994). Análisis de la acción de juego en el waterpolo durante la Olimpiada de 1992. Tesis Doctoral. Universidad de Barcelona.

  • Moreno, J.A. y Gonzálvez, M.J. (1994). Juegos modificados acuáticos con material reciclado: Una alternativa didáctico-recreativa.

  • Moreno, J.A y Gutiérrez, M. (1995). Panorámica actual de los programas de actividades acuáticas. (I)

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revista digital · Año 12 · N° 111 | Buenos Aires, Agosto 2007  
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