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Los estados de ánimo en el deporte:
fundamentos para su evaluación (I)

   
Departamento de Psicología
Instituto de Medicina del Deporte
(Cuba)
 
 
René Barrios Duarte
duarterene@infomed.sld.cu
 

 

 

 

 
Resumen
     Las emociones, y en particular los estados de ánimo, constituyen un contenido esencial de la evaluación psicológica del entrenamiento deportivo, ya que inciden en la manera de percibir y enfrentar las demandas que se le presentan al atleta durante su preparación. Los estados de ánimo son evaluados predominantemente a través del POMS (McNair, 1971), que es uno de los tests más empleados en el campo del ejercicio y el deporte; sin embargo, en nuestro medio se carece de normas específicas para atletas de alto rendimiento, y de versiones que se adecuen a condiciones de campo. Estos planteamientos han llevado a profundizar en el tema con el fin de desarrollar nuevas concepciones, instrumentos y normas que respondan a las características mencionadas. El presente artículo, referido a la fundamentación teórica del problema, es el primero de un trabajo desarrollado en dos partes. Se abordan las concepciones sobre el constructo estado de ánimo, rasgos distintivos, caracterización en el deporte, los factores que generan trastornos y su influencia sobre el atleta.
    Palabras clave: Emociones. Estados de ánimo. POMS.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 12 - N° 110 - Julio de 2007

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Introducción

    El siglo XX conoció de un entusiasmo por el estudio científico de las emociones, que aprovechó el desarrollo de las nuevas tecnologías. Se hicieron considerables progresos en la comprensión de los correlatos neurobiológicos y los mecanismos cerebrales de las emociones (Smith, 2000; Ekman, 1994) y aparecieron nuevos conceptos y enfoques teóricos como el stress (Selye, 1936) y la inteligencia emocional (Goleman, 1995).

    En la psicología de orientación histórico-social iniciada por Vigotsky, "las emociones constituyen un reflejo, que aparece como resultado de la implicación del sujeto en una relación social que afecta su sistema de necesidades de una u otra forma" (González, 1989). "La vivencia o experiencia de esta relación del hombre con respecto al ambiente forma la esfera de los sentimientos o emociones. El sentimiento del hombre es su relación, su postura con respecto al mundo, a lo que experimenta y hace, en forma de una vivencia inmediata" (Rubinstein, 1981).

    Los procesos emocionales son a la vez procesos cognoscitivos que reflejan la realidad, si bien de forma específica. Estos procesos no se excluyen mutuamente, sino que forman una unidad (Rubinstein, 1981: 508). En los procesos emocionales existe una acción recíproca entre el desarrollo de los acontecimientos - que se producen de acuerdo o no con las necesidades del individuo - y el desarrollo de su actividad que está orientada hacia la satisfacción de esas necesidades; y por otra parte, con el desarrollo de los procesos orgánicos internos.

    El contenido de los sentimientos lo constituye la relación del hombre con aquello de lo cual depende su existencia, la posibilidad de su desarrollo ulterior, y a menudo, con lo que pueda provocar placer o sufrimiento (Petrovsky, 1979: 397). Los sentimientos muestran si al hombre lo amenaza o no algún peligro, si espera o no el triunfo, sus relaciones y la posición que ocupa en su medio social. Los sentimientos manifiestan la unidad de los componentes estables y variables. Ellos experimentan variaciones muy complejas, por lo que es necesario conocer la dirección de su desarrollo, prever sus consecuencias y captar su dinámica. Las emociones pueden ser incentivos para actuar (Goleman, 1995; Petrovsky, 1979) y pueden organizar o desorganizar la conducta.


