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Automatismos, modernización y control social. Matrices culturales y técnicas en Fútbol y Cultura Política en la Argentina. Identidades en crisis

   
Lic. en Comunicación
Universidad de Buenos Aires
(Argentina)
 
 
Shila Vilker
flaviavilker@yahoo.com
 

 

 

 

 
Ya en 1962, en El Gráfico se podía leer: "El fútbol moderno no admite hombres. Exige piezas. Muñecos. Robots. Títeres para ese maquinista de la mecánica (…) Es él, el DT, el dueño de las piezas mecánicas." Claro que aunque en el texto resuene algo de ironía, da cuenta de una tensión de época. En aquella, los modelos no sólo se centraban en las características modernizadoras que hacían de la eficiencia uno de los valores máximos, también había un fuerte ímpetu de emulación de los países "serios".
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 11 - N° 104 - Enero de 2007

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    Fútbol y cultura política en la Argentina de Roberto Di Giano es el producto de un apasionado movido por tres aficiones: la sociológica, la histórica y la futbolera. De esta triple pulsión no podía salir otra cosa que un libro denso y ligero. Denso porque entre sus líneas están los saberes espesos y los problemas conceptuales, las matrices de pensamiento de la sociología de oficio; la ligereza, indiscutido valor, tal vez encuentre su anclaje en la ausencia de rimbombante jerga académica y de pretensiones bibliográficas -que no dejan de ser un trasfondo velado-. En definitiva, es un libro que se deja leer fuera del claustro.

    En este sentido, este libro se ofrece para ser consumido por cualquier curioso aficionado al deporte más popular de la Argentina. Este lector, según la edad, podrá encontrarse con un mundo conocido; es tanto el mundo del fútbol, como la historia argentina de los últimos 50 años, como las publicaciones que hasta el día de hoy siguen representando el mundo popular del deporte, también encontrará una sucesión de gobiernos, la mayor parte de ellos pegados -casi como parásitos- al mundo del éxito futbolístico.

    Sin embargo, este pasaje por elementos familiares muy pronto nos arrojarán a un problema conceptual central: el de las matrices culturales de la argentina reciente. Por eso, si bien este es un libro de fútbol, es también un libro sobre las conexiones que abre el fútbol. Es, de alguna manera, la cancha donde se dirimen o se ponen en tensión miradas sobre el mundo. Roberto Di Giano tiene razón: el fútbol "Facilita la lectura de muchos aspectos centrales de la sociedad".

    De estos aspectos, hay dos conexiones centrales entre fútbol y sociedad, que el libre abre una y otra vez, y sobre las que se intentará reflexionar: por un lado, la conexión fútbol / política; y, por otro, la conexión fútbol / impulso modernizador.

    De la primera conexión, es evidente afirmar que el poder político siempre tendió a hacer del "fútbol de elite" -tal como aquí se define al fútbol de competición internacional, a los mundiales-, un elemento a ser capitalizado. Recordaremos, todos, diversas imágenes en las que al fútbol se le abren las puertas de la Casa Rosada.

    Pero hay, sin embargo, más aún: las puertas de la Casa Rosada se abren al éxito, a las expectativas, a la imaginación social que dice que en esto somos los mejores. Por eso, aún cuando se pierda, y de esto Di Giano da cuenta cabal, la filosofía del éxito sigue vigente. El equipo que ha perdido no abandona su status de exitoso, pues será, en todo caso, un "campeón moral". Un campeón de la intensión. Un campeón del esfuerzo, de la garra. Así son descriptos los jugadores que disputaron el campeonato mundial de 1966.

    En el campeonato mundial de 1990 la filosofía del éxito vuelve a encontrar un lugar: los jugadores son caracterizados como "titanes…" y, rápidamente, Menem hace pender de los argentinos las mismas exigencias: "tuvimos 11 titanes dentro de la cancha. Ahora necesitamos 33 millones de titanes para sacar a la Argentina de la crisis".

    Finalmente, el fútbol que se decide a recibir la política es aquel que comienza a ser ordenado, regular, previsible, eficiente. Un fútbol que exige a sus jugadores como piezas de una maquinaria de éxito. Un fútbol que está lejos de la gambeta creativa y de una sensibilidad popular menos orientada a la previsibilidad que al estilo que emerge en casa situación. Por eso, el deporte que se destaca tanto mediática, como políticamente, es el deporte del orden. O un deporte "desperonizado". Un deporte limpiado del estilo y la matriz populista.