Componentes de la esfera emocional

    La esfera emocional se clasifica de diferentes modos. Pueden existir: el tono sentimental, las emociones, los afectos, los estados de tensión y los estados de ánimo (Petrovsky, 1979). Si en el tono sentimental el sentimiento se manifiesta como matiz emocional o tonalidad cualitativa singular del proceso psíquico, en los afectos domina rápidamente, y se caracteriza por alteraciones en la conciencia, pérdida del control volitivo y trastornos en la actividad vital. Los estados de tensión tienen lugar ante sobrecargas físicas y mentales y movilizan la energía necesaria para superar las exigencias que se plantean al sujeto. Las emociones constituyen la forma habitual en que se experimenta cualquier sentimiento: directo, inmediato.

    Los estados de ánimo, en cambio, constituyen un estado emotivo general, que matiza los procesos psíquicos y la conducta del hombre durante un considerable período de tiempo. No están vinculados a un acontecimiento particular, de ahí que se considere "un estado general indeterminado" (Rubinstein, 1981). Para McNair (1971), los estados de ánimo son "estados afectivos transitorios fluctuantes". Para Cockerill (1991), "los estados de ánimo son estados emocionales transitorios que pueden ser influenciados por una variedad de factores ambientales y de personalidad." Lane y Terry (2000), han definido los estados de ánimo como "un conjunto de sentimientos efímeros por naturaleza, que varían en intensidad y duración, y que generalmente comprometen más de una emoción". Obviamente el concepto de estos últimos autores es puramente descriptivo.

    Los estados de ánimo pueden tener causas más próximas o más lejanas. Sus alteraciones dependen de distintos acontecimientos que producen una fuerte impresión emocional, y su base sensible puede hallarse también en la actividad vital del organismo, en sus vagas y mal localizadas sensaciones de los órganos internos. Pueden surgir bajo la influencia de una sola impresión, de un recuerdo, de una idea repentina. Ello depende también de la personalidad, en especial cómo se conduce ante las dificultades, de sus relaciones con el medio y su propia actividad (Rubinstein, 1981). Se considera que cambios en el estado bioquímico y hormonal del individuo como falta de sueño, alimento y ejercicio, pueden generar alteraciones en los estados de ánimo (Ekman, 2000).


Las distinciones entre emociones y estados de ánimo

    En la actualidad se debaten diferentes posiciones respecto a la distinción entre emociones y estados de ánimo. Mientras algunos no se interesan por establecer distinción entre ambos conceptos, otros enfatizan en su diferenciación. Las distinciones fundamentales que se debaten actualmente (Beedie, 2005; Smith, 2000; Ekman, 1994), ya fueron planteadas en el pasado por diversos autores (Rubinstein, 1981; Petrovsky, 1979). Se resumen en:

  • El estímulo que precede a la emoción y al estado de ánimo, son diferentes. Mientras el estímulo que corresponde a la primera es pensado u ocurre rápidamente, el segundo parece ser provocado por eventos que transcurren en un curso de tiempo más tardío, es decir, la emoción tiene un antecedente directo específico, mientras el estado de ánimo no.

  • Emociones y estados de ánimo se distinguen por su duración. Las primeras son respuestas breves, mientras los segundos son más duraderos. La duración debe considerarse descriptiva.

  • Generalmente las emociones son intensas y los estados de ánimo son difusos.

  • Las emociones y los estados de ánimo difieren fundamentalmente en su función para el organismo. Las emociones modulan la conducta influenciando la actividad autonómica e incrementando la posibilidad de que sean activados los sistemas que inician y sostienen las respuestas motivadas; los estados de ánimo en cambio, predisponen la cognición alterando la manera en que se procesa la información. (Ekman y Davidson, 1994).

    Se ha explorado la utilidad práctica de establecer tales distinciones. Beedie ha planteado que "a pesar de que una emoción o un estado de ánimo se sientan de forma muy similar por el individuo - y por lo tanto compartan la misma denominación, por ejemplo ansioso, en el lenguaje común- ansiedad emocional puede ser un constructo diferente al de estado de ánimo ansioso. Si se percibe un sentimiento como causado por un objeto específico, el sujeto se concentra en ese objeto y ello tiene consecuencias conductuales potenciales: se está en presencia de una emoción; si por otro lado el individuo percibe que un sentimiento no es causado por, ni se centra en un objeto específico, y parece influenciar los procesos cognitivos, es más probable nominar al sentimiento como estado de ánimo (Beedie, 2005).


Una definición de los estados de ánimo

    "…La solución de los problemas científicos prácticos, concretos, depende en gran medida de la concepción teórica del investigador, de su enfoque general de los fenómenos que estudia, de su comprensión de la naturaleza de los mismos." (Shuare, 1990: 77). Resulta necesario plantear una definición de estado de ánimo, que valore las concepciones existentes y asuma una posición ante el asunto:

El estado de ánimo es un estado emocional general e indeterminado de la personalidad, que influencia los procesos cognoscitivos y la conducta respecto al medio y a sí mismo; es variable y en él coexisten vivencias de diferente denominación, connotación e intensidad. Se vincula fundamentalmente a la posición subjetiva del individuo respecto a vivencias provenientes de la actividad vital del organismo, sus relaciones con el medio y la satisfacción de sus necesidades y aspiraciones.

    Aunque el estado emocional se considere "indeterminado", no significa que no existan agentes causales, sino que éstos se presentan vinculados a la subjetividad y muchas veces de manera difusa. Desde el punto de vista científico y práctico resultan posibles de conocer. Una de las vías es la autovaloración del sujeto. La denominación del tipo de vivencias es convencional, y está en función del marco de referencia del evaluador. En este estudio se asume la clasificación utilizada por McNair al nominar las escalas o factores del test POMS. La connotación está referida al carácter positivo o negativo de la vivencia.


Fundamentos teóricos para el análisis de los estados de ánimo en el deporte

    Rubinstein ha realizado planteamientos sobre los estados de ánimo (Rubinstein, 1981: 549) que adquieren un extraordinario valor al aportar un punto de vista diferente y estimular reflexiones, en este caso, dentro de la esfera de la actividad deportiva. Plantea:

    "En la medida como se forman las relaciones mutuas de la personalidad con el ambiente, se desarrollan en la personalidad determinadas esferas de especial significación y constancia. No todas las impresiones son suficientemente poderosas para alterar el general estado de ánimo de la personalidad. Para ello debe existir una relación con una esfera especialmente significativa para la personalidad, a la cual ésta sea extraordinariamente susceptible o sensible. Esta impresión está sometida, por decirlo así, a un determinado filtraje. El ámbito dentro del cual se puede formar un estado de ánimo es, por tanto, limitado. Con ello, el ser humano depende menos de las impresiones casuales, y su estado de ánimo se hace considerablemente más constante. El estado de ánimo depende finalmente, también íntimamente de cómo se forman para los diferentes individuos las relaciones vitales con respecto al ambiente o mundo que lo rodea y con respecto a su propia actividad. El estado de ánimo no solamente se manifiesta en la estructura de esta actividad, que está intrincada en las activas relaciones mutuas con el ambiente, sino que también se forma en ella. Para ello, como es natural, no es esencial el desarrollo objetivo de los acontecimientos de por sí , independientemente de la relación de la personalidad con respecto a aquel, sino también la manera como el individuo depende esencialmente de sus cualidades del carácter, en especial de cómo se conduce con respecto a las dificultades".

    En el análisis de los estados de ánimo dentro de la actividad deportiva se asumen como fundamentos teóricos generales los siguientes lineamientos y principios, derivados del enfoque histórico- social (Febles, 2004; Corral, 2003; Shuare, 1990; Rubinstein, 1981):

  • El estado de ánimo no solo se manifiesta en la actividad que se realiza, sino que se transforma durante ella. Esta concepción define una visión del hombre como ser activo, capaz de transformar la realidad al mismo tiempo que es transformado por ella. De esta forma la subjetividad, su desarrollo y variaciones, es un resultado indirecto y un nuevo punto de partida de la acción de transformación sobre el ambiente (Corral, 2003; Rubinstein, 1981).