    Aquí, una vez más, la conexión entre política y fútbol, es mucho más compleja de lo que hace suponer la mera recepción de un equipo ganador (o no). Pues este equipo, en cada caso, encarna diversos valores. Con Menem, fueron los titanes, con Onganía los campeones morales y con Videla no un equipo, sino unos jugadores que "han dado una prueba inequívoca de disciplina, de orden, que significa sin más reconocer el principio de autoridad. Había alguien que mandaba, imponía horarios, imponía exigencias y ustedes cumplieron". Puede verse, inclusive, en el discurso presidencial una interpelación directa a cada uno de los jugadores. De este modo, el sujeto colectivo queda suprimido en pos de voluntades individuales que son capaces de plegarse al ritmo disciplinar del nuevo fútbol. Algo similar, dirá Di Giano, ocurrirá con la lógica societaria de los clubes que, paulatinamente, van abandonando la centralidad de los socios, la inspiración común, por una lógica de claro corte mercantil y empresarial.

    En este sentido, debemos dar cuenta de los lazos que esta filosofía del éxito traza de modo íntimo con los impulsos modernizadores que, como oleadas, fueron apareciendo a lo largo de la historia argentina de los últimos años.

    En el fondo, y este es el uno de los grandes hallazgos del libro, sobre el fútbol y el modo en que se juega, se juegan los estilos de cultura. ¿Podríamos decir un estilo de la civilización -racional y previsible- y un estilo, si se quiere mucho más propio, y pasional?

    Lo que el libro pone en escena es el modo en que paulatinamente el fútbol se va tiñendo de eficientismo, de resultadismo -de lo que mi generación conoce como bilardismo-. Entonces, el impulso modernizador, no es ajeno ni a la filo del éxito ni al eficientismo. Ambos son matrices de cultura.

    Pero junto a ella, prevalecen otras formas de modelación del comportamiento: la disciplina, el orden, la regularidad, la dotación física, los patrones de conducta racionales y el ordenamiento externo mediado por la centralidad del director técnico. Todas estas formaciones se orientan hacia la validación de jerarquías (es un mundo, en el fondo, donde los pocos mandan y los muchos obedecen). Podríamos afirmar que el fútbol es, al modo en que lo describe Mumford y tal como deja entrever Di Giano, una megamáquina.

    Ya en 1962, en El Gráfico se podía leer: "El fútbol moderno no admite hombres. Exige piezas. Muñecos. Robots. Títeres para ese maquinista de la mecánica (…) Es él, el DT, el dueño de las piezas mecánicas." Claro que aunque en el texto resuene algo de ironía, da cuenta de una tensión de época. En aquella, los modelos no sólo se centraban en las características modernizadoras que hacían de la eficiencia uno de los valores máximos, también había un fuerte ímpetu de emulación de los países "serios".

    Argentina, que siempre había tenido estilo y personalidad, al menos en cuestión de fútbol, se comenzaba a ver a sí misma como un simple país emulador. Un país con aspiraciones de copia. Después de todo, como afirma Di Giano, de a poco se fueron difundiendo los patrones de conducta mediante los cuales "el cuestionado futbolista local obtendría el privilegio de pertenecer, de allí en adelante, al mundo deportivo civilizado".

    Tercera y última conexión. Y en el medio, como siempre, ¡los medios! Los medios como grandes aparatos de difusión de sensibilidades de época. Porque los medios, también, pueden ser concebidos como un espacio global al interior del cual se da una lucha por la construcción de hegemonía. Un lugar donde se juega algo mucho más que fútbol: se juegan las líneas de fuerza, las matrices sociales de un grupo humano. Los medios presentan los estilos de época al modo de un concierto, por eso, trabajos como los de Di Giano, sirven también a los estudiosos de medios y a los historiadores. Porque dan cuenta del modo en que esa voz plural va penetrando en nuestra sensibilidad y con ella las matrices de comportamiento racional y previsible.

    ¿Jugar lindo o ganar? Imagino que Di Giano, que tiene la desgracia de ser de Racing, y ya ha elegido.

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