  • La preparación deportiva es un proceso que se expresa en la búsqueda de un nivel superior de desarrollo de las capacidades humanas y de habilidades en el uso de instrumentos y procedimientos históricamente condicionados. Se caracteriza por el automovimiento producto del surgimiento y solución de contradicciones. Las vivencias y su reestructuración, conducen al cambio de las necesidades y motivos, que determinan a su vez, la relación con el medio.

  • La actividad humana, y en este caso la actividad deportiva, se desarrolla en condiciones de relación social, que supone la cooperación y comunicación. El estado de ánimo se vincula a la actividad que se desempeña y a las relaciones del sujeto, pero también es influenciado por factores tales como: las características individuales, la historia personal y en la actividad, las necesidades, motivos y aspiraciones; concretamente, se debe considerar el papel de la personalidad como instancia reguladora (Rubinstein, 1981: 549).

  • Es posible ejercer influencias que estimulen la formación de un estado anímico favorable al aprovechamiento y la elevación de las capacidades psicológicas implicadas en la preparación. Esas influencias provienen del efecto que ejerce la actividad (Barrios, 2006b), de la acción consciente de conducción del proceso a través de la intervención psicológica del profesional especializado y del equipo pedagógico, que estimulan la participación activa del sujeto y contribuyen a modular otras influencias.

  • La evaluación del estado de ánimo, como componente de la esfera emocional, debe considerarse un problema complejo, que no puede abordarse a través de una sola forma de medición o un simple test. Exige considerar instrumentos y enfoques que valoren la peculiaridad tanto del sujeto como de la situación concreta en que se produce, de manera integral y sistemática.


Las emociones y los estados de ánimo en el deporte

    El estado de ánimo y su relación con la actividad física, ha sido profusamente investigado durante varias décadas. Se han comparado los perfiles anímicos de atletas y practicantes de ejercicio con sujetos no practicantes, y se han encontrado diferencias. Las investigaciones han demostrado consistentes mejoramientos en el estado de ánimo después de realizar ejercicios (Barrios, 2006a; Smith, 2000; Dishman, 1995; Biddle, 1991).

    Los practicantes de actividad física se caracterizan por poseer bajos niveles de ansiedad, depresión, hostilidad, fatiga y confusión, mientras el vigor resulta elevado. Este hallazgo condujo a William Morgan (1980) a plantear un modelo de salud mental con una relación inversa entre psicopatología y rendimiento deportivo. De acuerdo con ella, los atletas experimentan más salud mental positiva que la población general, señalando que el perfil típico para el atleta élite -cuando se evalúa mediante el POMS y se interpreta con una norma para estudiantes- describe un iceberg, con puntuaciones para las cinco dimensiones negativas por debajo de las normas, y por encima, el vigor. Su propuesta, aparecida en el artículo "Test de campeones: el Perfil del Iceberg" (1980), ha sido motivo de un debate crítico en la literatura especializada, que continúa hasta el presente (Terry, 2005).

    Las investigaciones confirman que el ejercicio tiene un efecto ansiolítico, tranquilizante o antiansioso (Salmon, 2001; Nakao, 2001; O'Connor, 2000; Dishman, 1995; Biddle, 1991), producido por un efecto agudo (una sesión de ejercicio) o crónico (participación durante 8-12 semanas). La relación ejercicio-ansiedad plantea diversas interrogantes respecto al tipo e intensidad del mismo. Las investigaciones apoyan al tipo aerobio como superior al no aerobio. Sin embargo, una intensidad elevada puede resultar negativa en su efecto, de ahí que este trastorno anímico acompañe al entrenamiento deportivo inadecuadamente planificado, a los periodos de máximas cargas y a dificultades en la adecuación personal a las mismas.

    El ejercicio se asocia con un efecto antidepresivo de magnitud moderada (Suh, 2002; Manber, 2002; Salmon, 2001; O'Neal, 2000). Se valoran diferentes criterios: la elevación de los niveles de endorfina como causa de euforia o elevación del vigor; el mejoramiento de la irrigación sanguínea en regiones cerebrales involucradas en la regulación de las emociones; acciones sobre el mecanismo encargado de la respuesta de estrés; influencia sobre neurotransmisores como la dopamina, norepinefrina y serotonina; y mecanismos psicosociales que influyen sobre el mejoramiento del apoyo social, distracción, elevación de autoestima e imagen corporal.

    El ejercicio influye sobre la autoestimación (Davis, 2000), la cual se vincula a bienestar subjetivo y salud mental (Alferman, 2000; Fox, 2000; Waaler, 1998) debido a que mejora la autoestimación física (Fox, 2000), y ésta repercute sobre la autoestimación global. Se considera que el cuerpo, a través de su apariencia, atributos y habilidades, proporciona una interfase entre el individuo y el mundo, proporciona vínculo para la comunicación social y es utilizado para expresar status y sexualidad. El sí mismo físico implica autovaloraciones de competencia deportiva, fuerza física, condición física y atractivo corporal (imagen, satisfacción, aceptación). Los mecanismos para lograr dichas modificaciones se relacionan con percepciones mejoradas de apariencia, control corporal, autoaceptación y otros. No obstante, algunos estudios han mostrado dificultades en deportes con requerimientos de peso y restricciones alimentarias.

    Los efectos que se atribuyen al ejercicio influyen sobre el estado anímico del atleta, pero otras influencias conducen también a modificaciones anímicas, porque el deporte es una fuente extraordinaria de exigencias y fuertes vivencias emocionales, que se apoderan del deportista y ejercen su acción sobre los procesos orgánicos y la conducta (Gorbunov, 1988). Las emociones actúan sobre la actividad neurovegetativa, que influye de manera notable sobre el grado de esfuerzo que se debe realizar y por consiguiente, sobre los rendimientos. La tensión, o la ira (Ruiz Cerezo, 2005), aportan energía y contribuyen a que el deportista se sienta animado, optimista, alerta, con energía para los esfuerzos máximos, puesto que aquí se presentan relaciones peculiares entre emociones y cualidades volitivas (García Ucha, 2004; Gorbunov, 1988).

    Pero si la tensión va más allá de la necesaria, la conducta se desorganiza y aparece la tensión muscular, que conduce a imprecisiones, descoordinación y problemas en la concentración de la atención. Son inherentes al deporte la variedad y dinamismo de los estados emocionales y su doble carácter: beneficiosos y perjudiciales. Esta actividad exige el aprovechamiento y el control de las emociones (Gorbunov, 1988; García Ucha, 2004).


Principales factores que influencian los estados de ánimo en el deporte

    Existe la necesidad de estudiar, aprovechar, modificar y enfrentar, influencias que inciden sobre el estado de ánimo. Se ha realizado un análisis de los principales factores presentes en la actividad cotidiana del deporte:

  • De acuerdo a las características de la actividad, se pueden apreciar problemáticas vinculadas a la asimilación de cargas; las tareas peligrosas, difíciles y con requerimientos complejos de coordinación; cambios de técnica, evento, división o categoría; interrupciones del proceso de preparación (lesiones, enfermedades); problemas vinculados al peso corporal y adaptación a diversas circunstancias (Stambulova, 2000), que se convierten en barreras psicológicas; preocupaciones por lesiones o por inadecuado desempeño en pruebas pedagógicas.

  • Aparecen nuevas problemáticas en cada etapa de preparación. En la pre-competición, concebida como una adaptación a las condiciones de la competición, se puede alterar el nivel de excitación y control emocional y ello está determinado por la importancia atribuida a las competencias, objetivos, exigencias externas, personalidad y valoración de insuficiencias en la preparación. Los indicadores anímicos se mueven de manera individual de acuerdo a los factores antes mencionados. En la competición se presentan situaciones complejas que se suceden de manera impredecible, y causan alteraciones como: excitación, ira, rivalidad, optimismo, pesimismo ante resultados adversos y otros. Esta etapa expresa el grado de preparación emocional alcanzado y la dirección de la intervención psicológica en el futuro inmediato. En la etapa post-competitiva se presentan vivencias de éxito o fracaso, con consecuencias positivas y negativas para el estado anímico y la conducta posterior del atleta: optimismo, confusión, desánimo; ira, inquietud, insatisfacción, preocupaciones por lesiones o por las consecuencias del desempeño deportivo.

  • El atleta establece relaciones humanas dentro y fuera del deporte, que inciden en su estado anímico:

    • Las relaciones con el entrenador. El entrenador es un importante factor de influencia en la creación de la atmósfera psicológica dentro del grupo de entrenamiento; en la creación de valores y como importante elemento de incidencia en la motivación del atleta a través de su papel de consejero en metas de aprendizaje, rendimiento y otras esferas de la vida (Haase, 2002); a lo cual se suma su papel de principal encargado de conducirlo al logro de sus aspiraciones, por lo que constituye una importante fuente de vivencias (Barrios, 2006b). Su papel exige habilidades comunicativas desarrolladas y concebir al atleta como ser humano integral (Haase, 2002). Pero en la realidad, no siempre estos requerimientos se presentan en la medida adecuada, o deseada por el atleta.

    • La familia. La familia es un sistema abierto, que interactúa de manera permanente con todos los subsistemas que forman la sociedad y de los cuales se retroalimenta (Arés, 2003). La familia ofrece ayuda, protección, satisfacción personal, forma valores y patrones de comportamiento. La familia del atleta, como cualquier otra, puede presentar múltiples problemas objetivos y subjetivos; y poseer una dinámica funcional adecuada, disfuncional, o incluso constituir una familia problema. El atleta por tanto recibe un conjunto de influencias familiares. Ese componente interpersonal repercute sobre el componente intrapersonal (Wylleman, 2000) y puede tener signo positivo, negativo o ambos (preocupaciones, enfrentamientos inadecuados, alteraciones emocionales) que repercuten sobre el estado anímico (Barrios, 2005).

    • Otras influencias que van desde la pareja, amigos, pares, periodistas, dirigentes del deporte y toda la red psicológica de personas próximas e importantes. (Wylleman, 2000).


  • La posición del atleta dentro del equipo. Determinado por los resultados o por la valoración externa de las perspectivas de desarrollo, que se manifiesta en acciones concretas del medio (entrenadores, dirigentes, etc.) y repercuten sobre el estado de ánimo.

  • La autovaloración de las perspectivas de desarrollo individual. A partir de complejas relaciones entre valoración de las cualidades que requiere el deporte, condiciones personales autoevaluadas, valoraciones externas, logros, etc.

  • La significación que posee el deporte para el atleta. Su sentimiento de pertenencia, su compromiso con los objetivos y metas planteadas de manera social e individual.

  • Las características y cualidades de personalidad.: capacidad de comprensión; cualidades del temperamento, en especial la dimensión estabilidad emocional (Eysenk); y exigencias específicas del deporte.

    Mantener o alcanzar un estado de ánimo adecuado, es visto como una parte importante de la preparación mental para la competición (Terry, 2005; Rudik, 1988; Puni, 1969), de ahí la necesidad de tomar en cuenta los elementos que inciden sobre el mismo.


Conclusiones

    Hasta aquí se han revisado las concepciones actuales sobre los estados de ánimo y su importancia en el deporte, determinada principalmente por la influencia que ejerce en la manera del atleta percibir y enfrentar las demandas, la evaluación de sus recursos y el enfrentamiento ante ellas. La evaluación sistemática en las condiciones de la preparación, puede ayudar a tomar conciencia de los factores negativos y a orientar y realizar acciones que contribuyan a encaminar el proceso de entrenamiento por cauces adecuados.


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